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jueves, 22 de julio de 2021

Antón Chéjov / ¿Qué es mejor?

 

¿Qué es mejor?
Antón Chéjov 

A la taberna pueden ir los mayores y los niños, mientras que a la escuela sólo pueden ir estos últimos.
El alcohol hace más lento el metabolismo, contribuye a la sedimentación de las grasas, alegra el corazón del hombre. La escuela no es capaz de tanto. Lomonósov dijo: “Las ciencias alimentan a los jóvenes y contentan a los viejos”. En cambio, el príncipe Vladímir repetía, una y otra vez: “La alegría de Rusia está en la bebida”. ¿A cuál de los dos hemos de creer? Evidentemente, al más viejo.
No es la escuela la que proporciona tanto ingreso al fisco, por el impuesto de timbre.
La utilidad de la instrucción se halla todavía en tela de juicio; su daño, en cambio, salta a la vista.
Para estimular el apetito, no se emplea el abecedario, sino una copa de vodka.
Tabernas hay en todas partes; escuelas, no.
De todo ello se concluye: no es posible abolir las tabernas; y, respecto a la escuela, será cosa de pensarlo.
Imposible renegar de toda la instrucción. Sería una locura, pues siempre es útil saber leer letreros como “Casa de bebidas”.



lunes, 17 de junio de 2019

Antón Chéjov / Marido y caviar


Darío Morales

Antón Chéjov
MARIDO Y CAVIAR

El segundo día de Pentecostés, después del almuerzo, Dímov compró fiambres y bombones, y se dirigió a la dacha para visitar a su mujer. Hacía dos semanas que no la veía y la echaba mucho de menos. Sentado en el vagón y, más tarde, mientras buscaba la dacha en el extenso bosque, se sintió dominado por el hambre y el cansancio; soñaba con cenar tranquilamente con su esposa y luego retirarse a descansar, al tiempo que miraba con satisfacción el paquete con el caviar, el queso y el salmón blanco.
Cuando encontró la dacha y la reconoció, el sol ya se había puesto. La vieja doncella le dijo que la señora no estaba en casa y que probablemente no tardaría en regresar. La dacha, de aspecto poco atractivo con sus techos bajos, cubiertos de papel blanco, y sus suelos de tablas desiguales y agrietadas, solo tenía tres habitaciones. En la primera había una cama; en la segunda lienzos, pinceles, papeles con manchas de grasa y abrigos y sombreros de hombre tirados sobre las sillas y los alféizares; en la tercera Dímov se encontró con tres individuos desconocidos. Dos eran morenos y barbudos; el tercero, afeitado y grueso, tenía aspecto de actor. Sobre la mesa hervía el samovar.
—¿Qué desea usted? —le preguntó el actor con voz de bajo, examinándole con displicencia—. ¿Quiere ver a Olga Ivánovna? Aguarde, no tardará en llegar.
Dímov se sentó y se puso a esperar. Uno de los morenos, sin dejar de mirarle con aire soñoliento y desganado, se sirvió té y le preguntó:
—¿Le apetece un poco de té?
Dímov tenía hambre y sed, pero rechazó el té para no quedarse sin apetito. Pronto se oyeron unos pasos y una risa conocida; resonó una puerta y Olga Ivánovna entró corriendo en la habitación, con un sombrero de ala ancha y una caja en la mano, seguida de Riabovski, alegre y rubicundo, con una gran sombrilla y una silla plegable.
—¡Dímov! —gritó Olga Ivánovna, enrojeciendo de alegría—. ¡Dímov! —repitió, apoyando la cabeza y las dos manos en el pecho de su marido—. ¡Eres tú! ¿Por qué has estado tanto tiempo sin venir? ¿Por qué? ¿Por qué?
—¿Cuándo iba a venir, cariño? Siempre estoy ocupado y cuando tengo algo de tiempo, el horario de trenes no me viene bien.
—¡Cuánto me alegro de verte! Toda la noche, toda, he estado soñando contigo; tenía miedo de que estuvieras enfermo. ¡Ah, si supieras qué atento eres y cuán a propósito has llegado! Serás mi salvador. ¡Sólo tú puedes salvarme! Mañana se celebrará aquí una boda de lo más singular —continuó, riendo y rehaciendo el nudo de la corbata de su marido—. Se casa un joven telegrafista de la estación, un tal Chikeldéiev. Es un joven apuesto, nada tonto, con una expresión vigorosa y algo osuna, sabes… Podría servir de modelo para un joven varego. Todos los veraneantes le tenemos simpatía y le hemos dado nuestra palabra de honor de acudir a la boda… Es un hombre sin fortuna, solitario, tímido… naturalmente, no estaría bien negarle nuestra participación. Figúrate, la boda se celebrará después de la misa; luego, iremos todos a pie a casa de la novia… ¿Entiendes? El bosque, el canto de las aves, las manchas de sol en la hierba y todos nosotros como manchas multicolores sobre el fondo verde oscuro… De lo más original, en el gusto de los impresionistas franceses. Pero ¿qué voy a ponerme para ir a la iglesia, Dímov? —dijo Olga Petrovna con gesto de desconsuelo—. ¡Aquí no tengo nada, absolutamente nada! Ni vestido, ni flores, ni guantes… Tienes que salvarme. Si has venido es porque el destino quiere que me salves. Coge las llaves, querido, vuelve a casa y tráeme el vestido rosa que hay en el guardarropa. ¿Te acuerdas? Es el que está colgado delante de todos… Luego vete al trastero y busca en el suelo, a mano derecha, dos cajas de cartón. Abre la de arriba y verás que contiene tul, mucho tul, y todo tipo de recortes de tela; las flores están debajo. Sácalas todas con mucho cuidado, trata de no arrugarlas, querido, y ya elegiré yo más tarde las que necesite… Y cómprame unos guantes.
—Está bien —exclamó Dímov—. Mañana, cuando llegue a casa, te lo enviaré todo.
—¿Mañana dices? —preguntó Olga Ivánovna, mirándole con sorpresa—. ¿Cómo vas a tener tiempo mañana? El primer tren sale a las nueve y la boda es a las once. No querido, tiene que ser hoy, ¡hoy sin falta! Si no puedes venir mañana, mándamelo por alguien. Bueno, vete ya… El tren está a punto de pasar. No vayas a perderlo, cariño.
—Está bien.
—¡Ah, qué pena me da verte partir! —exclamó Olga Ivánovna, con lágrimas en los ojos—. ¿Por qué, tonta de mí, le habré dado mi palabra al telegrafista?
Dímov bebió a toda prisa un vaso de té, cogió una rosquilla y, con una humilde sonrisa, se dirigió a la estación. En cuanto al caviar, el queso y el salmón blanco, se lo comieron los dos morenos y el grueso actor.



Nota: el texto anterior es el tercero de los ocho capítulos de uno de los cuentos más extraordinarios de Chéjov, "La cigarra". Describe el matrimonio de Olga Ivánovna y el médico  Osip Stepánich Dímonov.  A esta altura de la narración, la mujer, cada vez más volantona, pasa sus vacaciones fuera de casa, y el marido decide hacerle una visita.





sábado, 17 de mayo de 2014

Antón Chéjov / Confesión de Irina


Ilustración de Emiliano Ponzi
Antón Chéjov
CONFESIÓN DE IRINA

Seré una esposa fiel y sumisa, pero no me pidas amor. Qué se le va a hacer. (Llorando.) No he querido ni una sola vez en la vida. ¡Oh, cuánto he soñado con el amor! Hace mucho tiempo que día y noche sueño con él, pero mi alma es parecida a un maravilloso piano cerrado cuya llave se hubiese perdido.

Las tres hermanas, acto cuarto, escena IV


Antón Chéjov

Las tres hermanas
Barcelona, Bruguera, 1971, p. 116







lunes, 12 de mayo de 2014

Antón Chéjov / El incendio

Pintura de Cristina López
Antón Chéjov
EL INCENDIO

Habitación de Olga e Irina. Hay una cama a la izquierda y otra a la derecha, ocultas por biombos. Son más de las dos de la madrugada. Se oye el repique de un toque a fuego llamando a un incendio que arde hace algún tiempo. Puede observarse que en la casa no se ha acostado nadie todavía.

Las tres hermanas, acto tercero


Antón Chéjov

Las tres hermanas
Barcelona, Bruguera, 1971, p. 75




viernes, 9 de mayo de 2014

Antón Chéjov / El color de la vida



Antón Chéjov
EL COLOR DE LA VIDA

Con frecuencia se me ocurre pensar en si sería posible iniciar otra vida y además vivirla de un modo consciente. La vida ya vivida sería el borrador y la nueva el llamado "escrito en limpio". Entonces creo yo que todos podríamos afanarnos más en no repetirnos a nosotros mismos. Yo, por lo menos, daría nuevo color a mi vida. Me instalaría en un piso como éste, con flores y mucha luz. Tengo mujer y dos hijas. Es preciso decir que mi mujer está enferma. Si tuviera que volver a vivir no me casaría. 

Las tres hermanas, acto primero, escena V



Antón Chéjov
Las tres hermanas
Barcelona, Bruguera, 1971, p. 31





martes, 15 de abril de 2014

Antón Chéjov / Visiones



Antón Chéjov
VISIONES

Parecía como si volvieran las alucinaciones de otros tiempos. Y como a propósito, a pesar de que ya estaban a fines de marzo, nevaba todos los días y el viento zumbaba en el bosque como si fuese invierno. No se creía que la primavera llegaría alguna vez. El tiempo predisponía al tedio, a las peleas, al odio, y por las noches, cuando el viento silbaba sobre el techo, le parecía que alguien vivía allá arriba, en el piso vacío, y poco a poco las visiones empezaban a agobiar mente, la cabeza le ardía y no podía conciliar el sueño.


Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 97



DREAMINESS
by Anton Chekhov
BIOGRAPHY

It looked as though his dreaminess were coming over him again. And as ill-luck would have it, although it was the end of March, every day it kept snowing, and the forest roared as though it were winter, and there was no believing that spring would ever come. The weather disposed one to depression, and to quarrelling and to hatred and in the night, when the wind droned over the ceiling, it seemed as though someone were living overhead in the empty storey; little by little the broodings settled like a burden on his mind, his head burned and he could not sleep.


Anton Chekhov, "The Murder"



miércoles, 9 de abril de 2014

Antón Chéjov / La posada

Foto ajena
Antón Chéjov
LA POSADA


Contaban que la posada fue construida en tiempos de Alejandro I por una viuda que se instaló allí con su hijo. Se llamaba Avdótia Tiérejova. A los que pasaban por su lado en las carrozas de posta, en particular en las noches de luna, el aspecto del patio oscuro con el tejadillo y los portones cerrados de modo permanente les producía una sensación de angustia y vaga inquietud, como si allí vivieran brujos o bandidos. Y siempre, al pasar de largo, el cochero volvía la cabeza y fustigaba a los caballos. Los viajeros se quedaban de mala gana, porque los dueños se mostraban adustos y cobraban muy caro. En el patio había fango hasta en verano. En el fango yacían unos cerdos grasosos, enormes, y andaban sueltos los caballos con que traficaban los Tiérejov. A menudo sucedía que los caballos, aburridos, se escapaban del patio y emprendían una furiosa carrera por el camino, asustando a los peregrinos. En aquel tiempo había allí un gran movimiento, pasaban largas caravanas con mercancías y se daban casos como aquel de hacía treinta años, por ejemplo, cuando unos arrieros enojados armaron una pelea y mataron a un comerciante que iba de paso. A media vérsta del patio todavía se levanta la cruz de madera, medio podrida. Pasaban coches de posta con sus campanitas y las pesadas diligencias señoriales. Entre mugidos y nubes de polvo, cruzaban también los rebaños de vacas y toros.



Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 94

Cruz y hojas
La Recoleta, Buenos Aires, 2008
Foto de Triunfo Arciniegas

THE TAVERN
by Anton Chekhov
BIOGRAPHY


The story ran that the tavern had been built in the time of Alexander I, by a widow who had settled here with her son; her name was Avdotya Terehov. The dark roofed-in courtyard and the gates always kept locked excited, especially on moonlight nights, a feeling of depression and unaccountable uneasiness in people who drove by with posting-horses, as though sorcerers or robbers were living in it; and the driver always looked back after he passed, and whipped up his horses. Travellers did not care to put up here, as the people of the house were always unfriendly and charged heavily. The yard was muddy even in summer; huge fat pigs used to lie there in the mud, and the horses in which the Terehovs dealt wandered about untethered, and often it happened that they ran out of the yard and dashed along the road like mad creatures, terrifying the pilgrim women. At that time there was a great deal of traffic on the road; long trains of loaded waggons trailed by, and all sorts of adventures happened, such as, for instance, that thirty years ago some waggoners got up a quarrel with a passing merchant and killed him, and a slanting cross is standing to this day half a mile from the tavern; posting-chaises with bells and the heavy dormeuses of country gentlemen drove by; and herds of homed cattle passed bellowing and stirring up clouds of dust.

Anton Chekhov, "Ther Murder"


domingo, 6 de abril de 2014

Antón Chéjov / Allí se le escapó la mujer


Antón Chéjov
ALLÍ SE LE ESCAPÓ LA MUJER


El vendedor Serguei Nikanórich tuvo alguna vez mucho dinero, y había sido dueño de la cantina de una estación de primera clase, en una capital de provincia donde se cruzaban dos vías férreas. Entonces usaba frac y reloj de oro. Pero los asuntos le fueron mal, gastó todo su dinero en un servicio lujoso, los sirvientes lo saquearon y, enredándose poco a poco, pasó a otra estación menos animada. Allí se le escapó la mujer, llevándose toda la plata, y él pasó a una tercera estación de menos categoría, donde ya no se requerían comidas calientes. Después a la cuarta. Cambiando de lugar a menudo, y descendiendo cada vez más bajo, llegó a Progónnaya, y aquí vendía sólo té, vodka barato y, como aperitivos, huevos cocidos y un embutido duro que olía a alquitrán, y que él mismo en burla llamaba “musical”. Tenía una calva por todo el parietal, unos ojos azules saltones y unas patillas espesas, velludas, que peinaba a menudo con un peinecito, mirándose en un espejo pequeño. Los recuerdos del pasado lo agobiaban sin cesar; no podía habituarse de ningún modo al “embutido musical”, a las groserías del jefe de estación y a los mujíks que regateaban; y en su opinión, regatear en una cantina era tan indecente como en una farmacia. Sentía vergüenza de su pobreza y humillación, y esa vergüenza era ahora toda su vida.



Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 87




HERE HIS WIFE HAD LEFT HIM
by Anton Ckekhov
BIOGRAPHY

The waiter, Sergey Nikanoritch, had once had money of his own, and had kept a buffet at a first-class station, which was a junction, in the principal town of a province. There he had worn a swallow-tail coat and a gold chain. But things had gone ill with him; he had squandered all his own money over expensive fittings and service; he had been robbed by his staff, and getting gradually into difficulties, had moved to another station less bustling. Here his wife had left him, taking with her all the silver, and he moved to a third station of a still lower class, where no hot dishes were served. Then to a fourth. Frequently changing his situation and sinking lower and lower, he had at last come to Progonnaya, and here he used to sell nothing but tea and cheap vodka, and for lunch hard-boiled eggs and dry sausages, which smelt of tar, and which he himself sarcastically said were only fit for the orchestra. He was bald all over the top of his head, and had prominent blue eyes and thick bushy whiskers, which he often combed out, looking into the little looking-glass. Memories of the past haunted him continually; he could never get used to sausage “only fit for the orchestra,” to the rudeness of the station-master, and to the peasants who used to haggle over the prices, and in his opinion it was as unseemly to haggle over prices in a refreshment room as in a chemist’s shop. He was ashamed of his poverty and degradation, and that shame was now the leading interest of his life.


Anton Chekhov, "The Murder"



jueves, 3 de abril de 2014

Antón Chéjov / La primavera

Foto de Fernando Cano
Antón Chéjov
LA PRIMAVERA

"La primavera viene este año con retraso", dijo Matvei, prestando atención al silbido del viento.


Antón Chéjov
"El asesinato"
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 87 



martes, 1 de abril de 2014

Antón Chéjov / Noticia


Antón Chéjov
NOTICIA

Se nos informa que uno de los redactores de Kievlianin, después de estudiar atentamente los periódicos de Moscú y en un acceso de duda, practicó un registro en su propia casa en busca de publicaciones clandestinas. Aunque no encontró nada de carácter subversivo, se condujo él mismo a la comisaría de policía.


Antón Chéjov
Narraciones
Biblioteca Básica Salvat, Salvat Editores, 1970, p. 8