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domingo, 21 de julio de 2013

Sylvia Plath / Daddy



Sylvia Plath
DADDY
Versión de Cecilia Bustamante

Ya no me quedas, no me calzas más
zapato negro, nunca más.
Allí dentro vivía como un pie
durante treintaitantos años, pobre y blanca,
sin atreverme a respirar ni decir achú.

Papacito he tenido que liquidarte.
Estabas muerto antes de que hubiese tenido tiempo
Pesado como mármol, talega llena de Dios,
estatua lúgubre una sola pezuña parda
Grande como un sello de San Francisco.

Una sola cabeza sobre el caprichoso Atlántico
Donde derrama granos verdes sobre el azul
Aguas afuera de la hermosa Nauset.
Me acostumbré a rezar para que volvieras.
Ach, du.

En la lengua alemana, en el pueblo polaco,
Raídos, nivelados por la aplanadora
De las guerras, las guerras, las guerras.
Pero el nombre del pueblo no es extraño.
Dice mi amigo el polaco.

Que hay más de una docena
De modo que no puedo acertar dónde
Tú pusiste la planta, tu raíz,
Yo nunca pude hablarte
Se me pegaba la lengua al paladar.

Se trabó en una trampa alambrada de púas
Ich, ich, yo, yo.
Apenas si podía hablar,
Creía que todo alemán eras tú
Y el obsceno lenguaje

Una máquina, era una máquina
Insultándome como a una judía.
Otro judío a Dachau, Auschwitz, Belsen.
Como judía empecé a hablar
Y pienso que muy bien judía puedo ser.

Las nieves del Tirol, la cerveza de Viena
No son tan puras ni tan auténticas.
Con mi linaje gitano y mi extraña suerte
Y mi mazo de Tarot, mis cartas de Tarot
Muy bien puedo ser algo judía.

Siempre te he tenido a ti
Con tu Luftwaffe, con tu glugluglú,
Y tu recortado bigote
Y tu ojo ario, azul celeste.
Hombre-panzer. Oh, tú...

No Dios, sino una esvástica
Tan negra que ningún cielo podría cernirse.
Toda mujer adora a un fascista,
la bota en la cara, el brutal
brutal corazón de una bestia como tú.

De pie estás en la pizarra, papi,
En la fotografía que tengo de ti,
Una hendidura en la barbilla
En vez de en tu pie.
Pero no menos demonio por eso, no,
No menos que el hombre de negro.

Qué puso freno a mi lindo y rojo corazón
Tenía diez años cuando te enterraron.
A los veinte intenté morir
Y regresé, regresé a ti
Pensé que hasta mis huesos volverían también.

Pero me sacaron de la talega
Y me reconstruyeron con goma.
Y entonces supe qué hacer.
Hice un modelo de ti.
Un hombre de negro con aire de Meinkampf.

Amante del tormento y la deformación
Yo dije sí, sí quiero.
Así, papito, he terminado al fin.
El teléfono se arrancó de raíz,
Las voces ya no pueden carcomerme más.

He matado a un hombre, he matado a dos
Al vampiro que dijo ser tú
Y bebió de mi sangre todo un año,
Siete años si quieres enterarte,
Papito, puedes descansar en paz ahora.

Hay una estaca en tu negro, burdo corazón,
A los aldeanos nunca les gustaste.
Están bailando y zapateando sobre ti,
siempre supieron que eras tú
Papito, papito: escúchame bastardo, acabada estoy.


 

Daddy
by Sylvia Plath

You do not do, you do not do
Any more, black shoe
In which I have lived like a foot
For thirty years, poor and white,
Barely daring to breathe or Achoo.

Daddy, I have had to kill you.
You died before I had time---
Marble-heavy, a bag full of God,
Ghastly statue with one gray toe
Big as a Frisco seal

And a head in the freakish Atlantic
Where it pours bean green over blue
In the waters off the beautiful Nauset.
I used to pray to recover you.
Ach, du.

In the German tongue, in the Polish town
Scraped flat by the roller
Of wars, wars, wars.
But the name of the town is common.

My Polack friend
Says there are a dozen or two.
So I never could tell where you
Put your foot, your root,
I never could talk to you.
The tongue stuck in my jaw.

It stuck in a barb wire snare.
Ich, ich, ich, ich,
I could hardly speak.
I thought every German was you.
And the language obscene

An engine, an engine, 
Chuffing me off like a Jew.
A Jew to Dachau, Auschwitz, Belsen.
I began to talk like a Jew.
I think I may well be a Jew.

The snows of the Tyrol, the clear beer of Vienna 
Are not very pure or true.
With my gypsy ancestress and my weird luck
And my Taroc pack and my Taroc pack
I may be a bit of a Jew.

I have always been sacred of you,
With your Luftwaffe, your gobbledygoo.
And your neat mustache
And your Aryan eye, bright blue.
Panzer-man, panzer-man, O You----

Not God but a swastika
So black no sky could squeak through.
Every woman adores a Fascist,
The boot in the face, the brute
Brute heart of a brute like you.

You stand at the blackboard, daddy,
In the picture I have of you,
A cleft in your chin instead of your foot
But no less a devil for that, no not
Any less the black man who

Bit my pretty red heart in two.
I was ten when they buried you.
At twenty I tried to die
And get back, back, back to you.
I thought even the bones would do.

But they pulled me out of the sack,
And they stuck me together with glue.
And then I knew what to do.
I made a model of you,
A man in black with a Meinkampf look

And a love of the rack and the screw.
And I said I do, I do.
So daddy, I'm finally through.
The black telephone's off at the root,
The voices just can't worm through.

If I've killed one man, I've killed two---
The vampire who said he was you
And drank my blood for a year,
Seven years, if you want to know.
Daddy, you can lie back now.

There's a stake in your fat black heart
And the villagers never liked you.
They are dancing and stamping on you.
They always knew it was you.
Daddy, daddy, you bastard, I'm through.




sábado, 20 de julio de 2013

Sylvia Plath / Lady Lazarus


Sylvia Plath
Boston, Massachusetts, 27 de octubre de 1932
Londres, 11 de febrero de 1963 

LADY LAZARUS
Versión de Cecilia Bustamante

Lo logré otra vez,
Me las arreglo —
Una vez cada diez años.

Especie de fantasmal milagro, mi piel
Brillante como una pantalla nazi,
Mi diestro pie

Es un pisapapel,
Mi rostro un fino lienzo
Judío y sin rasgos.

Descascara la envoltura
Oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —

¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
Se desvanecerá en un día.

Pronto, muy pronto, la carne
Que la tumba devoró
Se sentirá bien en mí

Y yo una mujer que sonríe.
Tengo sólo treinta años.
Y como gato he de morir nueve veces.

Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
Eso de aniquilarse cada década.

Qué millón de filamentos.
La multitud mascando maní se agolpa
Para verlos.

Cómo me desenvuelven la mano, el pie —
El gran desnudamiento.
Damas y caballeros.

Estas son mis manos
Mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo.

Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que sucedió tenía diez.
Fue un accidente.

La segunda vez pretendí 
Superarme y no regresar jamás.
Oscilé callada.

Como una concha marina.
Tenían que llamar y llamar
Recoger mis gusanos como perlas pegajosas/

Morir
Es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.

Lo hago para sentirme hasta las heces.
Lo ejecuto para sentirlo real.
Podemos decir que poseo el don.

Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Muy fácil hacerlo y no perder las formas.
Es el mismo

Retorno teatral a pleno día
Al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal
Y divertido:

“Milagro!”
Que me liquida.
Luego una carga a fondo

Para ojear mis cicatrices, y otra
Para escucharme el corazón –
De verdad sigue latiendo.

Y hay otra y otra arremetida grande
Por una palabra, por tocar
O por un poquito de sangre

O por unos cabellos o por mi ropa.
Bien, bien, está bien Herr Doktor.
Bien. Herr Enemigo.

Yo soy vuestra obra maestra,
Su pieza de valor,
La bebé de oro puro

Que se disuelve con un chillido.
Me doy vuelta y ardo.
No creas que no valoro tu gran cuidado.

Ceniza, ceniza —
Ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda. 

Una barra de jabón,
Una alianza de bodas.
Un empaste de oro.

Herr Dios, Herr Lucifer
Cuidado.
Cuidado.

Desde las cenizas me levanto
Con mi cabello rojo
Y devoro hombres como el aire.



miércoles, 10 de julio de 2013

Sylvia Plath / El coloso

 
Sylvia Plath
EL COLOSO
Dos traducciones
Por Triunfo Arciniegas

El coloso” es un tanteo o un acercamiento al gran poema de Sylvia Plath, “Daddy”, exploración de la figura del padre.
La muerte de Otto Plath, después de una larga enfermedad, el dos de noviembre de 1940, acabó el encanto de la niñez de Sylvia, entonces de apenas ocho años. El padre es una obsesión en la obra de la poeta norteamericana. Aunque no era judía, en su imaginación veía a su padre como un hombre de negro, ario y antisemita, primero como un coloso y luego como un vampiro. El zapato negro de “Daddy” no solo significa muerte y oscuridad sino ante todo humillación. Poema duro y violento como pocos:

Every woman adores a Fascist,
The boot in the face, the brute
Brute heart of a brute like you.

En Devon, al final de su vida, Sylvia se dedica a la apicultura, antigua pasión de su padre, y en “La llegada de la caja de abejas” escribe: “Encargué esto, esta caja limpia de madera, cuadrada como una silla y casi demasiado pesada. Diría que era el ataúd de un enano o de un niño cuadrado de nos ser por el ruido que no hay en su interior…” La vital laboriosidad de las abejas contaminada por la presencia de la muerte.  
Es tan inmensa figura del padre en “El coloso”, y tan aplastante, que la poeta apenas alcanza el tamaño de su oreja. Pero es una figura resquebrajada, fragmentada, despedazada, en ruinas, de huesos estriados, de rebuznos de mula y gruñidos de cerdo. Nunca estará concluida, es decir, nunca completa, nunca las partes volverán a su sitio. Ni treinta años son suficientes para limpiar y pegar. Tanta ruina requiere más que un rayo. En realidad, todo sigue tal cual. El padre, hondo, oscuro y denso, “como foro romano”, seguirá en el corral, ruina entre las ruinas.
Tan importante es el poema que dio su título al primer libro de Sylvia Plath. En realidad, The Colossus (1960), dedicado a Ted Hughes, fue el único libro de poemas publicado por Sylvia Plath en vida. Los demás fueron preparados y publicados por su esposo Ted Hughes y su hermana Olivia Hughes, editora de Rainbow Press. La mayoría de sus poemas de este primer libro fueron terminados en el otoño de 1959, en Yaddo, después del viaje de la pareja. La publicación póstuma de Ariel(1965), el segundo libro de poemas, despertó la atención del público deThe Colossus, que fue reeditado en 1967. Sigue, con este método de cuentagotas y el sentido comercial de Hughes, Winter Trees (1971).
Sylvia Plath no sobrevivió al invierno de 1963 en Londres. La mañana del once de febrero dejó pan con mantequilla y leche en el cuarto de los niños y se encerró en la cocina. Selló las rendijas con toallas, abrió el horno y metió su cabeza. Cansada, exprimida, sola con sus dos hijos a la altura de sus treinta años, pues Ted Hughes ya vivía con otra mujer, encontró el alivio.
Su trágico final, sus deslumbrantes libros de poemas y su novelaLa campana de cristal hicieron de ella una figura de culto. Dice Jesús Pardo que en otros tiempos los suicidas eran enterrados en el camino real, con una estaca clavada en su corazón, como un vampiro. Y la verdad es que resulta difícil imaginar a Sylvia Plath sin esa estaca en el corazón.  
            A continuación, María Julia de Ruschi Crespo y Jesús Pardo presentan dos versiones de “The Colossus”, discutibles como toda traducción. El lector decidirá la suya o tejerá una tercera, tal vez más acertada, más personal. Si lo desea, puede acudir al poema original, enKiss.

Triunfo Arciniegas
Pamplona, 23 de junio de 2011



Traducción María Julia de Ruschi Crespo

Nunca podré reunirte íntegramente,
Juntar, pegar, articular como corresponde.
Rebuznos de mula, gruñidos de cerdo, obscenos graznidos
Provienen de tus grandes labios.
Peor que en un corral.

Quizá te consideres un oráculo,
Portavoz de los muertos o de algún dios.
Yo llevo treinta años esforzándome
Por limpiar de fango tu garganta
Y no he aprendido nada.

Trepando escaleritas con frascos de engrudo y baldes de lisol
Me arrastro como una hormiga enlutada
Por los campos cubiertos de maleza de tus cejas
Para reparar tu inmenso cráneo y desbrozar
Los descarnados, blancos túmulos de tus ojos.

Un firmamento azul de otra Orestíada
Se cierne sobre nosotros. Oh padre, tú solo
Eres una referencia histórica tan importante como el Foro Romano.
Aquí merendando, en una colina de seres siniestros.
Las columnas de tus huesos y el acanto de tus cabellos vuelven
A su antigua anarquía esparciéndose hasta el horizonte.
Se necesita más que un rayo
Para crear tanta ruina.
Algunas noches me acurruco en la cornucopia
De tu oreja, a salvo del viento,

Y cuento estrellas rojas y estrellas color ciruela.
Sale el sol bajo el pilar de tu lengua.
Mis horas se desposan con la sombra.
Ya no escucho más el roce de la quilla
Contra las sordas piedras del desembarcadero.


Tulipanes y otros poemas
Buenos Aires, CEAL, 1988


Sylvia Plath
EL COLOSO
Traducción de Jesús Pardo

Nunca conseguiré recomponerte,
repegarte, reunirte, rejuntarte.
Mular rebuzno, cacareo obsceno,
gruñidos salen de tus vastos labios.
Peor que en un corral.

Quizás es que concebiste profeta,
portavoz de los muertos o los dioses.
Treinta años llevo trabajando
Por limpiar tu garganta de cieno.
Más todo sigue igual.

Escala arriba, con lisol, con goma
de pegar, como hormiga matutina
por los campos herbosos de tu frente
tu inmenso cráneo componiendo, el túmulo
calvo y blanco de tu ojo despejado.

Un cielo azul, como de la Orestíada
nacido, cómbase sobre nosotros.
Oh padre, solo, eres hondo y denso
como foro romano. Entre cipreses
me siento y el acanto de tu pelo

y tus huesos estriados se penetran
de su antigua anarquía hasta el borde
del horizonte. Crear tanta ruina
requiere más que un rayo. Por la noche
me agazapo en tu oreja, contra el viento,

contando estrellas rojas y ciruela.
El sol sale del fondo de tu lengua
y mis horas copulan con tu tumba.
Ya no busco el raer de quillas sobre
las piedras negras de la playa.

Sylvia Plath, Antología, Colección Visor de Poesía
Madrid, Visor Libros, s.f.





martes, 9 de julio de 2013

Sylvia Plath / Canción putesca


Sylvia Plath
CANCIÓN PUTESCA

La blanca helada se acabó,
los sueños verdes nada valen,
tras un mal día de trabajo
llega el momento de la sucia puta:
su simple fama llena nuestra calle.
Todos los hombres:
Blancos, rubicundos, negros
Derivan hacia su forma desmarañada.

Fijaos, os pido, en esa boca
hecha para bofetadas
en ese rostro costuroso
sesgado a fuerza de pintarrajos, hondones, marcas,
violado por cada hosco año.
Ningún hombre se le acerca
que sea capaz de concentrar aliento
con que corcusir fuego de amor en tan fétida mueca
como apuntan
mis castísimos ojos
saliendo de charco, zanja, trago.