5.45 A.M. Abro los ojos. Dormí 2 horas y sufrí el resto. Las finas paredes de mi carpa dejan traslucir la primera luz del día. La selva está tranquila, los elefantes ya no están y muchos insectos ya se fueron a dormir cediendo el canto a los pájaros diurnos que ya comienzan a despertar. Cuando abro el cierre, veo finalmente el infierno en el que me encuentro. Como ya imaginaba, era la peor situación posible, la del barro no tan húmedo como para licuarse, pero lo suficiente como para volverse blando y espeso. Al salir de la carpa, miro a mi alrededor y soy consciente de que no sólo no iba a llegar a mi destino durante la noche, sino de que nunca podré llegar ni siquiera durante el día, al menos no rodando con la bici. Es hora de ponerme a pensar en alternativas.
Andando por los caminos del mundo