Autor:
Eugene Herrigel
Título
original: Zen in der Kunst des Bogenschiessens
Editorial:
Gaia, 2002
Encuadernación:
Tapa blanda
ISBN:
9788484454540
Páginas:
188
Bueno, el
libro que reseño hoy es uno de esos “imprescindibles” pero no para todos los
públicos. Me explico.
Imagino
que los que me tengan en redes como Facebook o Instagram sabrán que soy
bailarina y eterna estudiante de danza oriental, polinesia y tribal,
principalmente esta última. Llevo ya quince añitos, que se dice pronto.
El caso es
que en los últimos meses, mi profe nos ha hablado en algunas ocasiones sobre
este libro, que tuvo que leer en la carrera y más tarde en una formación de
danza. Y es precisamente en esto en lo que le ha ayudado especialmente, contribuyendo
con diferentes conocimientos.
Y es que
es un libro escribo por un filósofo alemán a finales de los años 40, tras haber
hecho un viaje a Japón y habiendo conocido el Zen propiamente dicho, cuya aportación
planteada en el libro se da para distintos tipos de artes, entre ellos, también
la danza.
El libro
trata de cómo el autor aprende y entiende el arte del tiro con arco durante su
estancia en el país nipón y atribuyéndosele la introducción del Zen al público
occidental, que no tiene absolutamente nada que ver –y menos en mentalidad en
este aspecto- con el oriental; es una lectura que principalmente nos habla de
la enseñanza y la práctica, donde nos exponen cuatro teorías referentes al
proceso de aprendizaje y donde se nos habla sobre el control consciente e
inconsciente del mismo, notándose especialmente el interés del autor para con
el misticismo.
Si bien se
lee de manera relativamente fácil, puede resultar una narración densa, depende
de lo que estemos acostumbrados a leer e incluso de nuestra mentalidad más o
menos abierta; pero lo que sin duda es, es una lectura de lo más interesante y
enriquecedora, repleta de fragmentos a tener en cuenta y para subrayar.
Cierto es
que son muchas las frases que me han llegado, pero sí ha habido una que me ha
tocado especialmente, la dejo por aquí:
“Un gran
maestro, tiene que ser a la vez un gran pedagogo; para nosotros las dos cosas
son inseparables […]. Créame, yo sé por experiencia propia que el maestro
conoce a usted y a cada uno de sus alumnos, mucho mejor de lo que nos conocemos
nosotros mismos. Lee en las almas de sus discípulos más de lo que ellos están
dispuestos a admitir.”
La verdad
es que es un libro que me ha hecho acordarme un montón de mi profesora, que
-consciente o inconscientemente- me ha aportado muchísimo a nivel tanto
personal como “profesional” como alumna y bailarina.
Una
lectura muy recomendable, como decía al principio.