La vida

El otro día, no sé a cuento de qué, les pregunté a los críos si ellos eran optimistas o pesimistas (supongo que estaríamos trabajando el significado de las palabras) y, aunque la mayoría me contestaron sin pensar, hubo alguna respuesta que me llamó la atención. Una cría me dijo: "Yo me levanto muy optimista por las mañanas, pero es que luego... No sé... Empieza el día y se jode todo. Llega la vida, supongo". Que una niña de doce años sintiera el peso de la vida de semejante manera me dejó helada.
Y eso es un poco lo que me ha pasado a mí esta semana. Empecé el lunes con unas ganas terribles de hacer cosas; tenía las pilas cargadísimas, ganas de estudiar, de ver a mis alumnos, de probar con ellos un par de ideas nuevas de esas que se te ocurren cuando tienes la mente descargada, de escribir, de comentar el viaje en el blog... Y poco a poco me he ido descargando, hasta que hoy me he obligado, literalmente, a sentarme delante del ordenador y escribir algo (porque hoy es jueves, ¿os habéis fijado en que tengo una pauta involuntaria de escribir los jueves y los domingos?). Pero no voy a hablaros de Brighton, que seguro que todos conocéis o habéis oído hablar de él, ni de Canterbury (qué bonito, qué bonito), ni del castillo de Arundel (parecía una vulgar estadounidense, boquiabierta ante un castillo, pero es que ¡pedazo de castillo!), ni del hecho de que haya aprendido a cruzar la calle en Inglaterra (no, a conducir no, a cruzar la calle, que después de casi morir atropellada dos veces tiene mucho mérito).

Os voy a hablar de otra de mis obsesiones, esta ya antigua pero que amenaza con volver. Es este señor de la foto, Robert Downey Jr., por el que me dio casi tan fuerte (pero sólo casi) como me ha dado ahora por Alan Rickman cuando empezó a trabajar en Ally MacBeal. Me gustaba, como buen ser insustancial y superficial que soy, por lo guapo que me parecía con esa cara de niño travieso y esa sonrisita que hacía que todo se lo perdonaras, y luego me gustaba porque me daba la sensación de que él necesitaba que a mí me gustara (qué mal suena, pero es mucho más sencillo que un egocentrismo sumo), con todos sus problemones con las drogas y la cárcel y ese rostro de Calimero-nadie me quiere que me derretía. Aunque, la verdad, ya hay que ser tonto, coño, y tener muy mala suerte -permitidme que le llame mala suerte, aunque sé que se lo buscó él mismo- para que te pille la poli cuatro veces haciendo una de las tuyas, ¡que hasta se metió en casa de un vecino a dormir porque no encontraba su casa del pedo que llevaba!
Pero ahora está limpio, y lleva así mucho tiempo, parece ser que gracias a su segunda mujer, que lo tiene sujeto y bien sujeto y le ha dicho que a la mínima, puerta. Una pena que su hijo no fuera suficiente motivación para mantenerse sobrio, aunque ya se sabe que tiran más dos tetas que dos carretas, o que tu hijo, por más que lleve su nombre tatuado en el brazo y lo adore, por lo que dice (pero bien que lo dejó con la nanny para ir a pillar drogas). Y ahora, limpito cual patena, se nos planta en la pantalla haciendo de super héroe, el majetón de él. Y qué queréis que os diga, no creo que vaya a verla al cine, pero que me pillaré la peli lo tengo muy claro, porque aparte de guapo este señor me parece un actor estupendo (y me derrite su sonrisa, para qué nos vamos a engañar), y va a merecer la pena admirar los pectorales que se ha echado de tanto ejercitarse para la película.

Y hablando de actorazos y volviendo a mi obsesión de siempre, ¿os podéis creer que en Inglaterra no tienen, NO TIENEN, canal Alan Rickman? Yo pensaba que iba a estar la BBC, la ITV, la Qué Sé Yo y el Alan Rickman Channel, ese donde te ponen las tropecientas películas de este señor tan estupendo que tiene la edad de mi padre pero no su fachada, y le cambian los finales a Robin Hood y Jungla de Cristal para que por una vez no muera el malo, leñe, que ya les vale. Conseguí ver, eso sí, tres segundos de él en las noticias. Resulta que había ido a un funeral al que también asistió Jude Law y, no os lo perdáis, Jude Law leyó un poema. ¡En una sala en la que estaba Alan Rickman, leyó alguien que no era él! Qué poca vergüenza hay que tener. O qué ego. O qué gran autoestima. No, me quedo con poca vergüenza.
Si no fuera porque sé que Alan es republicano, le nominaba para Sir hoy mismo. Uy, no, que se me han adelantado...

5 comentarios:

Luis Vea dijo...
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Luis Vea dijo...

No termino de entender tu relación con los actores pero debo reconocerte que he visto a Rickman varias veces y me han gustado sus papeles. Lo recuerdo en Love Actually en aquel papel de madurito que le pone -o intenta ponerle- los cuernos y la cara de ella cuando descubre que el regalo del collar no es para ella. Es un buen actor. Británico, claro. Nada que ver con los yankees.Del tal Downey no he visto ni un solo papel que, como actor, merezca la más mínima mención.
Lo de las pilas de tus alumnos es extraño. Pensar como un adulto, sentir como un adulto con 12 años. Da que pensar, sí señor.

Fernando Alcalá dijo...

Ay, ay, Ruth, que las hormonas te nos controlan!!

Yo te entiendo, las mías siempre andan revolucionadas. Supongo que es el precio que hay que pagar por ser un Peter Pan proclamado. y también con lo de los alumnos. No hay semana que los míos no me sorprendan. A veces se me olvidan que son tan humanos como tú y como yo, tan acostumbrado que estoy a verles en esa maraña de granos, ortodoncias y mala "hortografia". De hecho creo que algún día tendré también que hablar de ellos.

Y ahora ponte a escribir que si no te mando a mi Mounstro. O secuestro al tuyo. Una de dos.

Un beso!

Sir John More dijo...

Más linda en tus obsesiones... Fíjate que a mí, me vas a perdonar, me ponen enfermo las películas de Harry Potter, y los libros de Harry Potter, y el personaje de Harry Potter ya ni te cuento. No voy a contarte todo lo que pienso de este tema porque las obsesiones lindas hay que respetarlas, pero fíjate que el Señor Rickman, cuando lo he visto en alguna de esas pelis, siempre me pareció que, además de actuar, estaba haciendo guiños al espectador, como si, cuando el director miraba para otro lado, se pusiera a gesticular queriendo decir: "esto es una majadería, ¿a que no se lo cree nadie?". Sí, a mí también me cae bien este secundario más que principal. Y me alegra coincidir con tu linda obsesión. Besos.

Ruth dijo...

¡Ay, Luis, es que yo tengo tan poco criterio con los actores como con los libros! Bueno, menos en el caso de Rickman, que me gusta por actor y no por su físico. Sí, impresionante lo de mis pitufos, a veces asustan.
Fernando, escribe, escribe anécdotas de tus bichos, que dan para mucho. Y prometo ponerme a escribir en cuanto termine el temario de filología, que sólo quedan tres semanas para los exámenes y yo jamás me he conformado con un cinco.
Sir John, Harry Potter no tiene medias tintas: o te encanta o lo aborreces. La verdad, las películas no me gustan, y Alan Rickman está horroroso en ellas -con lo gran actor que es él y lo grande que es el personaje, a mi gusto-. Coincido plenamente contigo en lo de los guiños al espectador; en Robin Hood está tan sobreactuado que da la risa, y cuando se muere te dan ganas de soltar una carcajada. Posteriormente dijo que la película le parecía una mierda y decidió que, al menos, intentaría que le público se lo pasara bien. Y lo consiguió.
Para todos los que dominéis el inglés y tengáis afición por la mula: Snowcake, una de esas películas que nunca llegará a España por no ser estadounidense, con Sigourney Weaver (o como se escriba) en un papelón y mi Alan de protagonista en uno de esos papeles con una gran gama de grises (vamos, que no sabes cómo sentirte por él, aunque al final no puedes evitar quererle un poco). En cuanto acabe los exámenes, la compro, merece la pena verla otra vez.