Cánticos de la lejana Sri Lanka
El día 19 de marzo de 2008 falleció en su casa de Colombo (Sri Lanka) el conocido autor de ciencia ficción Arthur C. Clarke. Podríamos dejarlo aquí y sería una esquela más de las tantas que pueblan últimamente el mundo de la ciencia ficción clásica o “vieja” ciencia ficción. En definitiva, la ciencia ficción del siglo XX. Sin embargo…
… Sin embargo si algo no era Arthur C. Clarke es un simple escritor del siglo XX. Su obra más famosa, 2001: Una odisea en el espacio, llevada al cine magistralmente por Stanley Kubrick y considerada durante mucho tiempo como la mejor película de ciencia ficción de la historia, se sitúa, precisamente, en los albores del siglo XXI.
La ciencia ficción de Clarke, especialmente la de sus buenos tiempos, tenía una fuerte vena utópica, casi ensoñadora. Memorables son sus obras El fin de la infancia, La ciudad y las estrellas, Las fuentes del paraíso, Cita con Rama o la serie de 2001, especialmente las dos primeras.
Clarke tocaba muchos temas en sus novelas. Por un lado, estaba muy interesado en la evolución de la inteligencia humana y en la posible existencia de inteligencias extraterrestres. Por otro lado, la tecnología y cómo afectaba ésta a la sociedad, era otro de sus puntales. Ambos temas se combinan muy bien en la mayor parte de sus novelas.
Así, en La ciudad y las estrellas,
En la serie de 2001, Clarke se pregunta acerca de la evolución de la inteligencia, del sentido de todo, así como si estamos solos en el Universo. También incorpora el tema tecnológico de manera brillante, con las estaciones espaciales habitadas, una realidad ya, la base lunar permanente (todavía un proyecto) o la maravillosa inteligencia artificial que es HAL (posiblemente muy lejos aún).
Otra de las novelas en las que la evolución y el cambio profundo de
Finalmente, obras como Las fuentes del paraíso, con su ascensor orbital o Cita con Rama, cuyo protagonista principal no es una persona sino una nave alienígena, completan las novelas más memorables de este autor recién fallecido.
Pero Clarke brillaba también en las distancias cortas, algo común en los escritores clásicos, pero menos frecuente hoy día, en que el relato breve no está de moda y los autores cobran por tonelada de papel.
Algunos de sus mejores relatos están recogidos en muy buenas antologías como Los vientos del Sol, Cuentos del planeta Tierra, Relatos de diez mundos o Cuentos de la taberna del ciervo blanco, en los que combina el humanismo con la tecnología y con un fino sentido del humor.
No obstante, una de las novelas que primero leí de Clarke no se suele contar entre las mayores de su producción, aunque a mí me pareció de una belleza estraordinaria. Se trata de Cánticos de la lejana Tierra, que produce una sensación de pérdida, tristeza y melancolía pocas veces igualada en otras obras de la ciencia ficción.
Clarke sobrevivió a