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jueves, 1 de mayo de 2014

Fresas con leche (casi como en el verano de mi infancia)

Obviamente no escribo esto para colgar la receta de las fresas con leche; sólo se trata de mezclar fresas, leche y azúcar. Lo difícil, claro, es que sepan como las que hacía la abuela en verano, en La Antilla (Huelva), con fresas de la zona que se quedaban enfriando en la nevera hasta que la leche se empapaba completamente de su color y sabor; ya se sabe que es prácticamente imposible replicar los sabores que se recuerdan de la infancia.
Sin embargo las de hoy me han recordado un poquito. La gran diferencia es que las fresas estén en el punto exacto de madurez; el resto lo hace un poco de reposo. Se pueden hacer muchas cosas con las fresas, pero yo creo que si son buenas la preparación más sencilla es la mejor, como pasa con un buen tomate.
Lo bueno de tener fresas en el huerto es que te puedes permitir cogerlas en el momento perfecto, ya dije que sólo por ellas ya merece la pena tenerlo. La verdad es que a mí me gustan cuando están casi al borde de pasarse, y sobre todo comerlas recién cogidas y todavía templadas de haber estado al sol: habrá quien no se lo crea, pero a mí me parece que un par de horas después ya no saben igual. 
El color da la pista para saber las que ya están en su punto: las tres de la foto son preciosas, pero la de abajo es la más rica. Están mejor cuando ya no hay blanco alrededor de las hojitas, el rojo se hace más oscuro y las semillas ennegrecen; al cortarlas o morderlas ya no están del todo tersas, han empezado a ablandarse ligeramente. Ese es el momento preciso. 
A veces las dejas para esperar que cojan el punto, y al día siguiente esas fresas ya han recibido algún mordisco de los bichitos que hay en el huerto, que eligen precisamente ésas; no puedes enfadarte, hay que comprender que quieran compartir algo así.

viernes, 25 de abril de 2014

Resumen de un mes perezoso

Llevo bastante más de un mes sin publicar nada en el blog, y esto es bastante raro en mí. No me pasa nada, sólo he estado (y estoy) un poco perezosa para escribir. Pero eso no quiere decir que no haya cocinado, todo lo contrario: estas últimas semanas he cocinado bastante, con varias comidas y cenas de cumpleaños con amigos y familia, pero también muchas comidas diarias sencillas y ricas, como ésta:
O esta otra:
También ha habido mucha compra, y visitas a tiendas y mercados. En una de ellas M.A. se trajo estas coquinas, que sabe que me encantan:
Y, cómo no, mucho pan: bagels, panes de hamburguesa, de molde, de centeno, y últimamente sobre todo integral.

En Badajoz he aprovechado algún día de sol para acercarme con la bici al mercadillo y sorprenderme con algunas de las cosas que se venden por allí:

Y toca volver al huerto, y alegrarse con todo lo que te regala a pesar de no haberle hecho demasiado caso este invierno. El pobre ha estado bastante abandonado, y aún así las fresas nos alegraron con las primeras frutas a finales de marzo:
Los dos pequeños almendros han arrancado este año con la que posiblemente sea nuestra primera (y escasa) cosecha de almendras, aunque aún hay que esperar:
Y por último, llegó la pequeña gran decepción de este año, que ha sido la confirmación de que a los ruibarbos no les gustó demasiado el calor horrible que hizo en el verano pasado: aunque arrancaron bien y pude coger unas pocas pencas en junio, con los calores de mitad del verano se vinieron abajo, y este año sólo han rebrotado dos (uno de ellos bastante raquítico). Así que ahora estoy con un plan de cuidados intensivos, a ver si rescato al único que parece tener posibilidades... en un par de meses comprobaremos si se ha podido hacer algo.
Mientras tanto, ya están puestos los plantones de tomates, berenjenas, pimientos y melón, en menor cantidad este año para ver si no se nos va de las manos como el año pasado. Los ratones que se han instalado en el huerto no nos lo van a poner fácil, pero algo quedará.
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Me hubiera gustado publicar hoy una receta portuguesa, para celebrar el 40º aniversario del 25 de abril; no he llegado a tiempo, pero no quería dejar de mencionarlo en el blog. ¡Feliz día, amados vecinos de Portugal! Pronto estaré por allí.


martes, 10 de diciembre de 2013

Mermelada de membrillo con agua de azahar

Una alternativa estupenda si, como me ha pasado a mí, os encontráis con un montón de membrillos en la cocina y estáis hartos del dulce de membrillo al uso. A mí el dulce me gusta mucho pero la textura me cansa un poco, echaba de menos algo más untuoso y notar la fruta, así que probé a hacer mermelada. Para variar también un poco en el sabor eché agua de azahar, muy poquita, y le queda muy bien, aunque es tan sutil que si no lo sabes ni te das cuenta. 
En esta tanda, que era de prueba, usé poca fruta: salieron unos 3 botes de mermelada, y utilicé:
-600 g de membrillo, peso ya limpio y picado (en este caso sin piel ni corazones)
-400 g de azúcar (mitad blanco y moreno, esto da igual)
-el zumo de un limón pequeño
-2 cucharaditas de agua de azahar
-1 vaso de agua, o algo más
La diferencia con el dulce es que no usé la piel del membrillo, ya que no quería que cuajara tanto y además no lo quería batir. También es diferente la cantidad de azúcar (2/3 del peso de la fruta) y el añadir líquido para permitir que el membrillo quedara bien cocido sin llegar a espesarse y así dejar una textura más fluida.
Lo que hice fue picar mucho la fruta, dejando trocitos del tamaño de un cacahuete (más o menos). Lo pesé, añadí el azúcar y el zumo de limón y puse todo a cocer a fuego medio-bajo, removiendo de vez en cuando; también podemos presionar con una espátula de madera o un prensador (ver más abajo) para deshacer algunos trocitos. Si se consume mucho el líquido y la fruta aún está dura se puede añadir algo más de agua, y a media cocción se añade el agua de azahar.
La mermelada se retira del fuego cuando el membrillo está tierno pero todavía queda bastante líquido visible, porque espesará mucho al enfriar. Se puede hacer una prueba con un plato bien frío. Con la mezcla aún caliente se vierte en botes esterilizados, se cierran y se dejan enfriar sobre la tapa. Si queremos conservarlos mucho tiempo se pueden hervir al baño María.
Así me ha quedado a mí. Un poquito más espesa de lo que quería, pero muy rica. Los trocitos de membrillo quedan blandos pero enteros, con una consistencia parecida a la de una gominola. Si no queremos trocitos se puede batir, pero a mí no me gusta pasar las mermeladas porque pierden el brillo y además me gustan los trozos; para eso el utensilio perfecto es un prensador como el de la foto, se usa al final de la cocción cuando la fruta ya se ha reblandecido y nos permite dejar la textura que queremos sin perder el brillo de la mermelada. También es estupendo para las salsas de tomate.
La receta me hace doble ilusión porque además es la primera que hago con membrillos del membrillero que plantamos hace ya un par de años: ésta es la primera cosecha, han salido muchos membrillos pequeños (casi parecen más bien peras gordas) pero suficientes para unos cuantos botes de mermelada o dulce. Como la producción siga creciendo mucho en un par de años me veo montando una mega-fábrica de conservas de fruta, al estilo del personaje de Diane Keaton en Baby tú vales mucho (que es una película muy tonta que a mí me hace mucha gracia... qué le voy a hacer).
Aún quedan membrillos en la cocina, de los míos y de los regalados por mi prima F. (¡gracias F., te debo unas mermeladas!). Ya estoy pensando qué haré con ellos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Pasta con tomate y albóndigas (casi como cuando era pequeña)

Casi, pero no. Cuando era pequeña e íbamos de vacaciones a Portugal (año tras año al mismo sitio), a veces cenábamos en una bolera: no una bolera como la que se imagina uno, enorme, ruidosa, un poco hortera, a la americana: ésta era pequeña, adosada a un restaurante sencillo que atendía un camarero portugués delgado, canoso y elegante que siempre nos traía nuestro plato de spaghetti y albóndigas con una sonrisa, nos hacía alguna broma y cruzaba algunas palabras con mis padres. Llevaba una chapita con su apellido, Faria (así le llamaba mi padre); le recuerdo con mucho cariño, y a menudo me pregunto qué habrá sido de él.
Más tarde la bolera cerró, nos hicimos mayores, Faria se jubilaría y ya no supimos más de él. Yo he estado mucho tiempo sin acordarme de estas cenas, hasta que en alguna serie americana (seguramente, en Los Soprano) vi un plato de pasta con albóndigas, la recordé y me dieron unas ganas locas de prepararla en casa.
No es el plato de mi infancia: aquellos eran spaghetti cocidos (seguramente demasiado) con tres enormes albóndigas encima y un poco de salsa, muy poca, de modo que yo normalmente acababa echando algo de ketchup (los niños no tenemos ni idea de lo que hacemos...), pero como una tiene derecho a idealizar las cosas de su infancia, en mi recuerdo son algo delicioso.
Mi versión es algo más elaborada: la salsa es una salsa de tomate casera, muy espesa, hecha para gastar los tomates del huerto que no nos daba tiempo a consumir en ensalada o gazpacho; las albóndigas son pequeñitas. La pasta deberían ser spaghetti pero en casa la que había era ésta, así que es la que he puesto; tampoco le va mal. Para 2 raciones (de plato único) se necesitan:

-160-200 g de pasta, según el apetito de los comensales
-200 g. de carne picada (ternera o mezcla, también se puede añadir carne de salchicha)
-1 vaso de salsa de tomate, mejor casera, o de tomate triturado
-1 chorrito de vino blanco
-1 tacita de caldo, o agua en su defecto
-los extras que queramos añadir a las albóndigas: ajo, perejil, miga de pan, huevo...
-los extras que queramos añadir a la salsa: ajo, cebolla, albahaca...
-sal, aceite, pimienta
Como veis soy muy imprecisa, pero es el tipo de receta que uno prepara con lo que hay; cuantas más cositas se pongan mejor, pero se puede hacer con lo básico. Yo no he añadido cebolla ni nada a la salsa porque estaba muy rica tal cual, sólo he aprovechado los restos de un guiso de carne y se los he añadido al final.
Se prepara la masa de las albóndigas con lo que queramos añadir y se hacen bolitas del tamaño deseado. Se fríen en aceite, dorándolas bien por todos los lados, y se añade el vino. Se deja evaporar, y se echa entonces la salsa de tomate y el caldo (o el agua); se deja a fuego medio-bajo, hasta que la salsa vuelva a espesar y las albóndigas se hayan quedado tiernas. Si queremos poner cebolla, sacaríamos las albóndigas, doraríamos la cebolla, y después pondríamos la salsa, el caldo y de nuevo la carne.
Se cuece la pasta y se sirve con unas generosas cucharadas de salsa, las albóndigas y, si queremos, queso rallado.
El truco de hoy es, como ya dije, una salsa de tomate muy rica, una especie de passata de tomate que hice hace ya algunos días con el excedente de tomates del huerto. Estuvo cociendo a fuego lento durante horas, casi sin aceite y sin añadir nada más que sal y una pizca insignificante de azúcar; los tomates eran tan dulces que no les hacía falta nada más, la pena es que redujo tanto que después de pasar una tarde lavando, pelando y cortando tomates daba risa ver lo poquito que salió, pero el sabor hace que merezca la pena. 
Éstos fueron; el huerto, con la temperatura que está haciendo este verano en Badajoz, está totalmente abandonado, parece el Amazonas; por eso sorprende tanto que sin hacerle caso cada vez que vamos nos regale una bolsa como ésta, no quiero ni imaginar lo que sería si lo estuviéramos cuidando como es debido. No sé la variedad del tomate (nos regalaron los plantones), parecen bastante corrientes pero están estupendos, posiblemente no tanto por el tipo como por el hecho de cogerse cuando ya están totalmente maduros; una de las pocas cosas que atenúan mi deseo de que vuelva el frío.

jueves, 13 de junio de 2013

Mermelada de fresa y ruibarbo (¡de cosecha propia!)

Ya sé que estoy un poco pesadita con esto del ruibarbo, pero es el primer año que las plantas están listas para hacer una pequeña cosecha, y es lo que toca. El segundo año sólo se deben coger algunas pencas para dejar que la planta crezca y forme un rizoma grande, así que esta primera recogida ha sido más bien simbólica (unos 300 g., hay quien se ha reído de mi entusiasmo) y para estirarla y conservar un poco he preparado mermelada con fresas.
Con una producción tan escasa lo ideal hubiera sido una tarta, pero en ese caso lo hubiéramos disfrutado sólo en casa y yo quería poder darlo a probar a más gente; además, quizás para una primera cata es mejor probarlo mezclado con otra fruta, así se extraña menos el sabor. Reconozco que me dio un poquito de rabia haber tenido que mezclarlo con fresas porque el sabor no destaca tanto, pero de todos modos está muy buena. Para 3 botes pequeños y algo más usé:

-300 g de ruibarbo
-300 g de fresas
-350 g de azúcar, más o menos
-zumo de 1/2 limón
-1 trozo de manzana (o un hatillo con pieles y corazones de manzana)
-1 pizca de agua
Como en otras recetas de mermelada del blog, lavé y piqué la fruta y la puse a cocer con el resto de ingredientes a fuego bajo hasta que tuvo una consistencia adecuada (lo probé echando un poco sobre un plato muy frío). Antes había esterilizado unos botes de conserva hirviéndolos unos 10 minutos; envasé la mermelada aún caliente y, como esta vez alguno de ellos era para regalar, los cerré al vacío hirviéndolos otros 15 minutos dentro de la olla express (normalmente los pongo a enfriar boca abajo sin más).
... Y aquí la primera cosecha... Ya hablé hace unas poquitas entradas de cómo empecé a plantar el ruibarbo y contaba que sólo algunas plantas parecen haberse adaptado bien a este clima (lo de sembrar desde semilla hace que nazcan plantas muy distintas, así que se ha producido una especie de selección natural). Cada una de ellas es bastante diferente, algunas tienen pencas más abundantes, finas y rosadas y hay otra que tiene unas pocas pencas, enormes y completamente verdes. Me surgieron dudas sobre éste y otros asuntos, y seguí leyendo bastante y preguntando a quien sabe: entre otras Mai, que es maja hasta decir basta y hasta se fue al jardín a hacer una foto al suyo para comparar, ¡gracias otra vez guapa!
Así, descubrí que el color más verde o rosado puede depender de la variedad (y que todos son comestibles) o del método de siembra, ya que si se hace un cultivo forzado se obtienen pencas más grandes y rojas; esto se consigue privando a la planta de luz natural, y en UK se hace en grandes naves ciegas apenas iluminadas con velas o, a nivel casero, con unas preciosas campanas de barro. Quizás el año que viene me anime a hacer un experimento en este sentido.
La otra duda que tenía es acerca de si el ruibarbo se puede cosechar durante el verano, ya que había leído que no conviene hacerlo cuando los días se empiezan a acortar, esto es, después de San Juan, pero por motivos diferentes. Tanto para resolver esta duda como la anterior, me fueron muy útiles algunos links (en inglés), en el que aclaran que se suele respetar esa fecha pero no por la razón que yo creía (había leído que en el verano las pencas elevan su contenido en ácido oxálico) sino porque se deja a la planta "engordar" de cara al año siguiente y porque las pencas pueden hacerse algo más duras y fibrosas; en cualquier caso, parece que no pasa nada por recoger algunas pencas de vez en cuando a lo largo del verano, siempre que se dejen las suficientes hojas a la planta. Todo esto lo cuentan aquí o aquí
(Siento el rollo, aunque espero que le resulte útil a alguien si le da por plantarlo también... yo voy aprendiendo poco a poco, a medida que las plantas crecen, y el blog me sirve para recopilar todo lo que voy aprendiendo).

martes, 11 de junio de 2013

Esparregado de espinacas, y otras cosas

Sí, ya sé, es un plato muy verde. Le encantará a los amantes de las espinacas, y al resto... les recomiendo que le den una oportunidad, a lo mejor se sorprenden.
El esparregado es una guarnición portuguesa que se prepara con espinacas u otras verduras de hoja: también se hace con grelos, acelgas, coles y hasta con hierbas silvestres como la verdolaga. Es muy parecido a nuestras espinacas a la crema, una crema muy espesa (más que la que yo he hecho esta vez) que se prepara con la verdura cocida y rehogada y a veces una pizca de bechamel que la suaviza y le da cremosidad; el grado de "verdor", de triturado y la textura dependen del gusto de cada uno, así como las especias que se usen para prepararlo. Yo, para una ración para 2 personas he usado:

-1 manojo muy generoso de espinacas, porque se reducen mucho (también se pueden usar congeladas)
-1 diente de ajo
-1 cucharada escasa de harina
-leche caliente, aproximadamente 100-125 ml.
-sal, aceite de oliva, nuez moscada
Las espinacas se lavan bien y se ponen a cocer en un cazo con sal (yo no pongo agua, las espinacas sueltan un poquito y eso es suficiente). Cuando ya se han rendido del todo se pican bien y se rehogan con aceite y un ajo picado, con cuidado de que éste no se queme o dará sabor amargo. 
Se añade la harina, espolvoreándola bien para que no se formen grumos, y se deja que se cocine un poco; entonces se agrega la leche caliente poco a poco, removiendo, hasta que la mezcla tenga la consistencia que queremos (teniendo en cuenta que al enfriar espesará algo más). Se corrige de sal y se añade nuez moscada, pimienta, o lo que más nos guste. Podemos dejarla así o batir, dejando una crema. Yo la prefiero más espesa pero esta vez la batí.
Preparé el esparregado con las espinacas que compré en el mercadillo de Badajoz, que se celebra los martes y domingos y al que me gusta ir de vez en cuando por los puestos de verduras y para comprar algún cacharro de cerámica para la cocina; no es precisamente un mercado con glamour (que nadie vaya esperando un mercado al estilo de los franceses, vaya), pero la verdura y la fruta suelen merecer la pena, tienen muy buen precio y a veces puedes encontrar productos que son raros en las tiendas convencionales, como las remolachas con hoja. Esta vez trajimos, entre otras cosas, muchas espinacas frescas y un buen puñado de tomates:
El postre, eso sí, viene del huerto: plantar fresas es de las cosas más fáciles y agradecidas, o eso me parece a mí (quizás estamos teniendo mucha suerte): no es que saquemos una producción enorme, pero sí continua: casi siempre que vamos nos volvemos con un puñadito de fresas bien maduras; esta vez las llevé a casa, pero lo que más me gusta es comerlas directamente allí, cuando todavía están templadas por el sol. Un verdadero lujo.

lunes, 20 de mayo de 2013

Mermelada de nísperos

Los nísperos son una fruta a la que nunca he hecho mucho caso, mi familia no es muy devota de esta fruta así que nunca ha despertado mi curiosidad... hasta ahora. Al lado del huerto hay un nisperero, del que mi hermana y mi sobrina comen a veces alguna pieza, y el otro día al pasar por allí vi que muchos frutos ya estaban madurando; me dio pena pensar que la mayoría acabaría en el suelo, así que me llevé unos pocos a casa para probar a hacer mermelada con ellos. Aquí está, y muy rica por cierto, seguramente haré más:
La fórmula es muy parecida a la de otras mermeladas que he preparado en el blog: la fruta se limpia, deshuesa y pela (quitando además las pieles que recubren los huesos); se pesa, se añade aproximadamente la mitad de su peso en azúcar y unas gotas de limón, y se cuece a fuego lento removiendo hasta que tiene la consistencia adecuada, con cuidado para que no se pegue al fondo. Hay que dejarla un poco más líquida de lo que la queremos, pues tienen mucha pectina y al enfriar espesa mucho más. 
Yo usé esta vez unos 750 g de nísperos (peso ya limpios y troceados), unos 350 g de azúcar y unas gotas de limón, lo que dio para unos 2 botes pequeños de mermelada. Al cocerse pierden una parte del aroma ácido que tienen en crudo, y queda una mermelada muy parecida a la de albaricoque o melocotón, quizás un poco más ácidas que éstas. Se puede comer como cualquier otra, en tostadas, etc. Yo hoy a la manera favorita de M.A., con yogur:
Éste es el arbolito, al que a partir de ahora le haré más caso: 
Y éstos los nísperos; alguno aún debía madurar algo más, pero en la mermelada con tanto azúcar eso no se aprecia:
Los que tengan curiosidad y no tengan a mano un nisperero pueden hacerla con fruta comprada... en mi barrio empiezan a verse en todas las fruterías; ayer, al pasar por una de chinos, vi este cartel de oferta de "níspelos" que dejo aquí porque me hizo mucha gracia (como cuando venden "rechuga", patata "monarisa" y otras variedades similares, vaya lío que tienen con la "r" y la "l"... :)
En cuanto al huerto, parece que últimamente empezamos a tener algo más de mano, aunque lo que tenemos es sobre todo mucha suerte porque con el poco tiempo que le dedicamos le dedicamos la verdad es que nos da muchas alegrías; además de los brécoles del invierno, ya cogemos con frecuencia lechugas, acelgas, fresas (deliciosas), esperamos tener pronto zanahorias, patatas y cebollas, y más adelante tomates, pimientos, berenjenas y calabazas. 
Pero sin duda una de las cosas que más alegría me ha dado ha sido comprobar que es posible plantar ruibarbo en una zona tan calurosa y árida; hace ya bastante tiempo que un amigo me regaló las semillas a cambio de pasarle después algunas plantas cuando hubieran crecido; yo me dediqué a leer un poco sobre el asunto pero había poca literatura sobre el cultivo de ruibarbo para este clima, así que asumí que no prosperaría, y especialmente partiendo de semillas (lo normal es hacerlo dividiendo un rizoma de una planta madura). Aprendí alguna cosa en internet, por ejemplo en este artículo, aunque casi toda la información valiosa está en inglés.
Al final han superado este primer año muchas de las plantas, si bien con grandes diferencias: algunas están realmente raquíticas y después del invierno han brotado con poca fuerza; sin embargo dos de ellas, y una en especial, parecen estar a gusto en el huerto y están dando muchas hojas (y haciendo de casa para las hormigas, que no sé por qué adoran estas plantas), así que este año espero coger una pequeña primera cosecha de pencas para hacer algún pastel o mermelada y el año que viene espero dividirlas y obtener más plantas a partir de éstas. 

(Sí, tengo que quitar las malas hierbas...)