Correlaciones: Grafitis
Últimamente, abundan las
noticias sobre ataques a obras de arte o monumentos arquitectónicos, incluso a restos
arqueológicos, por parte de ciertos grafiteros sin escrúpulos, que dejan sus
discutibles muestras pictóricas sobre elementos patrimoniales.
Soy un gran admirador del
arte de los grafitis. De hecho, mucha gente no los considera arte, pero yo creo
que los hay verdaderamente espectaculares y algunos de sus autores están
dotados de considerable talento.
Pero el problema es más el
“dónde” que no el “qué”. No entiendo cuál es la gracia de pintar vagones de
tren, ermitas románicas o, el último grito aberrante de estos personajes
incívicos: la muralla nazarí de Granada. Sinceramente, no lo entiendo.
Seguro que algunos se
creerán la mar de reivindicativos y de provocadores antisistema, pero no dejan
de ser unos guarros y unos incultos. Allá ellos con su conciencia. A mí me
parece absurdo y más en una sociedad en la que es posible expresarse libremente
en muchos otros ámbitos.
Ello me recuerda a la
película Demolition Man (1993), en la que unos antisistema
se dedican a atacar al supuesto régimen utópico futuro de San
Ángeles con pintadas de grafitis en los edificios. Ni que decir, que
la mayor parte de los edificios tienen un sistema antipintadas que se
autolimpian en cuestión de segundos.
En ese caso, puedo
entender lo de los grafitis, porque se trata de una muestra de protesta ante un
régimen injusto opresor que no permite la libre expresión. Pero nuestras
sociedades occidentales, con todas sus imperfecciones y limitaciones, todavía
permiten expresarse en diversos ámbitos sin necesidad de dañar un patrimonio
que, no lo olvidemos, es de todos.
Me paso el día bebiendo
¿Qué se bebe en el mundo
de la ciencia ficción? Tal vez, el lugar con mayor repertorio de bebidas sea
Star Trek, en sus diferentes franquicias.
Así, el teniente Worf,
bebe habitualmente zumo de ciruela, una bebida de guerreros,
aunque los klingon prefieren el más potente vino de fuego
(se sirve tibio y es de altísima graduación; puede combinarse con vermut y gin
y entonces da lugar al martini klingon) o el potente café raktajino,
muy popular entre los miembros de la Flota Estelar. Los klingon también tienen
un té, tóxico para los humanos, que consumen en un ritual similar a la
ceremonia japonesa del té.
Los romulanos, en cambio,
prefieren la muy alcohólica y bastante embriagante cerveza romulana,
ilegal durante mucho tiempo en la Federación, mientras que sus primos lejanos,
los vulcanos, brindan con brandy vulcano o toman té
de especias vulcanas, que no se parece en nada al té terrestre.
También los cardasianos
tienen su propia cerveza, a la que cuesta acostumbrarse, al
igual que los andorianos tienen la suya (una de las bebidas preferidas del
capitán Jonathan Archer), mientras que los enemigos de los cardasianos, los bajoranos,
tienen el synthale.
Sobre brandys, hay más
variedades. Por ejemplo, el brandy andoliano o el brandy
de Antares, para gustos exóticos.
Y para los que quieren
algo que parezca alcohol pero que no lo sea ni tenga sus efectos euforizantes,
está el sinthehol, una especie de alcohol sintético para
todos los públicos.
Aunque el capitán Jean-Luc
Picard, cuando no va ofreciendo vino francés de sus bodegas de Labarre (Chateau
Picard), bebe té Earl Grey, su favorito.
Guinan, en cambio,
prefiere una bebida verde: el whisky de Aldebarán, de las
pocas bebidas que pueden encontrarse en el bar de la USS Enterprise que contienen
alcohol verdadero.
En la serie The
Expanse es mítica la cafetera de la Rocinante, que acaba destrozada
en más de una ocasión. Y en la serie The Red Dwarf, a la
máquina expendedora se le ha acabado la leche de vaca y ahora ofrece leche
de perra, que “es muy diurética y además sabe igual fresca
que cuando está caducada”, como nos explica Holly, el ordenador de
abordo.
Las clases altas de
Dune beben té de especia, mientras que el
resto de los mortales se tienen que conformar con agua, que
es en sí un tesoro en el árido planeta Arrakis, aunque el origen del agua de
los fremen da un poco de yuyu, por no hablar de lo que se
bebe en los destiltrajes.
Los jóvenes magos de la
serie de películas y novelas de Harry Potter beben cerveza
de mantequilla, con bajo contenido alcohólico y con un sabor muy
suave a caramelo y vainilla. También pueden consumir el más tradicional jugo
de calabaza.
Y la mejor bebida
alcohólica del Universo es, sin lugar a dudas, el Detonador Gargárico
Pangaláctico, que aparece en la Guía del Autoestopista
Galáctico. Hay que beberla con moderación, ya que su consumo produce “un
efecto similar al de golpearse el cerebro con un limón dentro de un ladrillo de
oro”.
No podemos olvidarnos de
Star Wars, en donde se nos muestra la leche de
Bantha, esos enormes bichos peludos de Tatooine, con grandes cuernos
curvados, similares a un mamut. Producen una leche de color azul, muy dulce y
con un contenido rico en grasas.
En La naranja
mecánica se consume un cóctel de leche con diferentes fármacos
psicotrópicos (opio y mescalina, entre otros) denominada moloko plus.
También los elfos de
El Señor de los Anillos tienen su particular destilado, un
licor tibio, con fuerte aroma y transparente, llamado miruvor,
mientras que los ents preparan una extraña poción de jugos vegetales, que hace
crecer a los hobbits.
En Mercaderes del
espacio, Frederik Pohl y C. M. Kornbluth hacen una despiadada crítica
de los refrescos de cola con la moka-koka, al igual que el
adictivo boncafé.
Y para acabar, no podemos
olvidarnos del elixir más famoso de todos: la poción mágica,
que prepara el druida Panorámix en Astérix y Obélix y que
confiere a los resilientes galos una fuerza sobrehumana con que enfrentarse a
los romanos y tullirlos a palos.
Tattoo
Actualmente, se ha puesto
bastante de moda, especialmente entre los futbolistas y otros famosos, el hecho
de tatuarse. Antiguamente, era algo mal visto, más propio de presidiarios o de
gentes de mal vivir. Ahora, la cosa ha cambiado y parece que el que no tiene al
menos uno en alguna parte de su cuerpo, no es nadie en el mundo de los
famosillos.
En la ciencia ficción, los
tatuajes han tenido un papel curioso. Aunque no abundan, sí que están
presentes, tanto en la literatura, como en el cine. Me centraré en los primeros.
Tal vez el caso más
paradigmático sea el del personaje de Gully Foyle, de la novela Las
estrellas mi destino (The Stars My Destination,
1956), de Alfred, Bester, conocida también en España como Tigre, tigre,
en la que la cabeza del protagonista es tatuada a la fuerza. Después, eliminará
el tatuaje, pero quedarán unas marcas indelebles que lo delatarán en momentos
clave y que también justifica uno de los títulos con que fue traducida la
novela (Tigre, tigre), en refencia al conocido poema de
William Blake.
Otro caso de tatuajes en
la cf, es El hombre ilustrado (The Illustrated
Man, 1951), de Ray Bradbury, un libro que contiene 18 relatos del
género, en los que el hilo conductor es un vagabundo con el cuerpo repleto de
tatuajes, realizados por una mujer viajera del tiempo y que sirve como marco
para las diferentes historias del libro, en las que se exploran la tecnología y
la psicología de la gente. El libro fue adaptado al cine en 1969, con una
película de nombre homónimo dirigida por Jack Smight y protagonizada por Rod
Steiger, Clarie Boom y otros.
Finalmente, me gustaría
citar el relato “Tableaux vivants”, de Elaine Vilar Madruga, contenido en la
antología Ciudad nómada y otros relatos, editada por
Sportula, en la que la atribulada protagonista vende su
cuerpo tatuado al mejor postor, en una época en que los tatuajes son la regla
general y no la excepción. Se trata de un relato bastante duro, por no decir
que despiadado y que, desde luego, no deja indiferente.