Soplando vidrio y otros estudios sobre el microrrelato español, de Fernando Valls. Páginas de espuma, 2008.
En la época en que dirigió la revista Quimera, el crítico Fernando Valls dio un espacio relevante a la publicación de microrrelatos. De allí surgió la antología Ciempiés. Los microrrelatos de Quimera. Ahora Valls continúa esa forma del género profundizando en una reflexión sobre el microrrelato español contemporáneo. Este marco permite, más que descubrir, profundizar de la mano de Valls en toda la riqueza de los escritores españoles que han publicado microrrelatos, desde José Jiménez Lozado a José María Merino, Juan Pedro Aparicio o Javier Tomeo, y figuras menos conocidas como Rubén Abella o Juan Gracia Armendáriz que son verdaderas revelaciones. El libro concluye con una buena orientación bibliográfica para continuar estudiando y leyendo el vasto campo de lo breve.
Por su parte, dice Mateo de Paz con respecto a la obra de Valls: "Uno de los fragmentos más interesantes, donde en teoría cabe todo, es el siguiente miniensayo de aproximadamente quince líneas:
'El microrrelato es un género narrativo breve que cuenta una historia (principio este irrenunciable) en la que impera la concisión, la elipsis, el dinamismo y la sugerencia (dado que no puede valerse de la continuidad), así como la extrema precisión del lenguaje, que suele estar al servicio de una trama paradójica y sorprendente. A menudo, se presta a la experimentación y se vale de la reescritura o lo intertextual; tampoco debería faltarle la ambigüedad, el ingenio ni el humor. Al aislar y centrarse en le desarrollo de un asola acción, en torno a unos pocos personajes, se intensifica su significado, cargándose de densidad, algo que no ocurre en aquellas narraciones en donde una determinada acción suele presentarse junto con otras distintas, compartiendo su protagonismo. Su estrategia compositiva, como si de un relámpago de sentido se tratara, consiste en arrancar de inmediato para acabar al instante, mientras que en el cuerpo del texto, que es donde realmente se la juega el escritor, no puede haber errores ni vacilaciones, puesto que gran parte del tejido narrativo debe permanecer elíptico o sobrentendido. Por tanto, si toda la literatura debe componerse borrando, el microrrelato, como la mejor poesía, se ha escrito siempre desechando sin concesiones. No en vano a Monterroso le gustaba decir que tres líneas tachadas valen más que una añadida'".
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