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Toda la vida pensando que cuando llegara el día sabría qué escribir. Y no sé.
Los últimos días de mi padre en la Tierra fueron como fue él en vida. Una mezcla de risas y de gestos humanos hacia los que estábamos cerca.
Se fue sin avisar (nunca decía dónde iba cuando salía de casa), pero todos tenemos la sensación de que no se ha ido muy lejos.
Es lo que tienen las personas que quizá no saben dar amor como el que estamos acostumbrados a leer en las novelas o a ver en las películas, si no más bien que lo crean como una especie de ambiente general en la vida de los demás, de esos que te envuelven durante todos los días sin darte cuenta. Un amor pequeño y tibio de sentarse a tu lado y hablar sobre nada.
Vinieron infinidad de personas a su entierro. Alguien preguntó al ver pasar a tanta gente por la calle de la iglesia de la Sagrada Familia que quién se había muerto que iba todo el barrio. Así era él. Calaba con la sonrisa sin decir nada relevante, probablemente por esa sencillez que desprenden, como una luz de una vela, algunas almas elegidas al azar por esa inteligencia que lo mueve todo para contrarrestar la maldad del mundo.
Creo que lo recordaré por dos cosas. Su eterna sonrisa y por aquello que me decía de que se moriría sin verme triunfar, como así ha sido.
El martes me llamaron de la gabinete de abogados donde me tramitan las patentes. Me dijeron que había sacado un 10 sobre 10 en la evaluación de una de ellas por parte del evaluador de la oficina europea de patentes y que la consideraban como estratégica para los intereses de la Unión Europea. El director del bufete vino a verme, porque en todos los años que llevaba sólo había visto dos más como esa. Sé lo que me hubiese dicho él: Si fuera tan buena te la quitarían de las manos, o estarías ganando mucho dinero. Así era él. Sólo creía en lo obvio.
Si he de ser sincero no estoy muy triste. Se fue en paz y rápido. Nos dio tiempo de estar a su lado. El día antes hablé con él y le preparé la cena que más le gustaba sin imaginar que ya no habría más.
Hablamos hace unas semanas durante un rato más largo de lo habitual. Tengo la sensación de que ese día me despedí de él. Es más, durante esa conversación, algo me decía que era así. Entonces no sabíamos que estaba enfermo (sólo lo supimos después), pero creo que él también sabía que no estaría mucho más tiempo entre nosotros.
Mi madre dice que lo tiene muy presente, que está allí con ella dándole paz.
No sé. Me cuesta creer que podamos seguir viviendo con normalidad después de algo así.
Supongo que hasta en eso hizo su pequeña labor de desaparecer de nuestras vidas poco a poco, para luego irse en un par de horas.
Allí dónde estés, los ángeles estarán encantados contigo, a tu lado se estaba bien.
Casi sin darte cuenta.
No le gustaban las canciones raras, pero la voz de esta mujer, en vivo, me da mucha paz.