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17/8/10

Para una eventual despedida de mis seres queridos

Correr para despedirse, no llegar, quedarse con el chau atragantado en la palma de la mano... a veces pasa, la gente se queda con la sensación trunca y la mano en el aire que se enfría sola.

Pero ¿por qué este ritual de poner nombre a un océano de personas y de tiempo que se abre entre nosotros? Parece no ser suficiente con vos allá y yo acá, hay que sacar pañuelos de los bolsillos para agitarlos en señal de adiós, mirarnos y hablarnos como si nunca más, descorrer a la persona ausente de cada uno del os rincones que habitó.

Una vez leí en una biografía (de Gandhi) que los hindúes no creían en las despedidas, o mejor dicho, ellos no decían Hadiós, porque conocer a una persona implicaba llevarla en el espíritu para siempre. Creo que me gusta como piensan los hindúes de ese libro, y por eso quizá sea más saludable decirnos hola de vez en cuando, aunque estemos en continentes diferentes. Simplemente podríamos asomarnos a la ventana y deslizar un: - hola. Probablemente haya alguien del otro lado, en algún otro lado, capaz de devolvernos el saludo.



7/12/09

de un día para el otro

miro por la ventana, y los hombres-que-vivían-en-la-plaza ya no están. Han dejado un colchón; la espalda invisible que allí se hunde me grita que sí, que todo es precario y yo también.

20/6/09

Días como éste(3)

... en los que uno se va a dormir a las nueve de la noche y se despierta a las dos de la madrugada, con la certeza de no existir en el mundo, a pesar de.

21/4/09

clochard


a veces me siento como un clochard: sin hogar aparente ni rumbo fijo. Un vagabundo que observa - sin apego - a quienes lo rodean.
No sé por qué, pero para mí los vagabundos siempre existen en el presente. Los encuentro en algún banco de plaza, o soñando apretados contra un rincón, despojados del pasado, sin futuro aparente (el clochard de hoy es otro clochard mañana - o el mismo - , nuestra indiferencia los disuelve en un solo estereotipo). Y en ese mirarnos brevemente, el olviddo es mutuo e instantáneo. Yo sigo mi camino hacia ninguna parte, el se queda ahí. Está ahí, vive ahí. Quizá no tiene lugar donde ir ni donde volver. El es su propio lugar, su propio tiempo. Pero yo, en cambio, ¿adónde voy?¿de dónde vengo? Quizá soy yo el que anda a la deriva, entre tantas certezas.

2/4/09

Días como éste (2)


…en los que me dan ganas de mirar los tres estantes de la biblioteca, elegir los libros que más quiero, acariciar sus páginas amarillas de tiempo y, en un ataque súbito de locura, arrojarlos a todos por la ventana, bien lejos. Es el olvido o la muerte… arrancarme la piel desde adentro, realizar el más terrible de los sacrificios. Quemar el resto de los libros que compré por obligación o interés; bailar alrededor del fuego como en un ritual satánico. Correr a la librería más cercana y comprar las obras completas de Osho y Bucay. Llegar a casa e instalarlos sobre las cenizas de las palabras que amé alguna vez. No es suficiente, debo traicionarme hasta el asco, quebrar la resistencia más ínfima. Y luego, parado en el centro de la nada, frente a la biblioteca, contemplar toda la sabiduría que me enseñará a ser feliz. Es cuestión de tiempo… unos segundos para volver a la ira visceral, proferir el más crudo de los gritos, derribar a Osho y a Bucay de sus pedestales, arrancar las páginas de sus libros con los dientes, escupirlos, mearles encima, pisotearlos, bailar sobre los despojos de la felicidad. Dirigirme hacia la ventana, abrir las celosías, dar paso al gran viento que se llevará todo: las palabras muertas, los restos de la ira, la felicidad y el tiempo. Nuevamente desde la nada, escuchar los sollozos de la ciudad, los martillos que repiquetean desde arriba desde abajo desde todas partes… -“tututututututtutututu” - ya soy un cuerpo rebotando al son del progreso, una molécula de carne que vibra secretamente.

De vez en cuando viene bien sacrificarlo todo, destruir el mundo en un arrebato irracional y ejecutar el exorcismo imprescindible de estar vivo. Pero lo mejor de todo es existir en esta ficción, esta mentira vil del lenguaje. Miro a mi izquierda; la bilioteca: allí están nuevamente las palabras amadas, la ira, la felicidad, el tiempo…

12/3/09

I might be wrong


Son las las cinco y pico de la mañana. Escucho esta canción y me pregunto qué momento del día es éste. Hay horas huérfanas durante el día, son un límite delgado entre lo que termina de ser y lo que apenas está despertando. Todos hemos estado en ambos lados de un día, alguna vez. O bien despidiéndonos en algún portal, dando la espalda a una noche que acaba; o bien abriendo los ojos a lo que, probablemente, pueda comenzar a existir. Y así, la vida es una sucesión de cosas que mueren o nacen, infinitamente. Como se dice en física, todo depende del punto de referencia. Pero mi problema es, a esta altura, la pérdida progresiva de las referencias. ¿Me estoy durmiendo o despertando? ¿qué día es éste?
Llega un momento en el que todos parecen dormir mientras estoy despierto. Entonces yo no soy yo, sino el sueño de otros. Recíprocamente, cuando ellos - o ustedes, lectores invisibles - despiertan, yo sueño. Y así sucesivamente nos convertimos en ausencias cotidianas.