Supongo que las cosas son como son y que eso es suficiente mientras no tenga dudas. Pero a veces me quedo sin respuestas en cuanto surgen las preguntas, no porque no tenga claro quién soy y hacia dónde voy, sino porque sé de sobras que no soy quien digo ser ni voy hacia donde realmente quiero ir.
Quizá en el proceso de mentir a los demás, en la coartada que construí para justificar la huida hacia adelante en la que he convertido mi vida, acabé por mentirme demasiado bien a mí mismo.
Y cuando más se miente uno, más difícil es volver atrás.
Tal vez la edad tenga que ver con todo esto: con plantearme si quiero seguir convertido en este personaje y empezar a desenredarlo todo, reunir a quienes mantengo en esta fantasía que he creado, y tratar de hacer el menor daño posible. Creo que va a ser difícil.
No sé si al final, ese yo que quiere desmantelarlo todo, no es, en realidad, otro personaje que quiere usurpar el lugar del que empieza a ser viejo y a estar cansado; si en realidad, no soy más que una sucesión de personajes que van naciendo dentro de mí a la espera de su oportunidad, de que un día reflexione acerca de quién soy en realidad y qué hago aquí, para aprovechar ese momento de debilidad y destronar al que creí ser, el que quería ser.
En cualquier caso, esos personajes, todos los que he sido o he creído ser, conservan cierta melancolía por no haber sabido mantenerte a mi lado. Y aunque en lo más profundo de mí sé que hubiéramos sido dos animales salvajes compitiendo por un mismo territorio, sigo teniendo la esperanza de que al menos uno de esos que he sido, soy o seré, hubiese tenido la cualidad de encontrar un punto intermedio, un equilibrio, en el que pudiéramos convivir.
Supongo que eso ya no tiene su espacio, que esta sucesión de versiones de mí mismo es como si estuviera mejorando una y otra vez el programa de un ordenador obsoleto, que en el fondo, la oportunidad pasó y lo hizo para siempre.
Me gustaría creer que un día seré alguien que ya no quiera ser otro alguien, o que por lo menos, no lo desee para retroceder en el tiempo y cambiar aquellos cinco minutos que bastaron para desterrar de mí a aquél a quien querías.
Pero he de ser realista, después de todos estos años, sigo escribiendo todos los días el mismo post en el mismo blog.
Como una profecía autocumplida, otro (que también soy yo) reemplazará a otro yo que pierde poco a poco la esperanza.
Porque este blog va de eso, aunque no lo parezca.
De esperanza.
Como el campesino que espera la lluvia tras meses de sequía.
Y ya van años...