Vale, sí, lo admito, soy feminista, y a veces un poco más radical de lo que a la gente le gustaría. Abogo por un lenguaje que no discrimine, veo ataques machistas en todas partes, me siento marginada cuando en un grupo de seis en el que hay un solo hombre se nos saluda con un "hola a todos". Soy así, qué le vamos a hacer. También tengo acné y lo llevo lo mejor que puedo.
Pero tengo que aclarar que mi feminismo no es un machismo llevado al otro extremo. Yo no creo que los hombres sean inferiores a las mujeres, que se les deba mermar sus derechos en favor de los nuestros o que nos deban algo. No quiero que nadie me regale nada, simplemente que no se me trate con condescendencia y no se me quite nada que merezco, igual que no quiero que me den nada que no merezca. Claro que habrá gente que opine que yo creo que las mujeres merecen mucho más de lo que en realidad merecemos, y ahí empezarán nuestras diferencias y nuestras discusiones sobre lo que es "ser justo" y lo que es "pedir demasiado". Una de las coletillas que más me revientan es "con las cosas que pasan en el mundo, ¿a quién le importa que se diga médico o médica?" Pues a mí, oiga. También hay miles de personas muriéndose de hambre en el mundo, pero cada uno se preocupa por su hipoteca. ¿O no?
Me estoy yendo por las ramas. A lo que venía yo hoy era a hacer un análisis de las imágenes que estoy viendo cada vez más últimamente, las bofetadas de mujeres a hombres. Hoy en día nadie se atrevería a poner una bofetada como esas que le daban a Greta Garbo en una película, faltaría más, pero al revés parece que sí se puede. Ahí estaba yo, viendo una película de lo más soso e inocente, cuando de repente una chica menudita y muy poquita cosa le suelta un guantazo a un tío que le sacaba tres cabezas porque sí, sin venir a cuento. El chico, por supuesto, no respondió. La mayoría de esas escenas terminan con la chica marchándose muy digna y con la cabeza muy alta, y con el chico acariciándose la mejilla con cara de qué habré hecho yo para merecer semejante guarrazo. Os suenan, ¿no? Aquí suele venir el comentario colectivo que sueltan muchas de ellas, un "qué bien le está" o similar.
Pues me llamaréis exagerada, pero a mí esto me parece un signo de machismo implícito. Y lo más triste es que viene de nosotras mismas.
Nos siguen poniendo como el sexo débil. Nos siguen retratando como la mujer que puede abofetear a alguien mucho más fuerte que ella porque sabe que él no le va a devolver el sopapo, porque sabe que él piensa que pegar a una chica está mal. Soy más débil, soy más indefensa, por eso estarías abusando. ¿Y no está ella abusando de su debilidad? Una chica jamás pegaría a otra chica si sabe que ésta es más fuerte que ella. ¿Por qué? Porque le va a devolver la bofetada y la va a dejar en el sitio. Pero se puede pegar a un hombre de metro ochenta y saber que no te va a tocar un pelo. Por una vez, aquí el héroe es él y la machista ella. Si le devolviera el golpe, él sería un cobarde, pero como sólo lo recibe se queda en sufridor de una educación machista.
Que un hombre pegue a una mujer es tan cobarde como que una mujer pegue a un hombre. No hay dobles lecturas, no hay doble moral. Las bofetadas tan peliculeras que nos cuelan en las comedias románticas de los sábados por la tarde son violencia, punto. Lo que no quieres para ti, no lo quieras para los demás.
A veces me da la sensación de que hilo demasiado fino y veo ataques donde otros sólo sueltan una carcajada. ¿Me estaré volviendo una exagerada? (Yo sigo pensando que no.)
Ni Phelps, ni Bolt: Cid
Comentaba Maripuchi hace unos días que no era justo decir que Phelps era el mejor olímpico de la historia porque no se pueden conseguir tantas medallas como en natación en ninguna otra disciplina. No es justo decir que es mejor que un atleta que compite en cuatro pruebas, o que un tenista que sólo puede ganar una o dos medallas. Todos tienen su mérito independientemente de la cantidad de metales que acumule su cuerpo.
Un ejemplo, la guapísima, elegantísima, estupendísima y vitorianísima Almudena Cid, que a sus 28 añazos se ha colado en su cuarta final olímpica en gimnasia rítmica, nada menos, una disciplina donde a los 20 ya se es una vieja. Ahí la tenemos, haciendo historia, dejando el pabellón vitoriano bien alto e iluminando Pekín con esa sonrisa que ocupa más que ella. Las medallas quedan muy lejos, son territorio exclusivo de las deportistas de los países del este, pero ser una presencia constante en una final olímpica desde los dieciséis años ya vale un oro.
Almudena, Vitoria está contigo. Quedes primera, segunda o décima, ya has hecho historia y has vuelto a ganarte el cariño de todos y todas. Volverás con la cabeza bien alta, con el orgullo intacto y con el objetivo cumplido. Zorionak berriro, Almudena!
Michael Phelps y su profesora de lengua
Me acabo de enterar de que Michael Phelps se ha acordado "cariñosamente" de una profesora de lengua de la secundaria que le dijo que nunca llegaría a nada en la vida. Se lució, la señora.
Esto me vuelve a demostrar, como ya he sabido siempre, que hay gente a la que no se le puede dar posiciones de poder. Un docente tiene una posición de poder; tiene el control de mentes en formación y, nos guste o no, los críos se suelen tomar a pies juntillas lo que decimos, aunque estemos equivocados. El gran error es creérnoslo nosotros también.
Yo jamás he juzgado a ninguno de mis alumnos en clase. Es más, sé que tienen más posibilidades de triunfo esos niños y niñas que nunca prestan atención, que están más preocupados por actividades extraescolares o que pasan olímpicamente de lo que su profesora o su madre puedan decirle. Demuestran una seguridad en sí mismos que no poseen los alumnos más aplicados de clase, esos que siempre se preocupan por la nota del último examen, aunque me cuido muy mucho de decírselo a unos y a otros, claro. Además, con las vueltas que da la vida y todas las características de un ser humano, ¿cómo puede la profesora de una sola asignatura decir si un chaval va a triunfar o no? Yo era pésima en física, y no me ha ido nada mal. Si mi profe de física me llega a decir que iba a fracasar en la vida (ganas no le faltaron, cómo se reía de mí cada vez que suspendía, qué cabrón era el tío), quizás me hubiera hundido y me hubiera apartado de mi vocación, la enseñanza. O, quién sabe, quizás hubiera sido campeona olímpica y ahora sería la mejor nadadora de todos los tiempos (eso va a ser que no: la de gimnasia nunca me lo dijo porque era una bellísima persona, pero ella sí que podía haberme dicho "maja, no te dediques a esto").
Imaginaos lo que le tuvieron que escocer a Phelps las palabras de su profesora para acordarse de ella en un momento como el que está viviendo. Me gustaría ver la cara de ella, que seguro que lo ha oído y se ha reconocido en sus palabras.
Esto me vuelve a demostrar, como ya he sabido siempre, que hay gente a la que no se le puede dar posiciones de poder. Un docente tiene una posición de poder; tiene el control de mentes en formación y, nos guste o no, los críos se suelen tomar a pies juntillas lo que decimos, aunque estemos equivocados. El gran error es creérnoslo nosotros también.
Yo jamás he juzgado a ninguno de mis alumnos en clase. Es más, sé que tienen más posibilidades de triunfo esos niños y niñas que nunca prestan atención, que están más preocupados por actividades extraescolares o que pasan olímpicamente de lo que su profesora o su madre puedan decirle. Demuestran una seguridad en sí mismos que no poseen los alumnos más aplicados de clase, esos que siempre se preocupan por la nota del último examen, aunque me cuido muy mucho de decírselo a unos y a otros, claro. Además, con las vueltas que da la vida y todas las características de un ser humano, ¿cómo puede la profesora de una sola asignatura decir si un chaval va a triunfar o no? Yo era pésima en física, y no me ha ido nada mal. Si mi profe de física me llega a decir que iba a fracasar en la vida (ganas no le faltaron, cómo se reía de mí cada vez que suspendía, qué cabrón era el tío), quizás me hubiera hundido y me hubiera apartado de mi vocación, la enseñanza. O, quién sabe, quizás hubiera sido campeona olímpica y ahora sería la mejor nadadora de todos los tiempos (eso va a ser que no: la de gimnasia nunca me lo dijo porque era una bellísima persona, pero ella sí que podía haberme dicho "maja, no te dediques a esto").
Imaginaos lo que le tuvieron que escocer a Phelps las palabras de su profesora para acordarse de ella en un momento como el que está viviendo. Me gustaría ver la cara de ella, que seguro que lo ha oído y se ha reconocido en sus palabras.
Sin nada que decir
Verano, nada que decir, mucho tiempo libre... Y a una le da por mirar viejas páginas de You Tube.
Ya sé que dije que no iba a odiar más, pero ahora mismo a esta mujer le tengo algo de manía. No sé por qué será.
Por cierto, yo así también bailo: el tío se queda quieto y deja que la otra gire a su alrededor. No te jode... (aunque supongo que bastante hace a sus sesenta y cuatro, el pobre).
Ya sé que dije que no iba a odiar más, pero ahora mismo a esta mujer le tengo algo de manía. No sé por qué será.
Por cierto, yo así también bailo: el tío se queda quieto y deja que la otra gire a su alrededor. No te jode... (aunque supongo que bastante hace a sus sesenta y cuatro, el pobre).
Que lo despidan, ya
Estoy viendo las noticias de La Cuatro cuando veo el siguiente titular:
LAPORTA COJE AIRE
Dice mi hermano que los titulares los escriben los becarios. Pues QUE ECHEN AL BECARIO, POR FAVOR.
(Lo mejor, lo de mi hermano: "Sí, ya sé que coger es con g, pero en mayúscula es con jota, ¿no?)
LAPORTA COJE AIRE
Dice mi hermano que los titulares los escriben los becarios. Pues QUE ECHEN AL BECARIO, POR FAVOR.
(Lo mejor, lo de mi hermano: "Sí, ya sé que coger es con g, pero en mayúscula es con jota, ¿no?)
¿Es esto racista?
¿Es esta imagen racista, como afirman británicos y estadounidenses? (No sé si veis bien la foto, es la selección de baloncesto rasgándose los ojos; podéis verla en El País.) Mi primer impulso es decir que no, pero como no soy china no sé si me ofendería.
Así que he cambiado el gesto. Imaginemos por un momento que las olimpiadas se celebraran en Euskadi y un grupo saliera vestidos todos con boinas. O con tripas falsas fingiendo ponerse hasta el culo de bacalao al pil-pil. O vestidos de levantadores de piedras, de vascos de caserío o de pescadores. Nada de eso me ofendería; es más, me moriría de la risa. Ahora, si alguno saliera fingiendo ser un etarra, le ponía un pleito, directamente. Pero creo que lo de la foto se puede comparar sin miedo a lo de la txapela. Los chinos tienen los ojos rasgados, es un hecho. ¿Es racista imitar el gesto? No se están riendo de ellos. ¿O sí?
No lo sé. Me confunde. Igual que yo veo ataques misóginos por todas partes, otros ven ataques racistas. No sé si yo soy corta de miras o que a los demás les sobran aumentos.
Verano
Debería haber aprovechado el verano para meterle algo de caña al blog, pero me ha dado pereza. Todos los días, a eso de las cuatro y media de la tarde, la modorrilla de la siesta me trae mil ideas a la cabeza que podía haber convertido en entradas más o menos entretenidas, pero al despertar se han ido o han perdido su interés. Estoy cambiando; antes escribía guiada por las musas, por momentos de inspiración. Ahora sólo escribo tras meditar bien lo que voy a escribir, con el culo bien pegado a la silla delante del ordenador y el reloj marcándome los minutos que tengo que estar -por narices, porque lo digo yo- "trabajando". No sé si es mejor o peor. Más productivo sí que es, desde luego, porque no he conocido cosa más inestable que la inspiración.
Ayer abrí la caja donde guardo varios primeros borradores de cuentos que en su momento me parecieron una auténtica porquería y me he encontrado con que, oh milagro, algunos de ellos han pasado de ser carbón a ser diamante. Es verdad lo que todo el mundo dice -incluso yo a mis alumnos-, que hay que dejar macerar las obras un tiempo para poder verlas luego desde la distancia, como si las hubiera escrito otro, y poder juzgarlas más objetivamente. Hoy le voy a dar un premio al Monstruo, encerrado en su oscura mazmorra desde que empezó el verano, y voy a pedirle que use un boli rojo para tallar esos diamantes brutos. Con un poco de suerte, antes de que acabe el verano habré participado en alguno de los cientos de concursos literarios que abundan por ahí.
También encontré, oh terror, el comienzo de dos novelas que en su momento dejé por poco originales, porque no se me ocurría cómo seguir o porque la vida se me echó encima y recortó mi tiempo de escritura. Y ahora me da una rabia tremenda haberlas dejado a medias, porque me gustan esas primeras veinte o treinta páginas que escribí, y me enfurezco conmigo misma por no haber sido constante. Eso sí he aprendido este verano: constancia. Todos los días a la misma hora y durante cada vez más tiempo delante del ordenador para acabar lo que empiezo. Este verano me he sentido escritora.
El uno de septiembre vuelvo a la realidad a lo bestia y sin anestesia. El mismo uno empiezo a trabajar, la universidad y un cursillo de traducción por Internet. En octubre le sumaré las clases de dibujo. Mi vida ataca de nuevo, y mi yo escritora se va a ver relegada a las noches en las que no echen House, Anatomía de Grey, o Medium en la tele. Por eso quiero aprovechar al máximo el tiempo que tengo, por eso me gustaría tener la fuerza mental suficiente para pasarme cuatro o cinco horas escribiendo todos los días. Pero me tengo que conformar con dos -y gracias-, y con un Monstruo dormido.
Me siento toda una profesional. Aunque no publique una sola letra en toda mi vida, este verano he sido escritora. Y me ha encantado la sensación.
Ayer abrí la caja donde guardo varios primeros borradores de cuentos que en su momento me parecieron una auténtica porquería y me he encontrado con que, oh milagro, algunos de ellos han pasado de ser carbón a ser diamante. Es verdad lo que todo el mundo dice -incluso yo a mis alumnos-, que hay que dejar macerar las obras un tiempo para poder verlas luego desde la distancia, como si las hubiera escrito otro, y poder juzgarlas más objetivamente. Hoy le voy a dar un premio al Monstruo, encerrado en su oscura mazmorra desde que empezó el verano, y voy a pedirle que use un boli rojo para tallar esos diamantes brutos. Con un poco de suerte, antes de que acabe el verano habré participado en alguno de los cientos de concursos literarios que abundan por ahí.
También encontré, oh terror, el comienzo de dos novelas que en su momento dejé por poco originales, porque no se me ocurría cómo seguir o porque la vida se me echó encima y recortó mi tiempo de escritura. Y ahora me da una rabia tremenda haberlas dejado a medias, porque me gustan esas primeras veinte o treinta páginas que escribí, y me enfurezco conmigo misma por no haber sido constante. Eso sí he aprendido este verano: constancia. Todos los días a la misma hora y durante cada vez más tiempo delante del ordenador para acabar lo que empiezo. Este verano me he sentido escritora.
El uno de septiembre vuelvo a la realidad a lo bestia y sin anestesia. El mismo uno empiezo a trabajar, la universidad y un cursillo de traducción por Internet. En octubre le sumaré las clases de dibujo. Mi vida ataca de nuevo, y mi yo escritora se va a ver relegada a las noches en las que no echen House, Anatomía de Grey, o Medium en la tele. Por eso quiero aprovechar al máximo el tiempo que tengo, por eso me gustaría tener la fuerza mental suficiente para pasarme cuatro o cinco horas escribiendo todos los días. Pero me tengo que conformar con dos -y gracias-, y con un Monstruo dormido.
Me siento toda una profesional. Aunque no publique una sola letra en toda mi vida, este verano he sido escritora. Y me ha encantado la sensación.
The Uski's
Para el que no lo sepa, Vitoria está de fiesta. Desde el cuatro de agosto hasta el nueve, las calles del centro se llenan de conciertos, actuaciones y actividades varias que consiguen gustar a todo el mundo, como en todas las fiestas de cualquier lugar. Hay conciertos "serios" en la Plaza de los Fueros (Chenoa, La quinta estación, Barricada, Rosendo, Ruper Ordorika), verbenillas en todas las plazas (con la siempre segura actuación de los sempiternos Joselu Anayak, a los que van a tener en los Fueros pronto porque no cabía un alfiler en la Plaza del Arka) y "txokos" euskaldunes repartidos por un par de puntos de Vitoria. Al que le gusten las danzas vascas, la trikitixa, el txistu, al Machete; si lo que te gusta es más político (qué cansos, madre), están las txoznas, que este año están más limpias que nunca con el invento del alquiler del vaso.
Yo tengo la suerte de tener una cuadrilla a la que le gusta de todo. Nos paseamos por distintos puntos de la ciudad, escuchamos un poco de aquello, un poco de lo otro y bailamos hasta que se nos canse el cuerpo (o se nos tuerza el tobillo, como es mi caso este año). Las txoznas están bien para comer un bocadillo tranquilos y tomar un pote sin tener que pelearte por llegar a la barra; el otro día los conciertos del centro eran tan malos que no nos movimos de las txoznas, y como hay que tomar un pote en cada una, llegamos a casa más bien intoxicados. Ayer, sin embargo, los conciertos merecían la pena y allí que nos fuimos; subimos a la Plaza del Machete un rato y luego bajamos a Fueros a escuchar a La quinta estación -justo los bises, o sea, las que nos sabíamos-. Una pena que se juntaran dos conciertos buenos.
Porque en el Machete estaban The Uski's, un grupo vizcaíno que toca música surfera en euskera y que suenan estupendamente bien en directo (para que os hagáis una idea, visitad www.theuskis.com). Música surfera, digo, con lo que ello supone en cuestión de letras: me ha dejado, qué chica más guapa, te echo de menos, vete a tomar vientos, todo lo que necesito para vivir es mar, playa, cerveza y marihuana, y otras lindezas tan triviales como esas. Trivialidades, al fin y al cabo, que es lo que uno está buscando en una noche de fiestas, sin letras cargadas de mensajes políticos, con unos chicos majísimos vestidos con vaqueros y camisas blancas libres de eslóganes que pegaban unos saltos dignos de ver en el escenario. Intercalaron alguna que otra canción en castellano que no tienen en sus discos (genial la de "Yo soy Armónica Levinski), encandilaron hasta a la amiga que iba con nosotras que no les conocía y ni siquiera habla euskera y nos dejaron a sus fans con ganas de seguir escuchando hasta que se acabara la noche. Pero todo se acaba y The Uski's (para los que nos sepáis euskera, es un juego de palabras entre Eguzki -sol- y Uski -ano-) tuvieron que poner también su punto final.
Una gozada, en resumen, poder escuchar un concierto en euskera sin tener que aguantar los mensajes velados (y no tan velados) que la mayoría de los grupos insertan en sus canciones. Esto sí que es promocionar la cultura vasca, acercarla a los nuevos tiempos, convertirla en algo cercano que los padres puedan comprar para sus hijos sin tener que preocuparse de qué les pueden estar inculcando en las letras.
Una gozada, vaya. A ver si vuelven.
Yo tengo la suerte de tener una cuadrilla a la que le gusta de todo. Nos paseamos por distintos puntos de la ciudad, escuchamos un poco de aquello, un poco de lo otro y bailamos hasta que se nos canse el cuerpo (o se nos tuerza el tobillo, como es mi caso este año). Las txoznas están bien para comer un bocadillo tranquilos y tomar un pote sin tener que pelearte por llegar a la barra; el otro día los conciertos del centro eran tan malos que no nos movimos de las txoznas, y como hay que tomar un pote en cada una, llegamos a casa más bien intoxicados. Ayer, sin embargo, los conciertos merecían la pena y allí que nos fuimos; subimos a la Plaza del Machete un rato y luego bajamos a Fueros a escuchar a La quinta estación -justo los bises, o sea, las que nos sabíamos-. Una pena que se juntaran dos conciertos buenos.
Porque en el Machete estaban The Uski's, un grupo vizcaíno que toca música surfera en euskera y que suenan estupendamente bien en directo (para que os hagáis una idea, visitad www.theuskis.com). Música surfera, digo, con lo que ello supone en cuestión de letras: me ha dejado, qué chica más guapa, te echo de menos, vete a tomar vientos, todo lo que necesito para vivir es mar, playa, cerveza y marihuana, y otras lindezas tan triviales como esas. Trivialidades, al fin y al cabo, que es lo que uno está buscando en una noche de fiestas, sin letras cargadas de mensajes políticos, con unos chicos majísimos vestidos con vaqueros y camisas blancas libres de eslóganes que pegaban unos saltos dignos de ver en el escenario. Intercalaron alguna que otra canción en castellano que no tienen en sus discos (genial la de "Yo soy Armónica Levinski), encandilaron hasta a la amiga que iba con nosotras que no les conocía y ni siquiera habla euskera y nos dejaron a sus fans con ganas de seguir escuchando hasta que se acabara la noche. Pero todo se acaba y The Uski's (para los que nos sepáis euskera, es un juego de palabras entre Eguzki -sol- y Uski -ano-) tuvieron que poner también su punto final.
Una gozada, en resumen, poder escuchar un concierto en euskera sin tener que aguantar los mensajes velados (y no tan velados) que la mayoría de los grupos insertan en sus canciones. Esto sí que es promocionar la cultura vasca, acercarla a los nuevos tiempos, convertirla en algo cercano que los padres puedan comprar para sus hijos sin tener que preocuparse de qué les pueden estar inculcando en las letras.
Una gozada, vaya. A ver si vuelven.
Darwinismo frente al Diseño Inteligente
Cuando trabajaba en Estados Unidos, uno de mis directores resultó ser un pastor de no sé qué religión cristiana (una de esas denominaciones protestantes de las que al final acabé perdiendo la cuenta) que se había metido a director de escuela porque los pastores no tenían jubilación y se ganaba más en la enseñanza. No era un hombre mayor, rondaría los cincuenta o menos, y era un cachondo mental con muy poca seriedad en su trabajo que no te daba problema ninguno, pero tampoco te los solucionaba. A pesar de su aparente "campechaneidad", permítaseme el palabro, no nos hizo falta mucho tiempo para darnos cuenta de que dentro de él se escondían varios "ismos" que a los españoles que trabajábamos con él no nos gustaron nada: racismo, machismo y creacionismo, entre otros. También era republicano, pero bueno, muchos otros lo eran y no tenían por qué ser malas personas.
Teniendo en cuenta que trabajaba en un pueblo con una población mayoritariamente inmigrante y en una profesión en la que se veía rodeado de mujeres, entenderéis que los dos primeros "ismos" no eran de tomarse a broma. Sin embargo, la anécdota que me ha venido hoy a la cabeza por un artículo sobre Darwin que he leído esta mañana en el periódico tiene que ver con el creacionismo.
Era costumbre en las escuelas de King City que los directores editaran un pequeño panfleto, una especie de carta, con las actividades de la semana que comenzaba, al que añadían también un pequeño artículo personal que trataba, normalmente, sobre algún tema que había ocurrido en la escuela. Eran artículos que animaban al profesorado, que les decían lo maravillosos que eran todos y lo bien que hacían su trabajo; en definitiva, eran la versión adulta de una "cheerleader" para los profesores, en vez de para los jugadores de fútbol. Nuestro director, sin embargo, tenía la puñetera costumbre de escribir artículos que a veces no tenían mucho que ver con lo que estaba ocurriendo en el colegio y sí con lo que anunciaban los telediarios, dando su punto de vista completamente parcial sobre el tema y dejándonos a todos con cara de gilipollas porque no teníamos manera de replicar. Una vez habló de que teníamos que apoyar a las tropas americanas en Irak. Otra, en defensa de los profesores europeos que trabajábamos allí, porque no había que confundírsenos con los mejicanos (le montamos un buen pollo y le dijimos que nos daba lo mismo con quién nos compararan, que no lo tomábamos como un insulto, y no lo entendió). Pero el que a mí más daño me hizo fue uno en el que se metió con el equivalente al ministro de educación de California.
Este hombre (el ministro), en un valiente intento de acallar polémicas, prohibió la equiparación de la enseñanza del Génesis con la de la teoría de la evolución de Darwin en las escuelas, defendiendo que una cosa eran las creencias y otra la ciencia. Nuestro querido director le puso a caldo, diciendo en el artículo de marras que este hombre no era un educador, no era nadie para venir a decirnos a los profesores lo que teníamos que enseñar o no. Que él creía más en el diseño inteligente que en Darwin (lo equiparó, si señor) y que el ministro no iba a obligarle a cambiar sus creencias, porque eran eso, creencias, ya que Darwin no tenía ninguna prueba de que su teoría fuera cierta. Muchos nos subimos por las paredes. Fui a hablar con él. Le dije que me había ofendido, y él siguió en sus trece de que no había pruebas para decir de dónde venimos y a dónde vamos. Mi queja le entró por un oído y le salió por el otro.
Este hombre ha sido despedido por su incapacidad como director. No ha sido por este artículo, aunque ha ayudado, y mucho, en su declive, y me alegro de que ya no esté en una posición de poder.
No tengo ningún problema con la Biblia, con el Génesis y con cualquier otro libro religioso. Me parece una preciosa colección de historias que me permiten ver cómo la gente de hace miles de años se explicaba lo que ocurría a su alrededor. No me molestan los creyentes, cada uno es libre de creer en lo que sea si le ayuda. Pero cerrar el camino a la ciencia porque contradice una creencia es volver a los siglos más oscuros de nuestra historia, y tenemos que evitarlo de cualquier manera. Por suerte, vivimos en un continente donde directores como el que yo tuve no sobrevivirían a una inspección de educación, pero todavía hay mucho trabajo que hacer en el mundo. Y que uno de los lugares que necesita más ayuda sea el país más fuerte del mundo, me aterra.
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