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martes, 6 de octubre de 2020

Inercias

 


Suena como el chasquido que hace una rama al romperse cuando la pisas en el bosque. Y como esa rama, tampoco va a volver al estado anterior a que se encontrara con la suela de tu bota. 

No sé cuántas veces llevo ni por cuántos sitios se ha roto la mía.

Con los años he aprendido que nunca aprendo, que aún no sé el porqué de esa pequeña llama que dentro de mí sigue ardiendo por mucho que la quiera apagar. 

No debería ilusionarme por nada, me digo. No debería creer que algo, alguna vez, saldrá bien.

A veces pienso que soy como esos edificios que sólo se sostienen porque lo soportan los que están a los lados. 

Siempre fue así, es decir, yo ya era así de niño.

Creo que me he involucrado demasiado en eso de seguir vivo y hacer cosas y ya no hay marcha atrás. 

Cada vez es más difícil no poner un evento límite.

Y aunque sé que puedo más, no quiero poder más.

Pero cuando menos te lo esperas, surge algo que te da un empujoncito más con la que proseguir la inercia.

Y olvidas y todo vuelve a empezar sin que te des cuenta. Y vives un día tras otro haciendo planes y sin que la llama se apague.

Hasta que otro día vuelves a sentir un chasquido.

Y todo vuelve a empezar, y todo termina y tú sigues ahí, preguntándote lo mismo que te has preguntado siempre, volviendo a fingir que la pena merece la pena. 

Si tienes suerte, algo te distrae (de nuevo) hasta llegar al siguiente lugar del bosque donde te está esperando otra rama muerta para decirte que todo esto no es más que la consecuencia de querer andar por el bosque.

Como si hubiera un porqué.

Pero no lo hay.

Sólo alguien que te mira y, mientras piensas que vivirías para siempre en esa mirada, te dice que ya no más.

y chas!

Gracias por el regalo