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lunes, 4 de abril de 2016

Empanada casi berciana (semana de la remolacha, 2)

Como ya dije, esta semana estuvimos preparando varios platos a partir de un hermoso manojo de remolachas con hoja. No suelen traer muchas y además suelen estar pochas (aquí casi nadie las usa, creo... ) pero este manojo estaba bien frondoso y fresco. Algo estupendo porque las hojas son deliciosas. Ya lo comprobé cuando compré algunas en el Día de Mercado de Madrid, la chica que me las vendió fue la que me recomendó usarlas, y tenía razón.
Después, curioseando algo más, descubrí que la remolacha y la acelga son básicamente la misma planta o, para ser más exactos, variedades de la misma (beta vulgaris); es decir, que la gente tira las hojas de la remolacha y luego compra (a veces bien caras) acelgas de penca roja, que son básicamente lo mismo. Yo las uso normalmente, para tortilla; pero esta vez eran muchas y decidí buscar otra cosa. Encontré esta receta de empanada berciana de Mercado Calabajío que me ha encantado. 
El relleno es de cebolla pochada, las hojas cocinadas a fuego lento, una pizca de panceta y chorizo y patata en rodajitas, que se ponen crudas directamente en el interior. La masa, una masa levada sencilla, con algo de aceite y vino blanco. No voy a colgar la receta detallada, ya que la hice exactamente igual que la original, con la salvedad de usar las estas hojas en lugar de la acelga de penca blanca; por lo demás, todo es clavado. Está rica, muy rica; hasta MA, que le tenía verdadera manía a las acelgas hasta hace poco, estaba encantado con el resultado. No tengo foto del relleno, aunque viendo las de Mercado Calabajío os podéis hacer una idea (aunque ésta era roja, evidentemente).
La receta es un poquito laboriosa, por tener que limpiar las hojas, cocinarlas, preparar la masa... pero para quien disfrute cocinando, merece la pena realmente. Deliciosa, aunque suene raro decir algo así de un plato de acelgas.

jueves, 31 de marzo de 2016

Comida de colores (semana de la remolacha, capítulo 1)

Un manojo grande de remolachas con hoja, 1,75€. De ahí han salido más de tres platos. El primero, una pasta con algunas hojas de remolacha rehogadas, tomatitos cherry y queso, muy buena. El segundo, este asado de verduras y raíces:
Lo había visto ya en algún programa de cocina británico, no sé si de Jamie Oliver o cuál [actualización: después de leer mi feedly, he visto que Akane publicó esta mismita receta hace pocos días, con una pinta fabulosa... no sé si es casualidad o referencia olvidada, en cualquier caso qué receta tan rica], y en vez de la típica ensalada esta vez decidí gastar la remolacha asándola. La mezclé con otras verduras, en esta proporción:
-1 remolacha grande
-1 chirivía
-1 nabo
-1 cebolla roja
-1 boniato
-1 zanahoria
-varios dientes de ajo, con piel
-tomillo y romero
-sal, aceite de oliva
Sólo hay que lavar las verduras, pelarlas y cortarlas en trozos medianos, salvo los dientes de ajo que se dejan enteros o se les da un golpe; el tamaño de los pedazos varía según lo que tarde en cocinarse cada verdura, así la zanahoria por ejemplo la corté en trozos más pequeños y el boniato en trozos más grandes. Se precalienta el horno a 200º y se pone todo en una bandeja amplia de horno, separando la remolacha para que no tiña el resto de ingredientes. Se rocía generosamente con sal y aceite de oliva y se hornean unos 50 minutos aproximadamente, vigilando de vez en cuando y removiendo un poco para que se hagan por igual.
Las verduras pueden variar, claro: se puede poner calabaza, patatas, cebollitas, apionabo,.. lo que se quiera. Para ver otras combinaciones se puede hacer una búsqueda en inglés, roasted root vegetables
Está muy rico, y es diferente a otros asados de verduras más habituales. Nos gustó especialmente la chirivía asada, que hasta ahora sólo habíamos comido en sopas o guisos. Una pena que sea tan difícil de encontrar. 
Se puede servir como primer plato, como guarnición, acompañarlo de alguna salsa de yogur, queso... rico rico.

viernes, 16 de mayo de 2014

Ensalada de garrapatos (y otras cosas de Badajoz)

Garrapatos. Así llaman algunas personas de Badajoz a las judías verdes redondas, entre ellas mi madre y mi abuela. Pensé que era más común, pero en internet es raro leer a alguien que aún las llame así, aunque en algunos sitios sí se recoge. A mí me encanta escucharlo y por eso hablo hoy de este plato, aunque lo hago más por el nombre que por la receta, que es muy simple.
Cuando estaba en 3º de BUP o COU (¡qué mayor me hace sentir decir esto!) iba todos los miércoles a comer con mi abuela, que se había mudado cerca de la casa de mis padres poco después de quedarse viuda. Recuerdo platos rebosantes de comida, haciendo montañita y desafiando las leyes de la física: cuando yo decía "ya, abuela, YA", ella añadía otro cazo de propina. Después de la comida mi propósito era levantarme a lavar los platos, pero entre la comilona y aquél sillón orejero que te atrapaba, la verdad es que siempre me quedaba dormida y al despertarme mi abuela ya había recogido todo.
De todos esos platos, no sé por qué, recuerdo en especial dos: el arroz con leche y esta ensalada, aunque no era precisamente mi plato favorito por aquella época. Ahora ya le he cogido un poco más el gusto a las judías verdes y a esta ensalada, la única cosa que hago diferente es que yo la tomo del tiempo, no fría de la nevera, y que intento quitarle un poco el picor a la cebolla antes de mezclarla. 
Por lo demás, es una receta muy simplona: se limpian las judías y, si hace falta, se les quitan las hebras. Se cuecen, no demasiado (entre 10-12 minutos según la calidad y el grosor), y se corta la cocción poniéndolas en agua muy fría. Se pican y se mezclan con un picadillo de tomate, cebolla y pimiento verde. Se puede añadir también huevo, atún, trozos de pan, arroz... lo que más nos guste. Y por último se aliña generosamente con sal, aceite, vinagre y pimienta. Sin más.

La hemos comido para acompañar unos restos de presa ibérica (comprada esta vez en La Tienda de Badajoz), que habían quedado de una comida anterior. Es una carne fantástica para asar, que en sobras es muy fácil de aprovechar si se hace bien; aún estaba un poco rosada por dentro, muy buena, y hoy la hemos usado a modo de roast beef a la extremeña, en una tosta de pan casero con una salsa de aceite, mostaza y pimienta, sin más; también queda muy bien con aguacate, con tomate picado, rúcula... 
El pan no era de Badajoz, pero la panadera sí, que es lo que cuenta. No cuelgo muchos panes últimamente porque suelo repetir las mismas recetas, sólo suele variar la harina que uso, depende de la que voy comprando. Éste tiene como novedad que está hecho con la levadura de una cerveza no pasteurizada, es decir, que tenía levadura viva. Con los posos de la misma hice un prefermento que luego me sirvió para hacer la masa del pan, hecha con harina panadera y recia (de trigo duro) a partes iguales.  
Me ha costado cogerle el truco a esta harina, la recia, porque me empeñaba en hacer con ella los mismos panes de siempre, con mucha agua, y no salían bien. Al final, al estilo de Bruce Lee, decidí aliarme con ella en vez de pelearme: añadir menos agua de la que acostumbro, hacer un amasado más amable y reposos largos, según lo aprendido en el blog Un pedazo de pan; al final he conseguido un pan muy rico, con mucho sabor y una corteza preciosa:
Pan, un poco de gorrino y unas verduras. No hace falta mucho más para montar una gran comilona. 

viernes, 25 de abril de 2014

Resumen de un mes perezoso

Llevo bastante más de un mes sin publicar nada en el blog, y esto es bastante raro en mí. No me pasa nada, sólo he estado (y estoy) un poco perezosa para escribir. Pero eso no quiere decir que no haya cocinado, todo lo contrario: estas últimas semanas he cocinado bastante, con varias comidas y cenas de cumpleaños con amigos y familia, pero también muchas comidas diarias sencillas y ricas, como ésta:
O esta otra:
También ha habido mucha compra, y visitas a tiendas y mercados. En una de ellas M.A. se trajo estas coquinas, que sabe que me encantan:
Y, cómo no, mucho pan: bagels, panes de hamburguesa, de molde, de centeno, y últimamente sobre todo integral.

En Badajoz he aprovechado algún día de sol para acercarme con la bici al mercadillo y sorprenderme con algunas de las cosas que se venden por allí:

Y toca volver al huerto, y alegrarse con todo lo que te regala a pesar de no haberle hecho demasiado caso este invierno. El pobre ha estado bastante abandonado, y aún así las fresas nos alegraron con las primeras frutas a finales de marzo:
Los dos pequeños almendros han arrancado este año con la que posiblemente sea nuestra primera (y escasa) cosecha de almendras, aunque aún hay que esperar:
Y por último, llegó la pequeña gran decepción de este año, que ha sido la confirmación de que a los ruibarbos no les gustó demasiado el calor horrible que hizo en el verano pasado: aunque arrancaron bien y pude coger unas pocas pencas en junio, con los calores de mitad del verano se vinieron abajo, y este año sólo han rebrotado dos (uno de ellos bastante raquítico). Así que ahora estoy con un plan de cuidados intensivos, a ver si rescato al único que parece tener posibilidades... en un par de meses comprobaremos si se ha podido hacer algo.
Mientras tanto, ya están puestos los plantones de tomates, berenjenas, pimientos y melón, en menor cantidad este año para ver si no se nos va de las manos como el año pasado. Los ratones que se han instalado en el huerto no nos lo van a poner fácil, pero algo quedará.
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Me hubiera gustado publicar hoy una receta portuguesa, para celebrar el 40º aniversario del 25 de abril; no he llegado a tiempo, pero no quería dejar de mencionarlo en el blog. ¡Feliz día, amados vecinos de Portugal! Pronto estaré por allí.


lunes, 21 de octubre de 2013

Vitaminas para el otoño

La semana que viene llega el horario de invierno y yo ya cuento los días que faltan para que vuelva el de verano; pocas cosas me cambian más el ánimo que ver cómo se acortan poco a poco las tardes. Por eso, y por muchas otras razones, M.A. y yo nos hemos propuesto - con poco éxito por ahora - intentar llevar un horario más a la "europea", adelantando un poco las horas de las comidas y aprovechando algo más el día. Ésta es una ensalada perfecta para una de estas comidas tempranas: es fácil, está rica y cargada de vitaminas.
Para 2 personas se necesitan:
-1 o 2 piezas de remolacha, según el tamaño
-2 zanahorias
-1 buen puñado de judías verdes
-1 conserva de pescado azul (caballa, sardinas, arenques... en este caso sardinas en escabeche)
-agua, sal, aceite y pimienta
La remolacha se puede comprar ya cocida; en mi caso la compré fresca y la cocí en casa, entera, hasta que estuvo tierna (algo más de media hora). Si viene con hojas se pueden aprovechar. Se cuecen aparte, enteras, las zanahorias (unos 12 minutos aproximadamente) y las judías (unos 8-10 minutos o al gusto), poniéndolas en agua muy fría al sacarlas del agua para que conserven el color. También se pueden hacer al vapor.
Se corta la verdura en bastones o trozos pequeños y se sirve templada; puede ser mezclando todos los ingredientes o, si no queremos que la remolacha manche las otras verduras, ir haciendo capas poniendo por último el pescado (a mí me ha quedado un poco fea, pero con un aro de emplatar o un poco más de gracia seguro que queda estupenda). Se aliña con sal, aceite y pimienta o se prepara una vinagreta.
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Como decía antes, no consigo acostumbrarme a los días cortos y a la falta de luz; sin embargo hay una cosa que quizás me pasa porque me estoy haciendo mayor, o por alguna otra razón, y es que cada vez agradezco más que vuelva el frío; puede que sea porque éste último verano ha venido con un calor criminal y quería que pasara, porque nunca me ha entusiasmado la playa ni la piscina y no las echo especialmente de menos (soy de secano, qué le vamos a hacer) o simplemente porque me gusta lo de dormir con edredón.
O puede que sea porque ya puedes comer cocido, o merendar unas migas con chocolate... O porque desde que voy a correr (o ahora que estoy empezando a usar la bici) aprecio mucho más los días fresquitos, en los que además ya puedes encender el horno y volver a hacer pan, o magdalenas, sin morir en el intento. También, ir a caminar a la sierra, entre encinas, jaras y enebros:

 ... a ver las enormes y preciosas formaciones de granito (pinchad en la foto si la queréis ver más grande), a buscar y fotografiar setas para aprender poco a poco a distinguirlas...

... o a sorprenderte con las formas y colores de plantas que nunca hubieras imaginado que se crían en sitios tan cercanos a tu casa (después de mucho buscar, supe que se trataba de una peonía). 
Ya lo he dicho otras veces, no hace falta viajar al trópico para encontrar cosas increíbles... sólo hay que saber mirar y, claro, ser capaz de interesarse por estas pequeñas cosas. Y darse cuenta de que, por muy acostumbrada que estés a la dehesa o por muy común o familiar que te resulte este paisaje, es algo realmente único, diferente, y lleno de sorpresas. Como decía, desde luego cada vez me gustan más los días grises.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Ensalada familiar de pimientos asados

Familiar porque de alguna manera participaron casi todas las féminas de la familia: la receta es de mi hermana B., yo asé los pimientos y mi madre la preparó. 
Mi abuela, que por desgracia ya no come estas cosas, se limitó a preguntar con cara de desaprobación y la nariz arrugada: "¿Eso qué es?", a lo que yo respondí -está sorda como una tapia, y no es exageración- con unos gritos que posiblemente se escucharon hasta en Siberia, pero que ella como siempre no oyó. Aunque no la probó yo se la dedico, que para eso mañana es su santo.
Es tan fácil que dudé si ponerla, pero está tan rica y la foto quedó tan setentera con ese plato viejo que aquí va: 
Para un gran, gran plato de ensalada usamos 4 pimientos rojos bien grandes y carnosos, de los que pesan. Les quité las pepitas y los asé con sal, aceite y un buen puñado de ajos durante unos 40-50 minutos, hasta que las pieles empezaron a chamuscarse un poco. Los tapé con papel de aluminio para que sudaran, y cuando ya no quemaban les quité con cuidado las pieles.
La ensalada lleva los pimientos cortados en tiras, huevo duro, atún y aceite de oliva. Se puede preparar de muchas maneras: con bacalao, como la probamos en Castellón (la hicimos otro día en casa, está muy buena); con cebollas, con melva... y, como dice M.A. del olor de los pimientos asados, siempre saben a verano.

viernes, 12 de julio de 2013

Pesto de zanahoria y almendras

Un descubrimiento. Aún tengo que perfeccionar mucho la fórmula, pero sin duda es una receta que repetiré muchas veces.
Buscaba yo recetas fáciles para dar salida a las zanahorias del huerto: no las clareamos cuando eran pequeñas así que nos hemos juntado con un montón de zanahorias de tamaños y formas diversos. Algunas se han comido en ensaladas (con apionabo crudo rallado, ¡qué rico!) otras las he congelado después de escaldarlas y unas poquitas iban para la comida de hoy. Buscaba una receta fácil de pasta con zanahorias entre blogs italianos y me encontré con este pesto del blog Nero di Sepia; claro que su plato tiene mejor pinta, entre otras cosas porque todo mejora con un buen viaje de panceta, pero yo por esta vez he prescindido de ella.
La receta es muy fácil y rápida, ya que se prepara con la zanahoria cruda. En internet hay otras recetas de pesto parecidas que cambian el fruto seco, añaden hierbas (romero, perejil o albahaca...) o especias, así que cada uno puede hacer su propia variación. Yo para 2 platos he usado:

-unas 3 zanahorias (2 si son grandecitas)
-2 cucharadas de almendras picadas, tostadas ligeramente en una sartén
-1 diente de ajo pequeño, o menos aún
-aceite de oliva (no lo medí)
-sal, pimienta negra
-1 trocito de queso parmesano o similar
-4 cucharadas de agua de cocer la pasta
La única complicación es encontrar la textura adecuada, porque la zanahoria cruda es muy seca y cuesta batirla; si tenemos un buen robot de cocina es fácil, si no quizás conviene rallarla antes. Se tritura con el ajo y las almendras, se añade aceite al gusto y un poco de agua de cocer la pasta hasta que quede una crema espesa y se ajusta de sal y pimienta. Se mezcla con la pasta recién escurrida, y a comer.
Esta vez no ha sobrado como para hacer la prueba, pero si hace tanto calor que ni siquiera apetece cocer pasta estoy segura de que queda estupendo en una buena tostada o bocadillo con algo de queso, o un embutido con algo de picante que contraste con lo dulce de la zanahoria... Habrá que probar. 

jueves, 20 de junio de 2013

Gazpacho de remolacha

No es que una se canse del gazpacho de toda la vida, pero de vez en cuando viene bien variar.
Hay muchas recetas de gazpacho de remolacha, desde las más delicadas, como la de Martín Berasategui, que añade apenas 50 g de remolacha para 1 kilo de tomates, a las más salvajes como la de la Thermomix, que pone la misma cantidad de una y otro. A mí me gusta mucho la remolacha pero esta última receta me parece un poco excesiva, así que yo he tirado por la calle de en medio, y la mía lleva (cantidades aproximadas):

-800 g de tomates pera maduros
-200 g de remolacha cocida (unas 2 piezas medianas)
-1 pimiento verde italiano pequeño
-1/2 cebolleta o un trocito de cebolla (opcional)
-1/2 diente de ajo
-1 trozo de pan a remojo en agua
-aceite de oliva (1 chorro generoso) y vinagre de vino blanco (unas gotas, pero es al gusto)
-3 o 4 pellizcos de sal
-agua para ajustar la consistencia
También podía llevar pepino pero no tenía en casa. Como siempre, se baten todos los ingredientes, en mi caso poniendo por último el aceite y un poco de agua para ajustar. Esta vez he pelado los tomates, aunque normalmente los pongo enteros y después lo paso todo por un pasapurés. Al finalizar se prueba y se corrige de sal, vinagre... AL servir se puede poner un poquito de yogur, que va muy bien con la remolacha.
La cantidad de aliño, como en las ensaladas, depende de cada uno, yo lo prefiero con poco vinagre porque luego siempre se puede añadir más. Y en cuanto al ajo y la cebolleta, si se va a guardar el gazpacho para más tarde es mejor quedarse cortos, porque con el reposo se pone más fuerte de sabor.
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Hoy ha formado parte de una comida rápida: un cuenco de gazpacho y un sándwich de jamón y queso fresco batido en casa con un tenedor con aceite y sal. Unas cerezas extremeñas de postre, y ya está la comida. Ahora que parece que el verano llega de verdad, si es fin de semana, se deja el gazpacho hecho por la mañana y se puede ir uno a tomar el vermú tranquilamente...
O se guarda en una botella o termo bien frío, se preparan unas ensaladas, un poco de pan y queso cortado y un bote de hummus casero, se coge un mantel y unas servilletas y se va de picnic al parque más cercano...
Y después, se duerme la siesta bajo los árboles. 
(¡Feliz verano!)

martes, 11 de junio de 2013

Esparregado de espinacas, y otras cosas

Sí, ya sé, es un plato muy verde. Le encantará a los amantes de las espinacas, y al resto... les recomiendo que le den una oportunidad, a lo mejor se sorprenden.
El esparregado es una guarnición portuguesa que se prepara con espinacas u otras verduras de hoja: también se hace con grelos, acelgas, coles y hasta con hierbas silvestres como la verdolaga. Es muy parecido a nuestras espinacas a la crema, una crema muy espesa (más que la que yo he hecho esta vez) que se prepara con la verdura cocida y rehogada y a veces una pizca de bechamel que la suaviza y le da cremosidad; el grado de "verdor", de triturado y la textura dependen del gusto de cada uno, así como las especias que se usen para prepararlo. Yo, para una ración para 2 personas he usado:

-1 manojo muy generoso de espinacas, porque se reducen mucho (también se pueden usar congeladas)
-1 diente de ajo
-1 cucharada escasa de harina
-leche caliente, aproximadamente 100-125 ml.
-sal, aceite de oliva, nuez moscada
Las espinacas se lavan bien y se ponen a cocer en un cazo con sal (yo no pongo agua, las espinacas sueltan un poquito y eso es suficiente). Cuando ya se han rendido del todo se pican bien y se rehogan con aceite y un ajo picado, con cuidado de que éste no se queme o dará sabor amargo. 
Se añade la harina, espolvoreándola bien para que no se formen grumos, y se deja que se cocine un poco; entonces se agrega la leche caliente poco a poco, removiendo, hasta que la mezcla tenga la consistencia que queremos (teniendo en cuenta que al enfriar espesará algo más). Se corrige de sal y se añade nuez moscada, pimienta, o lo que más nos guste. Podemos dejarla así o batir, dejando una crema. Yo la prefiero más espesa pero esta vez la batí.
Preparé el esparregado con las espinacas que compré en el mercadillo de Badajoz, que se celebra los martes y domingos y al que me gusta ir de vez en cuando por los puestos de verduras y para comprar algún cacharro de cerámica para la cocina; no es precisamente un mercado con glamour (que nadie vaya esperando un mercado al estilo de los franceses, vaya), pero la verdura y la fruta suelen merecer la pena, tienen muy buen precio y a veces puedes encontrar productos que son raros en las tiendas convencionales, como las remolachas con hoja. Esta vez trajimos, entre otras cosas, muchas espinacas frescas y un buen puñado de tomates:
El postre, eso sí, viene del huerto: plantar fresas es de las cosas más fáciles y agradecidas, o eso me parece a mí (quizás estamos teniendo mucha suerte): no es que saquemos una producción enorme, pero sí continua: casi siempre que vamos nos volvemos con un puñadito de fresas bien maduras; esta vez las llevé a casa, pero lo que más me gusta es comerlas directamente allí, cuando todavía están templadas por el sol. Un verdadero lujo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Crema de colirrábano

Otro descubrimiento de las fruterías chinas del barrio. El otro día encontré que tenían colirrábanos (pongo su enlace en inglés, kohlrabi), que quería probar hace tiempo, y me llevé una pieza a casa para probar. Busqué muchas recetas y al final me decidí por la más sencilla, una crema con un poco de patata para ver a qué sabía sin enmascararlo demasiado. 
Simplemente pelé y limpié bien el colirrábano, lo troceé y lo cocí con un par de patatas, sal y unas gotas de aceite; después lo trituré todo con parte del caldo y un poco de leche, ajustando la consistencia a lo que quería (lo suyo hubiera sido nata o mantequilla, pero... no tenía). Como otras veces, la serví con unas migas de pan de maíz pasadas por una sartén con un poco de perejil.
Se podría haber hecho una receta más compleja usando un caldo de pollo o añadiendo otras verduras, pero esta vez quería conocer el sabor casi a secas. Está muy bueno, había leído que se parece un poco al sabor de los tronquitos de la coliflor o el brécol, y sí que recuerda un poco, pero también un poco a nabo... no sé, desde luego me gustó, y probaré a prepararlo en otras recetas como las que sugieren en The Guardian. Como dicen en ésta y otras webs, hay que buscar piezas firmes y mejor las pequeñas, pues las grandes pueden empezar a ahuecarse y ponerse fibrosas, como les pasa a los rabanitos.
(Sí, es un poco feote)
Una de las razones por las que quería probarlo es porque lo había visto hace años en un precioso libro de horticultura que siempre rondaba por mi casa, Horticultura práctica de Dick Raymond, donde también vi por primera vez el ruibarbo o las aguaturmas, entre otras cosas. También, porque es ese tipo de cosas tan raras de encontrar que son precisamente las que te planteas poner en el huerto, pero prefería probar primero para saber si merecía la pena; creo que sí. El año que viene probaremos.

martes, 9 de abril de 2013

Arroz caldoso de verduras

Una vez más, una receta improvisada de sobras que merece la pena recordar:
En ella he aprovechado el caldo de cocer unas verduras, unas pocas espinacas a apunto de echarse a perder y hasta un resto de rica sopa de tomate que hizo la madre de M.A. Para dos personas he usado:
-1 cebolla pequeña
-1 diente de ajo
-1 zanahoria pequeña
-2 puñados grandes de espinacas (unos 80 g. aproximadamente)
-2 tazas de arroz redondo
-un poco de salsa de tomate, o 2 tomates rallados (yo usé la sopa)
-caldo de verduras (aproximadamente 750 ml)
-sal y aceite
-especias a elegir (cúrcuma, azafrán...); yo usé ras-el-hanout
Se sofríen la cebolla, el ajo y la zanahoria muy picados en un poco de aceite, que queden bien rendidas. Se añaden después las espinacas picadas y el tomate rallado o la salsa, si las hemos usado (yo puse la sopa de tomate junto al caldo, así que me salté este paso), y en un cazo aparte ponemos a cocer el caldo. Por último echamos junto a las verduras el arroz y sofreímos un par de minutos más. 
Empezamos a añadir caldo poco a poco sobre el arroz y las verduras, también las especias elegidas, y vamos removiendo, manteniéndolo a fuego medio-bajo, lo suficiente para que mantenga un hervor mínimo. Repetimos tantas veces como sea necesario hasta que el arroz esté casi a punto, probando a media cocción para comprobar el punto de sal. Dejamos reposar un par de minutos tapado, y servimos. 
También pongo los bollos que preparé ayer para los desayunos de esta semana, y que contra todo pronóstico están estupendos. Son también bollos que empecé a hacer para aprovechar una harina insípida y que no me estaba dando muy buen resultado, así que la dejé para hacer experimentos y panes facilones. 
En estos bollos la he mezclado con una quinta parte de harina de centeno (400/100), muy poquita levadura para prolongar la fermentación y una pizca de malta; y he usado un truco que me está funcionando, que es dejar una primera fermentación muy corta y una segunda muy larga, para que se forme una buena miga sin sobrefermentar. Es una buena táctica que repetiré muchas veces. 
Han quedado muy blanditos (sin llevar ni pizca de grasa), mucho sabor gracias al centeno y la malta y una miga jugosa a pesar de estar hechos con levadura. Casi me da pena que se haya terminado la harina ésa que tantos panes me ha arruinado... :)
El de esta mañana, con requesón y miel:

domingo, 31 de marzo de 2013

Lyon (segunda parte): verdura y bicicletas (y más pan)

No todo ha sido pan y queso en Lyon (aunque casi): en los mercados también nos sorprendieron mucho los puestos de verdura, y eso que dada la época no esperábamos mucha variedad. Sin embargo, se podían comprar, por ejemplo, toda clase de hierbas:
Unas enormes, redondas y preciosas alcachofas, diferentes a las pequeñas que solemos tener nosotros aquí:
Y sobre todo muchas raíces y tubérculos: algunos ya los había probado o había oído hablar de ellos, como las chirivías y los tupinambos; otros como el rábano negro o las rutabagas fueron una sorpresa, y de haber podido meterlos en la maleta me hubiera traído un buen puñado (aunque no sé que hubieran pensado de ello en la aduana, creo que ya les extrañó bastante que llevara 2 paquetes de harina):
Remolachas, apionabos y más rábano negro, y un montón de hierbas silvestres, entre ellas achicorias y diente de león:
Una de las cosas más peculiares (y prácticas, me pareció) fue el sistema de venta de la fruta y la verdura, que en muchos puestos se distribuía en platillos a los que se les ponía un precio fijo, como aquí:
Por último (además de muchas cosas de las que no ha quedado foto) estaban los puestos de embutidos, a los que en Lyon parecen profesarles verdadera devoción, sobre todo a los salchichones; los poquitos que probamos estaban muy buenos, si bien es verdad que no es a lo que hicimos más caso porque sabíamos que en los restaurantes íbamos a encontrar muchos productos del cerdo:
Por todo esto, Lyon me pareció una ciudad maravillosa para vivir, pero también por muchas otras cosas: los dos ríos y sus orillas, especialmente el paseo fluvial del Rhône, en el que por la tarde se juntaba la gente para pasear, correr o sentarse en una terraza; porque tiene mil cosas que ver pero no es una ciudad de turistas, o al menos yo no me sentí turista en todo el tiempo que estuve allí; porque hay varios barrios diferentes pero la ciudad es abarcable, porque tiene mucha vida... 
Y por supuesto por las bicis: hacía mucho que no me muevo en bicicleta por ciudad (en Madrid me da bastante miedo por ahora y en Badajoz rara vez me hace falta) sin embargo en Lyon es la manera perfecta de desplazarte, entre otras cosas porque el sistema de bicis públicas funciona muy bien: te coges una en cualquiera de las muchísimas estaciones que hay por toda la ciudad:
... te vas a tu boulangerie favorita (a nosotros nos encantó la de Saint Vincent, frente al río Saône), te compras una estupenda baguette (o dos) y un pain au chocolat, intentas que tu mozo se aparte un poco para hacer la foto (pero no lo consigues porque está muy concentrado comiéndose la baguette)...
Y metes lo que queda de ella en el cesto de tu bicicleta:
Entonces la juntas con un poco más de queso, que no te has podido resistir a comprar (aunque todavía te quedan de los de ayer) porque éste aún no lo has probado: 
Y ya que pasas por una boucherie te llevas un trozo de pâté en croûte que en realidad no te hace ninguna falta, pero ya que estás...
Y como ya es tarde te sientas a comer en un banco de una preciosa plaza llena de magnolios:
Por la tarde sigues recorriendo la ciudad, en bici, andando o subiendo escaleras, que son muchas pero no te vienen mal para bajar todo lo que has comido. Y ya no puedes comprar más porque aún te queda de todo en la mochila y no te va a dar tiempo a comerlo, pero no puedes resistirte a hacer una foto cuando pasas por el escaparate de esa panadería que te habían recomendado:
Compruebas en la siguiente que el pan de allí, teniendo en cuenta la calidad que tiene, resulta en comparación mucho más barato que el nuestro (y te da pena): 
Y por la tarde cuando vuelves a casa a descansar un rato te compras un croissant (aunque te tientan también las barras de Viena y los obscenos brioches) porque no te puedes ir sin probar al menos uno y además aquí todos son de mantequilla de verdad y son tan baratos que ni te lo crees. Te preparas un café, y te pones a pensar y escribir de todo lo que has visto, lo que más te gusta, lo que echas de menos en tu ciudad...
Y aquí empieza mi rollo, que puedes leerte si quieres y si no, pues no... Hay una cosa que es lo que más envidia me da de Lyon (y de toda Francia, me temo) y es la devoción que tienen por sus propios productos, que explica el éxito de los mercados de productores y que allí el pan, la bollería, los lácteos con el queso a la cabeza y muchas cosas más sean de tan buena calidad no sólo en una tienda de productos lujosos sino en cualquier tienda de barrio: por poner un ejemplo, la leche fresca que nosotros teníamos para el desayuno la compramos en una tienda bastante normalucha, el equivalente a un chino de aquí, y aún así es la leche más rica que he probado yo en mucho, mucho tiempo. Lo mismo con el pan. Y encima todo eso era barato. Creo que en esto nos llevan claramente mucha ventaja y que tenemos mucho que aprender.
Por otro lado, no quiero volver con esa sensación amarga de quien piensa que fuera todo es mejor, así que durante todo el tiempo intentaba encontrar también las cosas buenas de aquí, pensando en lo que un turista envidiaría de Madrid u otra ciudad española si viniera a visitarlas, y comparando: para empezar, el vino: supongo que si uno se gasta un dineral en comprar vino, entre los franceses habrá verdaderas maravillas, pero con el presupuesto mediano que manejo yo, a igualdad de precios creo que en España tienes más donde elegir (puede que esto sea una paletada, pero es lo que a mí me ha parecido después de probar varios y viendo allí las copas de vino a 4, 5 o 6 euros). 
Me daba envidia que en (casi) todos los restaurantes el pan era excepcional.
No  me daba envidia el café: en Lyon era tan malo como en Madrid. Mentira, era aún peor que en Madrid, pero encima te cuesta una pasta. (Ya lo avisaban aquí).
Me daba envidia que en todos los restaurantes te ponían una jarra de agua sin pedirla, no intentaban colarte la mineral y no te la cobraban.
No me daba envidia que las naranjas y los cítricos en general eran muuuuy caros (porque siempre eran de Marruecos, de Túnez o... de España :)
Me daba (mucha) envidia que los lioneses coman aparentemente todos esos croissants, brioches, quesos y demás y todos sigan teniendo el tipín intacto (¿será la bici? ¿las escaleras? ¿el amor?).
Y... bueno, me queda el consuelo de que allí aún no han descubierto las migas :)
Quedan fuera del relato muchas cosas más, que se me han olvidado. No hay fotos (porque me dediqué sólo a disfrutarlo) de las cenas en varios restaurantes, entre ellos un tradicional bouchon lionés, en el que entre otras cosas probamos la andouillette con salsa de mostaza, de la que yo no esperaba mucho y sin embargo me encantó (creo que los lioneses nos ganan en pasión por el cerdo, hasta a los extremeños). Tampoco hay fotos del pequeño concierto que escuchamos una noche, de los telares de las casas de los canuts, de los muchos y preciosos puentes y pasarelas de los dos ríos, ni de las muchas cosas que nos quedaron por visitar, y por las que seguramente volveremos pronto.
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Por si os animáis, os dejo links útiles:
Lyon en La Flor del calabacín, aquí, aquí y aquí
Varias entradas sobre Lyon en Faim de Lyon
Varias entradas sobre Lyon en Jin loves to eat