"Una victoria más como ésta y estaremos perdidos".
A principios del siglo III a. de C., el belicoso territorio del Epiro, al oeste de Grecia, era gobernado por Pirro, un rey guerrero en cuerpo y alma del que se decía que tenía el talante de Alejandro Magno y había heredado la fuerza de Aquiles. Hoy, Pirro es considerado uno de los generales más sagaces de la Antigüedad, pero a él le corresponde también el dudoso honor de dar origen al término “victoria pirrica”.
Y es que, para Pirro, sus triunfos distaban mucho de serlo. En 280 a. de C., los ciudadanos de Tarento, una antigua colonia griega del sur de la península Itálica, solicitaron ayuda a los epirotas, ya que temían ser víctimas del expansionismo de Roma. Pirro vio la oportunidad de llevar su influencia al otro lado del Adriático y fue allí con un formidable ejército de 20.000 infantes, 3.000 caballeros, 2.000 arqueros, 500 honderos y 20 elefantes de guerra.
La primera batalla importante tuvo lugar en Heraclea, al norte de Tarento. Aunque los elefantes atemorizaron a los 35.000 romanos que se les oponían, éstos se mantuvieron firmes. Aun así, y a un alto precio —7.000 bajas romanas por 4.000 epirotas—, se impusieron las huestes de Pirro.
Un año más tarde, éste decidió asediar Asculum. Entonces, un contingente romano de 45.000 hombres intentó romper el sitio. En el enfrentamiento murieron 6.000 de ellos, pero también 3.000 epirotas.
Después de la retirada de los contendientes, un personaje del círculo de Pirro se presentó para felicitar por la victoria. Y el estratega le contestó: “sí, otra victoria y estamos perdidos”.
De hecho, en 275 a. de C., en Beneventum, cerca de Nápoles, los del Epiro y sus aliados fracasaron estrepitosamente y poco después abandonaron la península Itálica.
Hay que reflexionar sobre las cuestionables luchas en donde al parecer la victoria sabe más a derrota y declararse ganador es cuestionado por todos.... entre ellos, la lucha actual contra el narcotráfico.
Con amor, 4s