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lunes, 16 de diciembre de 2013

Canelones rellenos de carrilleras

La foto es fea, pero el plato es de los mejores que se han preparado últimamente en casa:
El sábado fue la comida de navidad con las amigotas (y anexos); casi todos los años C., la asturiana, preparaba una fabada memorable. Como cada vez el grupo va aumentando ya tenemos que participar todos, así que cada uno lleva o prepara algo; el plato principal fue la pularda rellena (y muy navideña) de C.; yo llevé unas poquitas carrilleras (la receta no la pongo; aunque no es igual, se parece mucho a ésta que preparó Martín Berasategui en el programa de Robin Food).
Me pasé un poquito con el tiempo de cocción, así que las piezas más pequeñas se deshicieron dejando en la salsa un montón de hebras de carne que guardé. Con una pizca de salsa y verduritas han servido de relleno de unos canelones fantásticos (sí, está feo que yo lo diga). La receta no tiene mucho misterio, para 2 personas usé:

-1 cuenco  de sobras de guiso de carrilleras (hebras de carne que estiré con un poco de salsa y verduras) o de rabo guisado, morcillo...
-8 piezas de pasta para canelones (en mi caso cilíndricas, pueden ser planas)
-3/4 de litro de bechamel no muy espesa (parece mucho, pero no lo es. Nunca hay demasiada bechamel)
-queso parmesano o similar, para gratinar
Se juntan los ingredientes del relleno, añadiendo la cantidad justa de salsa para que no quede demasiado líquido. Si lo guardamos en la nevera para que esté frío mejor, porque se solidifica un poco y costará menos rellenar los canelones.
Se prepara la bechamel, con 2 o 3 cucharadas de aceite y/o mantequilla, unas dos cucharadas no muy llenas de harina, 3/4 de litro de leche, sal y pimienta. Se reserva.
Los canelones se preparan según las instrucciones: algunos se cuecen primero, otros no porque se hacen ya en el horno... yo en todos los casos prefiero cocer la pasta un poco antes de meterla en el horno, dejándola algo durita, para que se acabe de hacer en el horno pero asegurarme de que no quedará cruda (y ganar en tiempo y energía). Con mucho cuidado se rellena y se van colocando en una fuente untada con un poco de mantequilla o bechamel, para que no se peguen. Se cubren bien con bechamel y queso rallado. Se meten en el horno, en mi caso lo dejé unos 10 o 15 minutos a fuego medio para que acabaran de hacerse los canelones y luego di un golpe de grill para gratinar.
Se sirven con una ensalada de hoja verde (rúcula, espinacas crudas...) y, si se tiene salsa del guiso se puede poner un poco para acompañar.
Después, si es posible, se duerme una siesta. Yo, como diría el Vizconde de Valmont, "no he podido evitarlo".

jueves, 22 de agosto de 2013

Pasta con tomate y albóndigas (casi como cuando era pequeña)

Casi, pero no. Cuando era pequeña e íbamos de vacaciones a Portugal (año tras año al mismo sitio), a veces cenábamos en una bolera: no una bolera como la que se imagina uno, enorme, ruidosa, un poco hortera, a la americana: ésta era pequeña, adosada a un restaurante sencillo que atendía un camarero portugués delgado, canoso y elegante que siempre nos traía nuestro plato de spaghetti y albóndigas con una sonrisa, nos hacía alguna broma y cruzaba algunas palabras con mis padres. Llevaba una chapita con su apellido, Faria (así le llamaba mi padre); le recuerdo con mucho cariño, y a menudo me pregunto qué habrá sido de él.
Más tarde la bolera cerró, nos hicimos mayores, Faria se jubilaría y ya no supimos más de él. Yo he estado mucho tiempo sin acordarme de estas cenas, hasta que en alguna serie americana (seguramente, en Los Soprano) vi un plato de pasta con albóndigas, la recordé y me dieron unas ganas locas de prepararla en casa.
No es el plato de mi infancia: aquellos eran spaghetti cocidos (seguramente demasiado) con tres enormes albóndigas encima y un poco de salsa, muy poca, de modo que yo normalmente acababa echando algo de ketchup (los niños no tenemos ni idea de lo que hacemos...), pero como una tiene derecho a idealizar las cosas de su infancia, en mi recuerdo son algo delicioso.
Mi versión es algo más elaborada: la salsa es una salsa de tomate casera, muy espesa, hecha para gastar los tomates del huerto que no nos daba tiempo a consumir en ensalada o gazpacho; las albóndigas son pequeñitas. La pasta deberían ser spaghetti pero en casa la que había era ésta, así que es la que he puesto; tampoco le va mal. Para 2 raciones (de plato único) se necesitan:

-160-200 g de pasta, según el apetito de los comensales
-200 g. de carne picada (ternera o mezcla, también se puede añadir carne de salchicha)
-1 vaso de salsa de tomate, mejor casera, o de tomate triturado
-1 chorrito de vino blanco
-1 tacita de caldo, o agua en su defecto
-los extras que queramos añadir a las albóndigas: ajo, perejil, miga de pan, huevo...
-los extras que queramos añadir a la salsa: ajo, cebolla, albahaca...
-sal, aceite, pimienta
Como veis soy muy imprecisa, pero es el tipo de receta que uno prepara con lo que hay; cuantas más cositas se pongan mejor, pero se puede hacer con lo básico. Yo no he añadido cebolla ni nada a la salsa porque estaba muy rica tal cual, sólo he aprovechado los restos de un guiso de carne y se los he añadido al final.
Se prepara la masa de las albóndigas con lo que queramos añadir y se hacen bolitas del tamaño deseado. Se fríen en aceite, dorándolas bien por todos los lados, y se añade el vino. Se deja evaporar, y se echa entonces la salsa de tomate y el caldo (o el agua); se deja a fuego medio-bajo, hasta que la salsa vuelva a espesar y las albóndigas se hayan quedado tiernas. Si queremos poner cebolla, sacaríamos las albóndigas, doraríamos la cebolla, y después pondríamos la salsa, el caldo y de nuevo la carne.
Se cuece la pasta y se sirve con unas generosas cucharadas de salsa, las albóndigas y, si queremos, queso rallado.
El truco de hoy es, como ya dije, una salsa de tomate muy rica, una especie de passata de tomate que hice hace ya algunos días con el excedente de tomates del huerto. Estuvo cociendo a fuego lento durante horas, casi sin aceite y sin añadir nada más que sal y una pizca insignificante de azúcar; los tomates eran tan dulces que no les hacía falta nada más, la pena es que redujo tanto que después de pasar una tarde lavando, pelando y cortando tomates daba risa ver lo poquito que salió, pero el sabor hace que merezca la pena. 
Éstos fueron; el huerto, con la temperatura que está haciendo este verano en Badajoz, está totalmente abandonado, parece el Amazonas; por eso sorprende tanto que sin hacerle caso cada vez que vamos nos regale una bolsa como ésta, no quiero ni imaginar lo que sería si lo estuviéramos cuidando como es debido. No sé la variedad del tomate (nos regalaron los plantones), parecen bastante corrientes pero están estupendos, posiblemente no tanto por el tipo como por el hecho de cogerse cuando ya están totalmente maduros; una de las pocas cosas que atenúan mi deseo de que vuelva el frío.

viernes, 12 de julio de 2013

Pesto de zanahoria y almendras

Un descubrimiento. Aún tengo que perfeccionar mucho la fórmula, pero sin duda es una receta que repetiré muchas veces.
Buscaba yo recetas fáciles para dar salida a las zanahorias del huerto: no las clareamos cuando eran pequeñas así que nos hemos juntado con un montón de zanahorias de tamaños y formas diversos. Algunas se han comido en ensaladas (con apionabo crudo rallado, ¡qué rico!) otras las he congelado después de escaldarlas y unas poquitas iban para la comida de hoy. Buscaba una receta fácil de pasta con zanahorias entre blogs italianos y me encontré con este pesto del blog Nero di Sepia; claro que su plato tiene mejor pinta, entre otras cosas porque todo mejora con un buen viaje de panceta, pero yo por esta vez he prescindido de ella.
La receta es muy fácil y rápida, ya que se prepara con la zanahoria cruda. En internet hay otras recetas de pesto parecidas que cambian el fruto seco, añaden hierbas (romero, perejil o albahaca...) o especias, así que cada uno puede hacer su propia variación. Yo para 2 platos he usado:

-unas 3 zanahorias (2 si son grandecitas)
-2 cucharadas de almendras picadas, tostadas ligeramente en una sartén
-1 diente de ajo pequeño, o menos aún
-aceite de oliva (no lo medí)
-sal, pimienta negra
-1 trocito de queso parmesano o similar
-4 cucharadas de agua de cocer la pasta
La única complicación es encontrar la textura adecuada, porque la zanahoria cruda es muy seca y cuesta batirla; si tenemos un buen robot de cocina es fácil, si no quizás conviene rallarla antes. Se tritura con el ajo y las almendras, se añade aceite al gusto y un poco de agua de cocer la pasta hasta que quede una crema espesa y se ajusta de sal y pimienta. Se mezcla con la pasta recién escurrida, y a comer.
Esta vez no ha sobrado como para hacer la prueba, pero si hace tanto calor que ni siquiera apetece cocer pasta estoy segura de que queda estupendo en una buena tostada o bocadillo con algo de queso, o un embutido con algo de picante que contraste con lo dulce de la zanahoria... Habrá que probar. 

lunes, 21 de enero de 2013

Amatriciana, a mi manera

¿Después de un mes sin publicar, y vienes con unos macarrones con tomate..? 
Pues sí, en primer lugar porque bien hechos están muy ricos, y por varias otras razones: ha sido un mes lleno de cosas entre los viajes navideños, un poco de pachuchez y una pequeña reforma en casa que ya estaba planeada hace un año, que iba a hacerse en otoño y que finalmente y por varias razones se está haciendo ahora. Así que escribo mientras en casa acaban con la pintura, y con la cocina totalmente vacía y cubierta de plásticos. 
Cocinar en casa durante estos días ha sido una tarea difícil, así que antes de empezar hice un perol de lentejas con batata de tamaño familiar y bastante pan, pero como todas las obras se alargan por pequeñas que sean (y no puede uno estar comiendo lentejas eternamente) en cuanto la cocina quedaba medianamente libre por unas horas intentamos cocinar alguna otra cosa fácil: esta pasta all'Amatriciana ha sido uno de esos platos.
Como toda receta tradicional tiene sus teorías y sus purismos. Yo no sé si se parece a la auténtica o no, ésta es básicamente es una salsa de panceta fresca y tomate con algo de ajo y guindilla, sabrosa y un poco picante. El queso debería ser pecorino, pero como no teníamos nos contentamos con un queso curado y algo seco que había en casa. La servimos con un puñado de rúcula, y estaba muuuy buena. 
Además, aunque suene un poco ñoño y rarito reconozco que encuentro algo de encanto en las mudanzas y en las obras, a pesar de todas las incomodidades y disgustos que suelen acompañarlas: será porque te obligan a hacer limpieza y siempre acabas encontrando algo que habías olvidado, porque empiezas a ver tu casa de uno modo diferente o porque has visto demasiadas películas y le ves algo romántico a eso de vivir un par de semanas entre cajas y plásticos... quién sabe. 

domingo, 4 de julio de 2010

Tallarines chinos con salsa de carne

Después de un fin de semana bastante ajetreado, al menos para los que vivimos en el centro de Madrid, hoy toca aprovechar la calma del domingo y preparar la comida en casa tranquilamente; con lo poco que había en la nevera he preparado estos tallarines chinos, algo diferentes a los que suelo preparar:
Podría decirse que es una especie de salsa boloñesa pero "a la china", con salsa de soja y especias. Hace falta, para 2 personas:
-200 gr. de tallarines chinos
-1 diente de ajo
-1/2 cebolla
-1/2 pimiento verde
-un trocito de jengibre fresco pelado, o 1/2 cucharadita en polvo
-200 gr. de carne picada (cerdo, ternera o mezcla)
-1 cucharada sopera de tomate triturado
-1 cucharada sopera de salsa de soja, o al gusto
-1 tacita de caldo o agua
-1/2 cuharadita de harina de maiz (opcional)
-pimienta, cebollino
Se prepara un sofrito con el ajo, la cebolla, el pimiento y el jengibre (si lo hemos puesto fresco); añadimos después la carne picada y por último el tomate, la salsa de soja y la pimienta (y el jengibre, si lo ponemos en polvo). Dejamos unos minutos y echamos el caldo mezclado con la harina de maiz. Se deja un poco más a fuego medio hasta que la salsa reduzca y espese y la carne esté tierna. Por otro lado hervimos los tallarines según las indicaciones del paquete (sin salar demasiado el agua, la salsa de soja ya es bastante salada), los salteamos en aceite bien caliente y servimos con la salsa por encima y decorando con cebollino.
La receta está adaptada una de este libro bastante antiguo, Cocina china de Lalita Ahmed (Ed. Edisan, 1985). Ya sé que la autora no tiene nombre chino, y yo en general desconfío de los libros de cocina escritos por cocineros no nativos (aun me pongo mala cuando recuerdo la receta de paella que leí en un libro de cocina "española" escrito por una británica, era para echarse a llorar) pero la verdad es que este libro me encanta, no sólo por las recetas (que las hay muy buenas) sino por la descripción de los ingredientes y cómo se usan. Si es chino-chino, ese es otro cantar. los tallarines de hoy, estupendos.

jueves, 25 de febrero de 2010

Tallarines fritos con verdura y gambas

Cuanto tiempo sin publicar, ya lo echaba de menos. He estado liada y todo lo que hacía me parecía simple para ponerlo, y de hecho tampoco hoy me he complicado mucho la vida, pero está rico, es fácil y espero que la idea le sirva a alguien.
Para 2 personas: -140-160 gr. de pasta oriental más bien gruesa (a mí me gusta la de huevo, la de arroz no queda muy bien con esta receta) -1 puñado de gambas (pueden ser congeladas), peladas y crudas -verduras al gusto en juliana (p. ej. cebollleta, zanahoria y setas) -aceite de sésamo -salsa de soja -semillas de sésamo tostadas
La pasta se prepara como indique el paquete (en remojo o hervida). Mientras tanto calentamos 3-4 cucharadas de aceite y salteamos las verduras a fuego medio-fuerte (tienen que quedar algo enteras, no muy hechas) y, al final, las gambas. Añadimos entonces la pasta ya cocida, unas cucharadas de salsa de soja y removemos a fuego fuerte hasta que todo esté bien impregnado y empiecen a tostarse los tallarines. Servimos en un cuenco con el sésamo por encima.
¿El truco? Aparte de dejar las verduras en su punto, hay que ajustar bien las cantidades, especialmente de la salsa de soja, que puede estar muy salada. La pasta es bueno hervirla, por eso, sin sal. Por otro lado, hay que escoger el tipo adecuado de salsa de soja, porque las hay más ligeras, más saladas, etc... unas parecen más adecuadas para cocinar y otras como condimento. A mí para cocinar me gustan las más densas, que den color al plato, y si alguna vez la quiero menos contundente la aligero con agua.
Ahora es muy fácil encontrar estos productos en algunas grandes superficies y en comercios orientales en las grandes ciudades. Pero, por si alguien no sabe dónde ir, en Madrid se encuentran muchos y muy buenos comercios de este tipo en el mercado de los Mostenses y sus alrededores (mítico es el que se encuentra en el subterráneo de Plaza de España, uno se siente como si estuviera haciendo la compra en Blade Runner).
Por último, el plato admite muchas variaciones: se pueden cambiar las verduras, cambiar las gambas por pollo o cerdo, echar cacahuete picado, poner huevo para que esté más jugoso, etc, etc...

jueves, 4 de febrero de 2010

Pasta negra con verduras

Otro plato rapidito... yo lo he preparado con espárragos, pero éstos se pueden cambiar por berenjenas, setas calabacines...

Para 2 personas se necesita: -150-200 gr. de pasta, según el apetito (en este caso, con tinta de sepia) -1 puñadito de espárragos verdes (8 por ejemplo) -1 tomate grande, maduro -1 diente de ajo -1 ó 2 cayenas (opcional, pero muy recomendable) -agua, sal, aceite de oliva Ponemos agua a hervir, y mientras tanto cortamos los espárragos en trocitos y picamos el tomate y el ajo. Los espárragos se hierven junto a la pasta, echándolos a mitad de cocción para que estén, aproximadamente, los últimos 6 minutos (calcular sobre el total del tiempo que necesita la pasta elegida); en una sartén aparte salteamos el ajo y las cayenas, añadiendo poco después el tomate y rehogando un par de minutos a fuego fuerte (a mí me gusta que el tomate no se deshaga del todo). Cuando la pasta y los espárragos están listos juntamos todo y servimos aún caliente y, si se quiere, con un poco de parmesano.

jueves, 15 de octubre de 2009

Pasta con almejas

O, bien dicho, "spaghetti alle vongole", posiblemente una de las mejores recetas posibles de pasta, que tuve la suerte de probar por primera vez de manos de un cocinero italiano que lo preparó... ¡en mi propia cocina! Como dice M.A., que de esto sabe mucho, los buenos platos de pasta no son sólo "pasta a la que se le añade algo más", sino aquellos en los que forman un plato completo, como si fuera un guiso o algo así. Creo que este plato es uno de ellos, las almejas son las protagonistas del plato, no un acompañamiento:
A mí no me sale como al italiano, claro, pero tampoco me quejo: es un plato fácil y rápido, que sólo necesita buenos productos y un poquito de atención. Hace falta, por comensal:
-80 gr. de spaghetti -150-180 gr. de almejas u otro marisco de concha (chirlas, berberechos, mejillones...) -1 diente de ajo picadito -1 chorrito de vino blanco -abundante perejil picado -2 cucharadas de salsa de tomate casera (opcional)
Mientras se hierve la pasta se pone a freir el diente de ajo. Antes de que empiece a dorarse, se echa un poquito de vino blanco, y cuando aun no se haya evaporado del todo se ponen las almejas, bien lavadas. Se espera a que se abran todas las almejas y se añade entonces el perejil picado y, si se quiere, un poquito de salsa de tomate para dar color. La pasta se saca un poquito antes de que esté lista (1/2 minuto antes de lo acostumbrado) y se le da una vuelta en la sartén con la salsa para que acabe de hacerse con ésta; se sirve con un poquito más de perejil por encima.
Aunque es fácil, hay varias maneras de prepararlo: con vino, sin vino, abriendo las almejas en seco antes de preparar la salsa y reservándolas, etc. En general todas salen ricas si se hace con cuidado. Se le puede dar un toque diferente cambiando el perejil por cilantro.

viernes, 2 de octubre de 2009

Pasta "al nero di seppia" con langostinos

Hoy tocaba pasta, pero no una cualquiera... esta semana estoy llegando tarde a comer, pero intento apañármelas para hacer comidas buenas aunque tenga poco tiempo, un tema que podría dar para un blog entero (¡nunca más repetiré lo de mi época de estudiante!, podía pasarme una semana entera a base de macarrones con tomate, aunque eso sí, el tomate hecho en casa). Así que ayer planeé la comidita de hoy, compré los langostinos y, en menos de 20 minutos:
Éste es el resultado, uno de mis platos de pasta favoritos, y además uno de esos por los que, cuando sale bueno, merece la pena abrir un vino blanco para acompañar... Para colmo, es fácil: se necesita, por persona:
-80-100 gr. de pasta negra, depende del apetito del comensal -6-8 langostinos crudos y pelados -1 diente de ajo -perejil -1 cayena (opcional) -un chorrito de vino blanco (de uno bueno, ¡no cocines con un vino que no te beberías!)
Se pone la pasta a hervir y, cuando falte poco para que esté lista, se pone el ajo (y la cayena, si se quiere) en una sartén con un poquito de aceite a fuego medio. Antes de que empiece a dorarse se echan los langostinos, muy poco tiempo, lo justo para que cambien de color, y entonces se echa una "miaja" de vino blanco y un poco de perejil. Se saltea durante 1 minuto y entonces se pone encima de la pasta (o se mezcla todo en la sartén, si se prefiere), y se sirve con un poquito más de perejil por encima.
Se pueden hacer todas las variaciones que se quiera: con gulas, añadiendo además unas setas picadas, con tomates cherry ligeramente rehogados... mmm!

jueves, 20 de agosto de 2009

Viaje a Sicilia II: la comida

No puedo empezar mi relato sobre la comida siciliana si no es con una granita: no es un helado, no es un granizado... ni tampoco un sorbete... tiene una textura espectacular, como nieve, y sobre todo es imprescindible para sobrevivir al calor veraniego de allí: caía una cada pocas horas. Las típicas son de limón y café, pero había de muchas otras cosas: almendra, fresa, pistacho, ... ¡hasta de higo chumbo! la de la foto, la primera que probé al llegar, era de melón, de esos melones pequeños anaranjados que aquí es tan raro encontrar, muy rica:
En cuanto a la pasta, hay tres o cuatro recetas propias de la zona: la pasta alla Norma, con berenjenas y ricotta (cómo no!), con pez espada... yo os dejo una muestra de la pasta alle sarde, con sardinas, hinojo, piñones y pasas; tiene un sabor realmente peculiar, sobre todo por el sabor fresco y punzante del hinojo. Pensé con pena en lo poco que lo usamos aquí en España, a pesar de lo fácil que es encontrarlo en el campo; recuerdo a mi madre cuando yo era pequeña, señalándolo cuando lo encontrábamos y contándome lo rico que era, pero siempre hablaba de ello como de un alimento de otros tiempos. En Sicilia parecen haber conservado mucho mejor su cocina ancestral, que aun está presente en lo que se cocina actualmente:
Otra cosa que no hay que perderse en Sicilia es el pescado, siempre fresquísimo. Lo típico es el pez espada, pero también los calamares, el marisco... Exquisita la pasta con vongole (almejas) - una lástima que la foto no quedara bien - los mejillones, etc. Todo preparado normalmente con mucha sencillez: si la materia es buena hay que dejarla lucir, ¿no? Aquí, una grigliata de gamberoni acompañada de pesto de rúcola (espero estar escribiendo todo bien...):
Y por supuesto, la verdura... una cosa sorprendente es que, salvo contadas excepciones, en Italia puedes comer bien en cualquier sitio y a cualquier precio: esperando a que abrieran las bodegas de Marsala que íbamos a visitar, comimos en una especie de chiringuito que había enfrente, sin esperar demasiado. Nos soprendió: entre otras cosas, nos pusieron esta caponata, más cercana en realidad a un pisto que a la caponata de berenjenas que había probado ya, y con un punto ácido, de vinagre o limón:
... y esta pasta, con atún, tomatitos, alcaparras y hierbas:
Pero también queríamos probar una cocina más elaborada. En Ragusa, uno de los pueblos del Sur que más me gustaron, cenamos la Locandina; entre otras cosas, pedimos como entrante estas anchoas marinadas con naranja y ricotta salado, deliciosas:
Sin duda, una de las cosas más sorprendentes de Sicilia es el gelato con brioche; cuando lo leí antes de ir pensaba que era un mito, o algo exótico para impresionar a los turistas, pero al llegar comprobé que es completamente normal pedir el helado dentro de un bollo, en vez de en un vasito o un cucurucho, incluso en el caso de la granita. La verdad es que es una buena idea, porque al helado no llega el calor de la mano y aguanta mucho más sin derretirse; y, sobre todo, está muy rico... eso sí, hay que estar preparado, porque es una bomba; un estupendo y contundente desayuno (nos encantó ver a un grupo de jubilados desayunado su granita de limón con el brioche!). Yo opté por el chocolate, un poco excesivo, pero muy bueno:
Además de lo que comimos, fue estupendo poder ver los procesos de preparación de algunos productos. En Trapani, después de unos días de mala suerte con el alojamiento, nos dimos un homenaje y nos quedamos en el "agriturismo" Duca di Castelmonte; allí vimos estos preciosos secaderos de higos, fruta que por cierto nos sirvieron como postre de una cena espectacular, rebozados y con azúcar por encima... indescriptible:
Por último, un momento maravilloso del viaje: al salir de Grammichele, un pequeño pueblo del sureste, vimos en un portal un montón de piedras esparcidas; despertó nuestra curiosidad y me acerqué a ver, y resultaron ser almendras secándose al sol, allí, en mitad de una calle del pueblo... El señor, muy simpático, me dejó hacer una foto y me regaló tantas almendras como fui capaz de coger con las dos manos; salí tan contenta que no me cabía la sonrisa en la cara:
Y éste es el resumen de nuestro viaje... quedan muchas otras cosas en el recuerdo: la cassata, los involtini de pez espada, el café maroquino, la pizza de bressaola y rúcola... ¡ay!

jueves, 16 de julio de 2009

Pesto

No tenía pensado decir nada del pesto que preparé hace un par de días; en primer lugar, porque la receta ya la contó ayer muy bien Sol, de Cocina de Mercado; en segundo, porque para variar no tengo una receta exacta... pero... es que... ha quedado tan rico...
De todos modos me viene muy bien escribir estas cosas para recordarlas yo misma, así que ahí va: -Un manojo generoso de albahaca bien lavada -1 diente de ajo pequeño (o medio normal) sin lo verde -1 puñado de piñones (u otro fruto seco, si no hay piñones) -1 trozo de queso parmesano (como una nuez) -aceite de oliva virgen Es tan sencillo como triturarlo todo, añadiendo por último el aceite. En el pesto, como con todo, hay para todos los gustos: a mí me gusta no batirlo mucho para que se noten los piñones y queden trocitos pequeños de las hojas.
En teoría debe llevar bastante aceite, pero si se va a guardar para consumir más tarde es mejor ponerle algo menos y, al guardarlo en el bote, añadir un buen chorro de aceite al final para que forme una capa superior que evite que se oxide. De todos modos, no se conserva bien durante demasiado tiempo, así que es mejor hacer poca cantidad.
Este pesto de albahaca no suele faltar en la nevera en verano, porque es muy fácil improvisar una cena rápida con él; pero el que tengo muchas ganas de hacer es el de rúcula, o el de tomates secos, ¡qué ricos!