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domingo, 8 de diciembre de 2019

Álamos


La tierna y altiva desnudez de los álamos entre la niebla del otoño. Latencia de vida en la punta de las ramas, bajo la corteza, arrullada sin fin entre una maraña de raíces.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Garcillas


Esas gavillas de garcillas tiñendo de blanco la maleza y el follaje de los islotes del río entre la niebla y la humedad, bajo los densos nubarrones o el sol que nace, planeando su breve fulgor alado sobre la lábil piel del agua.

sábado, 1 de diciembre de 2018

¡Mis libros!



No soy un lector de tendencias, géneros, estilos, movimientos… Soy un lector de autores. Y aún esto último me atrevo a ponerlo en solfa. Soy un simple lector. 
Habrá quien piense, estoy seguro, que qué manera de leer es esa. Pues síganlo pensando, caballero, señorita, pero no me lo digan pues no pienso hacerles ningún caso.
¡Déjenme en paz con mis libros!

miércoles, 28 de febrero de 2018

Bombillas


Esas bombillas de antes, casi ciegas a falta de vatios, colgando del cielo raso de un cable forrado de tela y cagado con saña por las moscas, como un fruto paso, renegrido ya y sin sustancia, se me antoja una metáfora de cómo nos vamos apagando a poco que vivamos un poco más de la cuenta.

viernes, 26 de enero de 2018

Proust


Ayer, mientras hacía tiempo fumando un cigarrillo antes de entrar en una consulta médica con mi mujer, me entretuve observando un rato a un grupo de muchachos que jugaban al fútbol en la calle: un partidillo de esos que en mi barrio llamabámos "gol regañao", un tres para tres con todo el asfalto y las aceras como campo de juego.
Lo hacían bien los mozalbetes. En todo el tiempo que estuve pendiente de la deportiva refriega, el resultado saltaba de empate en empate: marcaban unos, marcaban otros, marcaban unos, marcaban otros...
Tentado estuve de sumarme a uno de los grupos para inclinar la balanza pero, afortunadamente, me contuve a tiempo.
Cuando entré en la consulta, la cosa seguía empatada.
Cuando salí, ya se habían marchado.
Fue mi magdalena de Proust del día.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Invierno


La palabra invierno me sabe a nieve, a lumbre baja, a niebla aterida.

lunes, 9 de octubre de 2017

Ser o haber sido


Entre lo que ya fuiste y lo que querrías haber sido, el desastre que ahora eres.

martes, 29 de agosto de 2017

Aplazando cosas


Aplazamos tantas cosas para el futuro que cuando lleguemos a él vamos a encontrarlas ajadas hasta el tuétano, marchitas del todo, hechas un asco.

lunes, 21 de agosto de 2017

Liebre (oído por ahí)


“Ese tío es más falso que una liebre de lata”.

miércoles, 16 de agosto de 2017

En formación


De una formación de pájaros que pasa volando a media altura, de repente se ha desplomado uno de los que iban en cabeza. Inmediatamente ha sido sustituido por otro en su lugar. El ave ha caído casi a mis pies, pareciera que hubiese sufrido un infarto fulminante en pleno vuelo, una fatiga invencible en las alas. O acaso era ya cumplida su hora vital. 
Lo he recogido del suelo y en apenas un par de minutos se me ha muerto entre las manos sin ni siquiera un trino de queja, un gorjeo, un postrer aleteo. Lo he depositado junto a unas piedras y unos matojos resecos a la sombra. 
Los insectos, o tal vez algún gato de esos medio asilvestrados que merodean por aquí darán buena cuenta de él. 
La bandada se ha perdido, indiferente al drama, batiendo alas hacia el ocaso.

lunes, 26 de junio de 2017

Órdago a la grande


Cuando yo andaba en esa imprecisa frontera entre la niñez y la adolescencia (digamos entre los 12-14 años), todavía sin risibles pelillos en la sotabarba y otros lugares más recónditos de la anatomía, pasaba muchos ratos en los bares del barrio viendo a los viejos jugar al mus con barajas resobadas. Solían marear durante horas un palillo entre los dientes o portar un cigarrillo pinzado en la oreja o adherido a las comisuras y calzar en la azotea boinas aún más trilladas de mugre que los naipes. Siempre había un corro de mirones alrededor de las baqueteadas mesas y sillas de formica y algunas veces los jugadores se aprovechaban de la concurrencia.
-Chico, tráeme un vinito, anda-, ordenaban como si nada al que tuvieran más a mano. -¡Y el aperitivo!, recalcaban por si acaso. Y tú obedecías al instante por si las moscas. El caso es que cuando comenzaba la partida yo me situaba detrás de alguno de los jugadores, veía sus cartas y me iba detrás del siguiente. Y así con los cuatro. Parecía un moscón revoloteando alrededor de un bizcocho. Y cuando ya había visto las cartas de todos y me había hecho una posible idea de por dónde podrían ir las cosas, alguno de ellos decía “mus”, y hala, cartas boca abajo en la mesa y a repartir otra vez. Nunca me enteraba de las jugadas, jamás supe a ciencia cierta merced a qué arcano misterioso ganaban unos y no otros, por qué jugaban con tan solo cuatro naipes, qué puñetas era aquello de chicas, grandes, pares, juego, órdago…. Pero el caso es que me embobaba con la rápida sucesión de envites y con cómo repartían luego el botín los ganadores de cada mano.
Siempre pensé que saber jugar al mus era algo que se adquiría con la edad y que, como por ciencia infusa, cuando llegara a viejo me sentaría en alguna silla similar con todo el derecho y dispuesto a lanzar órdagos a diestro y siniestro.
Pero que va; nunca he aprendido esa habilidad con los naipes y bien que lo lamento. Estoy seguro de que mejor me hubiera ido, porque muchos de los órdagos que he lanzado en la vida, a veces sin ton ni son, apenas guiado por una ciega, y luego demostrada inútil confianza, casi siempre se me han vuelto en contra.
Como un bumerán terco.

sábado, 13 de mayo de 2017

Mitología amorosa


Aire y agua, ave y pez, el ángel y la sirena serían el complemento perfecto el uno de la otra, amándose para siempre justo en el límite de sus dos reinos, de sus dos mundos.
Siempre que el ave no fuera gaviota (rata del aire), y el pez, tiburón (señor de la sangre). 



domingo, 7 de mayo de 2017

El amor es ciego



En mi total oscuridad de siempre, desconozco en verdad la luz y sus matices. Pero cuando tú te enciendes, y me enciendes, siento que puedo ver, y verte, mucho mejor.

martes, 21 de marzo de 2017

Telégrafo



Por la mañana posadero del mirlo, de la paloma. 
A la tarde, oteando despojos, una urraca, un cuervo, una corneja desgranan su áspera salmodia desde allí. 
Por la noche, sólida atalaya del autillo y la lechuza, rígido mirador del búho.

Son las aves quienes alivian a todas horas la ya casi inútil soledad del poste del telégrafo.

domingo, 5 de marzo de 2017

¿Qué se sabe?



A la sencilla pregunta de "qué se sabe", ¿cómo responder sin caer en el más escandaloso de los ridículos, en la más necia pedantería, en la más repugnante de las autocomplacencias?

viernes, 3 de marzo de 2017

Matón



En su ya lejana juventud, aqueste mozo garrido de escasas entendederas soñó con poder ser modelo, galán de cine, ídolo deportivo o cantante de éxito, labores éstas en las cuales tampoco es que te exijan lucir licenciaturas o doctorados, pero todo aquello que acaso pudo ser devino al fin en el recuerdo apenas de un sueño. Así que se quedó en matón de barrio. Cumplidor, eso sí: encargo aceptado, encargo llevado a cabo a la plena satisfacción del cliente que soltaba la pasta.
 
Tenía una voz tan poderosa como su calva (se quedó mondo y lirondo de su tupida mata de pelo de resultas de un desengaño sentimental con una pelandusca que se la daba con cualquiera), rotunda y roqueña, con la que apabullaba a sus oponentes con razón o sin ella (casi siempre sin ella) en cualquier discusión en la que se enzarzase. Y no eran pocas las reyertas, que era también de querencia guerrillera y escaso repertorio de términos en las cuestiones de verbo.

Le gustaba comer caracoles sacándolos con un palillo (decía que hurgar con el alfiler en el agujero del bicho era cosa de maricones) y luego sorber con mucho ruido el caldito que quedaba en el caparazón. Tampoco le hacía ningún asco a las gambas con gabardina, que comía a puñados como si fueran quisquillas, contribuyendo no poco a la extinción de la especie de este crustáceo marino. Y dar escandalosas risotadas y soltar improperios por los asuntos más banales: un imprevisto resultado de fútbol, la pinta de alguna señorita de buen ver que acertara a pasar por su lado, la cojera de un rengo, el siempre sugerente escaparate de una corsetería…

Hasta que una vez, en una de esas discusiones sin sustancia particularmente acalorada, se le cayó un libro del bolsillo. De poesía. Amorosa, para más inri. Un librín flacucho, escaso de páginas, casi escuálido: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, rezaba el título con letras gordas. De un tal Neruda, que también vaya nombrecito para un tío.

La cara de estupor de sus compinches de tabarra a la vista del suceso no es para contarla: le perdieron el respeto para siempre. Cuando se recuperaron del asombro se lo demostraron de inmediato expulsándole ignominiosamente del local, retirándole la palabra para los restos y dándole a entender bien a las claras que las visitas a su bar de toda la vida no serían bien recibidas de ahora en adelante.

Una pena. Porque para nosotros, chaveas ociosos sin un chavo en el bolsillo, aquellas escaramuzas verbales en la taberna del barrio y en las que de cuando en cuando se escapaba algún guantazo que otro se nos antojaban muy entretenidas.
Amén de ser gratis, lo que tampoco es moco de pavo.

jueves, 23 de febrero de 2017

Erráticos



El vuelo de las mariposas me recuerda al errático caminar de los borrachos. Es como si no supieran o quisieran llegar a ningún sitio en concreto. 
Ni las unas ni los otros.

martes, 31 de enero de 2017

Adefesio

 
Dependiendo de la percha, ocasión o circunstancia, hasta el vestido más seductor y deslumbrante, hasta el traje con más empaque y distinción, puede devenir en un absoluto adefesio a poco que te descuides.

domingo, 22 de enero de 2017

Esférico


Hace unos días, mientras iba conduciendo, escuché en la radio la fórmula del insulto perfecto. La archivé en la memoria y hasta que me ha hecho falta no había vuelto a acordarme. El asunto es tan sencillo como añadir el adjetivo “esférico” al sustantivo adecuado al caso: tonto, imbécil, gilipollas…
Ayer hice la prueba: -¡Eres un gilipollas esférico (este no parecía tonto ni imbécil, aunque bueno, puede que también lo fuera) porque lo eres desde cualquier lado que se te mire! -le dije al fulano.
Y funciona. No supo qué responderme.

martes, 17 de enero de 2017

Delitos


Hay delitos con nombres tan atrayentes (escalo, infidelidad en la custodia de documentos, libramientos indebidos, abigeato, homicidio piadoso, malversación de caudales públicos, peculado por demora injustificada…) que casi te entran ganas de cometerlos.