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El Belén de la Florida

Lo ponen todos los años por estas fechas, porque obviamente no lo van a poner en verano, digo yo. Es un Belén enorme, que ocupa uno de los parques más bonitos del centro (por no decir el más bonito), ese que dice la historia que un rey visitó hace un porrón de años y dijo que era el parque más bonito del reino. Las figuras aprovechan que el parque tiene hasta un pequeño río artificial para ponerse a lavar ropa , o pescar cerca del puente. Hay patos, hay ovejas, hay hasta un niño recogiendo uvas en un viñedo de pega que da el pego… Es como cualquier Belén que pueda una encontrarse en casa ajena (una llena de niños, porque no veo yo a los adultos haciendo el riachuelo con papel de plata), con la diferencia de que en éste las figuras son más altas que yo. Imaginaos semejante circo en el jardín de la casa de veraneo. Pedazo de jardín.


  Hacía muchos años que no iba al Belén de la Florida. Pasada una edad, ver figuritas de cartón piedra en diferentes poses no tiene tanta gracia, y cuando lo has visto todos los años de tu infancia llega un punto en el que un invierno sin Belén parece un regalo. Verlo de pequeña o de adulta no es lo mismo. El castillo de Herodes, por ejemplo, me pareció mucho más pequeño de lo que me había parecido nunca, por no hablar del mismo Herodes, que me aterrorizaba de pequeña y ahora me ha hecho hasta gracia. Con la edad las figuras van perdiendo su encanto, y ya no te quedas obnubilada mirando el molino de agua que anda de verdad al paso del agua (ayudado por un motor, porque no hay caudal suficiente para moverlo), y miras las figuras camino al pesebre con la mirada cínica de alguien que ya no cree en nada. Los pastores que ven la llegada del ángel tiene cara de susto, y no es de extrañar, porque hasta a mí me impresiona la figura del ángel en lo alto del árbol, por más que casi no se vea entre las ramas (o quizás por eso). Como adulta te das cuenta de que, solo en Vitoria, los Reyes Magos llegan al pesebre en caballo, no en camello, y que el niño que está jugando en la serrería tiene una postura tan extraña que parece que no tiene piernas. Son detalles que de pequeña seguro que veía pero no recuerdo haber mencionado mientras paseábamos. Así como del castillo de Herodes sí que me acuerdo (era siempre lo primero que quería ver), el resto lo he olvidado. 



Y luego está el pesebre, que no es más que una cueva artificial dentro de la cual han metido a la happy family y al buey, siempre acompañados de un segurata que evita que alguien se lleve al Niño, como ha pasado algún año. Hace mucho ya, la gente empezó a echar monedas en la cuna del Niño, y al ayuntamiento debió hacerle gracia el gesto y decidió poner una cesta para la colecta; con esas monedas, en teoría, todos los años se compra una figura nueva o se sustituyen las antiguas por nuevas. Es curioso cómo nos sale el espíritu navideño por los poros cuando nos ponen un niño desnudo delante, más si tiene un halo alrededor de la cabeza. 

La única figura que desentona en todo el conjunto, aunque ahora ya es una más y el Belén no sería el mismo sin ella, es la del mendigo, con su perro y su cartón de Don Simón incluidos. Llama la atención sobre todo porque en este parque, como en todos, hay más de una figura de carne y hueso que podría haber competido como modelo para la escultura. No recuerdo quién la colocó ahí, pero sé que se hizo con la intención de que no nos olvidáramos de los más desfavorecidos en estas fiestas. No sé si funciona. Habría que preguntar al ayuntamiento si la colecta del Niño Jesús se ha incrementado desde que la figura del mendigo observa el portal de lejos.