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Minificción de los Jueves: Javier Perucho

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La música de las sirenas. Antología de Javier Perucho

La música de las sirenas es una antología de Javier Perucho.
Incluye textos de Rubén Darío, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez , José Antonio Ramos Sucre , Wilfredo Machado , Patricia Esteban Erlés, Abelardo Castillo, Umberto Senegal, Enrique Anderson Imbert, Susana Camps Perarnau, Diego Muñoz Valenzuela, Leo Mendoza, Juan Romagnoli, Antonio Serrano Cueto, Juan Armando Epple, Margarito Cuéllar, Martín Gardella, Ginés S. Cutillas, José Manuel Ortiz Soto, Fermín López Costero, David Lagmanovich, Gabriel Jiménez Emán, Adriana Azucena Rodríguez, Eduardo Galeano, Enrique Jaramillo Levi, Sandra Bianchi, Luis Pulido Ritter, Laura Elisa Vizcaíno, Alberto Benza González, Antón Rodríguez Castro, Ana María Shua, Isabel Mellado, Ricardo Cartas, Marco Denevi, Eduardo Gudiño Kieffer, René Leiva, Raúl Brasca, Rogelio Guedea, Esteban Dublín, Marco Aurelio Chavezmaya, Rony Vásquez Guevara, Gemma Pellicer, Luis Tovar, Lilian Elphick, Ramón Gómez de la Serna, José Antonio Lugo, Rafael García Z., María Obligado, David Baizabal, Nana Rodríguez, Mario Cruz, Andrés Elías Flórez Brum, Agustín Cadena, Rubén Tito Roque Aroni, Ea Pozoblockl, Pablo Brescia, Samia Badillo, Aldo Flores Escobar, Primitivo López y Ana Clavel.

Javier Perucho (prologuillo, espiga y documentación), La música de las sirenas, Toluca, Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, 2013, 152 pp. (Narrativa)

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Javier Perucho sobre Antología del microrrelato español de Irene Andrés-Suárez


Uno de los expertos españoles en el género, Irene Andres-Suárez, recién acaba de publicar la Antología del microrrelato español (1906-2011). El cuarto género narrativo, un florilegio robusto que cierne un siglo de escritura cuentística, que ampara y legitima a este “cuarto género”, el microrrelato. Igualmente su estructura es muy sólida, pues se cimienta en un estudio preliminar, una bibliografía que selecciona fuentes primordiales como pondera las secundarias, más el cuerpo principal de la antología cuyo censo integra a más de setenta escritores nacidos en el siglo pasado, autores naturalmente de cuentos recogidos en sendos libros. El corpus narrativo está ordenado cronológicamente, y cada escritor es representado con uno a tres narraciones, más una brevísima acotación que indica año y lugar de nacimiento y/o muerte.
Para los conocedores habrá firmas conocidas, para los iniciados habrá descubrimientos e incluso los expertos obtendrán revelaciones. Basta sobrevolar por el índice para notar esas presencias. Vinos añejos y sangre novísima. De modo se topará con un descubrimiento. Debido a su perquisición, Irene localizó al padre del microrrelato español: en el nombre y la pluma de Juan Ramón Jiménez, cuyo primer relato aparece fechado en 1906.
El concepto, definición, demografía y la historia del microrrelato ibérico, así como su evolución, en la operación crítica de Andres-Suárez igualmente despertarán un interés vivo, pues quizá más de un comentarista señalará alguna ausencia, impugnará la caracterización literaria del benjamín entre los género o acaso sentirá mal representado al gremio o a la arquitectura narrativa que historiza la antologadora. En cualquier caso, la Antología del microrrelato español es un trabajo que hacía falta, pues colma un vacío documental en la historiografía literaria del microrrelato español.


Irene Andres-Suárez (ed.), Antología del microrrelato español (1906-2011). El cuarto género narrativo, Madrid, Cátedra, 2012, 525 pp. (Letras Hispánicas, 703)
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Un dinosaurio crítico. David Baizabal (Sobre Dinosaurios de papel de Javier Perucho)


Que la minificción es un género autónomo ya no puede ser discutido a estas alturas de la producción literaria, por lo menos en lengua española. Y si aún hay alguien que lo ponga en duda que le eche un ojo a Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México de Javier Perucho, quien es editor de El Cuento en Red. Revista Electrónica de Teoría de la Ficción Breve, ensayista e historiador de, según él mismo, “dos géneros menores, un causa perdida y los escritores extravagantes”,[1] es decir del microrrelato y el aforismo, la vida y producción literaria chicanas (o de la diáspora), y de los escritores raros.
Lo interesante de este libro es que también se asoman los micronarradores de la diáspora que han tocado el suelo mexicano en su producción literaria. Pero vayamos por orden. Hay que decir que éste es el libro más reciente de Javier Perucho y que no se trata de una nueva antología[2] sino de un estudio historiográfico propiamente, y requiere especial atención puesto que es el primer acercamiento de este tipo al microrrelato mexicano. El primer acierto del autor es no hacer desplantes teóricos respecto a la extensión del género; tiene razón, es ocioso y, sobre todo, infructuoso. Cierto que en el capítulo introductorio, “Pórtico”, nos recuerda algunas características esenciales del microrrelato —que no viene al caso mencionar aquí—, retrocede hasta Aristóteles y después va más atrás, a la China antigua, apoyado en José Vicente Anaya. Y sigue con una hipótesis sobre la posible difusión de las formas breves chinas a Japón y Corea; al margen hay que anotar que no está documentada la afirmación de que en Persia también hubo tales brevedades; por supuesto no descalifico el dato, pero serviría al lector contar con la fuente.
En el mismo capítulo introductorio Javier Perucho hace una rápida reseña sobre el microrrelato en Latinoamérica, sus principales cultivadores, compiladores y estudiosos; también sobre los antecedentes del microrrelato en México, las influencias y confluencias, y la estructura y objetivos del libro mismo.
La parte central, desde luego, es “Estelas del cuento brevísimo en México”, un recorrido cronológico, pero también analógico, de los narradores de brevedades mexicanos, incluido José de la Colina, español naturalizado mexicano. No es una simple cronología de autores y obras, para eso bastaría consultar una historia de la literatura mexicana; en Dinosaurios… encontramos un acercamiento a los valores de las obras, una evaluación crítica del aporte a la tradición literaria por parte de los autores, una ojeada a las distintas poéticas. Por ahí desfilan Alfonso Reyes, Julio Torri, Edmundo Valadés —piedra angular en la difusión del género—, Juan José Arreola, Raúl Renán, Salvador Elizondo, De la Colina, José Emilio Pacheco, Avilés Fabila… y la lista continúa hasta los narradores más jóvenes con alguna obra significativa. La visión del microrrelato mexicano se completa con Max Aub, Golwarz, Monterroso, Otto-Raúl González y Jodorowsky.
Otro aspecto interesante es la posición de Javier Perucho respecto a la obra de brevedad de José Emilio Pacheco: “en mi consideración son textos literarios cuyas características más distintivas son la concisión, la brevedad y la elipsis, que se rigen por leyes propias del género cuento […]”. Igualmente es interesantísimo el apunte que hace sobre Fabila, nos muestra a un narrador que no aporta nada nuevo: un zarpazo.
Creo que Dinosaurios de papel… merece atención por otra razón más: los temas de investigación que están flotando, haciendo señales a los amantes del género; desde las primeras páginas hasta las últimas Perucho nos señala los cabos sueltos de la crítica e investigación microcuentística; es más, en este libro encontramos una “célula que explota”: una breve apostilla sobre La Marina, taller de minificción del portal Ficticia. Ciudad de Cuentos e Historias, donde además está prohibida la entrada a poetas, cosa paradójica o, mejor, oximorónica.
No encuentro nada reprobable en este libro de Perucho, arriba hice una anotación y aquí sumo dos más: la confusión entre una función genitiva y una ablativa en los títulos de las obras por él citadas; y el ruido que me causa la utilización del término metaficción en vez de intertextualidad en su acepción más general como correspondencia entre una obra y otra antecedente. He tenido la oportunidad de informar sobre el primer punto al autor, hago sin embargo la observación para que aquél que lo note también no se ponga exquisito como yo, que para exquisitez tenemos con la fluidez de Perucho, pues ciertamente Dinosaurios… tiene mucho de agilidad y amenidad en su estructura y redacción. Ahí que quede.


Perucho, Javier, Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México. México, Ficticia-UNAM, 2009.


[1] Estas palabras podemos leerlas en el “perfil” en Miretario, bitácora electrónica del autor, http://cuatario.blogspot.com/
[2] Recuérdense las antologías El cuento jíbaro. Antología del microrrelato mexicano y Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano.
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Cuentos de Javier Perucho

FUERA DE LUGAR
No me deja escuchar la crónica del partido esta niña llorona, ya le di su mamila, la arrullé en su cama, le acerqué el muñeco de peluche que abraza antes de dormir, y nada, sigue berreando. La llevé a la recámara y mientras la recostaba, los blanquiazules metieron otro gol a la marea verde, gloria y ensueño de mi vida. Todo por atenderla, apenas me descuido, meten gol a mi equipo. Y en la repetición, clarito se ve que el delantero estaba en fuera de lugar. Ese maldito árbitro lo declaró bueno. Y la niña no para en su llanto, ¿qué tendrá? Su madre dejó la leche tibia en los biberones, la ropa preparada, pero no se calla, aunque sigue envuelta en su cobertor.
De tardarse más, la llevaré con la vecina, pues en otro descuido perderá el equipo de mis sueños.
Cuando metieron el primero, palpaba su pañal que, aunque estaba seco, olía como a vegetales podridos, ya ni tiempo me dio de rabiar en la repetición de la jugada.
Un gol ante mi descuido. En el intermedio fui a buscar a la vecina, toqué a su puerta, pero nadie salió.
El segundo tiempo arranca, la madre no llega, pero la niña sigue en su llanto.
Con otra distracción mía, perderemos el partido. ¿Y si la encierro en el cuarto de servicio, arropada, con su peluche y biberón? Al fin la leche sigue tibia.


SILENCIO DE ALCOBA
Sépanlo bien, escribanos: No cantamos para él porque nos difamaron diciendo que olíamos a pescado, que formábamos tropel entre las causas perdidas, igualándonos con las suripantas, ¡ja! ¿Que Ulises nos poseyó ingeniosamente para ya no volver a nuestro lecho? Ensueños de marino en alta mar y patrañas de poeta.
Si supieran. Ulises apenas desembarcó, se quedó dormido por cansancio. Contó luego por ahí que se amarró al mástil mientras le untaban cera en el caracol de los oídos y ordenaba a su tropa marinera que no lo dejaran atracar en esta ínsula de playas apacibles y remansos de mar si el vórtice de nuestro canto lo atrapaba, infundios que luego propaló ladinamente entre sus rapsodias aquel poeta invidente y con él, ustedes.
Sí, apenas salmodiamos para aplacar su sueño de náufrago a la deriva. Y según la buena palabra de la nereida bicaudal que lo velaba, dormía agitado, lubricado por la esposa tejedora, Penélope, el nombre que susurraba en su descanso de alcoba silente.
Antes de volver a su barco, desvaneció con agua dulce el sudor agrio, las costras de sal adheridas a su torso y su imberbe barba pilosa.
El testimonio de sus libros apenas recoge esos infundios de marinero célibe.


EL BUEN CUENTO. DECÁLOGO
1. Un cuento debe saber contar bien una historia.
2. Un buen cuento no debe incluir ele- mentos innecesarios.
3. Un buen cuento debe tener un buen principio, un buen diálogo, una buena estructura y un mejor final.
4. Un buen cuento debe atrapar desde las líneas iniciales la atención del lector.
5. Un buen cuento inicia sus tramas en el momento crítico.
6. Un buen cuento no debe rebasar las veinticinco páginas.
7. Sea usted breve.
8. Por lo tanto, un buen cuento debe ser conciso.
9. Un buen cuento debe tener un golpe sorpresivo final.
10. Un buen cuento se tantea y se arrea desde las piernas de una temprana y atractiva muchacha.

Tomado de: Digitales de Tal Cual. Caracas. Sábado 23/07/2011.



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