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20/10/10

It's Revolution, baby

Leer manifiestos una martes por la mañana es un ejercicio muy saludable; dan ganas de salir a la calle, Habrir una grieta en el asfalto y gritarle dentro versos desaforados, con el propósito de que allí crezca un Hárbol, o por lo menos una goma que pueda ser encendida en un piquete.

23/8/10

E1

Voy a visitar a una amiga que vive en Argüello y me subo a un E1. Hoy juega Talleres, así que comparto el viaje con varios hinchas que ocupan la mitad del colectivo. En uno de los asientos de adelante una chica de antejos agita una banderita del club por la ventana; mientras tanto su novio, que viaja parado junto a ella, le da besos en la frente. Más atrás viaja una mujer que lleva a su hijita sentada en la falda. A la nena le llama la atención mi susurrador, entonces yo lo hago girar para que mire los colores, y ella sonríe.

El viaje continúa sin sobresaltos, suben unos skaters y después dos chicos con banderas de Talleres. Cuando vamos llegando al estadio nos paran unos policías. El colectivo se detiene a un costado; los efectivos suben y los hinchas (en su gran mayoría chicos y chicas adolescentes) bajan para ser cacheados. El trato de los policías para con los “sujetos sospechosos” es despectivo y un tanto prepotente, el criterio para decidir quién es revisado y quién no, totalmente arbitrario: portación de cara. Pasados unos minutos, los simpatizantes de Talleres suben de nuevo al colectivo. Casi nadie les devuelve el asiento, ni siquiera a un hombre bastante mayor que venía viajando sentado. Recorremos unos absurdos cien metros y nos detenemos frente al Chateau. La mayoría de los pasajeros descienden, dejando el colectivo prácticamente vacío.

Me siento delante de los skaters y escucho que suspiran, como aliviados. “Son negros de mierda”, dice uno de ellos. Y luego argumenta: “Porque ser negro es algo que se elige, y a estos negros les gusta que los pare la policía”. Como no quiero seguir oyendo la conversación, me mudo a uno de los asientos de atrás y desde allí observo a los demás pasajeros. Un chico vestido con ropa deportiva de tenis saca su iPhone y sintoniza el partido, que está por comenzar.



1/7/10

ene cinco

Porque algún día había de volver (?)


(07/05)

Me subí por equivocación a un N5. El colectivo da tantas vueltas que no tengo la menor idea de dónde estoy. Cada tanto pasamos por una avenida conocida, pero inmediatamente después el chofer gira el volante como si abriera la compuerta de un dique, y el colectivo se retuerce como un gusano de metal, internándose por otra callecita que tampoco conozco.

Miro a través de la ventanilla las casas apagadas y sus jardines impecables, los autos nuevos y los árboles prolijamente podados. Observar la ciudad a la madrugada resulta tan intrigante como contemplar a una mujer cuando duerme. Tengo sensaciones entremezcladas: por un lado, la emoción de estar recorriendo lugares desconocidos; por el otro, un poco de nerviosismo porque no sé cuándo ni dónde llegaré a destino. No importa, sobreviven la emoción y la intriga; a veces la mejor manera de conocer una ciudad es perderse en ella.

16/3/10

encuentro


Hoy vi a Don Quijote en la esquina de Velez Sardfield y Caseros. El hombre estaba vestido con una camisa a rayas, chaleco y pantalones azules y un sombrero de ala ancha algo raído. Caminaba despacio, apoyándose en un bastón largo y desgarbado como él. No llevaba consigo ni alforjas, ni rocín, ni escudero, sino sólo una caja de vino blanco que apuraba cada un par de pasos.
Al cruzarnos nos miramos invisiblemente, para luego perdernos, cada uno de nosotros, en nuestra propia ciudad.



antü | quince


10/3/10

el fish


No es un mito: los peces se ahogan. Simplemente se cansan de la vida y se dejan morir como los elfos. Desafortunadamente para los peces, la mitología no se interesó mucho en ellos. No obstante, sólo es cuestión de prestar atención, acercar los oídos a las cañerías y, quizá, con algo de suerte, podremos escuchar cómo canta una sardina antes de abandonar este mundo.

2/3/10

(02/03)


Desde hace un par de noches un hombre duerme sentado en un banco de la plaza y cerca suyo duerme un perro. Ellos dos jamás van dejarse.

24/2/10

paradigmas


A la hora de escribir, las libretas y las hojas sueltas son dos maneras diferentes de ver el mundo.
Unos, los usuarios de las libretas, tienen todas sus anotaciones anilladas y en perfecto orden. Pueden volver a ellas siempre que quieran e incluso numerar las páginas. Los otros, en cambio, andan por la vida con las hojas sueltas. Éstas no caben en cualquier bolsillo; se hace necesario un sobre o varios para guardarlas y el riesgo de que alguna hoja se pierda es constante. Pero está bien, porque estas personas, temerarias, no temen por sus palabras y pueden usar cualquier papelito para anotar sus pensamientos.


Dedicado a Aimé, quien va por la vida escribiendo en hojas sueltas y papelitos (y eventualmente perdiéndolos).