Luego de pasar la Navidad en Livingstone junto al Padre John, continué mi camino con el ánimo un poco más fortalecido. Pedalear con el corazón roto no es tarea fácil, pero una vez que cruzara el legendario río Zambezi en Kazungula, comprobaría que al entrar en el zoológico, poco sería el espacio que me quedaría para acordarme de las penas. Porque allí en Botswana, donde hay más animales salvajes sueltos por el bush que personas, todo se trataría de rodar mi bicicleta procurando no alterar a las fieras, no morir en el intento y llegar sano y salvo al 2015.
Andando por los caminos del mundo