El Monstruo


Tengo al pobre Monstruo que le va a dar algo.

Claro, tanto tiempo callado, encerrado en su hemisferio izquierdo, ahora que le he dejado salir está que se me come viva. Que ya te lo había dicho yo, que nunca me escuchas, que mira que te dije que era una puta mierda, pero tú nada, tú dale, tú pa'lante como si las críticas no fueran contigo, y hala, a encerrarme en tu lado más aburrido, sin arte, sin imaginación, todo números y palabras sacadas del diccionario, ni una mala metáfora que echarme a la boca.

Porque claro, me dice, si me llegas a escuchar cuando te avisaba de que ibas por mal camino, que ya el mismo tema era una mierda de elección, no habrías perdido meses escribiendo gilipolleces. Y yo le explico, trato de explicarle, que el tema no era ni mejor ni peor que mil otros, que se trata de cómo se lleve a cabo, pero él erre que erre. Si es que hay que ser cabezona, insiste, mira que te lo advertí, que te parases, que vieses que así no ibas a ninguna parte, que estabas haciendo el ridículo. ¿Ridículo?, pregunto yo, ¿qué ridículo, si esto no lo va a leer nadie más que yo? Él se queda mudo y me mira con esos ojos inyectados en sangre, los ocho colmillos a la vista. Entonces, me dice, ¿para qué lo has escrito? Para probarme que podía.

Pero, ¿qué has escrito?, insiste él, recuperándose al instante (que para algo es un monstruo diabólico), porque no me vendrás ahora con que te has marcado una novela, que si no llega a 80.000 palabras no te lo acepta ni el tato y tú justo has llegado a la mitad. Sí, pero está terminada, le explico. ¿Y qué? Ibas a por una novela negra y te ha quedado un gris perla; ibas a por una obra con todos los flecos atados y esto parece una falda escocesa, ibas a por algo digerible y esto no hay quien se lo trague. No, odiado Monstruo, te equivocas: iba a por un producto final. Iba a probarme a mí misma que podía hacerlo. Iba a encontrar mi técnica, mi estilo, mi forma de escribir. ¿Y lo has conseguido? No. Pues ya está. Has perdido el tiempo.

Pues no, tío listo, y ahí te vas otra vez al hemisferio izquierdo, por coñazo pesado de las narices. Como le pasó a Edison con la bombilla, yo he encontrado una manera de la que no me puedo valer para escribir, que ya es mucho descubrimiento para un verano. Sólo me quedan un par de millardos más por probar.

Así que será cuestión de seguir con ello ya.

3 comentarios:

Sebastián Puig dijo...

Exacto, real como la vida literaria misma...

Fernando Alcalá dijo...

Yo a mi monstruo lo he encerrado en el armario. Quería darle vacaciones, pero el cabrón adora trabajar. Así que, mira, me las he dado yo y le he castigado al armario. Espero que no se coma las sábanas, porque me gustan mucho.

Jo, qué curiosidad me ha dado de leer tu trabajo...

(más puntos suspensivos ;))

Ruth dijo...

Que no, Fernando, que no, que es una caca. De verdad, no habla el Monstruo, hablo yo con conocimiento de causa.
Tú deja bien encerrado al bicho y vete a la playa, que te lo has ganado.