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jueves, 10 de noviembre de 2011

Bosquejo de cuatro tesis sobre literatura argentina contemporánea




(—Bisbis bisbis —dijo Feuille Morte.
—Es lo que digo yo —dijo Polanco.
—Dejen escuchar, dejen —protestó Calac.)


Tesis N.º 1

El poder: figuras y personajes


El título alude a la distinción hecha por Barthes en S/Z (cap. XXVIII, pág. 55). El personaje como ligado al nombre propio y la figura como constelación simbólica que circula por los textos sin quedar fijada a un personaje único.
Se trataría, entonces, de rastrear a los personajes y las figuras del poder en cierta literatura latinoamericana, tal vez la más conspicua, que alguien llamó “la novela de dictadores”. Por ejemplo: La vorágine, Doña Bárbara, El señor presidente, Redoble por Rancas, Yo el supremo, etc.
(Justamente en la primera de las novelas mencionadas se tematiza esta cuestión: “Y no pienses que al decir Funes he nombrado a persona única. Funes es un sistema, un estado de alma, es la sed de oro, es la envidia sórdida. Muchos son Funes, aunque lleve uno solo el nombre fatídico.”)
¿Qué revelaría sobre la sociedad latinoamericana esta figuración prefoucaultiana del poder que encarnan tales personajes? ¿Se puede homologar con la literatura argentina, desde Rosas a Perón? Y si es así: ¿Hay un momento de ruptura, alternativas, algún quiebre en la concepción tradicional del poder, un disparo hacia otras formas de representación?
Ejemplificar con La vida entera.
Aquí no sólo el poder está cuestionado a través del tema del conflicto y la sucesión (bajo la marca genérica del policial “negro”, por ejemplo Cosecha roja, de Hammett), sino que también se propone un esquema foucaultiano de poderes paralelos, ramificados y microscópicos. Los dos bandos que combaten sordamente entre sí también tienen sus conflictos internos, con evidentes referencias a la situación política que hace eclosión en los setenta (el enfrentamiento de los dos sectores del peronismo), pero de una manera harto diferente a la de, por ejemplo, No habrá más penas ni olvido.

(—Juná cómo habla este coso, che —exclamó Polanco, ofendido—. Constelación simbólica, homologar, esquema foucaultiano, eclosión. No hay derecho.
—¿No te hace acordar a alguien que yo sé? —preguntó Calac.
—Propiamente.)


Tesis N.º 2

Saber y no saber: el acto del desciframiento


Sin duda, como bien dice Piglia, cuando Sarmiento escribe la célebre frase en su huida a Chile quedan divididas las aguas en la sociedad argentina: bárbaros son los que no saben leer esas palabras en francés.
¿Qué tipos de saberes circulan desde entonces en la literatura? ¿Qué saberes privilegia y cuáles denigra? ¿En qué lugares y en qué sujetos?
Sarmiento extiende un saber libresco: es el científico tocquevillesco que, sin haber estado nunca en la pampa, la describe en profundidad, sin hesitaciones, provisto de su instrumental crítico, intelectual. El saber empírico del rastreador y el cuasi-mágico de Facundo quedan relegados a formas primitivas de inteligencia natural, casi animal: la barbarie, en fin, simplemente erradicable con escuelas y maestras importadas.
(De ahí la respuesta de Mansilla, en Una excursión…: no sólo ironías dirigidas a su “enemigo” Sarmiento, sino también punto de flexión del proyecto liberal; él es un erudito a la violeta, sí, pero su saber es tan libresco como empírico y se ufana de ambos, que así se ratifican mutuamente.)
El Genaro de En la sangre es irredimible a través de la educación, como prefigurando el fracaso de las maestras de Gálvez y Lynch.
El otro extremo de la cuerda es, por supuesto, Don Segundo Sombra. Allí los términos y los valores se invierten: ahora el saber privilegiado es el empírico (ver, por ejemplo, el célebre capítulo XI), condición de posibilidad de cualquier posterior adquisición intelectual válida. Recién después de ser “gaucho” se puede ser “estanciero” (se tiene el derecho de serlo), sólo después de tener el conocimiento directo y vital se pueden aprender otras cosas, de otra manera (por eso el estanciero simbolista puede narrar al gaucho idealizado).
A partir de Arlt, otra inflexión: el saber fragmentado de la ciudad moderna, la destrucción de toda certeza, la relación saber-poder a través de la búsqueda del éxito científico-económico.
Borges y sus dos linajes (Piglia); el escritor argentino tiene la posibilidad de ser universal y tomar lo que le conviene de otras culturas: otra vez el saber libresco, a la vez autorizado por derecho de nacimiento y de lenguaje, y parodiado en sus límites.
¿Cómo se coloca frente a esta tradición compleja la narrativa contemporánea? Sin duda, bajo la herencia contradictoria (o tal vez complementaria) de Arlt y Borges. El saber ha estallado en pedazos y es necesario reconstruirlo; el sentido es una producción, no un dato; el pasado, como la realidad misma, es un texto que hay que descifrar. De ahí la permanente figuración de ese acto, el de descifrar textos, fotos, inscripciones. Analizar cada caso: Respiración artificial (las cartas de Arocena), El vuelo del tigre (Nabu y las fotos), Insomnio (la Biblia y los grafitti del Empecinado), En el corazón de junio (los textos de Flaubert, Joyce).

(—No hay dudas, che. Este tipo es un petiforro —dijo Calac.
—Para mí que es un cronco —se opuso Polanco.
—No le voy a permitir.
—Bisbis bisbis —pidió Feuille Morte.)


Tesis N.º 3

El pasado como origen y como metáfora


Podría decirse que hay dos maneras fundamentales de utilizar el pasado histórico para investigar narrativamente el presente. Una, considerarlo el origen de ese presente (explicación por casualidad). Otra, como una metáfora (explicación por analogía). Es preciso ver también que ambas formas están relacionadas entre sí y por eso mismo se prestan a confusiones, a sobreentendidos ideológicos y, tal vez, en el límite, a mala fe.
Halperín (en su artículo de Ficción y política) propone que Respiración artificial y Cuerpo a cuerpo tienen en común ver al presente en feroz ruptura con el pasado. Como si investigaran la historia argentina para hallar las causas de un presente atroz y descubrieran que, pese a las apariencias, éste es radicalmente nuevo y extraño. Se podría discutir: el periplo Descartes-Hitler que propone Piglia puede homologarse a la trayectoria proyecto liberal-dictadura del ’76, como también parece plantear la progresión de epígrafes en Viñas (de Alberdi a Saint-Jean). Pero acá volvemos a lo mismo: ¿origen o metáfora?
La respuesta parece clara en estos ejemplos: origen. Pero, cuando Viñas dice (en otro trabajo reciente) que los indios son los desaparecidos de 1879, ¿qué operación semántica e ideológica está haciendo? ¿Qué relación, qué continuidad en el tiempo puede asignarse a los masacrados-masacradores de entonces y los de ahora? Ésta es la zona más nebulosa de la cuestión. (Ver también los anacronismos deliberados del Dorrego.)
La época de Rosas es particularmente fecunda para estos malentendidos. Desde la famosa comparación Rosas-Perón (en J. M. Rosa, en Borges, con distinta valoración) hasta otras propuestas (ver En esta dulce tierra, La malasangre, etc.). Hasta el libro de John Lynch sobre Rosas abunda en comparaciones tendenciosas, llamando a la Mazorca “grupo de tareas” o “parapoliciales”. De vuelta a Lo Mismo: ¿se compara para iluminar o para señalar un origen y una continuidad nunca aclarados del todo?

(—¿Y, en qué quedamos? —preguntó Calac.
—Yo qué sé. Esperá que termine.
—Sí, pero le pidieron tres páginas y ya van como diez.
—Bisbis bisbis.
—Eso: ¿qué le queda para la monografía, che?
—Pará que ahí viene la última —dijo Polanco.)

Tesis N.º 4

Polifonía de la enunciación y sujetos históricos


Ducrot (en El decir y lo dicho) propone, a partir de Bajtín, por supuesto, llevar el concepto de polifonía desde los conjuntos de enunciados (textos) a la enunciación misma. Así, trabaja la ironía, la presuposición, la negación. Dado un único enunciado (que coincide aquí con la oración) se verifican un solo locutor (o “autor”) y dos o más sujetos enunciadores.
Estos procedimientos (y otros) pueden rastrearse sistemáticamente en las novelas del corpus: Respiración artificial, En esta dulce tierra, Glosa (llevado a la parodia total).
Es decir que, por una parte, en el conjunto de los enunciados: reconstrucción de sentidos (intento de), pluralidad versus unidad, dialogismo del discurso literario frente a monologismo del discurso oficial. Pero también, por otra parte, en la enunciación, cuestionamiento de la unidad de producción del discurso: frente al proyecto de la dictadura de construir un emisor monolítico (en los comunicados, en el Informe Final) que habla desde la Verdad o desde el Ser Nacional, la desestructuración de esa emisión, la desapropiación de los enunciados y la disgregación de sus enunciadores.
No es que no haya emisor (muerte del Sujeto), sino que hay que reconstruirlo, hay que proponer (encontrar, producir) nuevos sujetos portadores de nuevos sentidos (o a la inversa), operación a la vez netamente historiográfica y narrativa (cfr. Hayden White). Frente al agotamiento de los Grandes Relatos vernáculos (liberalismo y revisionismo), frente a las continuidades y los orígenes canonizados (v. supra), fragmentación y redistribución de enunciados y enunciadores históricos para encontrar nuevas filiaciones, nuevas identidades.

(—¿Terminó? —preguntó Calac.
—Aparenta.
—Y el pescado sin vender. ¿Vos entendiste algo?
—No, y creo que el punto tampoco tiene las ideas muy claras.
—Habrá que proponerle alguna bibliografía, habrá.
—Bisbis bisbis —aplaudió Feuille Morte.)

(Junio de 1988)