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miércoles, 2 de octubre de 2013

Lo mejor de mi vida


Hace tiempo que escribo para el viento, de hecho, si me paro a pensarlo bien, todos escribimos para él; escribir es otra forma de hablar solo, nadie nos escucha desde dentro y las palabras sólo nos sirven a nosotros, y ni siquiera eso porque hasta nosotros mismos olvidamos lo que una vez nombraron. Ahora mismo sigo hablando solo, aunque imagines que estoy hablando contigo cuando me lees, apoyando los codos en la mesa, tecleando en morse un mensaje sin matices, en un lenguaje que se habla con las palmas de las manos y que traduzco a este otro idioma hecho de sonidos ante la imposibilidad de sellártelo en la piel con mi boca. Si alguna vez quise escribir, te lo juro, fue para que tú me escucharas como lo estás haciendo ahora. Si alguna vez quise conseguir un sólo éxito en toda vida fue derribar ese muro tras el que tú y yo nos escondimos.

Siempre escribí para contarte cosas, inventarlas de cien maneras distintas, darle un argumento o convertirlas en una confesión a altas horas de la noche, siempre esperando una respuesta, siempre hablándole al polvo suspendido en un aire quieto, en una habitación casi vacía, en este rincón del mundo hecho guarida. Si de algo puedes estar segura es que yo no sé escribir, sólo sé escribirte a ti, no soy capaz de hilvanar una frase con sentido si no pienso en que es a ti a quien se lo digo. Este blog se llama en realidad "Moriría por ti", pero tú nunca lo supiste, o sí, tal vez siempre lo supiste y preferiste el silencio.

Pondrás la excusa de que yo te conocí después o que en realidad no te conozco, y yo podría tratar de buscar un ardid y decir que te estaba esperando. Y mentiría. Y no mentiría. Hace años que entiendo el tiempo como algo que no sigue una línea recta, ni de atrás hacia adelante. El tiempo es un laberinto, por eso el cerebro tiene ese infinito cruce de calles por mapa, porque él lo sabe y entiende que para comprender lo importante es verlo todo quitándole la variable del tiempo, como un álbum de fotografías, como un collage hecho de retazos de una vida pegado en una pared.

Si fuera realmente así, ¿qué importaría cuándo nos conocimos? ¿qué importaría que no nos conociéramos aún? Seguiría escribiendo para ti, te desearía con la misma fuerza, te añoraría antes de haberte tocado por primera vez, o te recordaría aunque me fuera antes que tú.

Y si es así, yo coexisto con todos los hombres a los que has querido y querrás antes y después que yo, y aunque confiese que al pensarlo no sonrío, no me duele compartir el cajón de las fotos, he reconocer que me gustaría que sintieras un cariño especial cuando pienses en mí, o que me intuyas llegar cuando quieras conocer a alguien como yo. Y supongo que por eso tampoco nunca queremos con todo el corazón a una sola persona, porque sabemos que sólo somos uno más, especial o no, en el facebook de la vida de a quien quisimos amar para siempre, desde siempre.

Ya se va haciendo tarde, mi coraje se va convirtiendo en distancia, el tiempo empieza a caminar de nuevo hacia alguna parte delante de mi con las manos en los bolsillos, disfrazándose de sorpresas, quién sabe si aparecerás tú por primera vez o de nuevo, no sabría decir con certeza si lo deseo o lo añoro. En cualquier caso quiero que sepas que me gusta cómo eres, lo poco, lo mucho o lo nada que sé de ti, que pasar todo este tiempo junto a ti ha sido, es o será lo mejor de mi vida.