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"Brevedades: Antología argentina de cuentos re-breves" de Martín Gardella

Treinta autores integran la antología "Brevedades: Antología argentina de cuentos re-breves" de Martín Gardella:  Eduardo Berti, Gabriel Bevilaqua, Raúl Brasca, Mónica Cazón, Sandro Centurión, Antonio Cruz, Julio Estefan, Carolina Fernández, Martín Gardella, Sergio Gaut vel Hartman, Eduardo Gotthelf, Leandro Hidalgo, Diego Kochmann, David Lagmanovich, Rocco Laguzzi, Mario Lillo, María Rosa Lojo, Eugenio Mandrini, Juan Manuel Montes, Ana María Mopty, Ildiko Nassr, Laura Nicastro, Juan José Panno, Roberto Perinelli, Juan Romagnoli, Ana María Shua, Franco Vaccarini, Luisa Valenzuela, Orlando Van Bredam y Fabian Vique. 

Editorial Mano Escrita, 2013
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Regalos navideños de Martín Gardella

EL ADELANTADO

Antes eran cuatro reyes magos. Pero un día, uno de ellos se cansó de que el camello se quejara todo el tiempo por su sobrepeso, y decidió comprar un vehículo más fuerte y veloz. Desde entonces, cumple con su trabajo en solitario, y concluye sus servicios once días antes que los demás.   

TUNING
Con cuatro horas diarias de gimnasio, una dieta estricta y largas sesiones de bronceado, el anciano logró cambiar su aspecto en pocos meses. Afeitó barba y se mudó al Hemisferio Sur, donde cambió la calurosa chaqueta roja por una guayabera multicolor. Luego, vendió el viejo trineo para comprar un descapotable último modelo, y contrató a un fotógrafo prestigioso para que lo retratara en una playa, exhibiendo sus brazos recién tatuados.

Esa Navidad, repartió juguetes en tiempo récord, con la vitalidad de un hombre nuevo. Eso sí, con su imagen diferente impresa en las tarjetas, aquel año Unicef no vendió ni una postal.

UN REGALO PERSONAL
Llegó a la casona solitaria tras una agotadora recorrida nocturna a la intemperie.

Dejó el raído sacón sobre el sofá, se quitó el gorro invernal y se aflojó las botas pesadas hasta descalzarse. Arrastró sus pies cansados hasta el espejo fastuoso de la sala principal, donde se detuvo para acomodar su enorme barriga sobre el pantalón rojizo. Pudo observar la imagen cansina de su cuerpo anciano, pero con el mismo espíritu de esos niños alegres, que esperan su visita ansiosamente, todos los diciembres.

Fue entonces que, viendo consumado una vez más el milagro, sin necesidad de bolsas mágicas, se regaló una sonrisa.

EL NUEVO MESÍAS ­
Hombres de poca fe, ¿por qué me sueltan? Les dije que soy el Mesías, el hijo de Dios y debo morir para salvar a la humanidad ­gritaba el hombre en paños menores.

­Yo creo en ti, pero debo cumplir con las órdenes del director ­respondió el enfermero, mientras descolgaba al hombre barbudo del árbol al que se había atado, en el patio central del neuropsiquiátrico.

EL SECRETO SOBRE SUS OJOS
Un loco tiene una mancha violácea marcada en la frente desde el nacimiento. Él no lo sabe, pero allí lleva inscripta, en una lengua olvidada, la fórmula de la felicidad.

Como le disgusta ese tatuaje in¬voluntario, lo cubre con una vincha de tenis blanca que no se quita nunca, ni siquiera en absoluta soledad.

Los vecinos, sin conocer el secreto, se burlan a sus espaldas cada vez que sale a caminar con el atuendo en la cabeza. Por suerte, su demencia le permite mantenerse alejado de las críticas y seguir vi¬viendo en su universo perfecto. Allí, la fórmula surte efecto: el loco sonríe con entusiasmo y plena felicidad.

EL GARABATO
 ­Mira que lindo que te dibujé ­decía mi hija pequeña, mientras me daba orgullosa una hoja llena de trazos multicolores.

Fue tan emocionante su regalo, que tomé el dibujo entre mis manos redondas y verdes, y la envolví con mis brazos de palotes de color azul.

TAL PARA CUAL
Aquel monstruo era un tipo romántico.

No le gustaba asustar a las mujeres, pero tampoco podía evitarlo. Era tan feo que no lograba acercarse a una dama, sin que ella huyera por el espanto. Pero encontró el amor en una mujer ciega. Ella no sabe de su fealdad porque jamás lo ha visto. Pasa las noches besando sus dos bocas, mientras lo estruja contra su redonda anatomía, con la fuerza insoportable de sus seis bracitos.

EL SHOW DEBE CONTINUAR
Lo crucificaron diez veces. Y él resucitó otras tantas. Pero un día el gobierno decidió suspender esas ejecuciones inútiles, alegando problemas de presupuesto.

Ante semejante decepción, el resucitado debió buscar nuevos métodos que extendieran su calvario. Desde hace años, solicita que lo claven en la cruz hasta morir, para volver a la vida algunos días después.

Sus seguidores todavía se sorprenden con el milagro. Es la atracción más aplaudida en el circo itinerante.

CADENA GOURMET
Con la boca llena de plumas, el gato observa, desde el estómago, los dientes afilados del bulldog, batiéndose en duelo mortal, con las garras poderosas de un cocinero chino.



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Bibliografía de la minificción argentina (creación)

A fin de elaborar una bibliografía, lo más exhaustiva posible, de la minificción publicada en la Argentina, solicito a los minificcionistas argentinos que me envíen los datos de sus publicaciones. Esto incluye sólo textos de creación: antologías, libros y páginas web. Por favor enviar la información a livingsintiempo@gmail.com, bajo el asunto "Bibliografía argentina". Muchas gracias.
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Anticipo de Instantáneas. Martín Gardella


Pasión alienígena
Ella es una chica de otro planeta. Tiene una nave espacial camuflada en la cocina de su casa, pero lo niega (dice que sólo es un electrodoméstico un poco antiguo, que hace un ruido muy particular).
Disimula, prefiere ocultar su origen. Habla perfecto español, toma mate, come empanadas. Apaga las luces de su dormitorio cuando la desvisto, alegando ser un poco vergonzosa. Quiere convencerme de que es una mujer normal, pero no lo logra. Las caricias de sus manos de ocho dedos la descubren. Y sus besos hechiceros, tan distintos a todo lo antes conocido, tienen el sabor característico de las estrellas.



Besos
I
Recorriendo el pastizal que rodea la laguna, una rana encantada se interpuso en mi camino y me pidió que la besara. "Sólo el beso de un hombre gentil puede romper el hechizo", croaba. Accedí a su pedido de modo cordial, imaginando un futuro esplendoroso en algún Palacio Real, pero me equivoqué. Mientras mi cuerpo encogía, verdoso y lleno de verrugas, alcancé a ver la silueta transformada de la hermosa princesa huyendo a la carrera, con el rostro cubierto de lágrimas, y de vergüenza.
II
Desde que un insólito hechizo me condenó a vivir como un batracio, paso mis días cantando y comiendo bichitos en los márgenes de una laguna. Pensé en solicitar un beso sanador a alguna de las doncellas que se introducen en el traslúcido espejo de agua para disfrutar de relajantes y sensuales baños matinales. Pero, preferí no molestarlas. La vida de sapo tiene algunos beneficios. ¡Se las ve tan felices y hermosas, moviendo sus cuerpos desnudos al ritmo del viento!
III
¿Cómo romper el hechizo que me ataca, sin contagiar a quién se atreva a sanarme? Me remordería la conciencia que uno de mis besos de sapo condenara a una doncella a llevar una vida similar a la mía. Encontré la respuesta a mi dilema, cuando la vi llegar, saltando, hasta el borde de la laguna. Sin preámbulos, posé mis labios rugosos sobre su boca verdosa de rana. Tras un mágico destello, mi cuerpo recobró su antigua fisonomía humana y ella apareció, junto a mí, en forma de doncella. Desde entonces, nos encanta pasar juntos mucho tiempo, liberando nuestras pasiones con besos fogosos; a veces, como ardientes amantes humanos, y algunas otras, como fríos anfibios del pastizal.

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El living de Martín Gardella


Las visitadoras
Descubrí que las muñecas de mi hermana cobran vida en la madrugada. Abandonan, delicadamente, la casita en miniatura de la habitación contigua y entran en la mía, semidesnudas, para colarse en el cajón de mis muñecos articulados. Hago silencio para no molestarlos y, con los ojos cerrados, escucho el sonido del plástico retorciéndose, galopante contra la caja de madera. Media hora más tarde, se retiran sonrientes y despeinadas, con su flexible cuerpo agotado y la misión cumplida.
El episodio se repite, indefectiblemente, noche tras noche, aunque hoy, promete ser diferente. Asomado a la puerta de mi cuarto, el alegre rostro plástico de la muñeca gigante que le obsequié a mi hermana por su cumpleaños, observa el grueso candado que coloqué en el cajón de los juguetes y me guiña un ojo. Todos duermen, excepto nosotros.

El zoológico
Observaba a su hombre con sus penetrantes ojos de gata, dejándose envolver por palabras dulces, que llenaban su estómago de pequeñas mariposas. Luego, con la confesión de las mutuas fantasías, su cabeza femenina se inundó de pícaros ratones.
En la cama, se sintió tan libre como un animal al que le acaban de abrir la jaula. Por unos instantes, sus extremidades se convirtieron en los largos tentáculos de un fornido calamar, que envolvían al hombre para devorarlo. Aulló como una loba, lo rasguño como una perrita juguetona, voló como un colibrí y terminó acurrucándose en el pecho de su compañero, como un indefenso polluelo. A la mañana siguiente, con la puntualidad de un gallo cantor, abandonó la cama revuelta, imitando el silencioso andar de una serpiente.
- Te amo – dijo el hombre, mientras la observaba vestirse con la agilidad de una gacela.
- ¡Shhh! – respondió ella, como una lechuza, y le arrojó, desde la puerta, un beso de delfín.

Una vida de película

Apenas transcurridos cinco minutos, Arturo se sintió identificado con el protagonista de la película, no sólo porque era físicamente muy parecido, sino porque todas las cosas que le sucedían al actor, le habían ocurrido antes a él. Luego, descubrió que la historia que mostraba la pantalla era un plagio de su vida, contada resumidamente, a razón de un año por minuto.
La mitad del film lo mostró en su etapa actual, con los sinsabores de haber vivido y la ansiedad por saber lo que vendrá. A partir de allí, pudo verse en el futuro, a través de las escenas representadas en el celuloide por aquel sujeto análogo, que envejecía igual que él.
Después del dramático final, el cerrado aplauso de los espectadores premió la exquisitez de aquella obra cinematográfica de apenas sesenta y cinco minutos. Mientras tanto, en un rincón oscuro de la sala, un acomodador intentaba consolar al desanimado Arturo que, junto con la incertidumbre acerca de su vida pendiente y de su muerte, acababa de perder la vergüenza de llorar en público.

Una demora imperdonable
Le aseguré que me reuniría con ella en aquel encuentro social tan importante, a las doce de la noche, sin demoras, pero un inconveniente imprevisto me impidió llegar a tiempo. Seguramente por eso, cuando me acerqué, ella ignoró mi presencia, o no quiso notarla. Le hablé al oído, la miré fijamente durante toda la noche, juguetee con las luces del salón, moví el humo de las velas y los inciensos, y hasta grité abiertamente que la amaba, para llamar su atención. Pero ella, sólo respondió con una extraña y cruel indiferencia. Me había advertido que no perdonaría un retraso más, y así lo hizo, por lo menos, hasta el día siguiente, en que vería mi nombre listado entre los obituarios, junto a la noticia que relataba el fatal accidente.

Mi propio otoño
Hace casi veinte años que me hago cortar el cabello por el mismo peluquero. Mudó de local, incluso de barrio, y a pesar de todo sigo siendo un fiel cliente de su peluquería. Será por tener edades similares que, además de la típica relación estilista-cliente, logramos con el paso del tiempo construir algo muy parecido a una amistad. La mayoría de las veces me retiré del local muy conforme con su obra y solo en algunos casos tuve que volver para un fino retoque, pero últimamente no hay corte que me satisfaga, pienso que está muy corto, que sigue largo o que se nota demasiado el remolino que detesto desde que era un niño. Cambié mi peinado y le pedí que modificara el estilo y, sin embargo, aún hay algo que me deja disconforme frente al espejo. Busqué múltiples razones para culpar al peluquero pero debo reconocer su inocencia. Nadie puede vencer al paso del tiempo que lentamente se revela en los cabellos que me abandonan por las noches sobre la almohada o taponan el desagüe de la bañadera. Es evidente que está llegando mi propio otoño, solo espero que mi estilista continué siendo suficientemente hábil para ayudarme a disimularlo.

http://livingsintiempo.blogspot.com/
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