Cuando volví a cruzar la frontera para entrar de vuelta en Sudáfrica, todo el verde brillante que me había acompañado desde Kwazulu Natal y a través de Lesotho, se había transformado completamente en amarillo. Las montañas dejaron de estar alrededor mío envolviéndome, para pasar a estar siempre en el horizonte lejano de un paisaje vasto y mayormente plano. El cambio visual y geográfico una vez que bajé de las altas cumbres fue radical, había entrado en el Gran Karoo y ahora me quedaban unos infinitos 1300 km hasta llegar al final de esta primera mitad de Africa.
Andando por los caminos del mundo