Ni
me acuerdo ya de las juntas de propietarios que llevábamos insistiéndole con el
asunto.
Él
esquivaba nuestra justísima demanda argumentando que había otras cuestiones más
urgentes: que si la pintura de la fachada; que si las porquerías en el patio de luces; que si los tendereros de la terraza común; que si los contadores o la
parabólica; que si la portera (una cotilla insufrible, dicho sea de paso) y la madre que la
parió… dándonos largas una reunión tras otra.
Pero
nosotros pensábamos que como vivía en el bajo, la cosa le importaba una higa.
Ya
está solucionado el problema: comisionado por el resto de los vecinos del
rellano, anteayer subí con él para mostrarle in situ el motivo de la queja.
Al
apoyarse donde le indiqué, cayó rebotando como un pelele por el hueco de la escalera.
Ocho
pisos.
Si
hubiera arreglado la barandilla como le dijimos…
Lo
malo es que a ver quién quiere ser presidente ahora.
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