Mostrando las entradas con la etiqueta micro relato. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta micro relato. Mostrar todas las entradas

16/11/09

Crónica de un instante en las Halturas


(*)



Fue necesario llegar hasta - la que me pareció - la piedra más alta; ahora lo sé. Sólo así he podido sentir en el eco de tu vuelo un susurro en mi memoria, como si numerosos vientos aleatorios me hubieran empujado hacia aquí para verte en la distancia.

Pero fue hace algunos años que ya no importan en un zoológico que tampoco importa, cuando te vi por primera vez. Te habían fabricado una montaña de mentirita con piedras sin vida y un arbolito gris, de esos que fallecen a solas en las esquinas. Un envoltorio de alambre olímpico te protegía de la libertad y los cables de luz, tan peligrosos para los pájaros. Dormías sobre una rama y yo no pude evitar un dejo de decepción; es que ya tenía listos la cámara fotográfica y los pochoclos. Entonces todo sucedió en un instante; me gusta pensar que nadie más pudo verte. Quizás los demás visitantes se habían ido a fotografiar a los monoarañas o a comprar más pochoclo. En ese momento - ya despierto para siempre en mis retinas - desplegaste las alas como quien abre un Habismo en el tiempo y una noche súbita se extendió por toda la jaula. De pronto todos los demás fuimos los prisioneros, por siempre aferrados al suelo y a nuestras maquinarias, inútiles cazadoras de luz. Mientras yo me sentía más-hombre-que-nunca, me miraste apenas de lado, desde tu envergadura.

- Soy un cóndor - me dijiste. Jamás lo olvides, hombrecito - agregaría yo, tiempo después.

Desde esta piedra-que-late puedo ahora divisarte una vez más, varios metros más arriba, dibujándome. Me gusta pensar que sos el mismo cóndor, y yo soy el mismo yo, porque de alguna manera somos partículas del mismo polvo que el viento distribuye o el río pierde. Nuevamente me llenaste la mirada de silencio; dentro de mí vuela un pájaro de sangre, lleva tu nombre eterno que jamás termina de pronunciarse,
cóndor
cóndor

cóndor.
Sé que cuando escriba nuestra historia habré de perderte para siempre. Mientras tanto no te olvido, aunque todo este paisaje me esté olvidando a mí.


(Balcón Sur, Quebrada del Condorito)



antü | trece



(*) La foto es sólo ilustrativa (?) y pertenece al Volcán Batea Mahuida, cerca de Aluminé, Neuquén.

5/11/09

Los rompenueces

y sí, seguimos con los cuentitos, vio (?)


Éramos pobres en esa época y no teníamos otra cosa que comer más que nueces. Aunque el nogal del patio las suministraba en abundancia, teníamos que pelearnos con los pájaros por ellas. Como teníamos imaginación, preparábamos una gran variedad de comidas: nueces tostadas, pan de nuez, sopa de fécula y nueces, turrón de nueces, nueces en almíbar, mermelada de nuez, licor de nueces; y así, hasta que la palabra nuez perdía sentido.


Cuando se nos rompió el cascanueces estuvimos en problemas y ya no pudimos pelar los codiciados frutos. Entonces pasamos hambre durante un par de días hasta que mi hermano tuvo una gran idea. El plan consistía en colocar cuidadosamente la nuez en el marco de la puerta y, acto seguido, cerrar la puerta con velocidad, fuerza y decisión. Salvando lo engorroso de recoger los pedacitos de cáscara esparcidos por todo el piso, la idea era efectiva. Y la pusimos en práctica de inmediato.
Desde el patio se escuchaban portazos y ruidos de cosas que crujían. Los vecinos debían pensar que discutíamos todo el tiempo, pero en realidad comíamos nueces.



antü | 27


22/9/09

Lo Hindescifrable entre nosotros

(textito escrito para una tarea que no fue del seminario de imProducción Textual)


Él está por escribir, no sabe qué, sobre un frasco y la hoja en blanco lo atemoriza. Tiene que escribir acerca de un frasco, un chico, una chica. Mientras tanto ella se pasea a su alrededor porque a él le gusta pensar que al mismo tiempo que alguien escribe, otra persona. Ella quiere pasar desapercibida, no molestar, pero está presente con todo el cuerpo. Él puede sentirla detrás; la adivina apoyada en el vano de la puerta, mirándolo escribir que ella está presente con todo el cuerpo.

Definitivamente el contenido del recipiente debe ser misterioso, sino para qué mencionarlo. Entonces escribe:
"El frasco contiene en su interior Lo Indescifrable; aquello que, de ser descubierto, nos volvería absurdos. La razón es la siguiente: yo escribo mientras ella me observa, entonces el contenido del frasquito debe resultarnos incognoscible, caso contrario todo sería una certeza entre nosotros. Tendría que sentirla y darme vuelta porque habría dejado de escribir. Entonces comprobaría, fehacientemente, con cierta desazón, que me está mirando, y su perfume es su perfume. Una nada entre nosotros."
Ha dejado de escribir, mira absurdamente el reloj (no importa la hora en este relato), levanta la vista y siente miedo. Es probable que ella haya abierto el frasco. No quiere darse vuelta y comprobar que ella en efecto es ella, que están solos y ya todo termina.


antü | Hagosto

20/6/09

Días como éste(3)

... en los que uno se va a dormir a las nueve de la noche y se despierta a las dos de la madrugada, con la certeza de no existir en el mundo, a pesar de.

23/1/09

una vez, cuando vivía en el barrio de Alberdi.

A la vuelta de mi edificio había un negocio donde atendía una mujer carnicera. Eso era algo inusual. Además, como la mujer carnicera era linda y muy simpática, yo le pagaba con sencillo. Y eso era el amor.