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miércoles, 21 de abril de 2021

Steven Wilson - The Future Bites (2021)




Hace ya unos meses que vio la luz “The Future Bites”, el último disco en solitario de Steven Wilson y va siendo hora de hablar del que posiblemente ha sido su trabajo más controvertido por las mismas razones que el anterior: su alejamiento casi definitivo del rock progresivo en el que en un momento determinado se le llegó a ver casi como al nuevo mesías. No vamos a ahondar demasiado en algo que no es sino la evolución lógica y, por otra parte, anunciada desde hace mucho tiempo por el propio músico. Años atrás, Wilson mantenía vivos un montón de proyectos paralelos con cada uno de los cuales exploraba distintos géneros y estilos que siempre le habían gustado. Todo ello acompañado de un volumen de producción insostenible que le llevaba a publicar discos con una frecuencia abrumadora hasta el punto en que llegó a declarar que había sacrificado la familia por la música. Eso cambió con el cese de actividad de Porcupine Tree, momento en el que Wilson se centró en su carrera en solitario con regresos puntuales a otros proyectos como Blackfield o No-Man. En los primeros trabajos de esa etapa, el músico siguió una línea continuista con lo que fue Porcupine Tree pero poco a poco se ha ido desmarcando hasta llegar a “The Future Bites”, un disco en el que las guitarras ceden todo el protagonismo a los sintetizadores y a la electrónica, elementos que por otra parte ya estaban muy presentes en los primeros trabajos de Porcupine Tree o en varios de los de No-Man. Es decir, que no hablamos de un salto al vacío sino de una incursión muy meditada en un territorio que Wilson conoce bien pese a que a muchos seguidores se les olvide.


“The Future Bites” es un disco conceptual sobre la sociedad de consumo actual, sobre nuestro modo de vida centrado en el individualismo, las redes sociales y la adquisición de productos únicos que nos distingan del resto. En muchos sentidos es su disco más personal ya que el grueso de los instrumentos de todos los cortes los toca él con participaciones puntuales de viejos colaboradores en canciones concretas (Nick Beggs, Adam Holzman y Richard Barbieri) y de invitados como el batería de The Cure, Jason Cooper o los miembros de la banda Mystery Jets, Blaine Harrison y Jack Flannagan. La presencia más sorprendente es la de Elton John que participa en una de las canciones del disco recitando una serie de artículos de consumo “imprescindibles” para la vida de hoy.


Imagen de la edición "deluxe" del trabajo.


“Unself” - Los dos primeros cortes del disco se pueden entender perfectamente como uno solo ya que el que abre el trabajo no deja de ser una breve introducción a base de unos pocos acordes de guitarra acústica acompañando a un breve texto sin más recorrido.


“Self” - El comienzo real de la acción llega con “Self”, un corte en el que las voces y su tratamiento tienen un papel protagonista, desde los coros hasta la propia voz principal de Wilson ligeramente retocada pasando por las de niños que aparecen en algún momento. Magníficos arreglos de teclado (destacando ese órgano que flota en en todo el inicio), excelentes guitarras en la línea del Bowie de “Fame” e incluso breves momentos para el riesgo con un segmento lleno de distorsión. De lo mejor del disco pese a su corta duración.




“King Ghost” - Seguimos con otro de los grandes cortes del trabajo que se abre con un ritmo y un arreglo que nos recuerda al “Sign of the Times” de Prince. A continuación unos arpegios electrónicos se mezclan con un brillante estribillo en falsete que nos lleva a terrenos poco explorados por Wilson pero en los que se muestra tan competente como siempre. Una joya electrónica que se vio acompañada por un extraordinario videoclip.




“12 Things I Forgot” - Tras la electrónica llega este auténtico homenaje al pop más convencional con una gran canción que habría encajado sin problemas en cualquier disco de Blackfield. Sorprende que haya críticas hacia este supuesto giro hacia el pop por parte de Wilson cuando es un tipo de música que llevamos varios años escuchando en el proyecto de Steven junto a Aviv Geffen. Esta es una canción de factura impecable aunque, justo es reconocerlo, no aporta ninguna novedad.


“Eminent Sleaze” - Llegamos al que en nuestra opinión es el tema más controvertido del disco y el que menos nos gustó cuando apareció como segundo adelanto del mismo. Un tiempo medio con toques de funk y soul que recuerda un poco a Isaac Hayes en el que lo mejor son los arreglos de cuerda, completamente setenteros y los coros además del “stick” de Nick Beggs. Tras varias escuchas el tema consigue interesarnos algo más pero sigue siendo de los que menos nos gustan de todo el trabajo.




“Man of the People” - El viejo Wilson más progresivo se deja entrever en esta pieza que tras un comienzo electrónico muy sutil que parece llevarnos hacia una canción relajada, casi “chill out”, evoluciona con unos guiños brutales a los Pink Floyd de “Welcome to the Machine”. Una de esas canciones en las que cada escucha revela nuevos detalles y acaba por gustar mucho más que al comienzo.


“Personal Shopper” - A nuestro juicio, el tema principal del disco y el equivalente electrónico a los potentes cortes progresivos que siempre aparecían en los anteriores discos de Wilson. Secuencias y líneas de bajo arrolladoras, Wilson cantando en falsete de nuevo y un estribillo cantado por el coro absolutamente magnífico. Cada nueva sección de la canción mejora la anterior hasta convertirla en una de las mejores de Wilson en toda su carrera en solitario. De esos temas que no te cansas de escuchar una y otra vez con un sonido tan ochentero como la sintonía de inicio de “El Coche Fantástico” pero que a la vez suena completamente actual. Es aquí donde aparece Elton John en un interludio leyendo una lista de objetos de consumo sobre unas guitarras indisimuladamente “floydianas”. En la edición “deluxe” del disco aparece una versión extendida de “Personal Shopper” de casi 20 minutos y en ningún momento se hace larga.




“Follower” - Desde aquí hasta el final el disco baja el nivel, algo lógico dada la categoría del corte anterior. Pese a todo hay cosas interesantes como este corte dominado por un ritmo “motorik” propio del “krautrock” alemán en el que escuchamos guitarras rítmicas y un solo flamígero que bien habría podido firmar el Prince más desatado. Dentro de un disco muy electrónico, esta es la pieza con influencias más claras de Kraftwerk.


“Count of Unease” - Termina el disco con una canción lenta en la que encontramos el tono anímico del Wilson de “The Raven that Refused to Sing”. Fascinantes los teclados que van surgiendo en el tramo central y que van construyendo poco a poco una atmósfera extraordinaria llena de melancolía.


La acogida de “The Future Bites” fue bastante similar a la de su anterior trabajo “To the Bone”: buenas críticas por parte de los medios más generalistas y rechazo del sector de los fans más aferrados al Wilson de Porcupine Tree. Nuestra opinión es que es un paso muy acertado hacia un sonido evolucionado. Como el propio artista ha dicho en alguna entrevista “estoy más emocionado por las posibilidades que me presenta la música electrónica en el siglo XXI que por la guitarra” y eso se refleja perfectamente en este trabajo en el que los instrumentos electrónicos ocupan un lugar privilegiado.


Tenemos que hacer referencia al hecho de que el lanzamiento de “The Future Bites” se vio acompañado del de varios singles en los que había gran cantidad de material no incluido en el disco además una edición de lujo con bastantes más canciones y versiones alternativas como indicamos antes. Entre ellas hay una remezcla de “King Ghost” a cargo, nada menos que de Tangerine Dream o canciones magníficas como “Eyewitness” o “Move Like a Fever” que no nos habría importado escuchar dentro del disco “normal” cuya duración por otra parte (apenas 40 minutos) es bastante inferior a lo que solía ser en trabajos anteriores del músico. También apareció una limitadísima edición de un solo ejemplar al módico precio de 10.000 libras esterlinas que se vendió casi inmediatamente y cuyos beneficios iban destinados a una organización benéfica que colabora con distintos festivales de música al aire libre. Os dejamos con una de esas “caras b” que no aparecen en el disco.




sábado, 9 de septiembre de 2017

Steven Wilson - To the Bone (2017)



Poco tiempo después de la publicación de su anterior trabajo, Steven Wilson puso sobre aviso a todos sus seguidores: el próximo disco iba a suponer un cambio de estilo notable con respecto a lo que había editado hasta ahora. No faltaron las especulaciones sobre qué iba a suponer eso exactamente. Conociendo el bagaje musical de Wilson, el giro podría ser hacia cualquier sitio aunque no tardó mucho el propio artista en ofrecer alguna pista más hablando de un disco de pop progresivo inspirado por los discos que escuchaba de joven citando expresamente cuatro trabajos muy concretos: “So” de Peter Gabriel, “Hounds of Love” de Kate Bush, “The Colour of Spring” de Talk Talk y “The Seeds of Love” de Tears for Fears.

Evidentemente no se trataba de una ocurrencia de un día para otro ya que Wilson siempre ha declarado su admiración por esos cuatro artistas y grupos e incluso ha tenido la oportunidad de trabajar de primera mano con material de alguno de ellos como es el caso del disco de Tears for Fears en cuya remasterización y mezcla ha estado trabajando en los últimos meses con vistas a su reedición, algo que hizo ya con “Songs from the Big Chair” de la misma banda en 2014.

La idea de escuchar a un Steven Wilson más enfocado en el pop resultaba interesante y nos llevaba a pensar en algunas de sus colaboraciones como las grabadas bajo el nombre de Blackfield junto con Aviv Geffen o, incluso, en determinadas canciones de No-Man, el grupo que Wilson integró con Tim Bowness. Tampoco había que perder de vista el hecho de que su “Hand. Cannot. Erase” tenía varios momentos que podrían encajar perfectamente en la definición de “pop progresivo” que parecía ser la más descriptiva del nuevo proyecto. Poco a poco se fueron sabiendo más detalles incluyendo los nombres de los músicos participantes en el proyecto comenzando por el de la persona que haría las veces de co-productor junto con el propio Wilson: Paul Stacey, conocido por su trabajo junto a los Black Crowes y especialmente con Oasis a partir de 1999.

Junto a ellos participan en el disco la cantante Ninet Tayeb (ya habitual de Wilson puesto que interviene en “Hand. Cannot. Erase” y “4 1/2”), el guitarrista eslovaco David Kollar, el bajista Nick Beggs (con Wilson desde 2011), Robin Mullarkey, Adam Holzman (teclista que acompaña a nuestro artista desde 2012), Craig Blundell, Jeremy Stacey (batería y hermano gemelo de Paul), Pete Eckford, Mark Feltham (quien ya tocaba la armónica en los discos de Talk Talk), Sophie Hunger, Jasmine Walkes, David Kilminster, Dave Stewart junto con la London Session Orchestra y Paul Draper. Andy Partridge (de XTC, banda cuyos discos también remasterizó Wilson recientemente) colabora en la letra del corte que abre el disco.

Steven Wilson junto a Ninet Tayeb


“To the Bone” - Abre el disco un ritmo electrónico acompañado de un breve texto leído por Jasmine Walkes. Pronto son interrumpidos ambos por la armónica de Feltham y una batería contundente que nos deja ya en el tramo central del tema cantado por Wilson con Ninet Tayeb a los coros. El cort es algo más directo de lo habitual en el músico pero tampoco termina de ser una canción fácil ni mucho menos. De hecho no es tan diferente de las que integraban “Hand. Cannot. Erase”. El tramo final de la misma con las armonías vocales entre Wilson y Tayeb, por ejemplo, encajaría perfectamente en aquel trabajo.

“Nowhere Now” - Piano y voz abren un tema con todo el sello de los mejores momentos de Blackfield muy presente. Un pop muy elegante y agradable con toques progresivos muy equilibrados. También tiene trazas de discos como “Stupid Dream” de Porcupine Tree. En la segunda mitad del tema se produce un cambio de ritmo que introduce un breve tema que se desarrollará más adelante en uno de los cortes más controvertidos del disco.

“Pariah” - En las semanas previas al lanzamiento del disco, Wilson dio a conocer algunas canciones sueltas. Ésta fue la primera en aparecer completa y pronto se convirtió en una de nuestras favoritas. Estructurada como un dúo entre Wilson y Ninet Tayeb. La producción es exquisita en todo momento y el tema transcurre plácidamente hasta llegar al tramo final tras un alucinante “in crescendo” en el que los teclados, la batería y las guitarras elevan el tono para despedir la pieza de un modo grandioso antes de que Wilson haga una pequeña recapitulación con la que cierra el tema.




“The Same Asylum as Before” - La canción, muy afilada en su inicio con un aire a los primeros Pink Floyd post Waters nos muestra a Wilson cantando en falsete al principio aunque enseguida vuelve a su registro habitual con un estribillo marca de la casa y de muy agradable escucha. No faltan las enérgicas guitarras en el tramo final que nos recuerdan de dónde viene Wilson (es una canción no muy diferente a las de los Porcupine Tree de “Deadwing” por ejemplo). No es la pieza más original del disco pero tras varias escuchas ha terminado por gustarnos mucho.

“Refuge” - De nuevo escuchamos sólo la voz de Wilson junto al piano sobre una serie de leves efectos electrónicos. Tras la introducción se abre paso un ritmo mecánico y una serie de sintetizadores muy propios de determinadas producciones de los años ochenta (al fin y al cabo, la época que inspira el disco). Sube el ritmo poco a poco hasta llegar a una explosión de percusiones que nos trae a la cabeza inmediatamente a Peter Gabriel. Escuchamos entonces un maravilloso solo de armónica prolongado por otro de guitarra a cargo de Paul Stacey que conforman uno de los mejores momentos de todo el disco. Se produce entonces una pausa rota por las notas del piano de Wilson (con la armónica en segundo plano) que es aprovechada por el músico para entonar un par de versos y concluir la pieza.




“Permanating” - Llegamos al corte más polémico del disco por su descarada comercialidad. Definido por Wilson en su momento como “un cruce entre la Electric Light Orchestra y ABBA producido por Daft Punk” tiene mucho de eso. El comienzo y el piano rítmico que suena a lo largo de toda la canción es claramente deudor de la música del grupo de Jeff Lynne (había sido anticipado al final de “Nowhere Now” como indicamos antes) y la segunda parte del estribillo es 100% ABBA. Para muchos era la confirmación de que Wilson buscaba el éxito a través de canciones fáciles y pegadizas y, sinceramente, cuesta desmentir esa idea tras escuchar “Permanating” que, por otro lado, es un tema de excelente factura.




“Blank Tapes” - Un suave comienzo de “mellotron” acompañado de guitarra abre una balada de corta duración que actúa como interludio y nos ofrece la posibilidad de volver a escuchar a Ninet Tayeb durante unos instantes.

“People Who Eat Darkness” - El inicio, guitarrero y sucio, casi “grunge” nos pone en alerta acerca de lo que puede suceder aquí pero enseguida se reconduce hacia terrenos más familares para el seguidor de Wilson recordando en algún momento a temas como “Way Out of Here” de “Fear of a Blank Planet”.

“Song of I” - Uno de los comienzos más evocadores del disco con una serie de percusiones y sonidos que nos remiten inmediatamente a dos de las referencias más claras de Wilson en los últimos tiempos: Peter Gabriel y Prince (especialmente el de “Sign `O' the Times”). El formato de la canción, a dúo con Sophie Hunger hace pensar casi automáticamente en las colaboraciones de Gabriel con Kate Bush. Probablemente sea una de nuestras canciones preferidas de “To the Bone” y una de las pocas sin precedentes claros en la discografía de su autor. Destacamos también los magníficos arreglos de cuerda de Dave Stewart a lo largo de toda la pieza.




“Detonation” - La pieza más extensa del disco (ronda los diez minutos) es otra de las joyas del trabajo. El comienzo con esa guitarra acústica casi en segundo plano remite al primer disco de Wilson en solitario, “Insurgentes”, y las percusiones, con unos ritmos irregulares muy atractivos son un gran acierto. Superada la introducción entramos en un típico desarrollo instrumental de esos que nunca faltan en los discos del artista. Percusiones, bajo y guitarras nos ofrecen un derroche de energía que se prolonga durante unos minutos antes de llegar a un interludio en el que cuerdas, “mellotron” y percusiones arropan a Wilson que vuelve a cantar por unos instantes antes de retomar el extraordinario segmento anterior. Cuando parecía que todo iba a transcurrir más o menos por los mismos derroteros entramos en un tramo absolutamente alucinogeno con percusiones de un cierto aire latino, cuerdas electrónicas y un magnífico Nick Beggs al bajo que nos ofrecen lo que podría ser un homenaje a la banda clásica del “krautrock”, Neu!. En el tramo final se añaden unas potentes guitarras con las que se cierra una pieza que promete ser uno de los momentos culminantes de los conciertos.

“Song of Unborn” - Como cierre del disco, Wilson opta por un tema lento en la linea del “Happy Returns” de “Hand. Cannot. Erase” que prácticamente ponía el punto y final a aquel trabajo. Incluso las voces angelicales que se escuchan aquí podrían corresponderse con las de “Ascendant Here On”, la coda de aquel tema en el disco precedente aunque aquí terminan por fundirse con el tema central en lugar de servir de cierre.

Con Steven Wilson hemos observado un fenómeno que se repite continuamente en todos los estilos musicales. Tenemos un artista que comienza a destacar, con una obra de gran calidad y que va haciéndose con un grupo bastante notable de seguidores fieles. Seguidores que se muestran sorprendidos por el hecho de que su, llamémosle ídolo, no termine de triunfar a escala masiva y ser conocido por todos. Eso va construyendo una figura de músico de culto que poco a poco va creciendo y que un día da el gran paso. “To the Bone” se ha colocado poco después de su publicación en los primeros puestos de las listas de un buen número de países europeos. Revistas y prensa más bien generalista vierten grandes críticas sobre el disco que escapa así del más o menos reducido grupo de fieles que siguen a Wilson desde los primeros años de Porcupine Tree. De repente, el músico de culto se convierte en “mainstream” y la conclusión primera para parte de los seguidores que se encontraban cómodos con un ídolo misterioso y desconocido para el resto del mundo es sencilla: se ha vendido. Hablamos de un tipo de seguidor acostumbrado a presumir de oír música diferente que de repente se encuentra con que gente de su entorno, de aquella cuyos gustos son “normales” le dice: “oye, he escuchado al músico ese que te gusta y no está mal”. Los esquemas se rompen. Fulanito no puede oir a Wilson. Wilson me gustaba a mí y no a él. Resultado: Wilson ya no “mola”.

El análisis es simplista y sesgado y somos conscientes de ello pero también sabemos que existe ese tipo de seguidor en el “universo Wilson” porque existe alrededor de todos los artistas que no son primerísimas figuras. No son mayoritarios, desde luego, pero sí muy ruidosos y componen una importante facción del fenómeno “hater” tan habitual hoy en las redes sociales: la de los fans que de la noche a la mañana pasan a ser los mayores detractores de un artista.

En el caso de Wilson se suman también muchos aficionados que se la tenían guardada. Son estos personas a las que nunca les gustó demasiado su música y que, además, consideraban que el foco que acaparaba dentro de un género relativamente minoritario como es el del rock progresivo, restaba atención a otros artistas que, a su juicio, lo merecían mucho más. En estos casos, la “traición” al género que supone el hacer un disco pop es la excusa perfecta para atacar al “intocable” y pedirle viejas cuentas.

Existe, claro está, un tercer bando de críticos que son aquellos a los que, sencillamente, no les gusta el planteamiento, la ejecución, el contenido o las tres cosas a la vez de “To the Bone”. Sin motivaciones extrañas ni otro criterio que no sea su gusto personal. Estamos seguros, además, de que la mayor parte de los disconformes con el disco pertenecen a este grupo y eso está bien. No queremos tampoco que el lector ajeno se lleve la impresión de que la acogida del disco ha sido mala. Ni mucho menos. De hecho, y como hemos dicho anteriormente, estamos ante el que probablemente sea el disco más exitoso de Wilson en toda su carrera incluyendo en ella todos sus proyectos con otros músicos y bandas, no solo en cuanto a las ventas sino en cuanto a la reacción de la crítica en general. Dentro de sus seguidores habituales tenemos la impresión de que, tras el desconcierto inicial, la mayoría se muestra satisfecha del resultado. Nuestra propia opinión es bastante buena, si bien creemos que sus discos anteriores (“Hand. Cannot. Erase” o “The Raven that Refused to Sing”, especialmente) están por encima de este.

La duda que nos surge ahora es saber si esta va a ser la linea futura escogida por el músico para sus próximos trabajos o si volveremos a asistir a algún giro de guión próximamente aunque teniendo en cuenta su trayectoria nos inclinamos por pensar esto último.

Os dejamos con un vídeo en el que el propio artista explica el disco tema por tema:

 

miércoles, 2 de marzo de 2016

Steven Wilson - "4 ½" (2016)



No es la primera vez que hablamos aquí de la inteligencia y la visión comercial de Steven Wilson, paralela a su extraordinario nivel como artista completo. Una de las cosas que cuida mucho desde sus comienzos y en todos los proyectos que ha liderado, es el no dejar que su rastro “se enfríe”, el tener siempre activos a sus seguidores mediante la aparición periódica de nuevo material. En unas ocasiones ese hueco se cubre con discos en directo, en otros con recopilaciones de material antiguo difícil de encontrar y alguna vez, con discos como el que hoy nos ocupa en el que se recogen descartes de trabajos anteriores y alguna versión en directo.

Las últimas noticias que nos llegan del músico británico hablan de un importante giro que tiene pensado afrontar en su próximo disco, previsto para finales del año que viene. Según estas informaciones, Wilson querría cerrar una etapa e iniciar la siguiente con un cambio de estilo bastante pronunciado. Como, de hecho, su cerebro estaría ya trabajando con esos nuevos parámetros, no ha querido dejar atrás cabos sueltos en su trabajo de los últimos años. Para ello, publica “4 ½”. Un disco que no tendría la entidad suficiente para ser considerado el quinto de su carrera en solitario pero que, evidentemente, va después del cuarto (sabemos que hay más de cuatro discos anteriores publicados bajo el nombre de Steven Wilson pero por diversas razones, no todos ellos pueden considerarse trabajos con entidad propia y así lo cree el propio músico).

“4 1/2” contiene material nuevo para el oyente pero no de nueva creación. De hecho, la mayor parte de las canciones son descartes de los dos anteriores discos del músico que no encajaron en aquellos por diversos motivos, principalmente temáticos. Esto implica que no estamos necesariamente ante material “de desecho” pero, desde luego, tampoco ante un disco concebido como una serie de canciones escritas en un mismo momento y con la intención de que formen parte de una obra concreta. Un disco, pongamoslo así, que sirva para mantener contento al aficionado mientras llega el plato fuerte.

Imagen que se esconde tras las 4 barras y media que se recortan en la portada del disco.


“My Book of Regrets” - La primera pieza del disco se comenzó a escribir en 2013 aunque fue acabada en 2015. De hecho, parte de lo que aquí suena procede de un concierto de la gira del año pasado con adiciones grabadas posteriormente en el estudio. Intervienen en la pieza Adam Holzman (teclados), Dave Kilminster (guitarras), Nick Beggs (bajo) y Craig Blundell (batería). Wilson canta y toca guitarras, teclados y percusiones. Comienza el tema con un escueto “riff” de guitarra que no ofrece demasiadas novedades. El texto y los arreglos en general recuerdan en un principio a los de “Hand. Cannot. Erase”, lógicamente, y podría perfectamente haber entrado en la lista de temas de ese disco. El desarrollo de la canción, sin embargo, termina por llevarla por otros derroteros, especialmente a partir del minuto dos, en el que, tras una pausa dramática, escuchamos una frenética guitarra muy similar a la del “Time Flies” del último disco de Porcupine Tree que ya tenía bastantes similitudes con algún fragmento del “Animals” de Pink Floyd. A partir de ahí entramos en un tramo de rock progresivo instrumental en el que destaca especialmente el bajo de Nick Beggs, fantástico en todo momento. Algunos ramalazos de “hard rock” van intercalándose de vez en cuando hasta llegar al último tramo, más próximo a los experimentos de los Porcupine Tree más electrónicos en un primer momento hasta llegar al gran sólo de guitarra final, con aires del David Gilmour más épico. Para el cierre, Wilson vuelve al motivo inicial de la pieza que es recreado una última vez.

“Year of the Plague” - Procedente de las sesiones de grabación de “The Raven that Refused to Sing”, fue completada a finales de 2015. Wilson toca todos los instrumentos acompañado de Adam Holzman al piano. Nos recibe con un tono misterioso como correspondía a la temática de aquel disco. Wilson tira de “samples” (especialmente de cuerdas) para crear el ambiente ideal antes de iniciar una serie de melancólicos acordes a la guitarra acústica con el acompañamiento del piano de Holzman. El instrumental no tiene un gran desarrollo pero no deja de ser una pieza emotiva y bien construída.




“Happiness III” - Aunque es un tema escrito en 2003, se grabó en 2014 durante las sesiones de “Hand. Cannot. Erase”. La banda la integran los músicos que firmaron ese disco: Adam Holzman (teclados), Guthrie Govan (guitarras), Nick Beggs (bajo) y Marco Minnemann (batería). Wilson canta y toca guitarras. La canción, que explota recursos de los que Wilson se ha servido reiteradamente en los últimos años, se beneficia de una gran actuación de Minnemann a las baquetas que construye una serie de espacios de gran amplitud a través de los que se filtra un estribillo casi “pop” que nos recuerda más al Wilson de Blackfield que al de sus trabajos en solitario. El armazón, sin embargo, es inconfundiblemente suyo.

“Sunday Rain Sets In” - Pieza instrumental procedente de las mismas sesiones de grabación que el anterior aunque sin Govan y Minnemann, reemplazados aquí por Theo Travis (flauta) y Chad Wackerman (batería). Comienza con unos temblorosos acordes de guitarra a los que la intervención de Travis confiere un aire aún más misterioso. Es una de esas transiciones que tan bien le salen a Wilson, con un toque jazzístico en esta ocasión, que le sienta de maravilla aunque no faltan el súbito cambio de tono en forma de ráfaga de guitarra cercano al final de la pieza.

“Vermillioncore” - El último tema “nuevo” del disco se terminó a mediados de 2015 aunque partía de ideas anteriores (se indica que parte del tema proviene de dos años antes). Repiten Wilson, Holzman y Beggs y se suma a ellos la batería de Craig Blundell. Es, quizá, la pieza que mejor acogida ha tenido por parte de los seguidores del músico y muchos la han comparado con algunas piezas de King Crimson. Sin querer quitarles la razón, encontramos suficientes elementos y giros característicos de Wilson como para adjudicarle otra paternidad. El núcleo de la pieza es una breve frase de “stick” que se repite una y otra vez saltando del mismo a las guitarras y adornado, conforme nos adentramos en la composición, con capas sonoras electrónicas. La batería de Blundell, entusiasta, cumple su labor sin llegar a enamorarnos.




“Don't Hate Me”- Cerrando el disco encontramos una versión de una canción del disco “Stupid Dream” de Porcupine Tree (reeditado muy convenientemente por estas mismas fechas). El tema procede de una interpretación en directo grabada durante la gira de Wilson del año pasado pero ha sufrido importantes retoques en el estudio de cara a su inclusión aquí. Los músicos son los mismos de “My Book of Regrets” con la adición de Theo Travis (flauta) y la cantante Ninet Tayeb que interpreta buena parte del texto de la pieza. Es esta la parte más atractiva de la canción, por otra parte muy conocida por los seguidores de Wilson y Porcupine Tree. La versión es muy interesante por el hecho de estar interpretada por músicos muy diferentes de los que integraban en su momento la banda y sus aportaciones particulares se dejan notar en los fragmentos instrumentales que suenan en la parte central.

Muchas clasificaciones que aparecen en las webs de música incluyen una categoría a la hora de puntuar un disco que viene a llamarse algo así como “sólo para completistas”. Con ella se pretende englobar los trabajos de un grupo o artista cuyo contenido, probablemente, sólo interese a los seguidores más fieles del mismo. “4 1/2” nos parece un disco que debería figurar en esa categoría lo cual no quiere decir que no pueda interesar a un público más amplio ni tampoco pretende etiquetar el trabajo como algo inferior, de calidad discutible. Creemos que está uno o dos escalones por debajo del nivel habitual de la producción de Wilson pero eso es algo lógico, casi esperado, con un lanzamiento de las características de éste.


Nos despedimos con un homenaje reciente de Wilson y su banda a David Bowie en directo. Ninet Tayeb, co-protagonista de "Don't Hate" me, se atreve aquí con "Space Oddity".

 

lunes, 23 de marzo de 2015

Steven Wilson - Hand. Cannot. Erase. (2015)



Hay muchas cosas extraordinarias en la carrera de Steven Wilson y no es la menos sorprendente que cada nuevo proyecto en el que se embarca cree con mayor expectación que el anterior y que casi siempre supere la más optimista de las previsiones de sus seguidores. Lo cierto es que “The Raven that Refused to Sing (and Other Stories)” Alcanzó un nivel que parecía muy difícil de sostener (no digamos ya de superar); nuestra impresión es que Wilson era consciente de ello y por eso se enfrentó al siguiente reto con mucha más calma que en otras ocasiones, reduciendo en la medida de lo posible el resto de proyectos y adelgazando al máximo su agenda. Así, en los últimos dos años, las únicas noticias que hemos tenido de él eran las correspondientes a sus trabajos de remasterización y remezcla de discos clásicos de las últimas décadas. Sabíamos que durante la gira de su anterior disco se estaba trabajando ya en nuevas canciones y que la intención era la de que su banda fuese lo más estable posible para garantizar el mayor nivel de calidad posible pero no muchos más detalles.

A principios de 2014 empezaron a saberse algunas cosas relativas al nuevo disco, especialmente en lo tocante al concepto central del album. Parece ser que Wilson vio un documental titulado “Dreams of a Life” en el que se hacía una investigación sobre la vida de Joyce Carol Vincent. Su historia saltó a las portadas de los periódicos ingleses cuando su cadaver apareció en su apartamento, tumbado en la cama, con la televisión y la calefacción encendidas en enero de 2006. Alrededor de su esqueleto, pues ese era el estado en que se hallaban sus restos, varios regalos recién envueltos y preparados para ser enviados, aparentemente, a sus familiares y conocidos en las navidades de 2003. La cineasta Carol Morley se vio atraída por ese suceso y decidió reconstruir la vida de Joyce buscando a sus posibles familiares y conocidos para lo que llegó, incluso, a poner anuncios en prensa, en marquesinas o en los transportes públicos. Como resultado de sus esfuerzos descubrió que la fallecida era una mujer activa, inquieta, cuya vida estuvo marcada por la escasa relación con sus padres y por un maltrato por parte de una antigua pareja que la hizo cambiar con frecuencia de domicilio y de trabajo (de hecho, el apartamento en que apareció su cadáver era uno de los que el estado británico pone a disposición de las víctimas de la violencia doméstica). A pesar de esa situación, Joyce consiguió salir adelante y tener una vida de cierto éxito y popularidad en sus círculos habituales lo que hacía más inexplicable y desolador el hecho de que absolutamente nadie la echase en falta durante más de dos años. El film mostraba entrevistas con algunos de sus vecinos, con antiguas relaciones de Joyce o con la gente de su barrio y, quizá de una manera algo idealizada, retrataba toda una vida que luego nadie pareció extrañar. A partir de ese concepto, Steven Wilson crea su propio personaje femenino a través de cuyos ojos afronta el que es su cuarto disco de estudio en solitario, según la discografía más o menos aceptada que excluye muchos lanzamientos limitados y rarezas del recuento final. Es curioso que el propio autor cite como principal influencia a la hora de hacer el disco el que también hacía el número cuatro de la carrera de Kate Bush, “The Dreaming”, publicado igualmente tras un periodo de casi dos años de preparación por parte de la cantante.

La historia de Wilson se construye a partir del blog imaginario de una mujer que se inicia el 8 de octubre de 2008 con una entrada en la que la protagonista escribe: “hoy cumplo 30 años. Josef K fue arrestado el día que cumplia 30 años”. Con esa referencia al protagonista de “El Proceso” de Kafka, comienza uno de los discos más ambiciosos que hemos oído en los últimos tiempos. El blog completo puede leerse aquí. Gran parte de los temas habituales en Wilson se van desplegando en el diario, comenzando por los recuerdos de la infancia y la adolescencia de la protagonista (con algunas referencias a la propia trayectoria de Wilson como una entrada encabezada con un “No Man is an Island”, por ejemplo), la llegada de una hermana adoptada 3 años mayor que ella, con la que sólo convive durante 6 meses hasta que sus padres se separaran y con la que experimenta importantes descubrimientos personales. Tiempo después la recordará como la persona con la que más cosas ha compartido a pesar de lo breve de su convivencia. El gran tema del disco, sin embargo, es la soledad. La protagonista se siente sola desde que tiene recuerdos, con una escasa relación con sus padres pero también, más adelante, con sus compañeros de colegio, de instituto, etc. Allí establece relaciones utilitarias pero superficiales “be friendly but don't make friends” dice en la entrada del 14 de septiembre de 2009, aunque llega a tener un breve noviazgo con un fotógrafo. Hay tiempo para hablar de música. Los primeros discos que escuchaba junto con su hermana fueron de Dead Can Dance y This Mortal Coil pero más adelante, su grabación favorita fue un viejo vinilo con el “Cuarteto para el fin de los tiempos” de Olivier Messiaen. Uno de los escasos “hobbies” de que tiene la autora del blog es peculiar: colecciona recortes periodísticos en los que se habla de mujeres desaparecidas. Ese interés se refleja en pensamientos como el que tiene el 10 de marzo de 2011 cuando recuerda a la perra Laika, primer animal en ser enviado al espacio que fue encontrado en la calle por los soviéticos que decidieron escogerla porque nadie la reclamaría. También habla del arrepentimiento, de los fantasmas de las decisiones no tomadas... poco después escribe: “en el último mes habré pronunciado apenas veinte palabras”. Otro tema habitual en Wilson son los fenómenos paranormales o, al menos, las historias inexplicables. En un momento determinado, nos habla del caso de una tal Lena Springer, aparecida de repente en medio de una calle de Viena y atropellada por un autobús. Supuestamente Lena había desaparecido sin dejar rastro en 1876. Falleció, por tanto, a la edad de 28 años, 104 años después de su fecha de nacimiento. La historia no es más que una recreación del controvertido caso de Rudolf Fenz del que hay abundante información en internet, un clásico de la parapsicología. La presencia de “fantasmas” es cada vez más habitual en la narración, incluyendo una visita de la protagonista con 13 años a la protagonista actual. El blog acaba el 2 de marzo de 2015 con una entrada en la que habla del comienzo de una ascensión lo que asociado a los textos anteriores del mismo nos sugiere la idea del suicidio de la protagonista, otro de los temas que aparecen de cuando en cuando en el imaginario de Wilson.

Una de las imágenes del blog de la protagonista.


Participan en la grabación los mismos músicos que lo hicieron en el anterior trabajo del músico con alguna adición: Guthrie Govan (guitarras), Nick Beggs (bajo, Chapman stick), Adam Holzman (piano, teclados), Marco Minnemann (batería), Dave Gregory (guitarras), Chad Wackerman (batería), Ninet Tayeb (voz), Theo Travis (flauta, saxo), Katherine Jenkins (narración), Leo Blair (voz) y el propio Steven Wilson (voz, teclados, guitarras, bajo, banjo, percusiones, etc.)

“First Regret” - El disco comienza con un tema instrumental basado en una preciosa melodía de piano que poco a poco se funde con una serie de efectos electrónicos que desembocan sin solución de continuidad en el siguiente corte.

“3 Years Older” - El sonido de los teclados nos da la bienvenida antes de ser interrumpido por una serie de veloces acordes de guitarra acústicas que desembocan en un poderoso riff tras el que podemos disfrutar de la extraordinaria interpretación del propio Wilson al bajo. Comienza la canción propiamente dicha con una excepcionales harmonías vocales entre nuestro artista y Nick Beggs. Los textos parecen repasar la breve relación de la protagonista de la historia con su efímera hermana adoptiva. En el ecuador de la pieza asistimos a una soberbia explosión de rock progresivo tras la que Adam Holzman ejecuta un magnífico solo de piano de corte jazzístico, uno de los pocos detalles en esa linea del disco que contrasta en ese aspecto con el precedente “The Raven...” El gran momento de Holzman, sin embargo, llega un poco después con un alucinante solo de “Hammond” que rivaliza con muchos otros de los grandes de los teclados dentro del género.

Primero de los tres "aperitivos" del disco que Wilson fue dejando en su web.


“Hand Cannot Erase” - El lado más “pop” de Steven Wilson, aquel que solía encontrar su lugar en los discos de Blackfield, aparece en este momento. La canción, todo un “hit” en potencia, es sencilla y tremendamente directa. Emana energía y optimismo a partes iguales y, además, está producida con un gusto extremo, como todo lo que toca nuestro artista.



“Perfect Life” - La primera gran sorpresa llega con el tema escogido como primer single. Sobre un fondo electrónico y una base rítmica industrial pero próxima a estilos como el “chill out” escuchamos la narración de Katherine Jenkins en primera persona hablando nuevamente de la íntima relación entre las dos jóvenes en su adolescencia. El concepto suena cercano al de discos como el “Tr3s Lunas” de Mike Oldfield hasta que comienza a cantar el propio Wilson repitiendo como un mantra el título de la pieza rodeado de un ambiente excepcional creado por las guitarras, los coros de Nick Beggs y algunos efectos vocales electrónicos cosecha del propio Wilson. Esta segunda mitad podría estar firmada por Brian Eno y no podría sorprender a nadie.



“Routine” - Con unos sencillos acordes de piano comienza otra extraordinaria creación de Wilson en la que describe la mecánica vida de la protagonista que aparece también en la voz de Ninet Tayeb que toma los mandos por un instante. Un delicioso estribillo acompañado por lo que parece un clavicordio y un violín sintético se interrumpen con el canto de Leo Blair, miembro del coro de la Cardinal Vaughan Memorial School. Entramos así en la magistral segunda parte de la pieza con el sonido de la celesta ejecutado por Holzman y el clásico sonido de flauta del “mellotron” en un momento de claro sabor “crimsoniano”. Es entonces cuando Guthrie Govan ejecuta un emocionante solo de guitarra antes de la segunda aparición de Tayeb en la que se intuye el giro hacia la oscuridad que comienza a experimentar el disco. A modo de coda, una guitarra que parece sacada de “The Dark Side of The Moon” acompaña a Wilson en la estrofa final.

“Home Invasion” - Asistimos a un gran giro en este instante marcado por la enérgica guitarra de Govan y una soberbia sección rítmica que no deja de recordarnos a King Crimson en sus improvisaciones alrededor del “Mars” de Gustav Holst. En estos momentos es cuando escuchamos al Wilson más cercano a Porcupine Tree siquiera por unos instantes con un Marco Minnemann imperial. La introducción termina y tras una breve secuencia en plan “Money for Nothing” entramos en una especie de blues metálico en la que se habla de la soledad y el aislamiento al que nos lleva internet que ofrece la posibilidad de tenerlo todo sin moverse de casa.



“Regret #9” - Enlazado con el final del corte anterior llega este instrumental que comienza con un espectacular solo de teclado sobre una base rítmica exquisita. Holzman con un sonido muy cercano al del Rick Wright de “Wish You Were Here” comienza a impartir una auténtica lección que alcanza momentos de auténtico éxtasis musical con la entrada de la guitarra eléctrica. Una barbaridad de tema que acaba, quizá, demasiado pronto.

“Transcience” - Wilson en solitario ejecuta todos los instrumentos de esta transición de influencias “floydianas” en el comienzo que nos muestra de nuevo las excelencias del músico a la hora de elaborar armonías vocales, en este caso, en una sorprendente onda “folk”.

“Ancestral” - Llegamos de este modo al corte más largo del disco, aquel en el que brilla con luz propia Theo Travis a la flauta y el saxo. Con unos magistrales arreglos de cuerda que hacen maravillas en un tema que tiene momentos cercanos al trip-hop (ese ritmo continuo a lo Massive Attack) y que crece a cada minuto mostrando trazas de lo que podría ser hoy Porcupine Tree de seguir activos. Otro solo de Govan nos deja sin aliento antes de atravesar el ecuador de la pieza marcado por la nueva aparición de Ninet Tayeb. A partir de ahí, comienza la fase final del descenso a los infiernos de la protagonista, excelentemente dibujado en una suite de jazz-rock oscuro que recupera las mejores atmósferas de “The Raven...”, con grandes dosis de “mellotron” y una guitarra omnipresente, siempre inquietante con un claro “toque Fripp”. El tramo final es una orgía de metal progresivo con un “riff” que martillea sin parar nuestros oídos que desemboca en el jazz onírico encarnado en los teclados de Holzman y la flauta de Travis para terminar ambos mezclados en un cierre absolutamente estremecedor.

“Happy Returns” - Volvemos casi por sorpresa al comienzo del disco, con el piano que servía de introducción como prólogo de una canción, de nuevo, en la onda de Blackfield, con la guitarra acústica y unos teclados sencillos como principal acompañamiento de la voz de Wilson que tararea un agradable estribillo. Es la despedida de la protagonista en un texto en el que parece dirigirse a su hermano y sus sobrinos en un párrafo final que enlaza con el trágico desenlace de la verdadera Joyce: “Do the kids remember me? / Well I got gifts for them / and for you and sorrow / but i'm feeling kind of drowsy now / so I'll finish this tomorrow”. Una letra sencilla pero conmovedora cuando concemos la historia real en la que se basa. La canción formó parte del repertorio de la gira del anterior disco del músico.

“Ascendant Here On...” - La pieza que cierra el disco es una pequeña joya en la que el coro infantil citado anteriormente canta una sencilla melodía sobre unos melancólicos acordes de piano. Emotivo sin caer en el sentimentalismo.

La historia del rock progresivo corre paralela a la de los llamados “discos conceptuales”, trabajos con un hilo conductor en el que todas las piezas se relacionan entre sí para contar una historia aunque puedan subsistir en muchos casos de forma individual. Dentro de esa categoría, esta última entrega de Wilson es una de las más elaboradas y complejas, algo que no debería sorprendernos tratándose de un maestro de la simulación desde que inventó Porcupine Tree muchos años atrás como una extraña banda de culto de los años setenta rescatada del olvido gracias a unas viejas cintas.


Tras varias escuchas del trabajo, nuestra conclusión es muy similar a la que sacamos cuando lo oímos la primera vez: por increíble que parezca, Steven Wilson ha vuelto a superarse mejorando en muchos aspectos su trabajo anterior, el brillantísimo “The Raven that Refused to Sing (and Other Stories)”. “Hand. Cannot. Erase.” es un disco mucho más versátil que aquel y, en cierto modo, retrata más fielmente lo que es Steven Wilson abarcando todas sus influencias junto con su estilo propio, el de Porcupine Tree en diferentes etapas o el de Blackfield. A pesar de lo desconcertante de algún tramo del disco (ese “Perfect Life” que, además, era el adelanto), su integración perfecta en la historia que en él se narra justifica su estilo, lejano a lo esperado en el artista. Si después de publicar “Grace for Drowning” alguien nos hubiera dicho que los dos siguientes trabajos de Wilson iban a ser aún mejores, le habríamos mirado con la condescendencia con que se mira a los “fans” en el peor sentido del término. Hoy nos encontramos con que esa descabellada afirmación hipotética es una realidad, al menos en nuestra opinión, lo que nos obliga a plantearnos ¿cuál es el techo creativo de Steven Wilson? Quizá su próximo trabajo nos ofrezca una aproximación de dónde se encuentra pero, mientras tanto, disfrutemos de un trabajo como este que tiene todos los visos de convertirse en un clásico instantáneo.


Os dejamos con el "teaser" del disco aunque lo que deberíais hacer es salir corriendo a comprarlo YA.


domingo, 10 de noviembre de 2013

Steven Wilson en Madrid - Hotel Auditorium, 8 de noviembre



El que prometía ser el concierto del año tuvo lugar por fin ayer en Madrid en la fantástica sala de conciertos del Hotel Auditorium, un recinto en las cercanías del Aeropuerto de Barajas en el que, curiosamente, se celebran este tipo de espectáculos con grandes estrellas internacionales con cierta frecuencia (Steve Vai fue el anterior en el mes de junio) aunque no parezca, a priori, el lugar más adecuado.

Los seguidores habituales del blog conocen sobradamente la admiración que aquí sentimos por Steven Wilson y su único concierto en nuestro país de su gira actual era una cita a la que no podíamos faltar. Las críticas de su reciente concierto en el Royal Albert Hall londinense fueron magníficas y eso animaba a cualquiera, especialmente sabiendo cómo se las gastan los medios británicos. Nos sorprendió leer un tweet de Burning Shed (discográfica del músico) el día antes del concierto en el que anunciaban que había entradas disponibles para el mismo que se podían obtener gratuitamente respondiendo al mensaje y, sinceramente, no nos gustó leerlo porque nos temíamos un auditorio desangelado con más butacas vacías que ocupadas. Nada más lejos de la realidad: la asistencia fue masiva y, si algún cliente del hotel despistado no supiera el nombre del artista que iba a actuar, lo habría tenido aún más difícil si hubiese tratado de adivinarlo por las camisetas del público asistente: logotipos e imágenes de grupos y artistas como Peter Gabriel, Opeth, Pink Floyd, King Crimson, U2, Syd Barrett, Roger Waters, The Beatles, Genesis, Porcupine Tree e incluso Jean Michel Jarre estaban presentes por cualquier lugar en el que quisiéramos posar la vista.



La banda que acompaña a Wilson en la gira es difícilmente mejorable: Chad Wackerman (batería), Nick Beggs (bajo, stick), Adam Holzman (teclados), Guthrie Govan (guitarra) y Theo Travis (saxo, clarinete y flauta). Junto a ellos, un expresivo Steven Wilson (guitarras, bajo, teclados y voz) mucho más expresivo y cordial de lo que nos imaginábamos completaba el plantel. La aparición de Wackerman en lugar de Marco Minnemann (batería en el disco y en los primeros conciertos de la gira) se debía a que, al no estar cerradas las fechas para el tour de Wilson, Marco decidió aceptar otra oferta de Joe Satriani para girar en estos meses.

Habíamos decidido no indagar nada acerca de los conciertos anteriores de la gira por lo que, tanto el tipo de espectáculo como la selección de canciones, etc. nos eran desconocidos y lo cierto es que, tanto la concepción visual del show como la puesta en escena fueron sobresalientes. Comenzaba el concierto con la proyección de un cortometraje de unos 20 minutos de duración sobre un músico callejero que acude día tras día a la misma esquina. Alguien ha apuntado que el film narra la historia de la canción “Luminol” y podría estar en lo cierto. Era opinión general entre los asistentes que el video se hace excesivamente largo como comienzo pero no tardaríamos en olvidar esa espera. En los últimos momentos de la película, el músico coge su guitarra y comienza a interpretar unos acordes conocidos cuando caemos en la cuenta de que no es ya el sonido de la filmación lo que escuchamos sino al propio Wilson apareciendo desde el fondo del escenario e interpretando la primera canción propiamente dicha del concierto: “Trains”, procedente del disco “In Absentia” de Porcupine Tree. Tras la misma, entramos en el torbellino de sensaciones y buena música que es la monumental “Luminol”, larga suite de jazz-rock progresivo que fue estrenada en la gira del anterior disco del músico y que luego formó parte de “The Raven That Refused to Sign”. No importa las veces que hayamos escuchado la pieza: cada vez suena mejor que la anterior, incluyendo esta versión en vivo. A continuación se interpretó la excelente “Postcard”, una emocionante canción que se cuenta entre nuestras favoritas del disco “Grace for Drowning” y que aquí fue interpretada magistralmente junto con proyecciones relacionadas con el texto de la misma. Prosiguió el concierto con dos canciones seguidas del último disco, una espectacular “The Holy Drinker” con un fantástico Nick Beggs al stick que, no conforme con eso, se luce también en los coros finales. Tras esto, Wilson hizo una pequeña pausa para contarnos cómo se entiende con sus músicos ya que ni sabe leer ni escribir música. Así, con Guthrie Govan como aliado, el músico nos hablaba del tipo de descripciones que le hace a la hora de indicarle el tono que tiene que tener cada interpretación, descripciones del tipo de: “imagina que eres un chico perdido en el bosque, al que acaba de abandonar su esposa quien, además, se ha llevado a los niños con ella”. Pasado el momento de humos, llegaba otro de los puntos fuertes con el nuevo single del disco, “Drive Home”. Justo a continuación, el artista presentaría una de las dos nuevas canciones del show que formarán parte de un próximo trabajo. Como él mismo dijo, aún no hay título decidido y en cada concierto de la gira le ponen uno nuevo. Tras pruebas anteriores como “Mother’s Call” o “Wreckage”, fue Adam Holzman el encargado de titularla en esta ocasión aunque el propio Wilson se encargó de asegurar tras leerlo que, en ningún caso, el elegido por el teclista sería el título final de la pieza. Según nos pareció entender, éste era algo así como “The Rabbit Incidental Helmet” o algo por el estilo. La pieza sonó muy electrónica para lo que podríamos esperar de un nuevo trabajo de Wilson pero no deja de ser prometedora. En este momento llegó una pequeña pausa en el espectáculo.



Éste se iba a reanudar con la proyección de un video sobre un fondo sonoro que algunas crónicas identifican con un tema de Bass Communion que no conseguimos reconocer en el concierto. Sí que nos recordó algo más a los efectos sonoros del tema “Clock Song”, descarte del último disco que aparecía sólo en la edición “deluxe”. La proyección se realizaba sobre un telón semitransparente que apareció frente al escenario y que conigue un efecto realmente curioso al ver a los músicos a través de él mientras se proyectan las imágenes. La pantalla permanecería ahí durante algún tema más. A continuación, y como prolongación lógica del video, comenzaba “The Watchmaker”, esa fantástica combinación de rock progresivo y jazz (sensacionales el teclado de Holzman y la flauta de Theo Travis). Tras la historia del viejo relojero llega la de otro tipo aún más “jodido” como pudimos oír en la propia presentación de la canción. Evidentemente, hablamos del coleccionista obsesivo de “Index” en una interpretación impecable, una vez más, por parte de toda la banda. Prosiguiendo con los temas de “Grace for Drowning” llegaba “Sectarian”, un impresionante instrumental antes del cual, Wilson hizo una pequeña semblanza de un instrumento como el mellotron de cuya invención se cumplen ahora 50 años. Holzman ilustró la explicación con un par de ejemplos clásicos como las flautas del comienzo de “Strawberry Fields Forever” o las cuerdas de “The Court of the Crimson King” de King Crimson aprovechando para comentar jocosamente que posiblemente sea el único músico en el mundo con tantos seguidores fans de los Beatles como de King Crimson. Faltaba un sonido clásico del mellotrón por ser mostrado: el de los coros, pero ese iba a aparecer “intensivamente” en palabras de Wilson en la propia “Sectarian”. Al concluir ésta, el telón en el que se proyectaban los videos cayó derribando la separación imaginaria entre artista y público. Como queriendo reforzar esa idea, Wilson invita en ese momento al público a levantarse de sus asientos y a seguir de pie junto al escenario la parte final del concierto.

El último tramo del concierto comenzaba con el único tema procedente del disco “Insurgentes”, esa soberbia canción titulada “Harmony Korine” para continuar con una versión algo reducida de la monumental “Raider II” de “Grace for Drowning” y cerrar el concierto con “The Raven that Refused to Sign” con las proyecciones del emocionante videoclip animado de la pieza. Sólo quedaban los bises y estos no decepcionaron: una canción nueva titulada “Happy Returns” que según el músico formará parte de un próximo trabajo y el sensacional final que puso “Radioactive Toy”, tema insignia de la primera etapa del músico cuando Porcupine Tree era sólo un pseudónimo. En algún otro concierto de la gira hemos leído que se interpretó un tercer “bis” como “Ljudet Innan” del dúo de Wilson con Mikael Akerfeld llamado Storm Corrossion pero no tuvimos tanta suerte en Madrid.



Ya con las luces encendidas se proyectó otro corto con música de Bass Communion mientras el público abandonaba la sala. Como si de una película se tratase, en la pantalla se proyectaban los nombres de los músicos y una despedida. Cuando miramos el reloj y vimos que habían pasado más de dos horas y media desde que empezó el concierto, no nos lo podíamos creer ya que todo había pasado volando, lo que no deja de ser una magnífica señal.

Es una pena que en esta ocasión sólo haya habido una fecha de Wilson en España y él mismo se mostraba sorprendido cuando comentaba en un momento del concierto que creía que nadie en nuestro país escuchaba su música, opinión que cambió cuando pudo contemplar el estado del teatro en los momentos previos a la actuación. Esperamos que en próximas giras mucha más gente pueda asistir a los conciertos porque, realmente, merecen mucho la pena.

Os dejamos con un video en el que Jess Cope explica cómo hizo los videos que acompañan a las canciones del último disco de Wilson y, claro está, que son proyectados en los conciertos.

 

miércoles, 19 de junio de 2013

Steven Wilson - The Raven That Refused to Sing (and Other Stories) (2013)



Un nuevo disco de Steven Wilson es un acontecimiento que hay que dejar reposar un tiempo, saborearlo poco a poco antes de emitir un juicio sobre él ya que es tal la cantidad de matices y sensaciones nuevas que nos descubre cada escucha que una crítica precipitada estaría condenada a quedar incompleta. Por ello, hemos esperado casi cuatro meses desde su publicación para dedicarle una entrada que no podía faltar por aquí.

Según él mismo confiesa, su intención tras publicar “Grace for Drowning” en solitario y “Welcome to My DNA” con Blackfield en 2011 era dedicar parte de 2012 (el tiempo que le dejaban todos sus proyectos) a preparar un nuevo disco de Porcupine Tree pero como tantas veces sucede, los planes que tenemos no tienen nada que ver con lo que más tarde hacemos en realidad. No sabemos cuál fue el detonante de su decisión pero lo cierto es que lo que hizo el músico británico fue preparar un nuevo trabajo en solitario en lo que parece que va a ser la orientación de su carrera en los próximos años, rompiendo poco a poco los lazos con sus otros proyectos.

Para la grabación de “Grace for Drowning”, Wilson se rodeo de un grupo de músicos de excepción, cada uno con sus bandas y proyectos personales por lo que, a la hora de organizar una gira de conciertos, se vio obligado a formar una banda completamente nueva para acompañarle. Fue esa interacción con sus nuevos compañeros la que inspiró el nuevo trabajo en el que nuestro protagonista iba a dar un paso más allá en su estilo, por difícil que parezca en un artista que ha tocado todos los palos posibles en los últimos años. Una de las grandes ventajas de ser Steven Wilson es que puedes llamar a cualquier puerta hoy en día y ésta se te abre inmediatamente. Así, pudo conformar un grupo de músicos de un nivel excepcional para acompañarle en sus conciertos y convencer a la mayoría de ellos para que participasen en la grabación y posterior gira del que sería su nuevo disco. Para la primera parte del tour de “Grace for Drowning”, Wilson reunió al teclista Adam Holzman, el guitarrista Aziz Ibrahim, el batería Marco Minnemann, el bajista Nick Beggs y el flautista Theo Travis siendo reemplazado Ibrahim por Niko Tsonev en la segunda mitad de la gira. Parece que el puesto de guitarra era el que más dudas suscitaba a Wilson puesto que para la grabación del siguiente disco de estudio, que llevaría el título de “The Raven that Refused to Sing (and other stories)” se incorporó Guthrie Govan repitiendo el resto de la banda de la gira. Repasar la trayectoria de los músicos participantes en el disco, nos da una idea de los derroteros por los que va a discurrir el disco. Comenzamos por Holzman, de quien se podría afirmar que dio sus primeros pasos profesionales de la mano de un tal Miles Davis en su controvertido disco “Tutu” (1986). Tras ello, perteneció durante un tiempo a la banda del trompetista. Casi todo su desempeño posterior se ha desarrollado en estilos cercanos al jazz-fusión y al funk. Marco Minnemann es uno de los baterías más interesantes del momento y su producción discografica, así como la cantidad de proyectos en los que está implicado son comparables a los del propio Wilson. Siempre se ha movido por caminos cercanos al rock progresivo pero no ha hecho ascos a otros estilos como el trash metal o el death metal. Nick Beggs procede de un campo absolutamente diferente al de los dos anteriores músicos como es el del tecno-pop y la new wave (fue miembro de los Kajagoogoo de Limahl) y casi todas sus colaboraciones con otros músicos se movían en esos estilos aunque en los últimos años se acercó al rock progresivo colaborando con Steve Howe o Steve Hackett antes de incorporarse a la banda de Wilson para la grabación de “Grace for Drowning”. Recientemente se ha anunciado su incorporación a The Pineapple Thief. Theo Travis es quien requiere de menor presentación para los seguidores de Wilson ya que ha colaborado en buena parte de los proyectos de éste, desde Porcupine Tree hasta No-Man, pasando por Bass Communion. No podía faltar en el disco y su presencia es notable. Por último, aunque no menos importante por ello, tenemos a la más reciente incorporación de la banda en la figura del superdotado Guthrie Govan, virtuoso de la guitarra, que ya hacía sus pinitos con sólo tres años a partir de las enseñanzas básicas de su padre. Con el tiempo se ha convertido en una referencia en su instrumento a pesar de que se dedica más a la vertiente didáctica del mismo que a la profesional.

La temática del disco es oscura y cada canción es un relato de terror con tintes sobrenaturales que van desde historias de fantasmas en la carretera, mendigos que vuelven de la muerte (o que se niegan a morir), un anciano relojero que mata a su esposa y la entierra en su taller o un personaje que espera a que llegue la muerte precedida del canto de un cuervo que se niega, precisamente, a cantar y a liberarle de la pesada carga de la existencia. Todo con un ambiente que recuerda por fuerza a los relatos de Edgar Alan Poe (el cuervo del título es un referente innegable).



“Luminol” – El primer corte del disco fue presentado ya durante la gira de “Grace for Drowning” y era uno de los grandes momentos de aquellos conciertos. Una poderosa línea de bajo es la que marca el comienzo de la pieza que es un largo desarrollo instrumental con la batería dando una réplica perfecta a Beggs y la flauta dibujando arabescos por doquier. Una súbita intervención vocal en un estilo que recuerda mucho a  Yes marca un primer cambio antes de que aparezcan los teclados y nos sumerjan en un auténtico estallido de jazz-rock con elementos progresivos de tintes épicos. Tras la extensa introducción llega la calma y entramos en un pasaje de tintes “floydianos” con la voz de Wilson respaldada por los coros y la flauta de Travis combinada con sonidos de mellotron. El piano de Holzmann pone la nota jazzistica en este segmento con una clase indiscutible. La tercera parte de la pieza llega tras una intensa transición de mellotron en la que reconocemos al Wilson al que estábamos más acostumbrados antes de cerrar con un impresionante sólo de guitarra y un regreso a los sonidos y ritmos del comienzo.

“Drive Home” – Con el segundo corte del disco se produce el primer cambio radical en el mismo. Pasamos de una música desatada e incontenible a una balada mucho más calmada y con un estribillo típicamente “wilsoniano”. Estamos ante una canción que podría haber pertenecido a cualquier trabajo de Porcupine Tree. Los arreglos de cuerda presentes en toda la pieza son realmente magistrales y la guitarra de Govan suena maravillosamente bien en todo el tema, especialmente en los minutos finales en los que tiene libertad para explayarse a sus anchas. Una delicia.

“The Holy Drinker” – Nuevo giro de tuerca en el disco con un corte misterioso, introducido por teclados llenos de reverberación que casi nos predisponen para vivir una pesadilla. Aparecen entonces bajo y batería acompañando a una guitarra que va por libre hasta la aparición del inquietante saxo de Travis. Con la llegada del mellotron ya tenemos a todos los invitados a la fiesta. Cambio de ritmo, sonido de órgano marcando la pauta y primera intervención de Wilson como vocalista en el tema. A partir de ahí, entramos nuevamente en un desarrollo clásico en su autor con cantidad de nuevos motivos apareciendo y desapareciendo a cargo de todos los instrumentistas, influencias de todo tipo se mezclan en una amalgama brillante que no deja ningún respiro al oyente hasta el final cuando nos sorprenden de nuevo con un estallido de ritmo y energía justo tras un tramo relajado que hacía presagiar que todo iba a terminar ahí.

“The Pin Drop” – El corte más breve del disco es también el más flojo en nuestra opinión, lo que no significa en modo alguno que sea malo. Afortunadamente, cuando hablamos de músicos como Wilson, hasta sus temas más anodinos rozan el notable y en esta ocasión nos quedamos con sus coros (excelentes como de costumbre) y las impresionantes intervenciones de Govan, soberbio en todo el disco.

“The Watchmaker” – Contrastando con el resto de canciones, el penúltimo corte del disco tiene una largísima introducción a base de guitarras acústicas y flauta principalmente que ocupa un tercio de la pieza. A partir de ahí entramos en una sección que se nos antoja muy crimsoniana con el precioso sonido del mellotron llenando todos los huecos del tema y un magnífico desempeño rítmico. Volvemos a los sonidos acústicos (guitarra y piano) mediada la pieza para arropar la voz de Wilson antes de llegar al cierre con ese mellotron que no nos cansamos de escuchar.

“The Raven that Refused to Sing” – La última canción del disco tiene un tono de réquiem desde los primeros instantes, con Wilson declamando con un hilo de voz y el único acompañamiento de un piano. Más tarde aparecen sonidos electrónicos en segundo plano. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, la canción va evolucionando, ganando en intensidad, añadiendo nuevos elementos en un crescendo continuo. Tenemos un pequeño descanso en la parte central con un aire ligeramente ambiental en el que creemos notar la presencia de Eno y Fripp antes de la aparición de la batería y el bajo culminando una pieza excelente que termina en lo más alto. Cerca de las estrellas, como rezaba el título del clásico programa deportivo.




“Grace for Drowning” y “The Incident”, los últimos trabajos de Steven Wilson y Porcupine Tree respectivamente fueron discos dobles. “The Raven...” sin embargo, no llega a la hora de duración. Creemos encontrar en este dato una búsqueda de una mayor concreción por parte de Wilson, un uso más intensivo que extensivo de las ideas que redunda en una mayor elaboración si cabe, en un músico que ya es epítome de la meticulosidad y el detallismo en el trabajo. Creemos que, sin ser superior por ello a sus discos anteriores, el último disco de Wilson es más maduro y nos hace esperar grandes cosas del músico, especialmente ahora que parece haber recortado drásticamente el número de proyectos simultáneos a los que dedicar su tiempo.

Hemos dejado para el final la mención del que quizá sea el participante más ilustre en el disco: nada menos que Alan Parsons quien vuelve a ocupar el puesto de ingeniero de sonido de un disco ajeno por primera vez desde “The Year of the Cat” de Al Stewart en 1976. Parsons es uno de esos nombres que figuran con letras de oro en la historia de la música popular por su participación en varios discos fundamentales como “The Dark Side of the Moon” o “Abbey Road”, al margen de sus trabajos en solitario o con el Alan Parsons Project. Es revelador que Wilson recurra a él cuando él mismo es uno de los más destacados en ese mismo terreno como demuestran sus constantes remasterizaciones de clásicos del progresivo de King Crimson, Jethro Tull o ELP. Tanto Wilson como Parsons se han deshecho en elogios mutuos durante la grabación del disco y eso dice bastante del mismo.

Sabida es nuestra admiración por Wilson por lo que no podemos dejar de recomendar la adquisición del disco:


amazon.es

fnac.es

Nos despedimos con "Luminol" en directo:

domingo, 8 de julio de 2012

Steven Wilson - Catalogue / Preserve / Amass (2012)



Si de algo no se puede acusar a Steven Wilson es de no cuidar a sus fans. Aparte de tener un ritmo de producción difícil de seguir, se preocupa habitualmente de ir facilitando a todos aquellos aficionados a su música diverso material con cierta periodicidad. Años atrás, los miembros del club de fans oficial de Porcupine Tree solían tener a su disposición  de forma exclusiva discos que no se podrian adquirir en las tiendas (los famosos “Transmission que iban numerados de forma sucesiva como 1.0, 2.0 etc) con demos, temas descartados de los discos oficiales o conciertos.

Incluso cuando su música alcanzó una mayor difusión y popularidad, siempre se ha reservado esos pequeños detalles en forma de disco de tirada muy corta pero en formatos de muy cuidada presentación, habitualmente a través del sello Headphone Dust. Aunque recientemente se ha anunciado la publicación de un bluray recogiendo uno de los conciertos de su última gira de presentación de su aclamado “Grace for Drowning”, hace unos meses Wilson puso a nuestra disposición un CD con extractos de la primera parte de la misma titulado “Catalogue / Preserve / Amass” (como reza un verso de su canción “Index”). Este lanzamiento, limitado a 3000 ejemplares incialmente, sólo esta disponible en la web de Headphone Dust (con un precio normal y otro para los ejemplares firmados por el propio músico) y en los conciertos de la gira y se pretende con él sufragar parte de los gastos de futuras giras.

Tenemos, por lo tanto, una magnífica ocasión de escuchar el material de Wilson en directo lo que siempre es interesante. Además, y aunque la formación de los discos de estudio era de auténtico lujo, los músicos participantes en la gira no tienen nada que envidiarles. Así, junto a Steven Wilson que toca guitarras, teclados y canta, tenemos a Adam Holzman (teclados), Aziz Ibrahim (guitarra), Marco Minneman (batería), Nick Beggs (bajo, stick, voces) y Theo Travis (flauta, saxo y clarinete).

Imagen de uno de los conciertos de la gira


“No Twilight Within the Courts of the Sun” – Abre la grabación uno de los dos temas del disco “Insurgentes” incluídos en el trabajo. Los primeros minutos parecen una jam session instrumental de corte jazzistico con destacadas partes de flauta y guitarra en las que los instrumentistas parecen disfrutar enormemente, lo que es una tónica en toda la grabación. A lo largo de la canción se combinan fragmentos de hard rock y de jazz con total naturalidad, destacando la aportación de Adam Holzman a los teclados en el tramo final (recordemos que trabajó con Miles Davis en los ochenta llegando a ser su director musical como fue Gil Evans en el pasado).

“Index” – Comenzamos el repaso por las canciones de “Grace for Drowning” con uno de los cortes más carismáticos del disco original en el que podemos disfrutar de las extensas habilidades de Minneman a las baquetas con las que nos ofrece un pequeño recital en un tema que, por sus propias características, no parece muy adecuado para los lucimientos personales al ser un tempo medio tirando a lento en el que Wilson recita más que canta.



“Deform to Form a Star” – De nuevo tenemos que destacar a Holzman por la excepcional introducción que se inventa para el que es uno de nuestros cortes favoritos de la discografía de Wilson en solitario. La versión en directo es realmente fiel y sólo los teclados del original parecen tener algo menos de presencia en esta ocasión.

“Sectarian” – El instrumental que casi abría “Grace for Drowning” aparece en su versión en directo con una fidelidad casi absoluta al original, teniendo en cuenta las posibilidades que ofrece esta composición para la improvisación. Evidentemente hay sitio para la aportación personal de los instrumentistas que son practicamente los mismos que interpretan el disco en el estudio con la refrescante novedad del teclista.

“No Part of Me” – Otra excepcional versión con un sonido sorprendentemente limpio para tratarse de una grabación en directo. Marco Minneman ofrece en los escasos seis minutos de la pieza todo un recital de batería sin interferir en absoluto con el desarrollo de la canción, lo que es clave en todo buen instrumentista, saber cómo hacer tu trabajo sin restar protagonismo al resto. El otro integrante de la sección rítimica, el bajista Nick Beggs, realiza también un trabajo en consonancia con el de Minneman. El segmento final del tema es una auténtica delicia en clave de jazz rock con toques de metal que sirve para cerrar otra gran versión.



“Veneno para las hadas” – Segundo y último de los temas de “Insurgentes” que aparecen en el disco y el corte más tranquilo del mismo lo que propicia que Theo Travis realice su mejor intervención a las flautas llevando todo el peso de la pieza durante muchos minutos.

“Raider II” – Para terminar, Wilson y compañía se dejan lo mejor. Una composición de las características de esta, con sus más de 20 minutos de duración ofrece a unos músicos de esta categoría la posibilidad de desarrollar todas sus habilidades y a eso, precisamente, es a lo que se dedican poniendo un broche de oro sensacional a un disco digno de mejor suerte que una edición limitada.

No es habitual que hablemos por aquí de discos en directo salvo excepciones puntuales. En esta ocasión y teniendo en cuenta lo reciente y excepcional del lanzamiento y el hecho de que Wilson es objeto habitual de nuestra atención, hemos creído conveniente reseñar este trabajo. Todos los que querais haceros con él lo podeis hacer aquí:


Os dejamos con el trailer promocional de la gira:


jueves, 27 de octubre de 2011

Steven Wilson - Grace for Drowning (2011)



Parece mentira pero entre enero de 2010 y junio de 2011, el músico británico Steven Wilson sacó tiempo para escribir y grabar el que es su último trabajo, un album doble titulado “Grace for Drowning”.

Lo que para cualquier otro músico habría sido trabajo suficiente para varios meses, Wilson lo hizo en huecos sueltos sacados de aquí y de allá mientras se dedicaba a hacer las nuevas remasterizaciones de otros dos trabajos de King Crimson (“Starless and Bible Black” y “Discipline”) o del “In the Land of the Grey and Pink” de Caravan, se encargaba de las mezclas del último trabajo de Anathema, “We’re Here Because We’re Here”, colaboraba en el disco de Pendulum, “Immersion”, le daba los últimos toques al “Heritage” de Opeth, grababa y lanzaba el tercer disco de su banda “Blackfield” (con su correspondiente gira) y se juntaba con el cantante de los citados Opeth, Mikael Akerfeldt para trabajar en otro futuro proyecto a dúo (¡¡¡otro más!!!) bajo el nombre de Storm Corrosion. Todo esto interrumpido por el fallecimiento en mayo de 2011 de su padre lo que le obligó a suspender algunos conciertos de Blackfield.

Esta auténtica saturación de trabajos que, en realidad, viene siendo una constante en la trayectoria de Wilson en los últimos años, le había supuesto algunas malas críticas a algunos de sus discos más recientes como el último disco de Porcupine Tree, “The Incident”, o su “Insurgentes” en solitario, trabajos ambos reseñados en La Voz de los Vientos en su momento. Sin embargo, esa tendencia negativa, al menos para la crítica especializada, en la que parecía estar cayendo nuestro hombre se ha revertido por completo con este trabajo que está recibiendo encendidos elogios, incluso de aquellos sectores que empezaban a perder la fé en Wilson. Algunos de los comentarios suscitados por este trabajo son extremadamente positivos:

“Un disco realmente indescriptible pero que pide a gritos ser escuchado urgentemente”
CLASSIC ROCK.

“Un proyecto absorbente y ambicioso que nos exige escuchas continuas”
MOJO.

“Un disco denso y extremadamente coherente. Grace for Drowning alcanza la máxima brillantez. El disco progresivo del año”
TERRORIZER.

“Supone un paso adelante sensacional. Wilson es, sencillamente, imparable”
CLASSIC ROCK PROG.

“Un majestuoso paisaje sonoro creado por un innovador músico con la mirada en el futuro y a la vez, respetuoso con lo mejor que nos deja la historia del rock”.
RECORD COLLECTOR.

“La capacidad de Wilson para crear música es prodigiosa y cómo consigue alcanzar  siempre un nivel tan elevado nos sigue pareciendo un misterio. Con su segundo disco en solitario, el líder de Porcupine Tree lo ha vuelto a conseguir”.
METAL HAMMER.

“Grace for Drowning” son, en realidad dos discos separados, cada uno con su propio título. El primero de ellos lleva el nombre de “Deform to Form a Star” y el segundo el de “Like Dust I Have Cleared from My Eye”. En palabras del propio Wilson, durante el proceso de creación del disco, “la edad dorada del rock transcurrió durante la última parte de la década de los sesenta y los primeros años de los setenta, cuando el disco se convirtió en el formato por excelencia, en un medio de expresión en sí. Una época en la que los músicos se liberaron del formato pop de canciones de 3 minutos, tomando elementos del jazz y de la música clásica y combinandolos con el espíritu psicodélico de aquellos años. Sin llegar a ser “retro”, mi disco pretende homenajear este espíritu”.

La incorporación de músicos procedentes del mundo del jazz, presentes en el disco fue algo que Wilson buscaba, inspirado en sus meses de trabajo en la concienzuda (y a veces polémica) remasterización del fondo de catálogo de King Crimson que viene realizando en los últimos años, bajo la supervisión de Robert Fripp.

Pasamos a un análisis con cierto detalle del disco en sí, que es lo que realmente nos importa con el primero de los discos, “Deform to Form a Star”.

“Grace for Drowning” – El tema que abre el trabajo es un breve instrumental que comienza con unos arpegios de piano a cargo del teclista de Dream Theater, Jordan Rudess, sobre los que Wilson entona una bella melodía vocal con ciertos aires brasileñoa (nos viene a la cabeza, por ejemplo, el Nando Lauria que colaboró con el Pat Metheny Group en su momento). La voz de Wilson está doblada hasta 40 veces para lograr un efecto de coro. Como introducción, estamos ante un tema realmente efectivo y brillante que nos pone en situación para lo que llega después.

“Sectarian” – Se trata de un instrumental rock muy en la linea de los trabajos de Wilson con Porcupine Tree con elegantes fondos de autoharp, antiguo instrumento de cuerda de la familia de la zanfoña. La pieza, con toques de jazz y elementos psicodélicos, nos remite a esos primeros setenta y a los Pink Floyd o el King Crimson más experimental. El uso del mellotrón o el saxo de Theo Travis entroncan enseguida con el sonido clásico de la banda de Fripp. Junto a Wilson y Travis, intervienen en la pieza Ben Castle (clarinete), Nick Beggs (stick) y Nic France (batería).

“Deform to Form a Star” – La primera de las canciones al uso del disco nos habla ya de uno de esos lugares habituales en las letras de Wilson, en los que impera el desorden que, sin embargo, es lo que los hace realmente habitables y en los cuales esa imperfección es, precisamente, el mayor de sus atractivos. Lugares al margen de Dios y de la pulcritud casi quirúrgica que se nos ofrece habitualmente como el único estado posible en el que vivir. “This smile isn’t pure, certain or sure, cold precision was never there” reza una de las estrofas. Wilson toca teclados, guitarras y canta, acompañado de Jordan Rudess (piano), Theo Travis (clarinete), Tony Levin (bajo) y Nic France (batería). La canción, que comienza como una clásica balada de las que Wilson nos deja de cuando en cuando, nos gana definitivamente con la llegada del estribillo. La faceta del músico como guitarrista, muchas veces no suficientemente reconocida, se nos muestra aquí en una de sus mejores versiones, tanto con el sensacional sonido que le arranca a la eléctrica en distintos registros como con las breves intervenciones a la acústica. La batería de France sigue los patrones habituales del trabajo del percusionista habitual de Wilson en Porcupine Tree en los últimos años, Gavin Harrison, recientemente integrado en King Crimson como parte de ese curioso trasvase de músicos que parece estar produciendose en los últimos años entre Fripp y Wilson. En relación con esta afirmación, sin ir más lejos, en este “Grace for Drowning” tenemos hasta tres integrantes de la banda de Robert Fripp: Tony Levin, Pat Mastelotto y Trey Gunn.

“No Part of Me” – Se trata de otra gran canción acerca de la ruptura cuando los intereses de la pareja dejan de ser los mismos y la relación se sostiene sólo por rutina. Tras un comienzo más o menos tranquilo, nos encontramos de lleno metidos en otra de las clásicas secciones instrumentales casi en clave de hard rock tan habituales en la música de Wilson, quien en esta ocasión sólo toca teclados dejando las guitarras a Markus Reuter. Pat Mastelotto es el batería, Nick Beggs se encarga del solo de bajo mientras que el resto de las partes de bajo y la warr guitar son cosa de Trey Gunn. Theo Travis toca saxos y la London Session Orchestra dirigida por Dave Stewart se encarga de las cuerdas.

“Postcard” – Probablemente sea la mejor cancíon del disco y cuenta con unos arreglos realmente exquisitos. La letra nos muestra el despertar del protagonista en el suelo de su cocina, aparentemente tras un intento de suicidio fallido la noche anterior. El tono optimista de la música contrasta con lo que se narra, aunque nos hace pensar en que aún queda esperanza para el fracasado suicida a pesar de todo. En lo meramente musical, Wilson se encarga de todos los instrumentos salvo de la batería, que vuelve a ser cosa de Nic France y de la orquesta, que vuelve a ser la misma del corte anterior, acompañada de unos coros sintéticos realmente efectivos. “Postcard” es una joya de esas que aparecen en muy contadas ocasiones, incluso cuando hablamos de músicos de esta categoría.

“Raider Prelude” – Como transición hacia la última canción del CD, nos encontramos un instrumental de corte ambiental realmente oscuro que nos recuerda que, también en ese registro, Wilson es un músico tremendamente dotado como ha demostrado en muchas ocasiones en sus discos con Bass Communion

“Remainder the Black Dog” – Como cierre del primero de los discos del trabajo tenemos este corte de tintes psicodélicos que encajaría como un guante en cualquiera de las más delirantes escenas de una película de David Lynch. Un ostinato de piano recorre la pieza de principio a fín con la voz tratada electrónicamente de Wilson y el trío formado por Theo Travis a los vientos, el bajo de Nick Beggs y la batería de Nick France componiendo una escena jazzy de ambientes cargados y bombillas de esas que, en lugar de dar luz, dan sueño. Si Wilson es tan grande, lo es por temas como este en los que juega con distintos géneros con maestría combinandolos de modo que se nos antoja que el resultado ha estado ahí siempre, delante de nuestros ojos, pero sin que ninguno de nosotros alcanzara a verlo hasta que se nos revela por mediación del músico inglés. Como invitado estelar en este tema, tenemos, nada menos que a Steve Hackett a la guitarra.



El segundo disco que completa este “Grace for Drowning” lleva el título de “Like Dust I Have Cleared from My Eye”. Los acompañamientos, a excepción del tema central del mismo, son más reducidos, siendo la mayoría de los cortes dúos y tríos.

“Belle de Jour” – El tema que abre el CD es un sensacional instrumental que nos transporta inmediatamente a la Francia de los impresionistas, con una introducción de guitarra que encaja perfectamente en la tradición de los Satie, Ravel, etc, con un cierto aire romántico de cuento de Tim Burton. El único acompañamiento de Wilson en esta ocasión, es el de la London Session Orchestra.

“Index” – Con “Index” volvemos a los ambientes oscuros y a los personajes obsesivos que pueblan las letras del músico y que llegan a asustar en muchas ocasiones. Para acompañar la historia del coleccionista compulsivo que protagoniza la canción, Wilson se ayuda de la batería de Mastelotto y de la misma orquesta de los otros cortes del album.


“Track One” – Continuando con la linea del segundo disco en cuanto a acompañamientos, la batería de Nic France es el único instrumento que no toca Wilson en este tema. Se trata de una canción de corte épico, con un sensacional crescendo instrumental que nos lleva a un precioso final en el que la guitarra del músico británico es protagonista absoluta.


“Raider II” – El corte más largo de todo el album es también en el que nos encontramos la cara más inquietante del músico que nos cuenta en primera persona la historia de un asalto en el que el protagonista entra de noche en una tienda, golpea y ata al dueño y comienza lo que presumiblemente es una pesadilla con terrible final para éste último. Nos encontramos ante uno más de esos psicópatas que habitan el imaginario de Wilson. A pesar de la narración, el tema es instrumental en su mayor parte y es un efectivo resúmen de todo lo que hemos hablado hasta ahora: ráfagas de hard rock, pasajes ambientales realmente opresivos, ardientes solos de saxo como sacados de una jam session en pleno infierno y todo ello enlazado con la mayor naturalidad. Rompiendo la linea de este segundo disco, esta extensa suite cuenta con la participación de un buen número de intrumentistas. Al margen de Wilson, quien toca guitarras, piano, teclados, harmonium, percusión y bajo ademas de cantar, tenemos a Theo Travis (flautas, clarinete y saxo), Jordan Rudess (piano), Mike Outram (guitarra), Sand Snowman (guitarra), Nick Beggs (stick, bajo), Nic France (batería), los arreglos de Dave Stewart y la participación en la programación de Dave Kerzner.

“Like Dust I Have Cleared from My Eye” – El final de este sensacional viaje por la inquieta (e inquietante) mente de Wilson nos deja con otro cambio de registro volviendo a una canción más convencional, si acaso con cierto regusto “floydiano”. Otra de sus letras sobre la ruptura pero enfocada de un modo distinto. En esta ocasión, la separación es, como indica el título, “como la mota de polvo que me quito del ojo”. Un cierre tranquilo para un disco sensacional con el bajo de Tony Levin y la batería de Nic France acompañando a Wilson en la despedida.

Tenemos poco que añadir a lo ya dicho sobre “Grace for Drowning”. Los seguidores del blog ya conoceis bien casi todas las encarnaciones de Wilson en sus diferentes proyectos y sabeis que aquí se le tiene en muy alta estima. Nuestra opinión tras escuchar su último trabajo no puede sino reforzar esta idea.

Como suele ocurrir con Steven Wilson, este disco está disponible en distintos formatos, CD convencional, vinilo, digibook y edición deluxe con un libro de 120 páginas, 1 CD con material extra y un BlueRay en 5.1:







Todo este material está a la venta en su tienda oficial:

burningshed.com