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lunes, 4 de febrero de 2013

Robert Walser / El suave viento del Este


Robert Walser
EL SUAVE VIENTO DEL ESTE

Al suave viento del Este, colgado de la robusta rama de un roble, un gran duque que se había ahorcado agitaba los pies luchando por abandonar el reino de la absoluta certidumbre. Los idealistas descansaban tiesos en sus tumbas, implacable realidad. Qué cruel y afilada es mi pluma.


viernes, 1 de febrero de 2013

Robert Walser / El mendigo

Robert Walser
Robert Walser
EL MENDIGO

Pregunté por la señora y, cuando la tuve enfrente, le pedí un mendrugo de pan. Estaba hambriento. "Pues no lo parece", dijo ella con cara de asombro. "¿Tendrá no obstante la bondad de concederme el deseo?", añadí. Ella desapareció dentro de la casa; me sentía, en aquel pasillo tan aristocrático, como uno de esos jóvenes mendigos de Murillo. "Ruego me disculpe por presentarme ante usted sin los pantalones hechos jirones". Ella tenía en la mano un mendrugo de pan que me entregó mientras decía: "Se le nota que se está usted riendo de mí. Aquí tiene su pan, aunque no sea un mendigo".



martes, 29 de enero de 2013

Robert Walser / El y ella


Robert Walser
EL Y ELLA

Por lo visto hay que considerarlos cultos tanto a él como a ella. Él era persona de mundo, y también ella; él era ingenioso, y no menos lo era ella. Podría decirse que ambos están en el punto álgido de la vida, rodeados por las sonrientes praderas de una cultura superior. Las ganas de saber les llevaron a conocer a multitud de personas y lugares. Ora se asentaban en un lugar, ora en otro, se familiarizaban con toda clase de costumbres, objetos y situaciones, y tan pronto se mostraban pasivos y reservados como activos y locuaces. La mujer se hizo construir una casa a la orilla de un lago e invitó a su amado a ponerse cómodo en su hogar. Él, que la tenía por su parte en gran estima, no sabía si aceptar o rechazar el ofrecimiento. Por lo visto era indeciso, prudente, se movía a tientas y gustaba de sondear y analizar las cosas. En el fondo ella era de una índole parecida, me refiero a que sabía muchas cosas y habitaba con su mente en todas partes. Vivía con el alma en un lugar distinto al que se encontraba físicamente. Amándolo como lo amaba, renegaba de este hecho, de modo que no lo amaba. A él le ocurría lo mismo. Siendo suyo era sin embargo de otra mujer. No sin ignorar que él era ambiguo e inseguro, ella le reprendía. Por su parte, tampoco él la privaba de lo que nadie gusta de oír o ver, de escenas delicadas. A veces, de tanta ternura, no sabían qué decirse. Luego se hacía un silencio que pedía a gritos una ruptura. Se habrá ya advertido que ambos eran egoístas y que preferían la independencia a la falta de libertad. A ella no le hubiera gustado verlo dependiente. El apego puede ser muy molesto. No obstante, si él no pensaba en ella, ella lo tenía por poco cariñoso. En cuanto a él, se alegraba de una independencia, la de ella, que no podía por menos de criticar. Ambos querían erigirse como modelos. En este sentido cada uno escribió un libro. Él leería el de ella y ella leería el de él. Ella escribía como una mujer, él como un hombre, si bien la escritura tiene de suyo un tono muy sutil, es masculina y femenina a un tiempo y emerge de almas dichosas.

Robert Walser
Historias de amor
Madrid, Siruela, 2010