Supongo que los deseos son el motor de la vida, que si deseas algo con todas tus fuerzas no tienes más remedio que salir a buscarlo, de empeñar tu vida en ello. Que eso, en realidad, es la medida de la determinación con la que vas a vivir lo que estás destinado a vivir.
Nunca supe el porqué de mi pasión por el agua. Nunca quise ser ingeniero y nunca quise hacer lo que he hecho hasta ahora. Pero en este instante todo cobra sentido. A pocos días de presentar el proyecto a gente importante.
A pocas horas de empezar a vender el equipo por internet.
Siento un escalofrío.
Sigo pensando que malgasté mi vida y al mismo tiempo le he dado sentido. Algo así como si hubiera tenido la oportunidad de vivir dos vidas y sólo pudiera escoger una de ellas y hubiera escogido la difícil, la que sólo tiene sentido si alcanzas el objetivo, mientras que la otra está más llena de pequeñas recompensas: la casa, la estabilidad financiera, los hijos, la rutina, el amor, la familia, el trabajo, de vida en definitiva.
A veces creo que, en realidad, sólo tuve una posibilidad, que la única forma de seguir con ganas de vivir era marcarme un objetivo y tratar de realizarlo a costa de lo que fuese. Que no renuncié a esa otra vida sino que me vi alejado de ella por mi mal carácter o por vivir en una familia más desestructurada de lo que se puede ver desde fuera, o por salir de los suburbios y transplantarme en un barrio de gente que no eran como nosotros.
Somos lo que decidimos, pero también somos lo que decidieron por nosotros.
Vivimos tratando de comprender y tratando de sobrevivir, de adaptarnos, de escondernos, de ser lo que somos aparentando ser otros.
Igual es por eso que mi profesora de novela decía que se me daba bien crear personajes con muy pocas palabras. Porque aún estoy probándome diferentes disfraces para ser ese alguien que encaje en mi porción del mundo, en este pedacito de tierra en el que estoy transplantado.
Siempre he pensado que todos los inventos, que todos los hombres que los crearon, son fruto de una incomprensión del medio en el que viven. Hay que estar un poco loco para no integrarse y seguir un camino personal fuera de la sociedad aunque mirándola de reojo y tratando de cambiarla.
Nunca me motivó el dinero hasta que me di cuenta de que sin dinero no hay posibilidad de que los proyectos salgan hacia adelante. Y quizá con esta frase sea algo tramposo. Nunca confiaría en nadie que no quisiera ganar mucho dinero. Ni siquiera para comprar la tranquilidad de su familia, la educación de sus hijos. A veces estamos sujetos a ideas que no son nuestras. Aunque también es cierto que mucho dinero sin una idea clara de qué hacer con él es una fuente de desgracias. Como en todo, el conocimiento es clave.
Sé que si fracaso, sólo lo haré momentáneamente porque continuaré en la brecha y seguiré hacia adelante. Y sé que si tengo éxito será un éxito pasajero porque lo que cuesta es mantenerse en ese lugar donde la realidad se transforma en exigencia.
Pero puede que todo esto lo hubiera dejado en un sueño al que nunca iría tras él de haber podido estar a tu lado, supongo que ya nunca lo sabremos.
Una de las consecuencias de haber llegado hasta aquí es que ya no hay vuelta atrás.
Puede que ya tenga que suceder todo en otra vida.
Otra vida donde la subatomía venza la balanza hacia el lado del amor.