Si hay un músico con fama de perfeccionista ese es Peter Gabriel. A lo largo de toda su carrera en solitario, cada uno de sus discos ha sido una obra casi perfecta de ingeniería sonora en el que cada detalle está estudiado al máximo y esa obsesión iba a más con cada nuevo trabajo. La consecuencia de esto: que el espacio entre discos nuevos cada vez es mayor. No es que estemos ante algo raro en este tipo de artistas pero lo cierto es que en este caso el tiempo de espera ha sido algo casi grotesco ya que entre “Up”, su último disco de canciones nuevas y “I/O”, recién aparecido, han transcurrido más de veinte años.
La cosa es que esto no debería haber sido así porque cuando apareció “Up”, Gabriel indicó que tenía más de 100 canciones escritas y la previsión de lanzar otra selección de ellas en un plazo no demasiado largo. Las giras y otros proyectos que iban surgiendo, entre los que se encontraba la periódica y recurrente posibilidad de una reunión de Genesis, fueron aplazando año tras año el proyecto. Más tarde fue la enfermedad de su esposa (un linfoma, en apariencia incurable, que terminó por superar) la que apartó a Gabriel de toda actividad musical hasta finales de 2018 cuando, por fin, retomó un proyecto cuyos primeros pasos se dieron allá por 1995.
El nuevo trabajo iba a llevar el título de “I/O”, probable referencia a la dualidad “input/output” y para su grabación, Gabriel iba a recurrir a sus colaboradores habituales, Tony Levin (bajo), Manu Katche (percusiones) o David Rhodes (guitarras) además de un buen número de músicos que participan en temas puntuales. Mención aparte merece la presencia de Brian Eno haciendo un poco de todo, desde tocar sintetizadores, a co-producir varios temas, programar bases rítmicas, etc. Por la trayectoria de ambos, nos llama la atención que no hayan colaborado antes en un disco más allá de coincidir en los créditos de algún trabajo ajeno, especialmente cuando se conocen desde que Eno participó en “The Lamb Lies Down on Broadway” de Genesis. Una de las curiosidades de “I/O” es que el disco se presenta en dos mezclas diferentes: una “brillante” realizada por Mark Stent y otra “oscura” a cargo de Tchad Blake. No nos vamos a extender en las diferencias entre ambas porque no son demasiado relevantes y se limitan a matices aquí y allá.
“Panopticom” - El disco comienza con una canción compleja. Se inicia con una sencilla melodía de teclado que enseguida da paso a una parte percusiva con el sabor típico del Gabriel de “Up” o “Us”, llena de efectos electrónicos y de detalles sutiles que desemboca enseguida en el estribillo, ligeramente acelerado por las guitarras acústicas y en un intenso puente tras el que volvemos al inicio. Un canción que nos encantó desde la primera escucha y que fue el primer adelanto del trabajo.
“The Court” - Es común a varias de las canciones del trabajo un esquema en el que se combinan segmentos muy diferentes a lo largo de toda la canción. Aquí asistimos a un comienzo de corte étnico dominado por las percusiones que continúa con una especie de parón y una potente sección central digna del mejor Gabriel. En la parte final aparecen los teclados y los coros para guiarnos hacia un bonito final.
“Playing for Time” - Un par de referencias clásicas al piano (un poco de la “marcha fúnebre” de Chopin con un toque impresionista después) abren esta balada que muchos han relacionado con Randy Newman no sin razón. Los arreglos orquestales funcionan de maravilla en una canción emotiva con un toque épico en su segunda parte, propulsada de forma impecable por las cuerdas.
“I/O” - La siguiente canción tiene unos arreglos algo más sencillos que las iniciales lo que la relaciona más con trabajos como “Melt” que con los posteriores a “So”. Es un bonito tiempo medio, optimista y vital que saca mucho partido a un estribillo extremadamente pegadizo con un toque africano en los acompañamientos corales a cargo del Soweto Gospel Choir.
“Four Kinds of Horses” - Con la siguiente canción volvemos a las producciones sofisticadas, con percusiones tenues, efectos electrónicos y sintetizadores flotantes. Un tema maravilloso que va surgiendo poco a poco en una progresión que puede recordar al “Hotel California” de los Eagles pero siempre sonando cien por cien Peter Gabriel.
“Road to Joy” - Como nos ocurre en la mayoría de las canciones del disco, desde la primera escucha ya nos resultan familiares y es que pocos artistas hay con un sello tan personal e inconfundible. Magníficos los toques funk en las guitarras y la ejecución vocal de Gabriel a la altura de la de clásicos como “Sledgehammer”. Es muy difícil ponerle un pero, no ya a una canción, sino incluso a cualquier fragmento de alguna en un disco en el que todo roza la perfección.
“So Much” - Otra de esas baladas emocionantes de Gabriel, dominada esta vez por el piano con un bajo maravilloso a cargo de Tony Levin y unos coros femeninos que nos recuerdan al último Leonard Cohen pero mucho más sutiles que los que éste solía emplear. La forma de interpretar del cantante aquí es muy cercana a la que utilizaba en su disco de versiones “Scratch My Back”, con un tono más maduro en el se nota el peso del tiempo.
“Olive Tree” - Muchas críticas han incidido en la similitud de los arreglos de esta canción con el estilo de Phil Collins en los ochenta y noventa y lo cierto es que podemos compartir esa opinión, especialmente cuando entran los metales. En todo caso sigue siendo una canción absolutamente reconocible por el seguidor de Gabriel el que también planea un cierto aire a The Police, especialmente en las guitarras y la batería. Tampoco extraña mucho si tenemos en cuenta que Gabriel giró con Sting durante varios meses en los años anteriores.
“Love Can Heal” - Tras la sorpresa del comienzo electrónico/ambiental aparece un precioso violonchelo interpretado por Linnea Olsson, quien también le da la réplica vocal a Gabriel en un dueto que inevitablemente nos remite a su “Don't Give Up” con Kate Bush. Muy diferente al resto del disco, es, sin embargo, una de nuestras canciones favoritas.
“This is Home” - De nuevo asistimos a un cambio de estilo con la canción más descaradamente “pop” del disco, llena de elementos del Gabriel más conocido, toques de “world music” y una producción aparentemente sencilla pero cuidada al detalle.
“And Still” - El comienzo de cuerdas es suave y podría desembocar del mismo modo en una balada de corte celta que en un tema clásico. Ni lo uno ni lo otro. Cuando aparece el ostinato de piano y la percusión nos encontramos más cerca de un tema “trip-hop” en la línea de Massive Attack o Portishead que de una canción de Peter Gabriel al uso. Es la única pieza del disco que nos descoloca por completo aunque no por ello nos disgusta. Especial mención al magnífico interludio a base de cuerdas que aparece antes de la recapitulación final porque es una preciosidad. El cierre, lleno de voces etéreas, es otro acierto.
“Live and Let Live” - Aunque participa en varios cortes del disco, se nos antoja que los sintetizadores y tratamientos sonoros de Brian Eno son aquí más reconocibles que en el resto del mismo. Nos encantan también los arreglos de cuerda que suenan muy “beatles” acompañando el estribillo así como la trompeta de Paolo Fresu, y los toques africanos de la guitarra y el coro de Soweto que ponen un cierre extraordinario al disco.
La sensación que nos deja “I/O” es la de haber montado en una máquina del tiempo que nos ha transportado veinte años atrás. El disco podría haber sido grabado en 2004 como estaba previsto porque reconocemos en todo momento al Peter Gabriel de aquellos años. Muy pocos de los avances tecnológicos de estos años que aparecen en el trabajo llamarían especialmente la atención al oyente de entonces si lo hubiera escuchado en aquel momento. Tampoco se nota la presencia de ninguna influencia estilística o de alguna moda surgida en estas dos décadas. Habitualmente exigiríamos a un artista una evolución mayor, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde su anterior disco de canciones nuevas pero hay casos en los que la calidad de la obra nos permite olvidarnos de ese anhelo de novedades y centrarnos en disfrutar de la música sin más. Eso es exactamente lo que nos ocurre con "I/O". Un disco maravilloso del que casi habíamos perdido la esperanza de llegar a disfrutarlo algún día y que, sin embargo, está ya aquí, peleando cara a cara con los mejores de su autor para situarse entre nuestros favoritos y convertirse en una de las recomendaciones más evidentes que hemos hecho en mucho tiempo.