Sumisión
Hay un relato, contenido
en la antología Visiones 2015, titulado “El funcionario”,
del autor italiano Massimiliano Malerba, traducido por Sofía Rhei que es
bastante elocuente.
Admite varias lecturas.
En la literal, se trataría de la relación entre un cazador y su presa, siendo
ambos seres totalmente conscientes y racionales. Aunque se utiliza el símil del
león y la gacela, a mí me recuerda más aquello de “homo homini
lupus”: el hombre es un lobo para el hombre.
Lo cierto, es que el
relato también admite lecturas más metafóricas, más profundas. Por ejemplo, la
sumisión del que nada puede contra el poderoso, hasta el punto que el poderoso
trata de convencerlo racionalmente que su depredación por parte de éste es un
acto normal de la naturaleza y que ese constructo humano de la justicia social
ni existe ni se la espera en este universo despiadado.
Reconozco que hace
pensar bastante en la situación actual, en la que los ricos y los poderosos
tienen cada vez más y exigen sacrificios muchas veces despiadados a los pobres,
amparándose en una presunta superioridad intelectual o vital, como si por el
hecho de ser poderosos el universo los hubiese colocado en una posición de
superioridad moral ante la que los demás sólo pueden agachar la cabeza y transigir.
La ciencia ficción que nunca llega
Ya había hablado sobre
este tema en otro post, pero he decidido ampliar el enfoque. Se trata de
enumerar aquellas grandes ideas de la ciencia ficción que nos habían prometido
que tendríamos en el siglo XXI y que de momento, ni en pintura.
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El
coche fantástico: ya sabéis, “KITT, venme a buscar”. Conducción automática e
inteligente, con un coche a prueba de accidentes y con un copiloto con
inteligencia artificial y sensores auxiliares por un tubo. Cabe decir que ya
hay coches automáticos, pero no es que sean muy de fiar.
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Hablando
de IAs, las Inteligencias Artificiales tampoco parece que estén a la vuelta de
la esquina. Ni rastro del Mycroft lunar de Heinlein (La Luna es una
cruel amante) ni del HAL espacial de Clarke (2001. Una
odisea en el espacio). Nada, como mucho unos cuantos OCRs y
asistentes de voz que se atascan más que una escopetilla de feria.
- La fusión nuclear: ya le ponen ganas y
dinero, pero de momento sigue siendo la eterna promesa de energía limpia e
ilimitada. Posiblemente hay todavía demasiados intereses de las petrolíferas
como para querer desarrollar en serio esta tecnología.
- Las ciudades del futuro,
ecosostenibles, con grandes espacios verdes y edificios de estética “futurista”
y coches voladores. De momento, las grandes urbes del planeta siguen siendo
enormes amasijos de hormigón armado y vidrio, supercontaminadas y con muy poco
espacio verde. Y en alguna, en vez de coches voladores, han recuperado los
tranvías…
-
Colonias
en la Luna y en Marte: de momento, nos tenemos que contentar con la Estación
Espacial Internacional y con la futura estación espacial china, que durarán lo
que duren. No está mal, pero está muy lejos de lo que nos habían prometido
desde el mundillo de la ciencia ficción.
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La
sociedad del ocio absoluto: viviremos en un paraíso, sin trabajar y sin
necesidad de dinero. Supongo que no hace falta decir que estamos más lejos
ahora de eso que cuando se predijo. Aunque es posible que en breve nos
quedemos todos sin trabajo y sin dinero…
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El
fin de las enfermedades: sin cáncer, sin Alzheimer, con una enorme calidad de
vida hasta los 200 años. Bueno, vamos avanzando poco a poco hacia eso, aunque
la cosa está bastante lejos todavía. La gran esperanza blanca, las
biotecnologías. De momento habrá que ir tirando com el Bótox y la Viagra.
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Habremos
contactado con alienígenas: pues no, ni rastro de E.T. O no están por la labor,
o simplemente no están. Por muchas conspiranoias OVNI que corran por las redes,
no deja de ser curioso que desde que todo quisque tiene un móvil con cámara
incorporada, el número de fotografías de platillos volantes ha descendido
exponencialmente. A lo mejor es que son tímidos…
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Hologramas
para sustituir las pantallas bidimensionales de televisión: pues tampoco, ni
rastro. Hay algunas tecnologías para emular imágenes tridimensionales, pero son
bastante aparatosas y de hecho siguen sin ser más que emulaciones basadas en
trucos ópticos. La princesa Leia tendrá que esperar.
Algunas de estas nuevas
tecnologías simplemente son imposibles. Otras, tal vez están aún muy lejos, en
el futuro. Y otras van por el buen camino y quizá sólo necesiten un pequeño
empujoncito. El tiempo lo dirá.
Los zombis están entre nosotros
Los zombis ya están
aquí. Un extraño virus se apoderado de buena parte de la raza humana y ha
convertido en zombis a propios y extraños. Los podréis reconocer porque carecen
de expresividad facial, caminan desganadamente por la calle y, sobre todo, van
aferrados a su teléfono móvil, intercambiando mensajes por whatsapp de manera
frenética.
Los podéis encontrar
solos o en manada, sentados formando círculo, uno frente a otro o en fila india
circulando por calles y avenidas. El tráfico rodado le es indiferente y muchos
cruzan peligrosamente las calles sin desclavar su mirada de la pantalla del
móvil.
Algunos, incluso siguen
esta dinámica conduciendo, con una mano en el volante y con la otra en su
móvil. A veces hablan por éste y otras simplemente envían mensajitos. La
Humanidad ha sucumbido al virus zombi del móvil.
En el futuro, podremos
ver a la gente con gafas de realidad virtual puestas por la calle, con la
mirada todavía más perdida y babeando insidiosamente. Tal vez, incluso
dispositivos de realidad virtual, con un casco a lo Darth Vader, el primer
zombi moderno.
Esperemos que no haya
nunca una tormenta solar potente que nos deje incomunicados, sin dispositivos
electrónicos por una temporada, porque el síndrome de abstinencia, de
magnitudes planetarias, podría ser terrorífico, ¡que ríete de los zombis de las
películas!
(NOTA: Escribí esto
antes de que apareciese el fenómeno de cazar Pokémons. Otro tanto de lo mismo).
El filo de la hierba / Harkaitz Cano
Esta novela, publicada
en el 2004, ganó el Premio Euskadi de Literatura 2005 y ha sido traducida al
castellano del euskera por el propio autor.
Se trata de una
interesante ucronía en la que Hitler ganó la II Guerra Mundial y ahora se dirige
hacia Nueva York para tomar la Gran Manzana, mientras en la bodega del barco
que lo transporta a él y a sus tropas se halla preso el cómico Charles Chaplin,
que otrora se atrevió a criticarlo en la película El Gran
Dictador.
La trama se entrelaza
con la historia de un polizonte que el siglo anterior viaja en la bodega de
otro barco que lleva de Francia a Estados Unidos a la Estatua de la Libertad
desmontada, a piezas, como regalo de los franceses a los americanos y que,
muchos años después, se mezclará con la historia de Chaplin y Hitler.
La novela está escrita
en un tono introspectivo, algo lúgubre y realmente se desarrolla poco la
temática ucrónica, aunque no es tampoco una mera subtrama de fondo. Las
descripciones de la invasión no son profusas, pero sí que son suficientes para
hacernos una idea de lo que podría haber pasado de haber triunfado Hitler.
Las autoridades
americanas, con Roosevelt a la cabeza, se encuentran en franca retirada,
mientras que los nazis, que tienen un cierto apoyo interior de simpatizantes quintacolumnistas,
van avanzando.
La historia deriva en lo
que acaba siendo poco menos que un cuerpo a cuerpo entre Chaplin y Hitler, en
una historia ligeramente surrealista, con tintes bastante oscuros.