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sábado, 11 de noviembre de 2023

Grulla del silencio

 


Sabida es la leyenda de la grulla que, temerosa de verse arrastrada por los fuertes vientos que rodeaban su nido, volaba de un lado a otro con una piedra entre las garras. Con el tiempo, aprendió a llevar esa misma piedras en su pico para evitar ser oída por sus enemigos, a los que un simple graznido hubiera bastado para atraer. Este símbolo de prudencia y anticipación se hizo justamente famoso entre nuestros antepasados, que inmortalizaron a la grulla con grabados y emblemas de toda naturaleza. Pero de la grulla de Anad nadie sabe que aprendió a guardar silencio y a volar contra el viento sin necesidad de piedra alguna. Al contrario, la guardó en su nido y durante días y noches aprendió a dialogar con ella en la más absoluta mudez, hasta que algo semejante al silencio creció en su interior como una piedra y creyó entrever una salida a su soledad desde el centro mismo de su soledad.

Jordi Doce

domingo, 21 de mayo de 2023

Gorrión íntimo

 



Entre las muchas aves que habitan los parques de la capital no es imposible advertir el vuelo recoleto y porfiado de este gorrión, cuyas alas abren un hueco en el aire, una espiral incipiente en la espiral del mundo. Como todos los gorriones, es ave de saltos bruscos y fugaces, apenas una mota que confunde las predicciones de la mirada. Pero lo que en verdad le distingue es su habilidad para ampliar la extensión del aire, perdiéndose en espesuras que él mismo desvela. Le gustan los bancos de piedra, los setos de aligustre, los columpios de madera tosca y atada con maromas: un triángulo que reproduce el triángulo de sus patas y en cuyo interior se mueve con tímida perseverancia. Su vuelo circular e impredecible abre caminos y rumbos, desovilla un cielo mínimo en el que incluso se vislumbran despuntes de azul, la semilla de un mundo dentro de este mundo. El gorrión vuela y el triángulo crece hacia dentro, se adensa y ahonda, es un pozo que sus alas exploran y ensanchan sin medida. Como si corriera el telón del aire, la estela de su vuelo lo oculta a nuestros ojos, que ya hemos aprendido a concebir la transparencia como una red de aleteos invisibles y superpuestos.

Jordi Doce

sábado, 5 de noviembre de 2022

Golondrina del viento

 


Una de las leyendas más encantadoras que escuché en Anad concernía al origen y naturaleza de los vientos, y se lo oí contar a un guía en uno de los múltiples descansos que su pereza le imponía, entre sorbos de vino y comentarios soeces que contrastaban vivamente con lo que allí se narraba. Según la leyendo, no había existido viento sobre la tierra hasta que un día una golondrina emprendió el vuelo y hendió el aire con sus alas, dejando un rastro de perfección inimitable. El aire, herido y orgulloso, quiso imitarla, y echó a volar en su busca, persiguiéndola en vano, copiando su más mínimo gesto, cada nimio detalle de su cuerpo. Una tras otra, las golondrinas emprendieron el vuelo, y allí estaba el aire, dispuesto a seguirlas, dispuesto a imitarlas sin más audiencia que la mudez del cielo. Hasta que un día las golondrinas decidieron descansar, y desde su mirador en lo alto de una torre contemplaron cómo el aire, confundido y nervioso, perdido ya el rastro de su presa, volaba en todas direcciones, empujaba sombras y cuerpos, entraba en cada pequeño resquicio negado a la luz y a los pájaros.

Jordi Doce

miércoles, 14 de abril de 2021

Gatoguje



(Abreviatura de Gato agujero, su denominación más común hasta hace pocos años). Esta variedad excepcional de gato doméstico tiene como rasgo distintivo desaparecer en los silencios de la música y las conversaciones, así como en el silencio que rodea a las cosas y las personas. Desaparece tan violenta y súbitamente como aparece, lo que le convierte en personaje popular de cuentos e historias de terror. Vive de las palabras de sus dueños, pues las necesita para adensar y dar sentido al silencio en el que con frecuencia se refugia. Esto le convierte en un inmejorable animal de compañía, atento e interesado por todo lo que se dice a su alrededor, dispuesto a escuchar cualquier confidencia por larga e íntima que sea. Por desgracia, nunca se le ha tenido en gran estima por lo imprevisible de su comportamiento y el carácter poco ortodoxo de sus ocupaciones. Quedan pocos ejemplares, pues, a pesar del número creciente de palabras pronunciadas, su variedad disminuye progresivamente, así como el silencio, que en estos tiempos difíciles ya casi nadie practica.

Jordi Doce

domingo, 31 de enero de 2021

Ganso llorón


Variedad en extremo rara del ganso común, de mayor tamaño y provisto de unas alas muy cortas que le impiden volar. De aspecto levemente ridículo, dada su gordura y torpeza de movimientos, vive por lo general en pantanos y marismas, donde encuentra todo lo necesario para su subsistencia. Como rasgo distintivo, cabe decir que es ave muy asustadiza y por esta razón difícil de avistar. En momentos de peligro potencial, cuando se siente seguida o amenazada, reacciona llorando copiosamente, pero es éste un  llanto que nadie ve, pues las lágrimas corren por su interior y riegan cada rincón oculto de su cuerpo. De este modo, el ganso, azuzado por el miedo, crece y se desarrolla, pero de un modo distinto al habitual, hacia dentro, guardando el agua como una raíz o un árbol de muchas ramas. Ciertos ejemplares, si el miedo es muy grande, lloran tanto y con tal furor que terminan ahogándose, y así es posible encontrarlos horas después -así los encontré yo una vez-: con el cuerpo hinchado entre los juncos y los ojos fuera de las órbitas.

Jordi Doce

lunes, 28 de septiembre de 2020

Gallo del hambre

 


En muchos pueblos de Anand es costumbre matar al gallo si canta antes de hora.
Pero el gallo no sabe: nervioso por anunciar el alba, todo le engaña, el resplandor leve de una hoguera lejana, el eco de la luna en los charcos, alguien que en mitad de la noche, furtivo, enciende un candil.
Son gallos de pueblos pobres, gallos que no han podido aprender, y para los que cualquier luz es sinónimo de alba, no importa su palidez, su insuficiencia delatora de engaño.
Son pueblos pobres, pueblos de mala cosecha y sequía perpetua. Por esta razón, en noches de hambruna insoportable, algunos de los más jóvenes se encargan de ajusticiar al gallo prendiendo un árbol o una tea del patio. Su carne aguanta unos días, lo que aprovecha el pueblo para trabajar como nunca, con el empeño que surge y es emblema de la necesidad.
Luego, con el tiempo, caen rendidos en un sueño del que nadie, salvo el canto de un gallo inexistente, puede sacarlos.

Jordi Doce

lunes, 29 de junio de 2020

Escorpión blanco



Habitante solitario de los cementerios de marfil y huesos encanecidos que puntean las lindes de la jungla, este pequeño escorpión del color de la leche cumple con serena eficiencia su trabajo de verdugo de los viejos elefantes que han venido a morir, no menos serenamente, al templo de sus antepasados. Su pinchazo es indoloro pero mortal, con frecuencia ayudado por la debilidad y el cansancio de sus víctimas. Convive con frágil armonía con los buitres y cuervos que sobrevuelan ansiosos las grandes osamentas, pero no los teme: inicia lo que ellos completan y vive de los restos que dejan. Su veneno es la destilación de la carne que se deshace bajo los huesos en apariencia limpios y su hogar la penumbra de las pocas raíces que surgen al aire, pero su blancura, dicen las leyendas nativas, tiene otro origen: es la blancura de un hueso que no se resignó a su fin y resucitó con nueva forma, la palidez secreta de lo que busca regresar al tiempo y es sólo, sin saberlo, un enviado de la muerte.

Jordi Doce

martes, 12 de mayo de 2020

Elefante enano



Se sabe que el elefante es animal provisto de gran memoria, que ejercita en todo momento y ocasión. Es hecho que ha sido profusamente documentado a lo largo de los siglos, y pocos se atreven a discutirlo. No obstante, en las profundidades de la jungla de Anand, habita un elefante carente de recuerdos o de pasado: su conciencia considera sólo el instante presente y se despreocupa del resto. Desde siempre, la gente lo llama Elefante enano, pues gracias a esta falta de memoria jamás envejece. A su juicio no existen el antes ni el después, sólo un instante inmóvil que es su hogar y en el que a lo largo de los años -pero los años son un concepto humano- ha permanecido inmutable, ajeno a los cambios. Ninguna de las marcas del tiempo ha hecho mella en él. De aspecto siempre será una cría, y como tal se le trata; y hay en esto una lógica que nadie ignora, pues la otra posibilidad sería la de considerarle idiota, como se haría con un hombre.

Jordi Doce

sábado, 3 de diciembre de 2016

Elefante de aire


Llamado también familiarmente Zeppelin, este animal ha causado gran expectación entre los visitantes de la reserva natural de Anad. El rasgo más destacado de este paquidermo es su inmensa capacidad pulmonar. Ésta es la cusa de que en periodos de celo el volumen del animal llegue a triplicarse. Mientras corteja a la hembra, el macho camina a pequeños saltos, pavoneándose y desplazándose con una gracilidad a la que no es extraña la extrema ligereza de sus huesos y músculos. En el instante del coito, la hembra, de mayor peso y tamaño, recibe la totalidad del aire a través de los conductos genitales. El intercambio es brusco y violento, lo que provoca el colapso del macho, en un movimiento de succión que no tiene parecido en el reino animal. La hembra, ya fecundada, tarda días en desembarazarse de su cónyuge, al que lentamente va insuflando el aire necesario para la existencia.

Jordi Doce

martes, 16 de septiembre de 2014

Delfín risueño


La enigmática sonrisa del delfín, que algunos han creído vislumbre de inteligencia y otros tantos han figurado con pericia en incontables emblemas, no es tal vez sino la sonrisa de quien ha olvidado trayecto y destino y se entrega ligero al puro placer del avance, ignorando de sí que crece a cada salto en un perpetuo renacer enlazado, presente que ignora su pasado como el delfín ignora su cola y busca la plena felicidad del más allá, el agua que lo engendra.

Jordi Doce

lunes, 18 de noviembre de 2013

Elefante de aire


Llamado también familiarmente Zeppelin, este animal ha causado gran expectación entre los visitantes de la reserva natural de Anad. El rasgo más destacado de este paquidermo es su inmensa capacidad pulmonar. Ésta es la causa de que en periodos de celo el volumen del animal llegue a triplicarse. Mientras corteja a la hembra, el macho camina a pequeños saltos, pavoneándose y desplazándose con una gracilidad a la que no es extraña la extrema ligereza de sus huesos y músculos. En el instante del coito, la hembra, de mayor peso y tamaño, recibe la totalidad del aire a través de los conductos genitales. El intercambio es brusco y violento, lo que provoca el colapso del macho, en un movimiento de succión que no tiene parecido en el reino animal. La hembra, ya fecundada, tarda días en desembarazarse de su cónyuge, al que lentamente va insuflando el aire necesario para la existencia.

Jordi Doce

Fotografía de Ramón Simón

viernes, 12 de abril de 2013

Delfín de piedra



Existe una playa en las costas septentrionales de Anad, llamada de las Sirenas, donde al caer la tarde los delfines se congregan en la orilla para escuchar el sonido del viento entre los juncos y las dunas; creen que alguien los llama desde la distancia, haciendo sonar la arena entre sus dedos. Algunos lo escuchan tan embebidos que pierden la cuenta de las horas y yacen inmóviles, petrificados en los bajíos, incapaces de reaccionar. Por la noche, la marea creciente los empuja como leños contra las dunas, contra la negrura donde, ignorantes del engaño, se dejan morir en manos de un músico invisible.

Jordi Doce

sábado, 12 de enero de 2013

Cuervo de dos caras


Es ya proverbial la desmedida pasión que las gentes de Anad sienten por los cuervos. Baste decir, como ejemplo, que el mayor poeta de la región, un tal Teodoro Higueras, escribió un libro de poemas sobre este ave que es ya lectura obligada de cualquier ciudadano de Anad y uno de sus más preciados tesoros. En este libro, la imaginación de Higueras transformaba todo tipo de cuervos -reales e imaginarios- en trasuntos de los personajes de su universo. Y a la vez creaba un espacio donde el cuervo era testigo, víctima y protagonista de unos actos de consecuencias funestas para todos. Pero hay un cuervo del que Higueras no habló y que una noche, sin yo esperarlo, vino a mí en sueños: se trataba de un cuervo cuya negrura -densa, violenta- le impedía tener sombra, pues él era su propia sombra, su negativo. De este modo, los dos rostros de la existencia tenían morada en él, y de esta conjunción extraía el cuervo su fuerza, su poder, pues era variable e imprevisible, de humor cambiante e intenciones equívocas, y tan pronto era el ave torpe que sorprendía en la nieve de invierno como era el monstruo horrísono que invadía los campos y agostaba los surcos; amable o cruel, jugaba sus cartas sin previo aviso. Vino a mí bajo apariencias contrarias mas luego, al despertar en la mañana, supe -o adiviné, no estoy seguro- que el mismo pájaro me había visitado dos veces, y que no tenía máscara.

Jordi Doce

jueves, 13 de diciembre de 2012

Cigüeña de las nubes


Variedad de cigüeña común de mayor tamaño y coloración densa y parduzca. Provista de un pico en extremo resistente, viaja en pequeños grupos arrastrando consigo nubes bajas y cargadas de lluvia, de ahí su nombre. Algunas tribus del sur han logrado amaestrarlas, no sin antes haber aprendido su idioma. En época de sequía, la tribu en cuestión pasa tres días con sus noches piando a voz en grito. Sólo entonces avistan a lo lejos la silueta negra de las cigüeñas arrastrando su carga, extendiéndose por la inmensidad del cielo. Una vez concluida su tarea descienden cansadas y dóciles hasta la plaza de la aldea, donde por toda recompensa les espera un cuenco de agua de lluvia y un pedazo de pan negro, que las cigüeñas piensan es parte de la nube traída de tan lejos.

Jordi Doce

lunes, 10 de septiembre de 2012

Cebra fantasma


Con algo de niebla marina y unas cuantas ramas de nogal nace la cebra fantasma: en los ojos espuma fría, y en las entrañas barro deshecho de las marismas. Pasta cerca de las playas, dejando un rastro de humedad. Dada su proverbial timidez, son pocos los que han conseguido verla, y de ellos menos aún sabrían describirla con precisión, pues es frágil y evanescente como el aire. Su esperanza de vida es corta: al poco tiempo entra de nuevo en la niebla que le dio cuerpo y se disuelve en ella, dejando sobre la hierba un haz de leña que los pescadores utilizan para calentarse. De noche, encienden hogueras y se envuelven en mantas, y es entonces cuando, proyectada contra la espiral de humo, se dibuja por un instante la silueta de una cebra, un fantasma inquietante que duda y tiembla -pero es el humo- antes de desvanecerse para siempre en el aire y la noche circundante. 

Jordi Doce

viernes, 27 de julio de 2012

Cebra cielo


(No confundir con Cebra ocelada, de estrecho parentesco con la que nos ocupa, pero más pequeña y de coloración invariable). Variedad de cebra común, natural de las llanuras, que tiene como característica principal mimetizar el color del cielo. Desde la antigüedad posee rango de animal sagrado, participante en ceremonias religiosas y danzas rituales: en ellas el hechicero de la tribu esconde su rostro tras la máscara de una cebra cielo hecha de algodón y vidrios de diversos colores a modo de mosaico, tras la cual los ojos del brujo semejan dos alfileres de un negro intenso e insidioso. Vive domesticada en compañía de los hombres, ocupando lugar de preferencia en sus hogares; no en vano, un leve vistazo en su dirección basta para averiguar qué tiempo hará a lo largo del día, y aun otros pretenden que ciertos matices de color ayudan a predecir el tiempo venidero. Estos curiosos meteorólogos operan de modo inverso a los nuestros: sin interés alguno por la astronomía o el devenir de los cielos, no se permiten lentes mayores que las de una lupa.

Jordi Doce

lunes, 11 de junio de 2012

Caracol perdido


Una mañana, al caminar entre los puestos de una feria local, advertí en uno de ellos a un chiquillo que ofrecía una curiosa mercancía: sobre una mísera alfombra de caña y paja se apiñaba un grupo de lo que parecían caracoles, si bien de un color blanquecino que por un instante engañaba a los ojos. Intrigado, me entretuve unos instantes en sopesarlos y observar detenidamente su aspecto. Parecían estar vacíos: pesaban muy poco, y era imposible observar en ellos signos de vida. Por fortuna, el muchacho resultó ser del gremio de los charlatanes, y unas pocas preguntas bastaron para saciar mi curiosidad. Según parece, había dado con unos pocos de los llamados caracoles perdidos, cuyo rasgo más sobresaliente era su extrema timidez; en consecuencia, el caracol dedicaba su tiempo a esconderse en lo más profundo de su concha, ignorando el mundo exterior. Sin embargo, en su avance por el interior de la concha, el caracol acababa por alejarse tanto de ella y perderla tan completamente de vista que cada uno de sus cuerpos seguía ahora una vida autónoma, ignorante de la del otro. Aquellos caracoles con los que había jugueteado un momento antes no estaban muertos; simplemente participaban de vidas tan alejadas entre sí que nada lograba salvar el abismo que las separaba, y que apenas hacía algún esfuerzo por disimular su parecido con la muerte.

Jordi Doce

lunes, 26 de marzo de 2012

Camaleón de agua


Muchos de mis descubrimientos han sido fruto no tanto de mis investigaciones de campo, como de las horas que he dedicado a escuchar los cuentos y leyendas que desde siempre circulan en boca de los hombres y mujeres de Anad, y cuya existencia constituye uno de los orgullos de la cultura local. Valga como ejemplo el relato que sigue.
Una tarde mientras mataba el tiempo pescando junto al rio principal de Anad, de nombre larguísimo e impronunciable, escuché de uno de mis vecinos la historia del camaleón de agua. Según parece, esta variedad de camaleón tropical se había adaptado con éxito al medio acuático, con el consiguiente cambio de coloración de su cuerpo, que ahora había pasado a ser transparente. De este modo, explicaba mi vecino, el camaleón se había hecho invisible a los ojos de los hombres. Luego añadió:
“Son precisamente algunos de estos hombres los que han hecho del camaleón una figura legendaria, dando origen a una secta religiosa de dudosa naturaleza. En ella, el hombre que excepcionalmente logra contemplar por un instante la silueta de un camaleón de agua es considerado por sus compañeros un santón, al que se debe respetar y privilegiar.
La prueba de tal aparición es la repentina ceguera en los ojos de quien la presencia, ceguera que sólo se cura con el tiempo y una demostración pública de humildad -en forma de plegaria o letanía- donde se afirme que, lejos de haber visto al camaleón, ha sido él quien se ha dejado mostrar a los ojos de uno”.


Jordi Doce

sábado, 10 de diciembre de 2011

Caimán dormido


(Llamado también El muerto en ciertos pueblos de la ribera). Esta variedad de caimán sureño -y en esto apenas se diferencia de sus primos- tiene por costumbre permanecer inmóvil durante largas temporadas, muy quieto como un leño sobre el limo blando y deshecho de las orillas, o arrastrado por las corrientes sin rumbo fijo. Pero no puede evitar que su corazón se detenga de vez en cuando unos segundos, y que su alma infinita escape y cobre fuerza en otros cuerpos donde ha de vivir sin duda otras y múltiples vidas, esas que nadie ve o piensa pero que yacen en la raíz de todas las cosas, lo que puede verse con rara claridad en el frío cuarteado de piel y escamas parecidas al caucho, o, también, en el brillo casi pétreo de unos ojos sin pestañas, esos ojos siempre abiertos con que el caimán vigila las aguas.

Jordi Doce

lunes, 10 de octubre de 2011

Caballo del fin de año


La historia de este caballo es también conocida en muchos lugares como la Leyenda del fin de año, y fue un viejo -del que apenas recuerdo nada, a no ser su voz, estropajosa por el alcohol y los muchos años- quien me la contó, una noche en que me hallaba más ocioso que de costumbre y dejaba pasar el tiempo en una de las tabernas de la capital. Decía así: hace ya mucho tiempo, en cierta tribu de las marismas, el hechicero tenía por costumbre reunir a todos sus vecinos en torno al fuego y celebrar con ellos el fin de año; con este motivo extraía de la nada y modelaba, con la sola ayuda de su voz, las formas de un caballo de insuperable blancura y belleza: con un susurro las crines, con un golpe de lengua los cascos, con un silbido el hocico. Luego, uno por uno, los habitantes del pueblo debían subirse a la grupa y cabalgarlo sin miedo por las marismas. Nadie podía negarse; mas si alguien gritaba, ya fuera por miedo o por placer, el caballo desaparecía en el aire, arrojando a su jinete a la helada grisura del fango: una desaparición súbita, irremediable, como un espejo roto en mil pedazos.
Pero era también un mal presagio, y un insulto a la sabiduría del hechicero. En pago por su error, el jinete era expulsado del pueblo y condenado a vagar en silencio por las marismas durante un año, tras el cual, como en un espejismo, regresaba a lomos del caballo que él mismo había hecho desaparecer y que ahora, ya expiada su culpa, entregaba de nuevo al hechicero, como prenda de la más completa humildad y reconocimiento.

Jordi Doce