En primer lugar me gustaría decir que me gustaría ver una película sin ningún juicio preestablecido. Hubo un tiempo en que tenía mucho tiempo libre y pasta en el bolsillo y veía todo lo que se estrenaba. A menudo entraba en una sala sin saber nada de lo que iba a ver salvo el título y quizás la pinta que tenía el poster (a veces ni eso). Era una época estupenda porque me podía llevar sorpresas enormes y en cualquier caso si una película no me gustaba no me sentía defraudado. Sólo pensaba "pues no me ha gustado".
Eso es imposible actualmente. Ahora una película te cuesta lo que una ración de calamares y una cerveza y eso si no pides palomitas (para eso tienes que llevar las tres últimas nóminas y ver si te lo puede financiar el banco). Ahora todo es ruido mediático y cuando ves una película es muy difícil no hacerlo pensando "¿estaré yo a la altura de los críticos o me sentiré como una mierda porque no soy capaz de ver la maravilla que ellos aprecian?".
Tengo que añadir otra cosa antes de entrar a hablar de esta película (y me jode porque ya alguien me dijo en mi última crítica que se nota que me gusto demasiado y tenía que tratar de ser más breve -sí, estoy hablando de Molinos) y es que no soporto los ejercicios de estilo. Shakespeare hacía obras para el gran público, y las películas de Bogart de los cincuenta eran grandes sin pretenderlo. No había detrás un gran director diciendo "hey, soy un genio: mirad lo que puedo hacer". Algo se fue al garete cuando los directores empezaron a pensar "voy a ser capaz de rodar una película totalmente hacia atrás en la que el protagonista tenga amnesia a ver si se entiende" o "YA LO TENGO: rodemos toda una película dentro de un ataúd" (y si queréis saber mi opinión, soy muy fan de Memento, pero Buried me sacó de mis casillas).
Lo que todo el mundo sabe de esta película (a no ser que haya estado metido en una cueva desde antes de que se estrenó) es que está rodada en un único plano secuencia. Y a mí cada vez que un crítico dice "plano secuencia" me entran escalofríos porque quiere decir que hay un tío detrás de la cámara diciendo "eh, tengo una polla enorme, venid a miradla". Hitchcock era grande porque podía rodar "Con la muerte en los talones" y que un tipo caiga muerto delante de Cary Grant con un cuchillo en la espalda y que su personaje coja el cuchillo por el mango a tiempo de que alguien le haga una foto y tú sigas viendo la película y disfrutándola a pesar de que es totalmente increíble (como que alguien pretenda matar a un espía usando un avión fumigador en lugar de una pistola, una de esas ideas absurdas que dan lugar a otra secuencia memorable). Y si alguien va a mencionar que Hitchcock hizo justo lo mismo que Iñárritu en La soga, que piense que ese argumento sólo la hace más prescindible.
Alejandro González Iñárritu es un autor mexicano que es conocido por obras como 21 gramos, Babel o Biutifull, todas ellas aclamadas por la crítica y premiadas en diversos festivales. Sin ir más lejos la obra que nos ocupa recibió en la última ceremonia de los Óscar los galardones a mejor guión original, mejor director y mejor película. Ahí es nada. El leitmotiv de la obra es batir el récord absoluto de plano secuencia haciendo toda una película en una única toma (esto ya se ha hecho, pero esta es, creo, la más larga). Este ejercicio de estilo hace que, a pesar de la enorme presencia de los actores en plano (a menudo rodados muy de cerca y después de -sospecho- haber mezclado algunos medicamentos que no se deben mezclar), el que esté presente todo el rato sea el director, en un ejercicio de ego insoportable y probablemente inédito. Directores menos valorados por la crítica sesuda como Clint Eastwood o Steven Spielberg, no son capaces de hacer algo así (por pudor, supongo) y no consiguen lo que un espectador casual (uno de esos que no esperan a leer la crítica del Fotogramas para ver si la película le tiene que gustar o no) definiría como un "coñazo insoportable" (y estoy citando palabras textuales de la persona que sufrió la película conmigo). Te cansas de ver planos de actores de espaldas andando por pasillos o diálogos que no tienen contraplano porque mover la cámara cada vez que uno de ellos habla sería mareante (mira, eso al menos lo hace mejor que un director amateur). Por no mencionar esa machacona banda sonora de batería que no conforme con ser irritante por si sola, el director insiste en hacer autoconsciente metiendo en plano (¡en dos ocasiones!) al propio batería sólo por rizar el rizo.
La película arranca con un plano de espaldas (una de muchos) de nuestro protagonista levitando a un metro del suelo en la posición del loto y a partir de ahí nos lleva durante dos horas de cámara en mano (y me vas a perdonar Alejandro, pero desde el invento de la steadicam los planos secuencia tienen mucho menos mérito que cuando las cámaras iban montadas sobre raíles) por las paranoias de los actores, que ya sabemos que son gente inestable porque nos lo han contado en un montón de películas, y algunas bromas privadas muy inteligentes pero no muy divertidas (como que el protagonista sea Michael Keaton, conocido por haber protagonizado el Batman de Burton, interpretando a un actor que trata de ganarse el respeto de la crítica después de haber hecho tres películas interpretando a Birdman, un superhéroe (de disfraz ridículo, gracias por la sutileza, Alejandro) al que escucha en su cabeza hablar con una voz muy parecida a la de Batman). Iñárritu se burla del cine de superhéroes (de hecho en la única secuencia que tiene cortes -si, olvidaba que incluso en su pretensión termina haciendo trampa con una secuencia llena de cortes absurdos- sale un Spiderman bailando sin que venga mucho a cuento), del cine de acción y de las películas que buscan el favor del público sin esforzarse en hacer arte. Incluso de burla de la crítica, (personalizada de una forma muy poco sutil en una crítica teatral que escribe sus críticas en una moneskine desde un bar mientras toma martinis) que lo tiene muy fácil en poner a caer de un burro la obra de alguien que arriesga y trata de crear, con etiquetas y frases manidas. Pues lo siento, Alejandro, hay gente que hace cine con un ego más pequeño que Australia y trata de contar historias sin tratar de epatarnos con sus enormes capacidades técnicas. No está del todo carente de ironía que la obra que lleve al escenario el protagonista sea de Raymond Carver uno de estos autores que se la ponen dura a la crítica literaria precisamente por no contar nada en sus historias (tienen atmósfera) y que años después de su muerte se descubrió que parte de su mérito artístico estaba en la tijera de su editor, que recorto, reescribió e incluso cambió los finales de un montón de sus historias.
Creo que esta película se debería estudiar en las academias de cine como ejemplo de lo que no hay que hacer, y quizás su mayor mérito es que después de esto nadie tratará de hacer un plano secuencia más largo que el anterior, utilizando la técnica que en mi opinión es el mejor ejemplo de cómo un director puede tratar de medir la longitud de su miembro viril y compararla con el resto. Scorsese en Uno de los nuestros (1990) hace un magnífico ejemplo de 3 minutos y 13 segundos y ocho años después Brian de Palma hará una magnífica demostración de 12 minutos de cómo hasta el sexo se puede hacer aburrido cuando dura más de la cuenta, en la entretenida Snake Eyes (y lo siento, no puedo menos depreciar más una película con un adjetivo positivo). En este caso Iñárritu llega al paroxismo rodando toda la película en un único plano secuencia (algo que por otra parte -como ya he comentado- habría hecho ya Hitchock en La Soga, salvo porque técnicamente no era posible -y qué más da, si este plano secuencia de Birdman también está falseado después de todo) lo que es totalmente absurdo teniendo en cuenta que realiza saltos temporales. Veamos ¿qué sentido tiene rodar todo en un único plano si de repente la cámara se mueve y advertimos que ha pasado el tiempo porque aparecen cosas que antes no estaban ahí?
Después de esto ¿qué vendrá? ¿Con qué nuevo desafío nos aburrirán los directores con inquietudes? ¿Una película íntegramente rodada sin imagen, sólo con voz en off? ¿Un plano fijo de dos horas del ombligo del director? ¿Una película collage hecha enteramente con recortes de anuncios? Espero ansioso, en serio. Mientras haya gente que siga haciendo historias que merezcan verse como Nebraska, Perdida o Guardianes de la Galaxia (y no admito discusión sobre ninguna, especialmente la tercera).
Por otra parte, y dejando de lado el ejercicio de prestidigitación, la película se hace larga (le sobra fácilmente media hora) los personajes dejan de interesarnos pasado un rato porque ya vemos que están todos como una puta regadera, y se lleva la suspensión de la incredulidad al extremo de tal manera que llega a un momento en que poco importa lo que pueda pasar en el escenario porque cualquier cosa es posible. Me cuesta decir esto sin parecer condescendiente, pero me parecen más creíbles muchas de las películas de superhéroes que González Iñárritu pretende criticar, o al menos más coherentes con su propio universo. En cualquier caso los directores que realizan tales obras de ficción son capaces de hacerlo sin tanta afectación.
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Plano inicial de Birdman. Espero que os guste ver espaldas porque os vais a jartar. |
Por lo demás, si alguien quiere ver una buena película sobre los problemas de un director de teatro al tratar de manejar a un grupo de actores histéricos haría mucho mejor en ver la magnífica y lamentablemente casi desconocida ‘¡Qué ruina de función!’ (‘Noises off…’, 1992) de Peter Bogdanovich -también director de la absolutamente genial What's up, Doc (1972)- y que esto mismo en una película mucho más divertida y sin ese tufillo pretencioso de "peli para listos*".
*Trademark by Molinos).
PD: esta vez he sido yo el poli malo, si queréis ver la crítica de Molinos de la misma película, está en el link. A ella por lo que sea, se ve que le gustó. Por cierto, ya está maquinando de qué otra cosa podemos hacer crítica. Si a alguien tiene alguna idea se admiten sugerencias...