OTRA VEZ HE LLEGADO TARDE
Me ocurre algo todas las mañanas desde hace cuatro años, los mismos que estoy viviendo en la barriada los Trigales. De lunes a sábado, a las ocho en punto, mi vecino Federico abandona su morada, y cruza por delante de la mía ligero de andares.
Es un tipo apuesto de mediana edad y cabellos canosos, lleva pasos briosos y firmes cuando dobla la esquina de mi casa, mira al frente sea invierno o verano. Lamentablemente a la altura de la alameda de San Cristobal le pierdo de vista.Soy una mujer ocupada, aunque últimamente me pregunto...¿Qué dirección toma y adónde irá mi vecino? Nunca le veo regresar, no puedo, tengo que seguir la senda de mi vida aunque es un hombre que me gusta bastante y quisiera saber.
En los alrededores del barrio gozamos de un paisaje exuberante y frondoso, cubierto de colores y de olores. Soy una mujer muy ocupada ¿lo había dicho ya? dispongo de poco tiempo libre, así que no he podido explorar a conciencia el entorno urbano rural en el que habito. Pero ayer, a las ocho de la mañana, rompí mis normas y le seguí el rastro durante una hora, y más tarde hasta un elevado cerro. Vi que se sentaba en una piedra grande: estuve observandole un buen rato. Pasaban los minutos y no se movía. El no se movía ¿era eso lo que hacia todas las mañanas? permanecía quieto cual estatua de mármol rosa. Sigilosamente, me acerqué y no se giró al sentir mis pisadas. Entonces le toque suavemente en el hombro, se desplomo a un lado y cayó violentamente contra la tierra. ¡Estaba muerto!. Entre sus dedos tenía una hoja de papel: Ya no puedo mas, cuando vuelva iré a verte. Te quiero.
FIN
Marpin_