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lunes, 20 de marzo de 2017

La tarta de queso de mis 40

Hace mucho mucho tiempo que quería hacer esta tarta, la tarta de queso al estilo del restaurante donostiarra La Viña, pero cada vez que leía la lista de ingredientes (básicamente queso y nata en cantidades industriales) me subía el colesterol y me proponía dejarla para una ocasión muy muy especial. Al final llegó esa fecha, mi 40 cumpleaños, y supe que era ahora o nunca.
No defrauda. Es una tarta crrremosa, sorprendentemente ligera para tal cantidad de lácteo, y no muy dulce si se ajusta la cantidad de azúcar. Está muy vista en blogs, en algunos con explicaciones muy buenas y hasta vídeos que me resultaron muy útiles, pero yo me guié por las explicaciones de El Foro del Pan, que es donde la vi por primera vez. Resumiendo, mi receta fue:

-1 kilo de queso fresco de untar (tipo Philadelphia, yo usé marca blanca)
-1/2 litro de nata de montar
-6 huevos (hay quien pone 5 y hay quien pone 7, según tamaño)
-300 azúcar (la original son 400, yo hice caso al foro)
-1 cucharada de harina (en realidad se me olvidó...)

Estas cantidades son para un molde de 24-26 cm, si es más pequeño es mejor ajustar cantidad porque debe quedar con cierta altura. Se calienta el horno a 200º, se mezclan todos los ingredientes (en mi caso en orden huevos-azúcar-nata-queso-harina) y se echa la mezcla en el molde, que se habrá forrado con papel de hornear sobresaliendo un poco en altura, por si sube demasiado la masa (yo puse 2 hojas). 
Se hornea aproximadamente 45-50 minutos, con aire si el horno lo tiene. Se debe tostar por arriba pero no dejando que se haga en exceso, simplemente que al pinchar con un cuchillo éste salga limpio (pero que la tarta esté temblorosa). Al sacarla se deja enfriar, la tarta bajará. Nosotros la tomamos al día siguiente, estaba con una textura fantástica, incluso podría haberla dejado 5 minutos menos en el horno:
Está muy muy buena, aunque como ya dije, es una tarta para hacer sólo cuando la vas a compartir con mucha gente, especialmente en mi caso y ahora, que estoy proponiéndome reducir un poco el dulce en mi dieta (un poco, no estoy en ésas de mirar al azúcar como si fuera veneno).
No es lo único que he cocinado últimamente, pero es ahora cuando he encontrado un ratito para el blog y no quería olvidarme de la receta tal y como la preparé. Sigo con el propósito de ponerme al día, pero casi siempre tango algo pendiente, así que supongo que asomaré por aquí de vez en cuando, que es algo que echo de menos.

martes, 12 de abril de 2016

Tarta de chocolate y remolacha (semana de la remolacha 3, y fin)

Pues sí que dieron de sí las remolachas... para terminar la serie hice esta tarta, que desde que empecé a ver por internet quise probar. El primer intento, hace tiempo, fue desstroso, pero ésta pasa a ser una de las recetas fijas de la casa. De las que te pide la gente cuando lo prueban.
De entre las muchas que hay en internet, elegí ésta porque me pareció equilibrada en ingredientes (otras llevaban demasiado azúcar, o aceite...). Es de la página de Tesco y mi versión lleva:

-250 g de remolacha cocida y rallada
-200 ml de acite de girasol u oliva suave
-175 g de azúcar (admite un poco más)
-3 huevos
-175 g de harina
-50 g de cacao puro
-100 g de chocolate picado, no derretido
-1 cucharadita y media de levadura de repostería

Se baten remolacha, aceite y huevos. Se mezcla todo lo demás y se junta con la primera mezcla. Se engrasa un molde redondo, se vierte la mezcla y se hornea a 180º unos 45 minutos aproximadamente, o hasta que pinchemos y salga limpio.
Se deja enfriar, se desmolda y se cubre con film unas horitas (así queda más jugoso). 

Probad. En serio.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Bizcocho de yogur y cacao para gente atareada

El otro día me echaron la bronca por no poner nada nuevo en el blog. Aunque sea para cambiar el santo que se ve al abrirlo, dejo una de las pocas cosas que he fotografiado (que no cocinado o comido) últimamente. 
Es el típico bizcocho de yogur de los tarritos, sin complicaciones, tuneado para hacerlo de chocolate. Es muy rápido porque no necesita batir las claras aparte ni nada de eso, se mezcla todo mientras se precalienta el horno, así que es estupendo para prepararlo con poco tiempo (en mi caso, para una visita anunciada con poca antelación). Eso sí, mejora con el reposo, así que si se hace con cierta previsión será aún mejor.

-1 yogur natural
-3 huevos
-2 medidas de yogur de azúcar (blanca o morena)
-1 medida de aceite (girasol, oliva o mezcla)
-3 medidas de harina de repostería tamizada
-1 sobrecito de levadura química
-3 o 4 cucharadas de cacao puro en polvo (lo puse a ojo)
-ralladura de naranja
-1/2 cucharadita de canela
-1 pizca de pimienta u otra especia
Aunque se puede mezclar todo más o menos a la vez, yo aproveché la amasadora para hacerlo con cierto orden: batí los huevos con el azúcar y después añadí el aceite y el yogur. Por último todos los ingredientes secos (harina, cacao, especias...) sin batir demasiado en este último paso. Se mete en un molde de cake engrasado y enharinado (o forrado con papel) y se hornea cerca de 45 o 50 minutos a 180º, o hasta que al pincharlo salga limpio. Se deja enfriar y, si se puede, se guarda tapado para que gane algo de jugosidad.
No es el bizcocho de chocolate más chocolatoso del mundo, como ya le dije a mi hermana, pero queda bastante bueno sin necesidad de derretir chocolate ni nada de eso. SI se pone en un molde redondo es la base perfecta para una tarta de chocolate. Y si se quiere de otro sabor, basta con cambiar y añadir lo que se nos ocurra a la receta original. Una receta perfecta para gente muy atareada (como yo).

martes, 3 de febrero de 2015

Panecillos de leche y arroz

Primera receta que cuelgo este año, parece mentira... y no será por ganas o por platos cocinados, que han sido muchos, pero últimamente estamos a otras cosas.
Ésta es una variación del pan de arroz de Dan Lepard, que ya preparé hace tiempo y se ha convertido en un habitual para aprovechar restos de arroz blanco.
La receta se puede adaptar a la cantidad de arroz que nos haya sobrado, en mi caso un cuenco mediano (no lo pesé). Como se había quedado un poco seco, usé un truco: calentar la leche que iba a emplear como líquido y meter el arroz en ella, para que se hinchase un poco. El resultado es estupendo, los granos de arroz quedaron tan blanditos que no los notas en el mordisco, pero dan a la miga una textura estupenda para un pan de desayuno. Para unos 10 bollitos usé:
-400 de harina panificable (yo usé Tradicional Zamorana + Gallo, W>200)
-280 g de leche, aproximadamente (eché 250 y ajusté después)
-3 g de levadura fresca (se puede usar más si queremos que vaya rápido)
-1 cucharadita de sal
-1 cucharada de azúcar moreno oscuro (no tenía miel, que es lo suyo)
-1 cuenco de arroz cocido
Se mezclan todos los ingredientes excepto el arroz, y se amasa a intervalos con reposos hasta que esté suave. Se añade el arroz hasta que se integre bien, se hace una bola y se deja fermentar hasta que aumente su tamaño casi el doble (yo la dejé unas horas en la nevera). Se cortan porciones de masa de unos 75-80 g o al gusto, se bolean y se dejan fermentar de nuevo, tapados, esta vez dejando que doblen sobradamente su tamaño. Se hornean unos 15 minutos a 200º, o hasta que estén ligeramente dorados. Se pueden pintar con leche antes de hornear, o dejar tal cual.
Y quedan así. Son estupendos también para hamburguesas o bocadilllos, y se puede usar la misma masa para hacer bollos alargados, tipo perrito, o lo que queramos.
Con este frío no da tanto reparo encender el horno, pero cuando lo hago intento hornear varios panes o varias cosas a la vez, para aprovechar el gasto. Esta vez cayó una gran tanda de galletas, hechas con mi receta de cabecera pero con variaciones: básicamente, sustituí una parte de harina por copos de avena triturados y algo de salvado. Sé que suena demasiado sano pero en el resultado final lo único que se nota es una textura más crujiente, el sabor es estupendo (y no lo digo yo, lo dice MA que hasta hace poco detestaba cualquier cosa que sonara a integral).
Yo las hago finitas, tipo galleta María, pero se pueden hacer más gruesas. Si se tiene el día gocho, se puede preparar una crema espesa de chocolate y juntarlas de dos en dos, o con mermelada... la merienda perfecta para días fríos como los que vienen.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Bollos suizos (con masa madre): para muchos desayunos felices

Tenía muchas recetas pendientes con las que me proponía despedir el año en el blog; al final estos últimos días del año han estado llenos de catarros y otros imprevistos y muchas de esas recetas tendrán que esperar. 
No pasa nada; cuando surgen estos imprevistos es cuando una agradece tener una madre y, también, un congelador lleno de esos pequeños tesoros: una tartera con un guiso o unas lentejas, pan casero... o unos bollos suizos para un desayuno inesperado. No los había publicado, y me ha parecido una buena manera de despedir el 2014: deseando muchos felices desayunos para el año que llega. 
Ya tenía una receta de bollos suizos en el blog, que funciona bastante bien; ésta la preparé hace unas dos semanas y se basa en la primera, pero tiene algunas pequeñas variaciones que hice para ir ensayando para el roscón, así que se puede decir que está a medio camino entre ambos: lo que hice fue incorporar un poco de masa madre, añadir cáscara de naranja y subir un poco la cantidad de azúcar. Al final la receta quedó más o menos así (para unos 10 bollos):

-100 g de masa madre refrescada con leche y harina a partes iguales
-350 g de harina de fuerza (en mi caso, Tradicional Zamorana)
-aprox. 80 g de azúcar (o más si lo queremos más dulce), y algo más para decorar
-1 pellizco generoso de sal
-ralladura de 1 naranja
-2 huevos
-50 g de leche entera, y algo más para ajustar la consistencia
-6 g de levadura fresca
-80 g de mantequilla
-1 cucharadita o cucharada de agua de azahar (al gusto)
Se baten los huevos y se reserva un poco para pincelar los bollos. Mezclé y amasé todo salvo el azúcar y la mantequilla, que agregué cuando la masa ya estaba bastante suave; yo lo hice con amasadora, que en este caso resulta bastante útil, pero con paciencia y un bol grande se puede hacer a mano. Una vez integrado todo, hice una bola y la dejé levar en un bol hasta que aumentó un poco el volumen (no hace falta dejar doblar porque el segundo levado lo quería forzar un poco). 
Dividí la masa en porciones de unos 75-80 g, desgasé y formé bolitas, bastante tensas. Las dejé reposar unos minutos para que se relajara la masa. Entonces las "estiré" un poco haciéndolas rodar con la mano sobre la encimera para que cogieran forma alargada, las pinté con huevo batido y las dejé fermentar tapadas hasta que habían aumentado bastante de tamaño, más del doble.
Se vuelven a pintar con huevo, se echa un poco de azúcar encima y se hornean a 200º unos 15 minutos o hasta que están dorados. Se dejan enfriar totalmente antes de comerlos, pues cuando están calientes aún tienen un cierto olor a la masa madre que después desaparece totalmente.
El truco de forzar la segunda fermentación es estupendo, es la diferencia entre una miga rica pero densa y una muuy esponjosa; es un truco que vale para casi cualquier bollo, así quedan realmente blanditos, aunque hay que tener cuidado para que no se pasen de fermentación, de ahí lo de acortar la primera.
Para esta prueba hice bollos en lugar de hacer directamente un roscón; los bollos se pueden congelar enteros una vez que están fríos y aguantan muy bien. Se dejan descongelar entre 1 y 2 horas a temperatura ambiente y están como recién hechos, así que merece la pena hacer una buena tanda.
Lo mejor es cuando te olvidas de que están ahí y un día te acuerdas de ellos, sacas un par, preparas un chocolate... y tienes el desayuno o merienda perfectos. Espero que en el año que llega haya muchos de éstos para todos, y siempre mejor en buena compañía.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Galleta de naranja, mermelada de limón

Tres meses sin publicar. Por muchas razones, ninguna mala salvo quizás un poco de pereza. Y calor, mucho calor, que me ha obligado a tener el horno apagado desde junio. Vuelvo con muchas ganas de cocinar, con muchas recetas pendientes marcadas en los libros.
La de hoy sin embargo es sólo una variación de una que ya publiqué en el blog, y que se ha quedado como mi receta de galletas de cabecera; desde entonces he probado a hacerlas de muchas maneras: con especias, con azúcar de melaza, con harina blanca o integral... quedan muy diferentes con estos pequeños cambios, pero siempre quedan bien. Esta vez quise darle salida a la corteza de naranja confitada que me había sobrado del roscón - que como se puede imaginar estaba ya muy seca - y han quedado muy ricas. Aunque la receta es casi igual, vuelvo a ponerla:

-1 huevo
-100 g de azúcar (20 g de azúcar moreno de melaza, muy oscuro, y el resto blanco)
-75 ml de aceite (mezclé girasol y oliva)
-3 cucharadas soperas de naranja confitada, muy picada
-1 pellizco de sal
-unos 240 g de harina, esta vez sólo blanca (la cantidad que admita la masa)
-1 cucharadita de levadura química, tipo Royal (mezclada con la harina)

Se bate el huevo con el azúcar y el aceite y se van añadiendo los ingredientes en el orden indicado, echando por último la harina y mezclando sólo hasta que se integre y se pueda hacer una bola con la masa. Se enfría una hora o más en la nevera, se estira, se cortan las galletas con un molde y se hornean unos 12 minutos a 180º o hasta que cojan el color deseado.
La mermelada de limón es un tesoro rescatado del fondo de la despensa... la hice en diciembre del año pasado, con unos estupendos limones regalados, y hasta ahora no la hemos abierto ni se me ha ocurrido publicarla. Durante este tiempo se ha oscurecido (viendo la foto parece poco creíble que sea de limón, pero así es) y el sabor se ha hecho más intenso, no sabe tanto a caramelo como recién hecha y yo creo que me gusta más ahora. Es una mermelada peculiar, tiene tanto sabor que no es del tipo con el que te untarías una tostada entera (o sí, depende de cada uno) pero con las galletas me gusta mucho, y posiblemente dé mucho juego para cocinar, para complementar un relleno de tarta, para comer con yogur...
El procedimiento es el de una receta publicada varias veces en internet (por ejemplo, en Directo al Paladar), que según dicen es de Nostradamus: la diferencia con cualquier otra mermelada es que se dejan los limones en remojo unos días antes de prepararla, con el fin de evitar un amargor excesivo. Yo no he probado a hacerla de otra manera, pero así ha quedado bien, así que aquí la dejo.
Me quedo con las ganas de contar algo más del verano, colgar alguna foto de los viajes, comentar alguna nueva dirección del barrio... pero queda mucho otoño por delante, y yo todavía no me he quitado de encima toda la pereza veraniega. Pronto, más y mejor.

jueves, 12 de junio de 2014

Quindins

Amantes del huevo y el coco: si desconocíais este dulce, ya estáis tardando en probar...
El quindim es un riquísimo dulce brasileño hecho con yemas, azúcar y coco rallado, que también se come en Portugal (de hecho, hay quien cree que el origen es portugués). Aunque no es un dulce que yo coma con frecuencia, el año pasado probamos unos excepcionalmente buenos; mi cuñado los disfrutó especialmente, así que dejé como receta pendiente preparar unos en casa. Éstos son la primera prueba, hecha para aprovechar que tenía restos de leche de coco de hacer un curry, y han quedado tan ricos que no tardaré en hacer una segunda tanda. Se los dedico a mi sobrina E., que hoy es su cumpleaños.
La receta la saqué de un fantástico blog portugués de pastelería, Flagrante delicia, que me gustó porque el uso de leche de coco. También tomé prestados unos consejos de la estupenda receta de El invitado de invierno, como el de humedecer el coco rallado para que quedara menos seco. Por lo demás, la única variación que he hecho sobre la receta base es la de reducir el azúcar de 100 g a 85 g, porque como ya dije los dulces portugueses suelen ir bastante cargados. Han quedado realmente buenos, dan ganas de hacer uno grande y meter la cabeza en él (bueno, igual exagero, pero no demasiado). Mi receta quedó así:

-5 yemas
-75 ml de leche de coco
-25 g de coco rallado seco, ligeramente humedecido
-85 g de azúcar
-mantequilla y azúcar para forrar los moldes
Se precalienta el horno a unos 150º más o menos; se pasan las yemas por un colador y se mezclan con los demás ingredientes. Se untan los moldes (pequeñitos) con mantequilla y azúcar, y se llenan poco más de un dedo. Se tapan con papel de aluminio, se ponen en una bandeja con agua y se cuecen unos 40 minutos aproximadamente. El líquido se cuajará y el coco rallado subirá a la superficie, formando una costra deliciosa. Los últimos 10 minutos se pueden destapar, para que se seque un poquito esta superficie o incluso se dore un poco (a mí me gustan sin dorar). 
Se dejan templar y se desmoldan. La receta original decía que salían unos 12, a mí sólo me han salido 7, pero supongo que es por el tamaño de los moldes.
Ricos ricos, y muy bonitos. Para hacerlos una vez cada mucho tiempo, claro, porque con tanto huevo son una bomba, pero es de esos dulces que puedes hacer en casa fácilmente y no le tienen envidia a los que puedes comprar. ¿Y qué hacer con las claras sobrantes? Pues un bizcocho, lenguas de gato, magdalenas... o congelarlas, que seguro que en algún momento sucede lo contrario y lo que sobran son las yemas. 
Y si alguien necesita algún aliciente extra para probarlos, que sepa que son tan importantes que hasta tienen su propia samba, que ya salía en la película Los Tres caballeros (que mi hermana y yo debimos ver unas 500 veces cuando éramos niñas, sin saber exactamente a qué se refería la canción). Ha sido pura casualidad que yo haga esta receta hoy que se inaugura el mundial de Brasil, porque el fútbol no es precisamente mi pasión, pero ya que ha sido así, animo a todo el mundo a que se interese por ese país más allá del deporte, que tiene mucha música maravillosa (¡y mucha arquitectura!).

jueves, 8 de mayo de 2014

Queijadas (intentando emular a las de Sintra)

Hay pasteles míticos que uno no debería intentar hacer en casa, porque es poco probable que consigas que se parezcan en sabor y textura al original; entre ellos estarían los pasteles de Belém (los que se ven en internet rara vez se acercan, siquiera en aspecto) o las queijadas de Sintra. Peeeeero... si aún quedan meses para tu próximo viaje a Portugal, te matan las ganas de comerte una y en tu libro de cocina portuguesa de cabecera hay una receta que parece auténtica y fácil, lo puedes intentar. No es lo mismo, pero ayuda.
Las queijadas de Sintra son pequeñas tartas de queso, de un tamaño que casi puedes engullir de un bocado; la tartaleta es de una masa consistente pero muy, muy fina, y el interior muy dulce y jugoso. No saben a queso, porque se hacen con queso fresco de vaca, y la textura es ligeramente granulosa: al principio hasta pensaba que llevaban algo de almendra, pero no, es sólo queso, huevo, azúcar, harina y canela. 
Hay queijadas en otros lugares del país, que se hacen con queso de oveja (como en el Alentejo) o con pequeñas variaciones en la masa, pero en esencia todas se parecen un poco.
La receta no es difícil, aunque conviene saber un par de trucos, sobre todo si no las habéis probado antes y no tenéis clara la textura. Los ingredientes, ajustados a la cantidad que yo quería hacer es así (salen unas 12-14 queijadas, aproximadamente):

Masa
125 g de harina
1 cucharada rasa de mantequilla o manteca
agua y sal

Relleno
200 g de queso fresco de vaca, mejor sin sal *
100-150 g de azúcar **
2 yemas
30 g de harina
1/2 cucharadita de canela

La masa se prepara el día antes, o unas horas al menos. Es como preparar una masa quebrada pero con muy poca grasa: se mezcla la harina con la mantequilla y se añade agua fría muy poco a poco hasta que se pueda amasar una bola; tiene que quedar una masa bastante dura (he leído que en algunos sitios ni siquiera usan moldes, sino que se forma una tartaleta con la masa que debe ser capaz de aguantar por sí sola). Se envuelve bien y se deja en la nevera.
Para el relleno se tritura bien el queso y se le añade en este orden el azúcar, la yema, la harina y la canela. Debe quedar una pasta cremosa, pero no demasiado líquida.
Se precalienta el horno (200-220º). Se extiende la masa bien fina y se cortan círculos, de diámetro algo mayor que los moldes a emplear. Se forran los moldes, doblando la masa sobre sí misma para ajustarse al molde y procurando que no queden tartaletas muy altas (poco más de un dedo), pues las queijadas son bastante planitas. Se rellenan casi hasta el borde y se hornean; el libro dice unos 15 minutos, las mías tardaron alrededor de 20. La tartaleta debe quedar cocida pero aún blanquita, la parte superior bien tostada y el interior cuajado pero jugoso. Se dejan enfriar, y se toman con un café bien negro.

* El queso fresco portugués es algo más consistente que el que se suele encontrar en las tiendas españolas; si podéis encontrar un queso fresco artesano o al menos que no sea muy blando, mejor; si no, se puede prensar o dejar escurrir un poco el que tenemos ya picado, para que pierda un poco de suero. El peso indicado sería de queso ya escurrido.
** Los portugueses son muy, muy golosos: yo hice la receta con algo menos de la cantidad indicada (175 g para 200 de queso) y aún así me parecían excesivamente dulces. Se puede ajustar al gusto, poniendo menos azúcar y probando la masa para comprobarlo.
También se puede hacer una tarta grande con este relleno, aunque en ese caso quizás conviene dejar la masa algo menos fina, o usar una masa quebrada normal. Es un relleno muy fácil y rico, con un sabor estupendo a canela y huevo, a dulce de abuela. Los que hayan visitado Sintra y las hayan probado saben a qué me refiero.
(No es que no pudiera resistirme, es que quería enseñar cómo son por dentro... de verdad).

sábado, 22 de febrero de 2014

Klatkager (a veces me gustaría ser nórdica)

Es más fácil prepararlas que pronunciarlas: los daneses llaman klatkager a unas tortitas que preparan para aprovechar restos de arroz con leche, o también gachas de avena. La receta me pareció muy sencilla, así que, aunque no he probado las originales, me he aventurado a hacerlas.
Yo las conocí de pura casualidad, al leer un libro infantil que compré hace unos días en una librería de viejo: La llegada del cometa, de la serie de la familia Mumin (unos libros que ningún niño, ni adulto, debería perderse). Siempre me han chiflado estos libros, por las historias y por las ilustraciones de su autora, la escritora finlandesa Tove Jansson. En una de ellas se ve a Mumin y sus amigos comiendo klatkager, "gruesos crêpes hechos con arroz con leche". Me puse a buscar un poco, y aprovechando que había sobras de arroz con leche en casa, he preparado una versión sencilla.
Se trata de mezclar unos 200 ml de arroz con leche (aproximadamente) con un huevo batido, hasta conseguir una pasta como la de las tortitas, quizás un poco más espesa, y freírlas igual que las normales, en una plancha o sartén ligeramente untada con mantequilla. Se sirven con azúcar espolvoreado, canela, miel, o mermelada.
En las recetas danesas que he mirado había muchas variaciones: a veces se añade vainilla, a veces se bate la clara a punto de nieve, otras veces ponen miel, o un poco más de azúcar... dado que mi arroz con leche estaba bastante dulce y un poco caldoso, yo no he puesto más azúcar pero sí un poquito de harina para espesarlo más, aunque de todos modos me han quedado más finitos que los que se suelen ver en los blogs daneses; esto es porque el arroz con leche danés (risengrød) es muy muy espeso, como unas gachas gruesas. Para que sean más fieles a las originales se puede escurrir ligeramente el arroz con leche, pero yo he preferido aprovecharlo tal cual.
A Mumin parece que se le da mejor que a mí eso de darles la vuelta... yo casi la lío.
El resultado es bastante peculiar, porque la apariencia es la de una tortita pero al morder el sabor es diferente, y se notan los granos de arroz húmedos... si los comes calentitos y les pones azúcar y canela, el sabor recuerda un poco al relleno de los pasteles de Belém (los de verdad), cosa que no es extraña porque los ingredientes, salvo el arroz, son los mismos. 
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Pero no es por los klatkager que me gustaría ser nórdica. Ni porque quiera ser más alta o más rubia (que no), ni por lo mucho que me gusta su arquitectura y su literatura. M.A. dice que quiere ser sueco, o noruego, cada vez que ve algo que le disgusta de aquí (por ejemplo, esa española y horrible costumbre de hacer pis en la calle, o de entrar gritando a cualquier sitio...); yo le tomo prestada la expresión, porque llevo unos días en los que lo he pensado varias veces. 
Sé que tal y como están las cosas lo normal cabrearse sobre todo con los políticos y responsables en general de nuestros grandes males, pero de quejas hacia ellos ya está internet bien surtido y yo me desahogo a diario en casa. Lo que hoy me hace hervir la sangre, porque son las cosas que me hacen perder un poco la esperanza, son esos pequeños detalles y gestos cotidianos tan enraizados en la gente normal, la que te cruzas día a día, y sabes que van a durar mucho más que cualquier político, porque son fruto únicamente de la (poca) educación y de eso, no nos engañemos, vamos fatal.
Es el hecho, por ejemplo, de que en nuestro país se siga confundiendo la educación y la elegancia con la cantidad de dinero que tienes en el banco, el número de coches que guardas en el garaje o el apellido que lleves, y así día a día te cruzas con señoronas vestidas de visón hasta las cejas incapaces de dar las gracias si les cedes el paso al entrar en una tienda. 
Me fastidia sobremanera esa gente que desprecia o se asusta del que es diferente, y piensa por ejemplo que todo el que se manifiesta por una u otra causa es un perroflauta o un radical, aunque como nunca han salido de su barrio ni se han acercado a una manifestación no saben en realidad de qué va el asunto.
Me repatea la necia resistencia al cambio, que hace que cada vez que uno hace algo diferente, aunque sea algo pequeño o tan simple como decidir ir en transporte público o en bici en lugar de comprarte un coche que no te hace falta, se interprete como un gesto hippie o se piense que es por falta de recursos, en vez de pensar que es un acto consciente y meditado, una decisión casi vital, una manera de vivir tu vida según las reglas que tú mismo eliges y no las que se consideran "normales".
Podría seguir poniendo ejemplos de esto, que a mí me parece simplemente "paletismo de clase alta" (lo siento si alguien se ofende). Me paso mucho tiempo últimamente explicando por qué hago cosas de determinada manera, incluso a gente de mi misma edad, gente que ha estudiado, pero se siguen extrañando porque decidas hacerte el pan en casa o vivir de alquiler en vez de hipotecada. Y descubro que todas esas cosas que aquí se ven como extrañas son absolutamente normales en el norte de Europa. 
No es que yo tenga una visión idealizada de esas sociedades, sé que ellos tienen sus miserias, sus fanatismos, sus corrupciones y otras cosas. Pero lo poco que he conocido a gente de allí, o lo que he leído acerca de su manera de vivir, me hace envidiarles en muchos aspectos: lo normalizadas que tienen algunas costumbres como el reciclaje o el moverse en bicicleta, lo que mucho que cuidan y valoran sus servicios públicos (empezando por su educación), su respeto a la libertad personal (me refiero sobre todo a las mujeres) o sus políticas de ayuda a la maternidad. Me encanta su falta de complejos, que hace que allí, por ejemplo, sea normal pedir la comida que sobra para llevar, fabricarte ciertas cosas tú mismo o que funcionen otros modelos de comercio que aquí se siguen mirando con la nariz arrugada, como las tiendas de segunda mano (afortunadamente esto creo que sí está cambiando, aunque sea por la crisis y no un cambio de mentalidad). Me sorprende que allí, aunque en ciertas épocas casi no puedan salir a la calle por el tiempo, sin embargo respetan y cuidan su espacio público mucho más que nosotros, que sí lo usamos a diario, pero lo despreciamos. Y mucho más...
Afortunadamente, creo que hay muchas personas que últimamente también quieren ser nórdicas de vez en cuando, y que deciden hacer las cosas de una manera diferente. Ya sé que algunos cambios suponen a veces dejar atrás tradiciones muy nuestras, pero... que queréis que os diga: hay tradiciones que por muy nuestras que sean, yo prefiero dejarlas atrás.

domingo, 5 de enero de 2014

Este roscón no es de reyes

Este roscón es de mi sobrino M., que cumplió ayer 2 años y sopló las velas en él (varias veces, a petición del interesado).
No fue un roscón perfecto (se me quemó un poco la base... ejem) pero sí uno hecho dedicando mucho tiempo y cariño. Dudaba si publicarlo, por esto y por la saturación de recetas de roscón que hay en los blogs de cocina, pero como dije en otras ocasiones, siempre viene bien dejar escrito cómo se hizo para recordarlo la próxima vez. La receta es la que hizo Ibán Yarza en Robin Food, aunque con pequeñas modificaciones (básicamente un poco más de azúcar, unos 90 g., y una primera fermentación larga en la nevera, toda la noche). 
La receta es fácil, aunque hay que tener en cuenta algunos detalles, muchos ya los cuenta Ibán en el programa: 
· usar harina de fuerza
· no añadir el líquido de golpe, para ajustar la consistencia
· usar agua de azahar natural, de calidad (yo compré la de Luca de Tena en una farmacia, es cara pero merece la pena)
· amasar bastante rato (esta vez sí que eché de menos la Kenwood)
· poner la mantequilla fría y siempre al final del amasado (si no queremos encontrar una masa realmente pegajosa... creedme, sé de lo que hablo)
· desgasificar bien y dejar que la masa se relaje 10-15 minutos antes de formar el rosco, para que sea más fácil
· por último, hacer un segundo levado prolongado, para que la masa crezca bastante y no se abra después en el horno; yo iba un poco pillada de tiempo y no pude esperar más, así que se abrió un poco donde había fruta. Le hubiera venido bien una horita más:
A pesar de ello la miga estaba muy tierna, más de lo que yo esperaba. La sorpresa la puse una vez horneado, abriendo un pequeño hueco por abajo con cuidado. Se puede servir tal cual, o rellenarlo con nata o lo que más nos guste, si se va a consumir pronto. Yo puse aparte nata montada, para que cada uno se sirviera. No hicimos chocolate, pero estoy segura de que con tanta naranja hubiera ido muy bien. El trocito que quedó lo guardé cubierto con papel film, y esta mañana en el desayuno estaba estupendo.
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No le he hecho mucho caso al blog últimamente, aunque paradójicamente una de las razones es que han sido las fiestas en las que más he cocinado; mi madre es la jefa de la cocina como siempre, pero nos va dejando hueco a mi hermana y a mí que cada vez nos vamos involucrando más en los menús de los días festivos y aprovechamos para experimentar un poco y probar cosas nuevas. Ha sido estupendo estar las tres metidas en la cocina; aún nos falta un poco de organización, pero hay algo entrañable en eso de preparar una gran comida en equipo. Sobre todo, cuando al final las cosas salen bien y los comensales lo disfrutan, aunque tú llegues a la mesa tarde y totalmente acalorada de estar al lado del horno encendido. 
También es estupendo, una vez que pasa la fiesta, poder seguir comiendo días después de las sobras. Esta vez, de una tanda de caldo que se hizo para una sopa de cebolla hubo sobras suficientes de carne para repartir y preparar con una parte una bechamel, verduras para una rica crema, y aún sobró caldo para congelar o preparar alguna cena ligera. Lo mismo con la presa al horno, que al día siguiente mi madre transformó en otra receta con una salsa de cebollas y setas, o las patatas al gratén que hizo mi hermana y que el día después todavía comía mi padre con fruición. De las vieiras con azafrán de mi madre no quedó nada. 
Una pena que no haya fotos de nada para publicarlo, pero estábamos muy ocupados disfrutándolo. Espero que este año haya muchas comidas así, para todos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Aún no son mis galletas perfectas, pero prometen

Para que una casa sea una casa, ha de tener en la despensa un buen bote de galletas. O eso decidí yo inconscientemente cuando era una adolescente: entonces íbamos mucho a casa de mi amiga N. en Badajoz, y recuerdo que su madre T. siempre tenía un bote de cristal con galletas -que no siempre eran las mismas- y a mí eso me encantaba, siempre que entrabas te invitaba a prepararte un café o un colacao, agarrar el bote de galletas y sentarte en la mesa de la cocina a parlotear. En las casas de otras amigas había unas croquetas estupendas, o una ensaladilla muy rica, a la mía venían a por los macarrones con tomate y pimientos de mi madre... pero la de N. era la de las galletas.
No es de las cosas que más suelo preparar, soy más de magdalenas (como mi abuela) o de tostadas, pero M.A. me las pidió y decidí ver qué tal salían con ayuda de la amasadora. Eso sí, quería que fuesen de aceite porque yo la mantequilla no debo comerla en exceso y prefiero reservarla para otras cosas, así que busqué un poco. Encontré esta receta en el blog Secocina que a su vez son una versión de otras de Akane. En el blog Cocinando con las chachas había otra muy similar, solo que con harina integral y limón en vez de naranja. Me quedé con esta última porque tenía un limón y harina integral que quería gastar, aunque hice tantas variaciones que al final no se parece a ninguna de las anteriores. Yo utilicé (salen unas 34 galletas):
-1 huevo
-100 g de azúcar (una pequeña parte de azúcar moreno y el resto blanco)
-75 ml de aceite (yo mezclé girasol y oliva porque el que tengo de oliva es muy fuerte)
-ralladura y zumo de 1 limón pequeño
-200-240 g de harina, integral o mezcla de integral y blanca (la cantidad que admita la masa)
-1 cucharadita de levadura química, tipo Royal
-1 pellizco de sal
-1 cucharadita de canela (opcional)
He puesto los ingredientes más o menos en el orden en que se emplean: primero se baten bien el huevo, el azúcar y el aceite, haciendo una especie de mayonesa. Después se añade el zumo y la ralladura y por último la mezcla de harina, sal, levadura y canela. La cantidad de harina no es muy precisa porque depende de la que usemos, yo puse 200 g pero aún estaba muy pastosa la masa y añadí un par de cucharadas rasas más. Debe quedar una masa que se pueda manejar bien pero no se debe amasar demasiado. Se hace una bola, se mete en papel film y se deja reposar en la nevera al menos 1 hora.
Se precalienta el horno a 180º-190º. La masa, ya fría, se extiende sobre una superficie enharinada, se pasa el rodillo hasta dejarla de unos 5 mm de espesor (o como queramos) y se cortan las galletas con un cortador (yo uso un aro pequeño de emplatar). Se hornean unos 10-12 minutos o hasta que estén ligeramente doradas por el borde, con cuidado porque se queman rápido. 
La verdad es que me han gustado mucho, de textura y de sabor, aunque quizás encuentro excesivo el toque de limón; la próxima vez pondré menos, probaré con naranja, como en la receta original, o sin nada. Pero salvo por esto es una receta estupenda, que hasta puede servir como base de tarta. Todos contentos: el mozo, el bote, la despensa y yo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Granola de manzana

O, como diría mi sobrino D., "pispis". La granola empecé a prepararla hace mucho: en el blog dejé la primera, de chocolate, y la receta me gustó tanto que con un par de pequeñas variaciones se ha quedado como fija: a veces cambio el fruto seco, o añado coco rallado...
Pero sobre todo he aprendido pequeños trucos: para empezar, sobre el tipo de avena. En los supermercados hay dos tipos, los copos pequeños (que se venden a veces como "suaves") y los grandes. Yo prefería los grandes pero con el tiempo me he dado cuenta de que quedan mejor los pequeñitos.
Por otro lado, sobre el punto justo de horno y la textura: al principio la removía mucho y la dejaba demasiado tiempo, así que quedaba muy suelta y demasiado tostada; ahora la dejo menos tiempo en el horno y la remuevo sólo una o dos veces para que forme trozos medianos y quede menos seca.
El otro gran truco es, precisamente, la manzana: como añade bastante humedad y se carameliza un poco ayuda a formar esos trozos tan ricos que se acaban rebuscando en el bote. Para una cantidad generosa de granola se necesitan:

-4 tazas de copos de avena
-1 taza de frutos secos picados toscamente. Mejor crudos, si no poco tostados (yo usé avellanas y almendras)
-1 pellizco de sal
-1 cucharadita de canela
-3/4 taza de miel (yo usé una miel oscura, de brezo, que da mucho sabor)
-1/4 taza de azúcar moreno (yo usé panela rallada)
-1/4 taza de aceite de girasol, o 2 cucharadas de mantequilla
-1 manzana reineta
Por un lado se mezclan los ingredientes secos (avena, frutos secos, sal y canela) en una bandeja amplia de horno; por otro lado se calientan sin dejar hervir la miel con el azúcar y el aceite o mantequilla. Se apartan del fuego cuando están bien mezclados y se añade la manzana rallada (se hace justo entonces para no dejarla oxidar).
Se junta todo y se remueve bien procurando que se impregnen todos los copos por igual. Se hornea a fuego bajo (150º) unos 25 minutos, removiendo una o dos veces. Se saca cuando aún está algo húmedo pero ya empieza a dorarse ligeramente en los bordes de la bandeja (es importante que no se tueste).
Se saca del horno y se deja enfriar. Se guarda en un bote hermético y se come con leche, yogur, helado...
La primera vez que la preparé a M.A. le pareció una tontería yanqui; después le empezó a hacer gracia, y ahora la pide cuando no hay. Él fue el que quiso que la dejara en trozos más grandes y a fuerza de intentar hacerla así he conseguido la receta que más me ha gustado. Yo la prefiero con yogur (sin azucarar) pero cuando los tomas con leche dejan un sabor a miel muy rico en ésta; y es algo estupendo para tener un bote en la despensa, olvidarte de él y encontrarlo un día cuando tienes antojo de dulce. 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Tarta de pera y almendra

Cada vez tengo menos tiempo para atender el blog, muy a mi pesar pues es algo que me encanta. Tampoco he innovado mucho últimamente, aunque sí he cocinado bastante, hemos ido mucho al mercado y hemos disfrutado viendo cómo empiezan a cambiar y empiezan a asomar las uvas, las calabazas y los productos de otoño.
Con el otoño precisamente llega el cumpleaños de M.A., y entre otras cosas preparé esta tarta de peras con masa de almendras. La idea inicial era hacer una tarta clásica de peras y frangipane (como ésta), que es muy parecida pero lleva una base de masa quebrada y algo menos de relleno; como yo no planeo bien en estas ocasiones, me tuve que apañar con lo que tenía en casa y con el poco tiempo que tenía para usar el horno entre un plato y otro, opté por esta versión más sencilla.
La idea de la receta es muy simple: una masa de almendra molida, muy parecida a la de una tarta de Santiago, en la que se colocan unas peras maduras o ligeramente cocinadas. Yo las cocí levemente en un almíbar aromatizado con vino blanco y especias, aunque como el tiempo de cocción es muy corto el sabor que deja en la fruta es muy suave, quizás demasiado. En resumen, la receta lleva:

Para las peras:
-3 peras (yo usé conferencia, vale cualquiera que sirva para cocer)
-2 tazas de agua
-1 taza de vino blanco (uno que te beberías, no uno malo)
-3/4 tazas de azúcar
-canela, anís estrellado o las especias que nos gusten

Para la masa:
-4 huevos (en mi caso medianos)
-225 g de almendra molida
-225 g de azúcar
-ralladura de limón
-1 cucharadita de levadura química
-3 o 4 cucharadas de harina de repostería
-2 o 3 cucharadas de mantequilla (opcional, pero le viene muy bien)
-un pellizco de sal
-canela molida,, u otra especia al gusto

-mantequilla para el molde
-azúcar en polvo para decorar

En un cazo no muy ancho (lo suficiente para que quepa la fruta) se pone a cocer el agua, el vino, el azúcar y las especias. Se deja hervir unos 5 minutos, añadimos las peras enteras o en mitades, se baja el fuego al mínimo y se dejan unos 6 minutos (si son mitades) o algo más (unos 8 minutos) si son enteras. Es mejor quedarnos cortos que pasarnos, porque si no se deshacen después en la tarta. Las sacamos del almíbar y se deja reducir éste hasta formar un caramelo clarito, que podemos usar para acompañar la tarta.
Por otro lado, se mezclan la almendra, la levadura, la sal, la ralladura, las especias y la mantequilla (si la usamos) hasta que formen unas migas. Por otro se baten los huevos con el azúcar hasta que queden muy espumosos. Se juntan ambas mezclas y se baten ligeramente, sólo para integrarlas. Se añade un poco de harina tamizada hasta espesarla un poco, para que tenga una consistencia que evite que las peras se vayan al fondo del molde.
Se engrasa un molde redondo (de unos 22-24 cm) con mantequilla y harina. Se vierte la masa y sobre ella se echan muy suavemente las peras cortadas en mitades o cuartos (yo puse cuartos para que no pesaran tanto y hubiera fruta en cada trozo). Se horne a horno medio-bajo durante 40 o 45 minutos, hasta que cuaje la masa y se dore ligeramente.
Se deja enfriar y se decora con azúcar en polvo. Se sirve con el caramelo del almíbar, nata, helado, o a secas.
Estaba muy rica, más de lo que yo esperaba, y está aún mejor al día siguiente, cuando la masa se empapa un poquito de la humedad de la fruta. La única cosa que le cambiaría es que quizás especiaría algo más las peras, porque como tienen un sabor tan suave las almendras le quitan protagonismo, pero salvo por eso es una receta estupenda. El del cumpleaños así lo ha dicho, aunque es verdad que el del cumpleaños es un chico fácil :)

jueves, 13 de junio de 2013

Mermelada de fresa y ruibarbo (¡de cosecha propia!)

Ya sé que estoy un poco pesadita con esto del ruibarbo, pero es el primer año que las plantas están listas para hacer una pequeña cosecha, y es lo que toca. El segundo año sólo se deben coger algunas pencas para dejar que la planta crezca y forme un rizoma grande, así que esta primera recogida ha sido más bien simbólica (unos 300 g., hay quien se ha reído de mi entusiasmo) y para estirarla y conservar un poco he preparado mermelada con fresas.
Con una producción tan escasa lo ideal hubiera sido una tarta, pero en ese caso lo hubiéramos disfrutado sólo en casa y yo quería poder darlo a probar a más gente; además, quizás para una primera cata es mejor probarlo mezclado con otra fruta, así se extraña menos el sabor. Reconozco que me dio un poquito de rabia haber tenido que mezclarlo con fresas porque el sabor no destaca tanto, pero de todos modos está muy buena. Para 3 botes pequeños y algo más usé:

-300 g de ruibarbo
-300 g de fresas
-350 g de azúcar, más o menos
-zumo de 1/2 limón
-1 trozo de manzana (o un hatillo con pieles y corazones de manzana)
-1 pizca de agua
Como en otras recetas de mermelada del blog, lavé y piqué la fruta y la puse a cocer con el resto de ingredientes a fuego bajo hasta que tuvo una consistencia adecuada (lo probé echando un poco sobre un plato muy frío). Antes había esterilizado unos botes de conserva hirviéndolos unos 10 minutos; envasé la mermelada aún caliente y, como esta vez alguno de ellos era para regalar, los cerré al vacío hirviéndolos otros 15 minutos dentro de la olla express (normalmente los pongo a enfriar boca abajo sin más).
... Y aquí la primera cosecha... Ya hablé hace unas poquitas entradas de cómo empecé a plantar el ruibarbo y contaba que sólo algunas plantas parecen haberse adaptado bien a este clima (lo de sembrar desde semilla hace que nazcan plantas muy distintas, así que se ha producido una especie de selección natural). Cada una de ellas es bastante diferente, algunas tienen pencas más abundantes, finas y rosadas y hay otra que tiene unas pocas pencas, enormes y completamente verdes. Me surgieron dudas sobre éste y otros asuntos, y seguí leyendo bastante y preguntando a quien sabe: entre otras Mai, que es maja hasta decir basta y hasta se fue al jardín a hacer una foto al suyo para comparar, ¡gracias otra vez guapa!
Así, descubrí que el color más verde o rosado puede depender de la variedad (y que todos son comestibles) o del método de siembra, ya que si se hace un cultivo forzado se obtienen pencas más grandes y rojas; esto se consigue privando a la planta de luz natural, y en UK se hace en grandes naves ciegas apenas iluminadas con velas o, a nivel casero, con unas preciosas campanas de barro. Quizás el año que viene me anime a hacer un experimento en este sentido.
La otra duda que tenía es acerca de si el ruibarbo se puede cosechar durante el verano, ya que había leído que no conviene hacerlo cuando los días se empiezan a acortar, esto es, después de San Juan, pero por motivos diferentes. Tanto para resolver esta duda como la anterior, me fueron muy útiles algunos links (en inglés), en el que aclaran que se suele respetar esa fecha pero no por la razón que yo creía (había leído que en el verano las pencas elevan su contenido en ácido oxálico) sino porque se deja a la planta "engordar" de cara al año siguiente y porque las pencas pueden hacerse algo más duras y fibrosas; en cualquier caso, parece que no pasa nada por recoger algunas pencas de vez en cuando a lo largo del verano, siempre que se dejen las suficientes hojas a la planta. Todo esto lo cuentan aquí o aquí
(Siento el rollo, aunque espero que le resulte útil a alguien si le da por plantarlo también... yo voy aprendiendo poco a poco, a medida que las plantas crecen, y el blog me sirve para recopilar todo lo que voy aprendiendo).

viernes, 31 de mayo de 2013

(No, no estoy en Lisboa)

Pero podría parecerlo:
Siempre me ha parecido extraña la falta de lugares en Madrid en los que poder comprar o tomar productos portugueses; afortunadamente esto está cambiando, y hace pocos meses M.A. vino muy contento a contarme que había encontrado una pastelería llamada Lisboa, en la que tenían entre otras muchas cosas pasteles de nata. Ahora cada vez que pasamos por allí paramos a tomar un café y algo más; hoy tenía que ir por allí por trabajo y a la vuelta he traído este pequeño botín:
Es una pastelería pequeñita y muy agradable, en el interior la madera oscura y el ambiente tranquilo hacen que te sientas un poquito en Portugal; además de los pasteles que yo he comprado tienen otros bollos de allá, entre ellos el bolo rei, el hermano portugués de nuestro roscón. 
Los que yo he probado están bastante buenos (a mí me gustaría que los pasteles de nata los tostasen un poquito más por abajo, pero como dice M.A. yo soy un poco pijotera para estas cosas). Es una suerte poder encontrar estas cosas en Madrid, para los que de vez en cuanto tenemos algo de saudades del país vecino o para todos aquellos que nunca han ido y se preguntan cómo es y a qué sabe un natas
No sé si ha sido moda o casualidad, pero poco tiempo después abrió relativamente cerca Real Cake, también dedicada a vender pastelería portuguesa, aunque con otro planteamiento. Son dos sitios diferentes: el primero es más singular y más tranquilo, para sentarse allí a probar alguno de los pasteles que exhiben con un buen café y a lo mejor hasta hablar un poco con el dueño, un señor portugués callado pero simpático; el segundo invita más a comprar para llevar, con mucha variedad, aunque quizá no tan auténticos. Pero no se trata de elegir uno, sino de celebrar esta novedad y que cada vez hay más oportunidades para encontrar y probar aquí en Madrid algunos sabores  portugueses: estos dos, y alguno más que me han chivado y que espero probar en breve.

viernes, 10 de mayo de 2013

Bollos suizos

Una entrada rápida para acordarme de cómo preparé estos bollos suizos, que he hecho para mi hermana y (creo) que han quedado bastante bien. La clienta al menos así lo ha dicho.
Como eran para regalar no me ha dado tiempo de esmerarme mucho con las fotos ni hay foto de la miga, pero estoy bastante contenta con el resultado, muy ricos y de miga ni demasiado seca ni demasiado pesada. 
La receta está basada en la que se colgó en El Foro del Pan, adaptada a la cantidad de quería hacer, al calor que hace aquí y a mis manías personales; básicamente lo que he hecho ha sido reducir las cantidades y ajustar un poco a la baja el porcentaje de azúcar y levadura. En resumen, la receta para 8 bollos fue ésta:
-400 g de harina de fuerza
-80 g de mantequilla (en mi caso, salada)
-50 g de azúcar, y algo más para decorar
-2 huevos
-85 g de leche y algo más para ajustar (en total debieron ser 100-110)
-10 g de levadura fresca, o menos si hace mucho calor
-1 cucharadita de agua de azahar, o un poco más si nos gusta mucho
Se templa la leche y se mezcla con la mantequilla y el agua de azahar; se baten los dos huevos, se reserva una parte para pincelar luego los bollos y el resto se mezcla con lo anterior. Se añade el azúcar y por último la harina y la levadura. Se trabaja la masa, se ajusta la consistencia si hace falta con un poco de leche (yo no la hice muy pegajosa, dejé una masa fácil de amasar) y se sigue hasta que podamos formar una bola suave, tersa y elástica. Se deja en un bol aceitado hasta que dobla el volumen o algo menos.
Entonces se amasa ligeramente para sacar el gas y se forman bolas del tamaño deseado; se pueden estirar ligeramente si no los queremos redondos del todo. Se pintan con huevo y dejan levar de nuevo hasta que doblen de tamaño, resguardados para que no se resequen (hay quien los cubre con film, pero a mí no me gusta porque a veces se pega y quedan feotes); se vuelven a pintar con huevo, se espolvorean con azúcar y se hornean a horno fuerte (220º o incluso más) unos 10-15 minutos en función del tamaño que les hayamos dado. En el foro recomendaban hacerlos así porque quedan más tiernos, y yo creo que funciona, pero hay que tener cuidado para que no se quemen y se hagan por igual por arriba y abajo.

Se pueden hacer variaciones, hacerles un corte central, prescindir del azahar o poner más azúcar, hacerlos más grandes o pequeños... pero es una estupenda receta de base.

domingo, 5 de mayo de 2013

Trujillo, queso (y dulces)

Una parada en Trujillo siempre merece la pena, sobre todo si coincide con la Feria del Queso que se celebra allí cada año. Cómo no, el protagonismo lo tienen los quesos de la comunidad (de Iboresde la Serena y del Casar), en todas sus variantes (¡y tamaños!):
Es la primera vez que iba y elegimos el jueves, porque nos venía de paso y porque creímos que sería el mejor día para disfrutar de ello evitando las aglomeraciones del fin de semana; no nos equivocamos, estaba muy animada pero no agobiante, se estaba muy bien. 
Como ya dije, la mayor parte de los participantes eran queserías extremeñas, con quesos de cabra y oveja en su mayoría, de los que probamos bastantes; sin embargo, también había algunos stands de quesos portugueses y de otras comunidades (Galicia, Castilla y León, Madrid, Baleares...). Por último, el país "invitado" era Francia, de la que había una gran selección de quesos que trajo Poncelet. Lo que resultaba interesante era ir alternando los quesos españoles con éstos, y darte cuenta de lo diferentes que son en texturas, sabores y fabricación; nosotros probamos varios de los franceses, y al final nos llevamos un Langres de los de la foto, delicioso.
Hice menos fotos de las que me hubiera gustado, sobre todo de los quesos locales, pero bueno, sirve para darse una idea; además de probar muchos tipos, lo interesante fue hablar con algunos de los pequeños productores, que te contaban cómo hacían sus quesos, la diferencia con otros similares etc.
También así te das cuenta del planteamiento de cada uno, y de la gran diferencia que hay entre aquellos que buscan hacer un gran producto y los que aparentemente buscan sobre todo vender: en este sentido, recuerdo la pequeña decepción que supuso probar los de dos queserías muy de moda, cuyos quesos habíamos visto ya en muchas tiendas y que sin embargo no nos parecieron nada del otro mundo; tampoco lo poco que nos quisieron contar de ellos nos convenció demasiado. Por el contrario, volvimos sorprendidos por los quesos de Los Payuelos, con una pequeña producción de quesos artesanales (y unos de los más ricos que probamos en la feria) y cuyo dueño estuvo hablando largo y tendido con nosotros, contándonos cada detalle. Un gran descubrimiento.
También nos gustaron bastante los quesos de Mahón de Son Mercer de Baix, las tortas, los quesos de cabra de Los Ibores, en  mi caso especialmente los no pimentonados (no sabemos la quesería exacta porque lo catamos en el stand de la Denominación de Origen) y, por último, los espectaculares quesitos alentejanos de la quesería Monte da Vinha, de los que nos trajimos varios tipos. Lamentablemente, de los mejores quesos que probamos no hay foto, estábamos muy concentrados disfrutando...
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Volviendo de la Feria estuvimos comentando todo esto y otras cosas que creo que merece la pena dejar aquí (y que si alguien de la Feria llega a leer, espero que le resulte útil...):
Como ya comenté ésta era la primera vez que estuvimos, y desde el primer momento nos sorprendió bastante el ambiente de la plaza, el tamaño de la feria y la cantidad de expositores; no podemos comparar con ediciones anteriores ni con otras ferias similares, pero nos pareció que era una fiesta gastronómica que todavía no ha agotado todo su potencial, y que puede ganar aún más importancia si cuidan un poco la organización, los detalles y la forma de darse a conocer.
A cambio, tengo un par de pequeñas críticas: la primera es sobre el sistema de catas, que va con tickets: compras un bono de 10 degustaciones que cuesta 5€ y vas por cada stand probando lo que quieres. Está muy bien pensado, salvo porque te limita un poco no poder comprarlos sueltos y porque lo que te ofrecen a cambio varía mucho dependiendo del puesto, en algunos casos una cantidad justa y en otras ridícula; ya sé que el queso es un producto caro, pero hay que tener en cuenta que el objetivo de la Feria es darlo a conocer y no sólo sacar tajada. Lo mismo se puede decir de la presentación y forma de servirlo (a veces te lo cortaban/untaban en el momento, en otros estaba amontonado en grandes bandejas ya servido sobre pan), y de la simpatía de los que atendían, que dependía mucho del puesto (en los que he citado más arriba todos fueron muy amables, la verdad)... pero eso ya es cosa de cada uno.
Lo segundo es sobre la calidad del pan, que ya sabéis que es manía mía: los únicos que ofrecieron un pan en condiciones eran los portugueses y los de Poncelet. Creo que no se puede acompañar un queso de calidad (algunos además con pretensiones gourmet) con un pan tan malo, es mejor servirlo solo, como hacían algunos de ellos.
Con pan y todo todo, la Feria es una gran celebración del queso, que sin duda merece la pena y que espero que en los próximos años se amplíe y mejore.
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A la vuelta, una rápida parada técnica en la Pastelería Basilio...
... de la que nos trajimos un estupendo bollo dormido, para desayunar y para colgar una foto que le haga justicia, que los que yo hice estaban buenos pero la moña se quedó en nada :) Así debe quedar, bien tostado:
Y todo eso, en apenas unas poquitas horas; no dio tiempo a más, ni quedó sitio para tomar unas migas o un plato de moraga. El año que viene, si es posible, más.