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10 maneras de aprender idiomas y mejorar tu fluidez (¡sin estudiar!)



Creedme cuando os digo que llevo toda mi vida aprendiendo idiomas. Técnicamente, todos llevamos desde que nacimos aprendiendo nuestro idioma materno, pero yo además tuve la suerte de tener unos padres muy modernos que decidieron que mi hermano y yo aprendiéramos euskera desde la cuna. Empecé en la ikastola antes de cumplir los dos años, y de ahí en adelante todos mis estudios los hice en euskera. A los nueve empecé con el inglés (sí, tardísimo comparado a lo que se hace ahora), y ya de adulta me ha dado por el alemán, idioma que me encanta pero en el que nunca tendré la facilidad que tengo para hablar en cualquiera de mis otros dos "segundos idiomas". Los beneficios de aprender idiomas son muy numerosos; no voy a enumerarlos todos aquí, pero baste decir que hay estudios que defienden que ser bilingüe ayuda a retrasar la demencia senil y el Alzheimer, y está más que probado que saber dos idiomas facilita la adquisición de un tercero (y un cuarto, y un quinto). 

Pero aprender idiomas es duro. Todos y todas los que hemos aprendido un idioma de manera no natural (es decir, por inmersión) relacionamos el aprendizaje de lenguas con largas horas de clases, ejercicios de gramática, listenings imposibles que te provocan dolor de cabeza cuando acabas. No tiene por qué. Hay muchas maneras de mejorar un idioma sin asistir a clase, aunque, como siempre, lo que más importa es la motivación. Aquí os dejo diez maneras en las que no solo mejoraréis en fluidez, sino que lo pasaréis bien mientras lo hacéis. No están ordenadas en orden de importancia, ninguna de ellas funciona mejor que otra; elige la que más te guste y ponte con ello. Hoy mismo. 

Créme: necesitarás preguntar para entender esto. 
  • Viaja: Sí, parece de perogrullo, pero no veáis la de gente que no sale de casa porque dice no manejarse bien con el inglés. Viajar y ponerte en situaciones complicadas te ayuda a hacer uso de todo lo que sabes, incluidos signos y pantomimas. Mi consejo es que no viajes a un país donde el primer idioma sea el que estás aprendiendo. Si estás con el inglés, puede que no entiendas a un británico, pero no te será difícil entenderte con un alemán, o con un griego, o un italiano (aunque aquí te entienden mejor en castellano). Que no te asuste parar a la gente por la calle para pedir ayuda. Y cuando tus habilidades mejoren, ¡lánzate! Trata de entenderte con la recepcionista del hotel, pide comida en un restaurante fast-food. Lo mejor es que viajes solo o sola, o que seas quien mejor inglés tiene de tu grupo de amigos y amigas. Huye de viajes organizados, así no practicarás. Aprende a sacarte las castañas del fuego tú solo o sola. 
  • Pasa una temporada larga en otro país: Y no me refiero a "cógete un año sabático y vete a vivir a Italia", sino a "busca un trabajo y conviértete en uno de ellos". Parece difícil, pero créeme que no lo es. Moverse por Europa nunca ha sido tan fácil. Busca acuerdos entre gobiernos, suelen tener programas de intercambio que facilitan llegar al país con un contrato ya firmado. O hazlo por agencia, hay cientos en internet (cuidado con los timos, infórmate bien). Si eres profesor o profesora, por ejemplo, el MEC tiene un programa de visitantes que facilita a profesores españoles trabajar en Estados Unidos y Canadá. Aquí ya tienes que tener un nivel majo de inglés, pero lo que vas a aprender allí en un año no lo vas a aprender nunca quedándote en casa. Yo lo hice y fue la mejor experiencia de mi vida. 
  • Apúntate a clases, pero no de idiomas: ¿Has probado a hacer ganchillo en inglés? ¿Te gusta el dibujo y conoces a un artista nativo? ¿Por qué no le propones que te dé clases? Busca un grupo de amigos/as interesados/as en una actividad y buscad a alguien que pueda ofrecérosla. No tiene por qué ser nativo, basta con alguien que tenga buen nivel. ¿Pintura en alemán? ¿Guitarra en inglés? En la era de internet, nunca ha sido tan fácil encontrar a una hablante de chino mandarín experta en bisutería que esté dispuesta a ganar unas perrillas extras compartiendo lo que sabe. 
  • Habla con un nativo: Hoy en día, esta es una de las cosas más fáciles de hacer. Busca a alguien a quien le apetezca intercambiar idiomas, ya sea en tu ciudad o en internet. Italki, por ejemplo, es un buen sitio donde empezar; hay profesores de idiomas que dan clases por Skype previo pago, pero también hay mucha gente que ofrece hablar en su idioma nativo a cambio de que tú le hables en el tuyo (yo encontré a una alemana que vivía en Zaragoza que estaba aprendiendo euskera porque su marido era vasco, ¡cosas veredes, amigo Sancho!). También puedes acercarte a tu facultad de filología más cercana y encontrar anuncios de gente que se ofrece a dar clases de conversación. Seguro que encuentras a alguien en tu zona con quien charlar un par de días a la semana.
  • Lee cómics: Leer un libro en un idioma extranjero es difícil, por mucho que sean lecturas sencillas. Yo siempre recomiendo empezar por cómics, donde los dibujos y las onomatopeyas ayudan mucho a la comprensión. No te limites a súper héroes, hoy en día hay muchas novelas gráficas que merecen la pena. Aunque te cueste un esfuerzo, es lenguaje real (no escrito para aprendices de idiomas) y será mucho más útil que un libro escrito para, por ejemplo, estudiantes de A2. 
  • Ve películas y series en versión original: Espero que no seas de esas personas que dicen "o leo los subtítulos, o veo la película". No sabes lo que te pierdes cuando ves una serie doblada. Ya no es solo por la oportunidad de aprender el idioma, sino por la calidad de la actuación, de la que se pierde una barbaridad cuando lo ves en otro idioma. Eso sí, siempre con subtítulos, al menos al principio. Ahora, con la TDT y los canales de pago, ya no hay excusas para verlo todo en versión original. Cuando tengas un poco más de nivel, busca películas y series con subtítulos en el idioma original; seguirán siendo una gran ayuda, pero tu cerebro tendrá que trabajar un poco más. 
  • Escucha canciones mientras lees la letra: Soy dura de oído, a veces me cuesta descifrar lo que dicen las canciones incluso en castellano, y en inglés mucho más. No worries. Busca la letra de tu canción favorita en internet y escúchala mientras la lees. No te quedes en aprendértela de memoria, encuentra el significado de esa expresión que no terminas de entender. ¿Que tienes poco nivel en el idioma que estás estudiando? No es excusa. Las canciones pop son simples por definición. Busca una con estribillo facilón y ¡a cantar!
  • Júntate con gente que esté aprendiendo el mismo idioma: No hablo de nativos, hablo de estudiantes como tú. Seguro que en tu ciudad conoces a gente que está aprendiendo el mismo idioma que tú, con niveles distintos. Juntaos para charlar. La cosa es hablar, cometer errores, corregiros los unos a los otros. Este mismo grupo es con el que puedes organizar actividades más tarde, buscar un profesor nativo y dar una clase de cocina, por ejemplo. Intenta vivir en el idioma que has elegido. Haz amistades en ese idioma y siempre hablaréis en él. 
  • Lee blogs en el idioma que quieres aprender: No vas a entender todo, y no importa. Busca un tema que te guste, hazte con el vocabulario básico. Quédate con el significado general e intenta aprender una palabra o frase que no supieras antes de entrar en esa página. Es más barato que comprarte una revista y mucho más motivador. Si ese blog tiene vídeos donde explican cómo hacer algo, o fotografías mostrando el "paso a paso", mejor que mejor. No te haces una idea de lo que se aprende así. 
  • Enamórate en otro idioma: ¿Qué mejor lenguaje que aprender que el lenguaje del amor? Ni siquiera tiene que ser un nativo, sino alguien a quien le guste el idioma que estudias tanto como a ti. Podéis compartir experiencias, quizás te atrevas a viajar más cuando te ves acompañado de alguien que sabe tanto (o tan poco) como tú. Si encima tu pareja es nativa, ya ni te cuento. Tendrás que aprender por necesidad, que es la mejor manera de aprender. Pero el premio es la comunicación con la persona que quieres, ¿y qué mayor motivación puedes encontrar?


Recuerda que lo más importante a la hora de aprender un idioma es mantener la motivación. Ésta puede ser externa (por trabajo, por necesidad, porque tus suegros no hablan tu idioma) o interna (porque te gusta, porque sí), pero sea cual sea, lo primero es convertir el aprendizaje en algo divertido y a lo que no le cojas manía. Dicen que los seres humanos aprendemos por tres razones: porque es interesante, por que nos es útil o porque nos divierte. Elige tu razón (pueden ser las tres) y ponte a ello. Hoy mismo. No hay excusas. 

Aprender idiomas: ¿para qué?


Este año me ha dado por estudiar alemán. No es la primera vez que lo intento, pero parece que mi vida, así en general, se ha confabulado contra este idioma y no hace más que poner impedimentos para que yo lo aprenda. Lo estudié por la UNED mientras hacía la carrera de filología inglesa y, aunque me encantó, terminé con tantas lagunas que decidí empezar otra vez de cero al año siguiente. Me apunté a una academia al lado de casa con una nativa alemana, pero éramos muy pocas en clase, casi no íbamos y no había manera de avanzar. Luego probé con la Escuela de Idiomas y, aunque me tocó una profesora estupenda y muy dinámica que hacía que las dos horas y cuarto de clase se pasaran en un suspiro, lo tuve que dejar por cuestiones laborales (que una no puede estar en dos sitios al mismo tiempo, vaya). Me di por vencida y estuve varios años sin tocarlo, aunque de vez en cuando me daba la neura y trataba de estudiar un poco por mi cuenta (sin mucho éxito). Este año me he vuelto a apuntar a una academia, con profesora nativa que encima me conoce y compañeros de clase a los que casi doblo la edad. En vez de empezar de cero, la profe me ha puesto en segundo y tengo que hacer un esfuerzo del quince por recordar lo que di hace tres o cuatro años, pero, curiosidades del aprendizaje, eso me motiva más que repasar cosas que ya sé. He hablado más alemán este último mes que en los tres años que me pasé estudiándolo anteriormente. Suena raro, pero me paso la semana deseando que llegue la hora de ir a clase (aunque ya he hecho alguna que otra pira, que el cuerpo tiene sus límites y no puedo con mi super horario de tareas extraescolares).

Pero como tres horas a la semana no son suficientes para aprender un idioma (os lo dice una profe de idiomas que pelea porque sus niños vean los dibujos en inglés o en euskera, un esfuercito por favor), he curioseado por internet hasta encontrar una página de intercambio de idiomas. En realidad es una página donde puedes contratar profesores a distancia, que cobran por horas y te dan la clase por Skype, pero también es un punto de encuentro para gente que quiera cartearse o hablar a distancia con gente en otros idiomas. Me apunté en junio y no le hice mucho más caso, pero esta semana he recibido un email que me ha encantado. Una mujer alemana que vive en Zaragoza se ha puesto en contacto conmigo para que le ayude a escribir y hablar en euskera, idioma que está aprendiendo dónde y en Zaragoza porque su novio o marido ("maite dudan gizona", el hombre al que quiero) es vasco. A cambio, ella me ayuda con el alemán, que además de ser su idioma materno es lo que enseña. Por supuesto, me ha faltado tiempo para decirle que sí, y le he escrito una carta emocionada en alemán que ella me ha devuelto corregida al dedillo y con una profesionalidad que no paga el dinero (todo rojo, anda que no me queda nada por aprender). Ahora me toca a mí corregir sus frases en euskera, e imagino que pronto quedaremos por Skype para charlar un rato en el idioma que nos dé la gana.

Lo que me lleva a la pregunta que ha motivado este post: ¿por qué aprende la gente idiomas? Supongo que cada uno tiene su propia respuesta, y es tan variada como aquellos que la dan, pero esa explicación simplista que esgrimen algunos sobre la comunicación se queda corta. Yo estudio alemán porque me gusta la lengua, pero no me preguntéis qué es exactamente lo que me gusta de ella. También porque, como profesora de idiomas, estudiar un idioma nuevo me ayuda a entender el proceso de aprendizaje por el que están pasando mis alumnos y alumnas, y ahora tengo mucho más en cuenta lo duro que es hacer un listening, o el grado de concentración que requiere escribir un texto, o lo difícil que es expresarte en una lengua que no dominas. La mujer de Zaragoza estudia euskera por amor, en una ciudad en la que nunca va a poder usarlo más que con sus compañeros de clase y con su pareja, en un mundo en el que el euskera está infravalorado por muchos vascos que se resisten a aprenderlo o a hablarlo (aunque sepan), un idioma que "no sirve para nada". Mis compañeros de clase estudian alemán porque son ingenieros y ven que su futuro laboral puede pasar por irse a vivir a Alemania. En mi academia hay una mujer de 72 años que lo estudia porque su hija se ha casado con un alemán y se ha ido con él a vivir, y se está preparando para poder hablar con sus futuros nietos.

No es solo comunicación. Si fuera por eso, todos hablaríamos inglés y nada más, y dile a un monolingüe que deje de hablar su idioma en favor de algo que entendamos todos. Aprender idiomas debería acercarnos, aunque a veces es precisamente lo que nos separa. El esperanto fue un experimento fallido por eso mismo, porque era un idioma que no representaba a nadie. Un idioma es como un libro de historia que aún se sigue escribiendo, donde se reflejan la cultura, las tradiciones, los modos de pensar. Y sí, sirve para comunicarse, pero al final es lo de menos. Si solo fuera para eso, toda Europa hablaría el mismo idioma. Y, obviamente, todavía no es así.

Todavía.

Multilingüismo

Ayer estaba en la piscina, durante mi hora de tortura malaya autoimpuesta porque mi piel también tiene derecho a saber que es verano, y vi entrar a una familia de marroquíes, o árabes, o lo que quiera que fueran, ya me entendéis lo que quiero decir. Los niños entraron en la piscina como si nunca hubieran visto una, con la madre diciéndoles -que no gritándoles- algo en un idioma que yo no entendí. No sé qué les dijo, pero me da la impresión de que no le hicieron mucho caso porque los churumbeles salieron corriendo hasta la barandilla del final de la zona de hamacas, señalaron la piscina que se veía a lo lejos (un pequeño aquapark con sus toboganes y sus palmeritas) y se gritaron unos a otros: Begira, begira! Ikusi, ikusi! ¡La piscina! ¡¡Aaaaaah!!

Y yo me enternecí toda, y me hubiera gustado ver la cara del Savater y compañía y explicarles que toma, que ahí tienes a un grupo de niños que aún no ha cumplido los siete años comunicándose entre ellos en tres, ¡TRES!, idiomas, y estoy convencida de que no dijeron Look! Look! porque aún no se lo han enseñado en la clase de inglés que reciben desde los tres años.

Para que luego me hablen de defensa de idiomas que no necesitan ser defendidos.