(Me perdonaréis el silencio, pero estoy demasiado liada y demasiado cansada para escribir en el blog estos días. Prometo volver con ganas, porque el cansancio es producto de novedades y ajustes temporales, no de malos rollos o agotamiento mental. Mientras, os dejo una joyita para que practiquéis inglés; he sentido el impulso de traducirlo para los que no dominéis bien el idioma, pero si traducir un texto literario me parece difícil, en poesía ya es imposible, menos aún la de un genio como W. H. Auden. Quedaos en lo superficial o id más allá: de cualquier manera, habréis ganado algo solo con leerla.)
THE MORE LOVING ONE
Looking up at the stars, I know quite well
That, for all they care, I can go to hell,
But on earth indifference is the least
We have to dread from man or beast.
How should we like it were stars to burn
With a passion for us we could not return?
If equal affection cannot be,
Let the more loving one be me.
Admirer as I think I am
Of stars that do not give a damn,
I cannot, now I see them, say
I missed one terribly all day.
Were all stars to disappear or die,
I should learn to look at an empty sky
And feel its total dark sublime,
Though this might take me a little time.
De caras conocidas que traen recuerdos o viajes al pasado involuntarios
Hoy he vuelto a casa dando un rodeo por el casco viejo para hacer un recado y me he cruzado con un profesor de inglés que tuve en el instituto. Me ha hecho gracia porque en veinte años creo que es la primera vez que lo veo, o quizás no tanto, pero lo parece. Le recuerdo como a un buen profesor, de los pocos que me han hablado en inglés en clase (hoy en día es impensable, pero en mis tiempos dábamos inglés en euskera). Hace poco, qué cosas, me acordé de él porque hice lo mismo que él nos hizo en clase una vez: dio por supuesto que nosotros/as, almas cándidas que llevábamos cuatro o cinco años dando inglés (y todos los años empezábamos por el to be y los colores), íbamos a saber diferenciar el acento americano del británico. Le miramos con cara de pez y el pobre desistió, pero a mí me quedó la curiosidad de si realmente era o no tan distinto. Hace unos meses lo hice con críos de segundo de primaria y ellos sí lo distinguieron. Me pregunto qué tipo de alumnado se encontrará él hoy en día.
Pero el recuerdo que me ha venido a la mente nada más verle y que me ha dejado sin aliento un instante no tenía que ver con él, sino con mi padre. Este profesor fue mi tutor en segundo de BUP y mis padres asistieron a la reunión de principio de curso con él. Cuando mi padre volvió a casa, lo primero que me dijo de él fue "Qué boca más pequeña tiene, ¿no?" Y es cierto, la tiene pequeña, o más que pequeña fruncida en un eterno beso; como, además, las tres sílabas de su apellido tienen una u, la sensación de boca diminuta es mucho más exagerada, y las coñas con su nombre en el instituto eran infinitas. Desde aquella reunión, cada vez que en mi casa se hablaba de él había que añadirle la coletilla "el de la boquita pequeña", hasta que el pobre hombre perdió su identidad y ya nos referíamos a él solo por ese rasgo. Las pocas ocasiones en las que le veo u oigo un nombre similar al suyo (el de pila es común aquí, el apellido no tanto), me acuerdo de mi padre y del profesor de la boquita pequeña. En ese orden.
La semana pasada hizo tres años que mi padre murió. Juraría que cuanto más tiempo pasa más anécdotas recuerdo, o más situaciones me lo recuerdan. Supongo que es normal, pero a veces asusta. En ocasiones tengo la sensación de que aún puedo coger el teléfono y llamarle y decirle "me acabo de cruzar con el de inglés, el de la boquita pequeña, y me he acordado de ti"...
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