
Me dice "Oye, ¿tú eres gay?" y me quedo de petrificado.
"Que no te haya arramblado encima de la mesa y después de arrancarte la ropa te haya hecho aullar como no lo habías hecho nunca antes no significa que sea gay" le digo algo molesto."Quizá sea que estamos en una biblioteca pública y tú y yo nos conozcamos desde hace una semana".
"Perdona, pero es que los hombres sensibles y guapos sois todos gays" dice sonriendo.
"¡Que no lo soy! ¿Y de dónde has sacado eso de que soy guapo? Si mi vecina cuando se emborracha y empieza a gritar de madrugada dice ¡vecino, adefesio, tu chica te la pegaba con el del primero! como si fuera un hooligan" le digo con una dignidad alquilada.
"Vale, no eres guapo, pero eres sensible" me dice.
"Vete a cagar" le digo.
Hay algo en su mirada que me recuerda a una actriz porno de la que me enamoré hace no mucho tiempo. La perdí para siempre uno de esos días en los que, funcionándome el ordenador como una rueda cuadrada, eliminé el porno, desinstalé el Ares y me di una semana de recato y buenas intenciones. La mierda es que el Ares es gratuito.
Y yo débil.
Llevo una semana sin quitármela de encima. Me preguntó que qué hacía y le dije que escribía una novela. Decir eso y convertirme en su objeto de interés diario fue todo uno. Yo me arrepentí al cabo de cinco milisegundos de acabar de pronunciar la palabra "novela" pero ya era demasiado tarde. Me habla de Proust, de Zweig, de Joyce, de Dostoievski... y le digo que no los he leído y ella no se lo cree, pero es verdad, no los he leído. Ella cree que se lo digo porque considero que tiene poco nivel y no quiero perder el tiempo. A mí me da un poco de grima ese portento de niña. Me dice que quiere leer algo mío y yo le digo que ni de coña.
Cuanto más desagradable soy más insiste en leer algo mío, cuanto más insiste más largas le doy, cuanto más largas le doy más ajustado se viste.
"Mira niña, debo llevarte por lo menos veinte años, te doblo la edad y tú has leído con más criterio que yo, te juro que soy poco menos que un idiota con un ordendor y si escribo es porque pagué cursos y cursos en el Ateneu barcelonés y algo se me debió pegar. Ni me publicarán esto que escribo ni soy escritor ni deberían interesarte los maduritos que van de sobrados y hablando con jovencitas" le digo enfadado.
"¿Has hecho el curso de narrativa en el ateneu barcelonés?" me pregunta.
"Y los de novela" le respondo.
"A mí no me admitieron" dice con pena.
"Es normal, eres muy joven" le digo "no es que hagan distinciones, pero siempre fui con personas algo mayores" le miento.
"Oye madurito idiota, si me dejas leer algo de lo que estás escribiendo y es tan malo como dices seguro que te dejo en paz" me dijo ayer sarcásticamente.
Y lo hice, cogí veinte páginas al azar, hice un corta-pega y se lo envié por mail.
Esta mañana no ha venido. Por un lado me he sentido aliviado y por otro la he echado de menos. Reviso lo que le envié por si fuera demasiado malo, una cosa es que diga que vaya tío menos interesante y otra que piense que soy algo así como un retradado mental. Uno tiene su dignidad.
Mierda.
"Te juro que me has dejado sin palabras" me dice acercándoseme por detrás y susurrándome al oído.
"Verás, elegí el texto al azar y al azar hay que vigilarlo y controlarlo un poquito porque parece que tiene voluntad propia" le digo mientras le señalo el vestíbulo, me levanto de mi silla y vamos hacia allí.
"Lo de la parte donde el protagonista, por cierto ¿cómo se llama? se mete en la cama con María no está nada mal, vale que tengo las hormonas alteradas pero me puse como las cabras, de veras, pero me gustó el resto. Escribes distinto, no pude dejar de leer ni un solo momento, provocas que el lector quiera saber más y más..."
"No tiene nombre" le digo "el protagonista no tiene nombre, ni la ciudad tiene nombre, ni ella tampoco lo tiene. Eso forma parte de la historia, eso forma parte de todo, incluso tú formas parte de ella".
"Quiero leer más, cincuenta páginas más y te dejaré en paz"
"Ya, pero yo no quiero que me dejes en paz" pienso para mí mismo. "No hay trato" le digo. Me mira triste, decepcionada, quizá me esté pasando de desagradable, quizá debería dejarle leer esas cincuenta páginas que siguen a las veinte que le dejé.
Me imagino que se seinte discriminada por su edad, una edad a la que a la inteligencia no se mide con justicia. Sé que soy un sentimental de mierda y que la estoy cagando del todo pero le digo "Vale, cincuenta páginas más".
"Ahora" me dice. (Jodida niña yonki)
Y ahí está, en otra mesa, leyendo y lenvantando la vista de vez en cuando, seria. Ha perdido la alegría. Creo que me está empezando a tomar en serio. No hay nada peor que alguien con quien te reías empiece a tomarte en serio.
Se recuesta en el respaldo de su silla y me mira, ha acabado de leer. Le aguanto la mirada. Permanecemos así un rato, la biblioteca está llena y la gente se da cuenta de que nos estamos retando.
Cierro la sesión del ordenador, me pongo el abrigo y bajo a la calle. Al rato sale ella.
"El protagonista y María acaban juntos ¿verdad?" pregunta sin mirarme.
"Aún no lo sé" le respondo, no me atrevo a mirarla, sé que ahora ella sí está pendiente de que yo añada algo más.
"Creo que es inevitable" dice.