(—Bisbis
bisbis —dijo Feuille Morte.
—Es
lo que digo yo —dijo Polanco.
—Dejen
escuchar, dejen —protestó Calac.)
Tesis N.º 1
El poder: figuras y personajes
El
título alude a la distinción hecha por Barthes en S/Z (cap. XXVIII, pág.
55). El personaje como ligado al nombre propio y la figura como constelación
simbólica que circula por los textos sin quedar fijada a un personaje único.
Se
trataría, entonces, de rastrear a los personajes y las figuras del poder en
cierta literatura latinoamericana, tal vez la más conspicua, que alguien llamó
“la novela de dictadores”. Por ejemplo: La vorágine, Doña Bárbara,
El señor presidente, Redoble por Rancas, Yo el supremo,
etc.
(Justamente
en la primera de las novelas mencionadas se tematiza esta cuestión: “Y no
pienses que al decir Funes he nombrado a persona única. Funes es un sistema, un
estado de alma, es la sed de oro, es la envidia sórdida. Muchos son Funes,
aunque lleve uno solo el nombre fatídico.”)
¿Qué
revelaría sobre la sociedad latinoamericana esta figuración prefoucaultiana del
poder que encarnan tales personajes? ¿Se puede homologar con la literatura
argentina, desde Rosas a Perón? Y si es así: ¿Hay un momento de ruptura,
alternativas, algún quiebre en la concepción tradicional del poder, un disparo
hacia otras formas de representación?
Ejemplificar
con La vida entera.
Aquí
no sólo el poder está cuestionado a través del tema del conflicto y la sucesión
(bajo la marca genérica del policial “negro”, por ejemplo Cosecha roja,
de Hammett), sino que también se propone un esquema foucaultiano de poderes
paralelos, ramificados y microscópicos. Los dos bandos que combaten sordamente
entre sí también tienen sus conflictos internos, con evidentes referencias a la
situación política que hace eclosión en los setenta (el enfrentamiento de los
dos sectores del peronismo), pero de una manera harto diferente a la de, por
ejemplo, No habrá más penas ni olvido.
(—Juná
cómo habla este coso, che —exclamó Polanco, ofendido—. Constelación simbólica,
homologar, esquema foucaultiano, eclosión. No hay derecho.
—¿No
te hace acordar a alguien que yo sé? —preguntó Calac.
—Propiamente.)
Tesis N.º 2
Saber y no saber: el acto del desciframiento
Sin
duda, como bien dice Piglia, cuando Sarmiento escribe la célebre frase en su
huida a Chile quedan divididas las aguas en la sociedad argentina: bárbaros son
los que no saben leer esas palabras en francés.
¿Qué
tipos de saberes circulan desde entonces en la literatura? ¿Qué saberes
privilegia y cuáles denigra? ¿En qué lugares y en qué sujetos?
Sarmiento extiende un saber libresco: es el
científico tocquevillesco que, sin haber estado nunca en la pampa, la describe
en profundidad, sin hesitaciones, provisto de su instrumental crítico,
intelectual. El saber empírico del rastreador y el cuasi-mágico de Facundo
quedan relegados a formas primitivas de inteligencia natural, casi animal: la
barbarie, en fin, simplemente erradicable con escuelas y maestras importadas.
(De
ahí la respuesta de Mansilla, en Una excursión…: no sólo ironías
dirigidas a su “enemigo” Sarmiento, sino también punto de flexión del proyecto
liberal; él es un erudito a la violeta, sí, pero su saber es tan libresco como
empírico y se ufana de ambos, que así se ratifican mutuamente.)
El
Genaro de En la sangre es irredimible a través de la educación, como
prefigurando el fracaso de las maestras de Gálvez y Lynch.
El
otro extremo de la cuerda es, por supuesto, Don Segundo Sombra. Allí los
términos y los valores se invierten: ahora el saber privilegiado es el empírico
(ver, por ejemplo, el célebre capítulo XI), condición de posibilidad de
cualquier posterior adquisición intelectual válida. Recién después de ser
“gaucho” se puede ser “estanciero” (se tiene el derecho de serlo), sólo después
de tener el conocimiento directo y vital se pueden aprender otras cosas, de
otra manera (por eso el estanciero simbolista puede narrar al gaucho
idealizado).
A partir de Arlt, otra inflexión: el saber
fragmentado de la ciudad moderna, la destrucción de toda certeza, la relación
saber-poder a través de la búsqueda del éxito científico-económico.
Borges
y sus dos linajes (Piglia); el escritor argentino tiene la posibilidad de ser
universal y tomar lo que le conviene de otras culturas: otra vez el saber
libresco, a la vez autorizado por derecho de nacimiento y de lenguaje, y
parodiado en sus límites.
¿Cómo
se coloca frente a esta tradición compleja la narrativa contemporánea? Sin
duda, bajo la herencia contradictoria (o tal vez complementaria) de Arlt y
Borges. El saber ha estallado en pedazos y es necesario reconstruirlo; el
sentido es una producción, no un dato; el pasado, como la realidad misma, es un
texto que hay que descifrar. De ahí la permanente figuración de ese acto,
el de descifrar textos, fotos, inscripciones. Analizar cada caso: Respiración
artificial (las cartas de Arocena), El vuelo del tigre (Nabu y las
fotos), Insomnio (la
Biblia y los grafitti del Empecinado), En el corazón de
junio (los textos de Flaubert, Joyce).
(—No
hay dudas, che. Este tipo es un petiforro —dijo Calac.
—Para
mí que es un cronco —se opuso Polanco.
—No
le voy a permitir.
—Bisbis
bisbis —pidió Feuille Morte.)
Tesis N.º 3
El pasado como origen y como metáfora
Podría
decirse que hay dos maneras fundamentales de utilizar el pasado histórico para
investigar narrativamente el presente. Una, considerarlo el origen de ese
presente (explicación por casualidad). Otra, como una metáfora (explicación por
analogía). Es preciso ver también que ambas formas están relacionadas entre sí
y por eso mismo se prestan a confusiones, a sobreentendidos ideológicos y, tal
vez, en el límite, a mala fe.
Halperín
(en su artículo de Ficción y política) propone que Respiración
artificial y Cuerpo a cuerpo tienen en común ver al presente en
feroz ruptura con el pasado. Como si investigaran la historia argentina para
hallar las causas de un presente atroz y descubrieran que, pese a las
apariencias, éste es radicalmente nuevo y extraño. Se podría discutir: el
periplo Descartes-Hitler que propone Piglia puede homologarse a la trayectoria
proyecto liberal-dictadura del ’76, como también parece plantear la progresión
de epígrafes en Viñas (de Alberdi a Saint-Jean). Pero acá volvemos a lo mismo:
¿origen o metáfora?
La
respuesta parece clara en estos ejemplos: origen. Pero, cuando Viñas dice (en
otro trabajo reciente) que los indios son los desaparecidos de 1879, ¿qué
operación semántica e ideológica está haciendo? ¿Qué relación, qué continuidad
en el tiempo puede asignarse a los masacrados-masacradores de entonces y los de
ahora? Ésta es la zona más nebulosa de la cuestión. (Ver también los
anacronismos deliberados del Dorrego.)
La
época de Rosas es particularmente fecunda para estos malentendidos. Desde la
famosa comparación Rosas-Perón (en J. M. Rosa, en Borges, con distinta
valoración) hasta otras propuestas (ver En esta dulce tierra, La
malasangre, etc.). Hasta el libro de John Lynch sobre Rosas abunda en
comparaciones tendenciosas, llamando a la Mazorca “grupo de tareas” o “parapoliciales”. De
vuelta a Lo Mismo: ¿se compara para iluminar o para señalar un origen y una
continuidad nunca aclarados del todo?
(—¿Y,
en qué quedamos? —preguntó Calac.
—Yo
qué sé. Esperá que termine.
—Sí,
pero le pidieron tres páginas y ya van como diez.
—Bisbis
bisbis.
—Eso:
¿qué le queda para la monografía, che?
—Pará
que ahí viene la última —dijo Polanco.)
Tesis N.º 4
Polifonía de la enunciación y sujetos históricos
Ducrot
(en El decir y lo dicho) propone, a partir de Bajtín, por supuesto,
llevar el concepto de polifonía desde los conjuntos de enunciados (textos) a la
enunciación misma. Así, trabaja la ironía, la presuposición, la negación. Dado
un único enunciado (que coincide aquí con la oración) se verifican un solo
locutor (o “autor”) y dos o más sujetos enunciadores.
Estos
procedimientos (y otros) pueden rastrearse sistemáticamente en las novelas del
corpus: Respiración artificial, En esta dulce tierra, Glosa
(llevado a la parodia total).
Es decir que, por una parte, en el conjunto
de los enunciados: reconstrucción de sentidos (intento de), pluralidad versus
unidad, dialogismo del discurso literario frente a monologismo del discurso
oficial. Pero también, por otra parte, en la enunciación,
cuestionamiento de la unidad de producción del discurso: frente al proyecto de
la dictadura de construir un emisor monolítico (en los comunicados, en el
Informe Final) que habla desde la
Verdad o desde el Ser Nacional, la desestructuración de esa
emisión, la desapropiación de los enunciados y la disgregación de sus
enunciadores.
No es que no haya emisor (muerte del
Sujeto), sino que hay que reconstruirlo, hay que proponer (encontrar, producir)
nuevos sujetos portadores de nuevos sentidos (o a la inversa), operación a la
vez netamente historiográfica y narrativa (cfr. Hayden White). Frente al
agotamiento de los Grandes Relatos vernáculos (liberalismo y revisionismo),
frente a las continuidades y los orígenes canonizados (v. supra), fragmentación
y redistribución de enunciados y enunciadores históricos para encontrar nuevas
filiaciones, nuevas identidades.
(—¿Terminó?
—preguntó Calac.
—Aparenta.
—Y
el pescado sin vender. ¿Vos entendiste algo?
—No,
y creo que el punto tampoco tiene las ideas muy claras.
—Habrá
que proponerle alguna bibliografía, habrá.
—Bisbis
bisbis —aplaudió Feuille Morte.)
(Junio
de 1988)