Releyendo a Asimov
Tal vez en breve tengamos
que releernos los relatos sobre robots de Isaac Asimov. Lo cierto es que el
futuro que preveía está empezando a llegar y los robots, aunque lejos de ser
tan inteligentes como los suyos y sin ser de aspecto humaniforme, están
empezando a campar a sus anchas por nuestro planeta.
Hay algo curioso en esos
relatos. En general, Asimov los escribía de manera que lo habitual era que te
acabases poniendo del lado de los robots, sobre todo desde un punto de vista emocional.
Algunos de ellos son verdaderamente empáticos, como “Lenny”, “Sally” o “El
hombre bicentenario”.
Por otro lado, en nuestro
mundo real, esto no sucede. Los robots que vemos suelen ser de tipo industrial
o incluso los que tienen un cierto aspecto humaniforme, están bastante lejos de
despertarnos grandes simpatías.
De hecho, sucede más bien
lo contrario: suscitan alarma. Tememos que nos van a acabar sustituyendo, que
podemos perder nuestro puesto de trabajo, que el futuro va a ser todavía más
impersonal que el presente, que el internet de las cosas va a estar orientado a
eso: a las cosas. Y así sucesivamente.
Supongo que todo depende
del ASPECTO. Si los robots se parecen a nosotros, los acabaremos amando (u
odiando). No sé si eso me da más miedo todavía, pero está claro que mientras se
parezcan a una tostadora, por muy inteligente que sea, aunque se parezcan a la
tostadora con IA de El enano rojo, mucho me temo que no
dejaremos de considerarlos “simples” cosas amenazadoras.
¿Pero quién puede temer a
un inocente niño-robot desvalido o a un robot con aspecto de oso panda? Me
extremezco ante las posibilidades…
Correlaciones: las ciudades perdidas de la Anatolia
A veces, la realidad
supera la ficción. En este caso, la ciencia ficción. Hay una novela de ciencia
ficción titulada: Eifelheim, de Michael Flynn en la que se
narra un hipotético contacto extraterrestre en plena Edad Media en el centro de
Europa.
En la novela se va
alternando el presente y el pasado. En el presente, hay unos investigadores de
la novísima ciencia de la Cliología, que es otro nombre más moderno para la
Psicohistoria asimoviana, corregida y aumentada.
Gracias al estudio
cliológico de los mapas medievales de Alemania, se llega a la conclusión de que
en un determinado lugar debería haber una población, pero allí no hay nada:
sólo leyendas sobre demonios.
Algo parecido acaba de
suceder en la península de Anatolia, en la moderna Turquía, sólo que justo al
revés: del estudio de 12.000 tablillas cuneiformes, se ha podido deducir la
presencia de hasta 11 ciudades antiguas que aparecían en dichas tablillas pero
de las que no se tenía la menor evidencia arqueológica.
Estas ciudades aparecían
citadas en las tablillas, pero no así sus coordenadas, claro. La gracia es que
estudiando las rutas comerciales entre dichas ciudades y aplicando modelos
matemáticos –podríamos decir que cliológicos- ha sido posible inferir la
ubicación de dichas poblaciones, datadas en el segundo milenio a.C., en plena
Edad del Bronce. Lo han conseguido investigadores de Stanford y Harvard.
Como
decía: la realidad supera con creces la ficción.
Correlaciones: Estresados de tanto comprar
El año se ha convertido en
un calendario continuo de ocasiones para comprar y gastar. Empieza la cosa en
enero, con sus consabidas rebajas. Después llega el 14 de febrero y San Valentín.
En abril tenemos el día de la rosa y del libro y a principios de verano, las
rebajas de verano y las vacaciones. En otoño, la vuelta al cole con todo lo que
ello conlleva. Después viene el Día del Soltero, el Black Friday y, por
supuesto, toda la parafernalia de las compras navideñas y de Reyes. Es
imposible no acabar estresado de tanta compra. Y seguro que aún me dejo algo.
Vivimos en un mundo en que
“tanto compras, tanto vales”. Pobre Frederik Pohl, si
levantase la cabeza. A todos los amantes de la ciencia ficción nos vienen in
mente novelas geniales como “Mercaderes del espacio” (F.
Pohl y C. Kornbluth) o su continuación, “La guerra de los
mercaderes” (F.Pohl), o novelas cortas, como “La plaga de
Midas” (F. Pohl).
Pohl era un gran crítico
del capitalismo hiperconsumista. También lo demostró en su ciclo de novelas del
Reverendo Hake, que describían un mundo con los recursos
agotándose y en el que las grandes corporaciones y los estados se dedicaban a sabotearse
los unos a los otros mediante tácticas bastante poco éticas. Todo desde un
punto de vista estrictamente económico y consumista.
Lo cierto es que Pohl es
el paradigma de este tipo de literatura, como Asimov lo es de la robótica o
Heinlein lo es del ultraliberalismo anárquico (si tal cosa es posible).
Memorables son los
conceptos de “la gallina” o “la campbelización
límbica” que aparecen en “Mercaderes del espacio”,
o los coches de lujo a pedales, porque la gasolina es algo más que un objeto de
lujo en el futuro a medio plazo que describe.
No sé si Pohl se quedó
corto. Tendremos que esperar un poco a ver cómo evoluciona el siglo XXI. Pero
de momento, todo apunta a que Pohl tenía más razón que un santo predeciendo la
sociedad hiperconsumista en la que nos encontramos.