Observar a los demás siempre es interesante. En el tren, en los aeropuertos, en las convenciones, mientras se hace cola, mientras dos personas están sentadas a una mesa; en suma, en todas las ocasiones en las que confluyen seres. También a los que no viajan o están muy solos se les ocurrirá salir media hora a la calle. Y observar un gato terriblemente absorto y atento al apuntar a la presa. O al apresarla. Quizá sea una mariposa, una hoja, un trozo de papel, un insecto. Cuando ha alcanzado el objetivo, de repente el gato se distrae. Los etólogos llaman a este movimiento Übersprung. Se produce poco antes del golpe mortal. Vemos al gato moverse y desplazar la presa como si fuera una pluma. Los últimos movimientos. La mariposa baila en su agonía. Vibra imperceptiblemente, lo bastante como para despertar aún el interés del gato. Y él se distrae. Se aleja. Con calma muta el rumbo. Muta el rumbo mental. Es como un momento muerto. La estasis. Parece que nada le interese. Parece haber olvidado las alas temblorosas que sólo unos instantes antes habían reclamado su total dedicación. Lo que antes le había poseído, como si hubiera sido una idea, un pensamiento. Ahora él se distrae. Mira a otro lado. Con la patita se frota el morro. Con la patita se rasca detrás de la oreja, inclinando la cabeza. Tiene muchas cosas que hacer. Ninguna de ellas tiene nada que ver con la de antes. Con la acción. El gato mira a otra parte. Está en otra parte. Es un movimiento estratégico. Forma parte de un mecanismo de precisión. En todo ello hay algo que recuerda las marionetas del cuento de Kleist. En la precisión del asalto, en la ligereza y agilidad. En el desapego, en la distancia. Tal vez también la mariposa y la hoja tengan a su vez el mismo momento de Übersprung. Como el gato. Se distraen de la agonía, se apartan de su muerte. De la idea de la muerte. Eso es lo que hace el gato. Se aparta él también de la agonía. Que ha inferido. No sabemos por qué ocurre, el que el gato mire a otro lado. Él lo sabe. Quizás, tal vez sea delectatio morosa ese Übersprung. El melancólico hecho de desprenderse de un vínculo con la víctima. Es volverse hacia otra parte, pasar a otra cosa, manifestar el gesto del desapego, como un adiós. La divagación del tema, la evasión de una palabra, y a la vez la caza de las palabras, el deshacerse de ellas: son otras tantas maneras mentales del hecho de escribir. Hay quien escribe gracias a la delectatio morosa. Thomas de Quincey, por ejemplo, una vez señaló el «dark frenzy of horror», el oscuro frenesí del horror.