Esta tarde en Los Siete Jardines, c/ Rincón de la Monja, Cáceres, a las 19:30h se presenta Navegación sin rumbo, del extraordinario poeta portugués Nuno Júdice -último ganador del Premio Reina Sofía de Poesía-, publicado por la Editora Regional de Extremadura.
La traducción ha corrido a cargo de Luis María Marina, mi diplomático favorito y poeta él mismo.
Ambos, autor y traductor, estarán presentes en el acto. Todo un lujo.
Para los amantes de la buena poesía, y también para los que no, dejo aquí, en su versión bilingüe, un adelanto del libro.
Estética de la monotonía
para Vasco Graça Moura
El
paisaje es siempre igual: un río, un bosque,
unas
rocas, y al fondo, muy al fondo, el humoque sale de lo que podría ser una chimenea, sugiriendo
una casa, una población o, en la mejor de las hipótesis, una
ciudad. En cada cuadro, éste es el escenario, y
ya nadie lo ve, de tan repetido. Pero en primer
plano hay un cuerpo que va cambiando: un rostro de
frente, cabellos rubios, los labios tristes pero carnosos,
traduciendo con su silencio la insatisfecha sensualidad
de la magdalena penitente; o los cabellos negros que
caen hasta los senos, y casi los ocultan, y los
ojos salvajes de una salomé inquieta, que no sabe
qué pedir a cambio de su desnudez; o esa larga
eva de finas caderas como la serpiente que conversa
con ella sobre un asunto que es siempre el mismo, distrayéndonos
de la belleza de sus manos, con sus largos dedos
que sujetan la manzana aún sin morder. Pero todas ellas
muestran la expresión de quien se aburre de aquellas
soledades, de los árboles que comienzan a perder
su verdor, del agua del río cuyo azul hace mucho se ha secado,
del humo que se dispersa en el cielo, borrando la ilusión
de una casa, y el abrigo de su techo. Y me miran,
con la esperanza de que las saque de allí: la magdalena para
hablarme de los burdeles de jerusalén, y de las tardes en
que se jugaba el dinero ganado la víspera con las
negras nubias de la última noche; salomé, cansada
de bailar sin saber por qué, para sentarse
a mi lado y pedirme, con un murmullo, que
apague el cd donde se repite “la danza de los siete velos”;
y eva, harta de manzanas, para despojarse de
las hojas secas con que la han cubierto desde que
descubriese el pecado original.
Estética da monotonia
para o Vasco Graça Moura
A paisagem é sempre a mesma: um rio, uma
floresta,
uns rochedos, e ao fundo, muito ao fundo, um
fumoque sai do que pode ser uma chaminé, sugerindo uma
casa, uma povoação ou, na melhor das hipóteses, uma
cidade. De quadro para quadro, é este o cenário, e
já ninguém o vê, de tanto se repetir. Mas em primeiro
plano há um corpo que vai mudando: um rosto de
frente, de cabelos louros, os lábios tristes mas cheios,
traduzindo com o seu silêncio a insatisfeita sensualidade
de madalena penitente; ou os cabelos negros que
escorrem para os seios, e quase os escondem, e os
olhos selvagens de uma salomé inquieta, sem saber
o que pedir em troca da sua nudez; ou essa longa
eva de ancas esguias como a serpente que conversa
com ela, e o assunto é sempre o mesmo, distraindo-nos
da beleza das suas mãos, com os dedos longos
que seguram a maçã por comer. Todas elas, porém,
mostram a expressão de quem se aborrece com aqueles
campos, com as árvores que começam a perder
o verde, com a água do rio cujo azul há muito secou,
com o fumo que se dispersa no céu, apagando a ilusão
de uma casa, com o abrigo do seu tecto. E olham-me,
na esperança de que as tire dali: madalena para me
falar dos bordéis de jerusalém, e das tardes em
que jogava o dinheiro ganho na véspera com as
negras núbias da última noite; salomé, cansada
de dançar sem saber para quê, para se sentar
ao meu lado e pedir-me, num murmúrio, para
desligar o cd onde se repete «a dança dos sete véus»;
e eva, enjoada de maçãs, tirando de cima de si
as folhas secas com que a cobriram, desde que
ela descobriu o pecado original.
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