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Mostrando las entradas con la etiqueta congo

El día después

5.45 A.M. Abro los ojos. Dormí 2 horas y sufrí el resto. Las finas paredes de mi carpa dejan traslucir la primera luz del día. La selva está tranquila, los elefantes ya no están y muchos insectos ya se fueron a dormir cediendo el canto a los pájaros diurnos que ya comienzan a despertar. Cuando abro el cierre, veo finalmente el infierno en el que me encuentro. Como ya imaginaba, era la peor situación posible, la del barro no tan húmedo como para licuarse, pero lo suficiente como para volverse blando y espeso. Al salir de la carpa, miro a mi alrededor y soy consciente de que no sólo no iba a llegar a mi destino durante la noche, sino de que nunca podré llegar ni siquiera durante el día, al menos no rodando con la bici. Es hora de ponerme a pensar en alternativas.

Atrapado en la noche

No fue el gran inconveniente de perder más de una hora valiosa de luz lo peor que me dejó el episodio desafortunado que acababa de atravesar, sino el horrible sabor amargo que me quedó adentro. Años de viajar por el mundo recibiendo una y otra vez afecto, protección y hospitalidad, especialmente en África, hacen que uno baje la guardia y sus defensas. Por eso, cuando ocasionalmente algo feo ocurre, la decepción se vuelve mucho más intensa.   Ahora, en estas condiciones, ya efectivamente sobre el final del día, me encuentro fuera de la aldea y de vuelta en la boca de la selva. Con la luz tenue de la poca claridad restante, contemplo el camino que tengo por delante teñido ahora por los fríos azules del crepúsculo. No siento verdadera inquietud. Al fin y al cabo, los 132 km que había hecho para llegar hasta allí habían sido espléndidos y ahora me quedaban nada más que 32 km por pedalear. En e se momento, t an sólo podía suponer que el camino continuaría en la misma ...

Cuando no todo sale bien

 Uno de los días más excepcionales de mi vida entera estaba llegando a su fin. Ese tipo de días que son magníficos porque ofrecen todo lo que uno se imagina pero, aún más importante,  todo lo que uno jamás hubiera podido imaginar. Cuando el mundo supera todas tus expectativas, lo que deviene es la plenitud, y en ese estado, con una sonrisa dibujada de oreja a oreja, llego al único y último pueblo selva adentro, antes de la base de WCS  hacia donde me dirijo. Tengo entendido que es aquí donde debo sellar mi pasaporte para dejar el país al día siguiente.  Todo parece tranquilo en este pequeño y remoto pueblo de pigmeos y bantúes a orillas del Sangha, donde es imposible distinguir una choza de un posible puesto de migraciones. Hasta allí, llegaré empujando la bicicleta por senderos de barro descendiendo al río, guiado por un pigmeo simpático que entendió hacia dónde tenía que ir . U na vez allí, lo que usualmente debería ser una sencilla formalidad, se transformó en ...

Tierra de encuentros

Luego de períodos de tanta intensidad, día tras día manejando niveles de adrenalina tan altos, la llegada a trayectos más fáciles no sólo es bienvenida sino que se vuelve una necesidad. Para cuando llegué a Etoumbi, había pasado algunas de las semanas más extremas en toda mi vida de viajar por el mundo. Estaba feliz pero exhausto, por eso recibí con alegría el reencuentro con el asfalto. Durante aquellos días fáciles que le siguieron a "la guerra" , mirando en retrospectiva a las últimas semanas, me era difícil imaginar la posibilidad de estrechos aún más emocionantes que los que recién acababa de pasar. Pero mi travesía por la selva lejos estaba de terminar. En todo caso, recién había comenzado, y la aventura que ella tenía guardada para mí en las semanas por venir me llevaría a atravesar experiencias que pondrían a prueba una vez más, todas y cada una de mis capacidades (y limitaciones)

-Ça c'est la guerre! (eso es la guerra) Parte 2

Llegué a Olloba con la intención de descansar pero la bicicleta estaba hecha trizas, y yo también.  Luego de algunas horas de estar tirado boca arriba en un colchón sin ratones, apenas podía sentir los músculos . A pesar de ello, no me quedó otra que levantarme para trabajar en ella el resto del día si es que es pera ba lograr salir de allí algún día . Afortunadamente contaba con la compañía de los aldeanos qu ienes , curiosos por lo inusual de mi presencia, hacían lo que podían para ayudarme. Los bloques de barro se habían secado, las ruedas ya no giraban, los cambios no funcionaban y los frenos estaban totalmente atascados, debía poner a punto la bici para poder se guir .  Mi tarea de mecánico se ext iende hasta ya entrada la noche, cuando un generador el éctr ico rugía alimentando l os parlantes y las lucecitas de colores del único bar de la aldea. Era martes, Jean había finalmente llegado con el nuevo cargamento de cervezas ( au nque sospecho q ue se beb...

-Ça c'est la guerre! (eso es la guerra) - Parte 1

   Me llevó dos semanas duras a través de la selva hacer los 550 km hasta el último pueblo en el noreste de Gabón y allí, en Mekambo, lo más fácil había terminado. Llegaba con la intención de volver a cruzar al Congo pero sin tener certeza alguna sobre si eso sería posible. Por consiguiente, mi primera tarea en el pueblo era averiguarlo. Durante la primera hora preguntando a la gente local, no sólo nadie sabía si era posible, sino que la mayoría ni siquiera parecía tener noción de que el Congo está a menos de una centena de kilómetros de allí.  Justo cuando comenzaba a preocuparme, me encontré con 3 mototaxistas que con total seguridad me dijeron:  "claro que se puede, es por allí!" señaló uno. En tanto que otro agregó: "pero....¿es que tú piensas ir con eso?" - dijo dubitativo mirando la bicicleta. -No conozco otro medio- le respondí sonriendo. Finalmente pregunté para corroborar -¿y dónde me sellan el pasaporte?. -Eso es aquí mismo a 200 m- respondió ...

Antes de la guerra

      No importa cuánto uno intente prepararse para afrontar imprevistos, nunca es posible prevenirlo todo. Ya habían pasado casi 10.000 km desde que había salido de Ciudad del Cabo y cargaba desde allí con 10 kg extra en repuestos. Por mucho que me pesara, era inevitable porque sabía que hasta Europa no podría encontrar nada de calidad en caso de roturas, por lo que cualquier problema podría fácilmente devenir en pesadilla.  De todos modos, como es habitual, la Ley de Murphy prueba ser infalible y siempre se rompe algo al margen de todo lo que uno puede reemplazar . En este caso, luego de días pedaleando a puro golpes antes de Mako kou , noté que mitad del porta-alforjas delantero quedó suelto en el aire. Me había pasado muchas veces que por esfuerzo de corte, debido a impacto y peso, los tornillos se cortaran, pero esta vez lo que se había cortado no era el tornillo sino la pieza de sujeción unida a la horquilla.

Una panadería en Ondingui

    Ya estaba a tan sólo 160 km de la frontera con Gabón. Aún seguía en la sabana ecuatorial sufriendo cada día más el calor abrasador aliado a la pegajosa humedad tropical y sin tener lugar dónde refugiarme. Habían pasado ya m ás de 800 km desde que había salido de Brazzaville y la llegada a la selva se me hacía cada vez más larg a . Podría haber optado por un camino más corto y probablemente más entretenido, pero no había decidido venir por acá arbitrariamente sino por elección deliberada. Tenía una tarea por completar antes de entrar a Gabón. 

Sanación espiritual

    Dentro de la gran cantidad de cosas que me motivan a viajar por el mundo, hay una que persigo con particular interés y es quizás la que más fascinación me provoca: las diferentes manifestaciones de espiritualidad en los seres humanos. Como consecuencia directa del colonialismo, en las regiones no islámicas de Africa, como en occidente, es también el domingo el día en el que mayormente se celebran los rituales religiosos. Es un día que disfruto mucho porque el andar de mis mañanas está generalmente acompañado por el canto comunal que brota del interior de las pequeñas iglesias y parroquias de las aldeas que atravieso.

El cálido espíritu congoleño

Han pasado nuevamente 3 semanas de estar detenido, pero finalmente la espera ha acabado y la burocracia también (al menos por el momento). Estos últimos dos meses de paradas larga s pasaron lento pero lo cierto es que han sido necesari a s. En la primera, en Luanda, me he ganado un hermoso puñado de grandes amigos; en la segunda, en Cabinda, me he rencontrado felizmente con la magia, si bien temporal, de una pasión ardiente; y en esta última parada en Brazzaville, aunque ya muy cerca del aburrimiento , he descansado y engordado. Lo importante es que he podido recuperar mis fuerzas, porque de ahora en adelante no habrá más descansos y necesitaré hacer uso de cada partícula de energía para enfrentar la aventura que planeo para los próximos meses.

El país que no debió ser

Mi estadía en Brazzaville sería la última antes de dejar por mucho tiempo, un mundo con un mínimo nivel de confort. Es por eso que sin quererlo debí pasar tres semanas necesarias haciendo base en esta capital . No es cosa fácil, porque ya no es sorpresa para mí , que como toda capital africana no tenga nada de bonita ni nada de interesante. Allí me tuve que concentrar principalmente en sortear (y batallar) las peores burocracias de los países de esta mitad occidental de Africa, para poder seguir adelante con mi ambicioso plan para cruzar la selva ecuatorial. 

El Congo que no esperaba

Congo, el Congo. Creo que no existe aventurero de verdad en cuya cabeza, este nombre no resuene hasta el punto de llegar a quitarle el sueño. Tanto en las fantasías de uno como en la realidad, el Congo evoca imágenes de misterio, de intriga; de un mundo que ha permanecido impenetrable por siglos y que otrora, ha castigado con la muerte a muchos de aquellos primeros exploradores que a lo largo del tiempo han osado atravesarlo. El Congo, divido políticamente en dos, la República del Congo y la República Democrática del Congo (ex-Zaire y que sólo en el nombre del cinismo puede ser llamada democrática ), es el pulmón de Africa, una porción enorme de ese manchón verde oscuro en el mapa del continente negro, la selva ecuatorial. Allí llegaba luego de años de haberlo soñado, con mi mente y mi cuerpo listos finalmente para entregarse a una aventura única en la vida. Pero la llegada no sería tan directa, primero me tocaría conocer un costado del Congo que no era el que yo esperaba.

Reconfigurando el plan

Los períodos de descanso en un viaje de muchos años son necesarios, pero más descanso del necesario puede también resultar contra productivo. Comenzar a rodar de vuelta luego de vivir 3 semanas en Luanda, entre amigos, eventos y salidas, requirió de un gran esfuerzo. Por un lado, el aspecto físico es incómodo, volver a usar los músculos después de tanto tiempo de inactividad es como intentar hacer andar a un engranaje oxidado. Por el otro, incluso para quienes tenemos naturaleza de nómadas, se nos hace difícil volver al ejercicio de soltar, soltar a todas aquellas nuevas amistades y personas especiales que hemos sumado a nuestra vida y con quienes hemos sembrado un nuevo vínculo. 

El 2015 en retrospectiva

El 2015 finalmente ha quedado atrás. Un año de caos que comenzó como el más difícil de mi vida y terminó como uno de los mejores. La vida puede darte patadas sin asco pero luego, siempre encuentra maneras de compensarte las tristezas arrojándote una tras otra alegría. Eso es lo que fue el 2015 para mí, fue caer del cielo, romperme en el piso y levantarme para reconstruir mis pedazos y reencontrarme conmigo mismo. Todo este proceso, vivido sobre una bicicleta a lo largo de más miles y miles de kilómetros recorridos en el continente africano. Pero más allá de las miserias y las alegrías, fue un año intenso de lecciones inmensas que no pasará desapercibido. Hoy tan sólo 3 días dentro del 2016, miro para atrás para compartir en esta entrada, algunos de los momentos más intensos de cada mes del 2015. Uno por mes. Fue una elección muy difícil pero aquí va. Enero - me encuentro en el paraíso de las costas del Indico en Mozambique en una situación emocional muy difícil. La belleza del...