Lugar de la memoria visual de los prisioneros y presos republicanos y antifranquistas, construido como homenaje a todos los represaliados por el fascismo y el franquismo en la España de la guerra civil y postguerra.
Sevilla, 18 de julio de 1936. Los sublevados siembran la muerte por las calles de la ciudad. A sangre y fuego, el comandante Castejón y el capitán Ramón de Carranza --enviados por el sanguinario Queipo-- y los legionarios a su mando se parapetan detras de niños, mujeres y ancianos para asaltar y tomar las barricadas de la Plaza de San Marcos, Triana, La Macarena, San Gil, San Julián, San Bernardo..., donde unos pocos obreros resisten con cierto éxito, en algunas zonas hasta el día 22. Entre 6.000 y 20.000 personas (según la fuente) de toda condición, políticos como el Alcalde de la ciudad, el Gobernador Civil o el Presidente de la Diputación Provincial, concejales, militares, guardias civiles y de asalto, sindicalistas y militantes de izquierda son apresados, aniquilados brutalmente y sepultados en enormes y anónimas fosas comunes en el cementerio capitalino. Enterados los jornaleros y obreros de Huelva y de su combativa cuenca minera de la magnitud de la agresión terrorista contra el pueblo hispalense indefenso, los onubenses secundan el llamamiento de su gobernador militar fiel a la República y se muestran dispuestos a apoyar a los resistentes sevillanos y a defender la legalidad, para lo cual se organizan en una columna que de camino a Sevilla va requisando camiones, coches, maquinaria agrícola y escopetas de caza a su paso por San Juan del Puerto, Valverde, Zalamea la Real, Campillo, Nerva, Río Tinto, Peña de Hierro, Mesa de los Pinos... Cuatro automóviles, quince camiones y 250 kilos de dinamita incautados a la Río Tinto Company Ltd. componen la comitiva, en la que se integran varios centenares de voluntarios, la mayor parte completamente desarmados.
Imagen --quizás de dudosa adscripción-- usada por la página cosasdeandalucia.com para ilustrar una entrada sobre la columna minera El general Pozas, gobernador militar de Huelva, refuerza la columna minera con 120 guardias civiles y de asalto. Pero ahí comete su gran error: concede su mando al comandante de la guardia civil Gregorio Haro Lumbreras, a pesar de que éste tenía en su historial pronunciamientos previos contrarios al Estado republicano. De camino a Sevilla, el taimado comandante Haro escolta a la columna y con el acuerdo de los jefes de los mineros a los que consigue engañar, los diputados Cordero Bell y Gutiérrez Prieto, se ofrece a adelantarse como rápida avanzadilla para ir eliminando los posibles obstáculos que pudieran encontrar. Confiados, los mineros que forman el cortejo se acercan a Sevilla, pasan junto a Tomares y al amanecer del 19 de julio comienzan a bajar la Cuesta de Castilleja. Y allí, tras unos matorrales, en la zona conocida como La Pañoleta del término municipal de Camas, en el cruce de las carreteras de Mérida y Huelva y justo antes de cruzar el río Guadalquivir con Sevilla a la vista, se agazapan los guardias armados del comandante Haro, que en cuando los tienen a tiro abren fuego sin previo aviso sobre los vehículos. Los conductores y muchos de los pasajeros caen abatidos, a la par que uno o varios camiones que transportaban dinamita estallan por los balazos, provocando una enorme explosión y repartiendo miembros y restos cadavéricos de una treintena de republicanos fieles por las cercanías.
Placa erigida por el Ayuntamiento de Camas en homenaje a los onubenses muertos en el cruce de La Pañoleta. Imagen procedente de la página cosasdeandalucia.com.
Algunos de los camiones que se encontraban a la cola del séquito consiguen dar la vuelta en plena carretera y huir hacia Huelva, mientras que otros quedan atrapados por la barrera de un paso ferroviario, convenientemente bajada por los traidores confabulados. Entre el humo de la deflagración y la confusión, decenas o cientos de mineros consiguen escapar y muchos se refugian en aldeas y pueblos del entorno, pero 71 de ellos son apresados por los bárbaros alzados.
Los mineros onubenses salen de la Audiencia Provincial de Sevilla en la Plaza de San Francisco tras escuchar su sentencia, camino de su muerta segura. Imagen procedente de la página ucarsevilla.wordpress.com
Los mineros onubenses salen de la Audiencia Provincial de Sevilla en la Plaza de San Francisco tras escuchar su sentencia, camino de su muerta segura. Imagen procedente de la página ucarsevilla.wordpress.com
Los mineros onubenses salen de la Audiencia Provincial de Sevilla en la Plaza de San Francisco tras escuchar su sentencia, camino de su muerta segura. Imagen procedente de la página ucarsevilla.wordpress.com Los prisioneros son conducidos a Sevilla, pasan por diversos presidios improvisados y más tarde son encerrados en el barco Cabo Carboeiro, provisionalmente convertido en prisión flotante en el muelle de Tablada. Pocos días después, son ceremoniosamente juzgados en una farsa de juicio y condenados todos ellos a muerte, siéndosele conmutada la terrible pena sólo al niño Manuel Rodríguez Méndez que "en consideración" a su baja edad de 16 años es condenado finalmente a cadena perpetua. En cinco sacas distintas, los mineros de Huelva leales a la República son arrancados de las celdas, distribuídos por los lugares más emblemáticos y notables de los barrios obreros rebeldes y allí, en La Macarena, en Pagés del Corro, en Amate, en La Pañoleta, en San Julián, en el Pumarejo... todos ellos son fusilados.
Placa erigida en homenaje a los onubenses muertos junto a la muralla y basílica de La Macarena, Sevilla. Imagen procedente de la página cosasdeandalucia.com.
Aquí podemos ver, desde lejos y sin resolución, su estampa de hombres justos, generosos y valerosos. Honor y gloria para todos ellos.
Y vergüenza eterna a los traidores y asesinos, representados aquí por el comandante Haro Lumbreras (Imagen: adolfomoralesblog.blogspot.com)
Que ardan todos ellos por siempre en el infierno, todos, los traidores, quienes los enviaron y quienes aún hoy amparan, comprenden, justifican y se siguen beneficiando de sus criminales actos.
Al contrario de lo que postulaban y defendían los golpistas y sublevados traidores al Estado Republicano y a su Gobierno legalmente constituido, la represión contra los frentepopulistas, anarquistas, librepensantes y leales a la República no tuvo relación alguna con una pretendida reacción no premeditada, instintiva, justa, moral y ética de las personas “de orden” debido al supuesto hartazgo en el que éstas vivían como consecuencia de lo que con posterioridad y convenientemente se calificó desde el nuevo régimen como de “permanente desgobierno y anarquía” del perverso Frente Popular.
No. La represión siguió un modelo hábilmente entretejido en reuniones previas celebradas en marzo, mayo, junio y julio de 1936 entre los responsables de la conjura (Mola, Sanjurjo, Orgaz, Goded, Kindelán, Saliquet, Franco, Fanjul, Queipo, Yagüe, Varela, Galarza, Alonso Vega, Cabanellas, García Valiño, el mismísimo Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera, ¿también Gil Robles?, Juan March, Luis Bolín, Martínez Anido, el Cardenal Soldevilla, Fal Conde, Javier de Borbón-Parma, los Oriol, los Luca de Tena…), modelo que pretendía acabar físicamente y aniquilar ideológica y espiritualmente a los preconizadores, defensores y seguidores de las ideas progresistas y socializadoras (que postulaban ideas tan peligrosas para los conservadores como la Reforma Agraria, la colectivización de tierras y grandes fincas en abandono, la laicidad y universalización de la enseñanza, la aconfesionalidad del Estado, etc., etc.).
Y este modelo represivo del que fueron víctimas indeseadas cientos de miles de personas –fría, calculada, específica y detalladamente desarrollado por Mola, Sanjurjo, Yagüe, Franco y otros, al modo y manera de la posterior “Solución Final” nazi contra los judios-- siguió las pautas y metodologías de las campañas colonialistas de los militares africanistas españoles en las aldeas y kábilas rebeldes del Magreb: exterminio de los contrarios y disidentes, neutralización de los tibios o equidistantes con prolífica eliminación de muchos de ellos y amedrentamiento del resto de la empavorecida población.
Así, si bien con diferente virulencia y visceralidad, desde 1936 a 1978 los golpistas, los fascistas, los falangistas, los tradicionalistas y fundamentalmente los franquistas y los que bien se cobijaban a la buena sombra de su robusto tronco (Movimiento, sindicalistas, tecnócratas, etc.), dieron muerte a 200.000 opositores, encarcelaron a 500.000 disidentes, obligaron a marchar al exilio a 550.000 contrarios, depuraron y desposeyeron de empleos a cientos de miles de funcionarios públicos, expoliaron de sus bienes a miles y miles de familias relacionadas con los asesinados y con los presos, y mantuvieron durante 40 años a una aterrorizada sociedad bajo la claveteada bota militar de la tiranía y la dictadura.
Confundiéndose entre sí y retroalimentándose en eficaz sinergia, estos fueron los medios y herramientas utilizados y estos fueron los fines y objetivos alcanzados por los golpistas del 17 y 18 de julio de 1936 y por sus satisfechos y gozosos sucesores y herederos de las cuatro décadas siguientes.
Y es sólo en este contexto de odio y desprecio por el inferior y por el diferente en el que pueden ¿comprenderse? palabras y declaraciones como las siguientes, cargadas todas ellas de augurios de muerte:
Jose Antonio Primo de Rivera, fundador y líder de Falange Española: “Queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su Historia. Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho -al hablar de “todo menos la violencia”- que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria”.
O las del General Emilio Mola (arriba), responsable de la conjura y del golpe de Estado: "Las circunstancias por las que atraviesa …España [es] …tan caótica que no existe otro medio de evitarla que mediante la acción violenta. Para ello los elementos amantes de la patria tienen forzosamente que organizarse para la rebeldía con el objeto de conquistar el poder... Esta conquista se hará mediante la colaboración de las fuerzas armadas y los grupos políticos, sociedades e individuos aislados que no pertenezcan a partidos, sectas y sindicatos que reciben inspiraciones del extranjero: socialistas, masones, anarquistas, comunistas... Se tendrá en cuenta que la acción debe ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. La represión será dura; desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento... aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos… Una vez tomado el poder se instaurará una dictadura militar… ". Iniciada la revuelta en Pamplona, Mola insiste: “es necesario propagar una atmósfera de terror…”. En la Instrucción del 30 de junio ordenaba “eliminar los elementos izquierdistas: comunistas, anarquistas, sindicalistas, masones, etc.” y precisaba como debía ser la sublevación: "...de una gran violencia: las vacilaciones no conducen mas que al fracaso". En julio, ya en plena sublevación, Mola expresaba claramente la idea de exterminio: "Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular, debe ser fusilado... Hay que sembrar el terror... dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros… Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado… En este trance de la guerra yo ya he decidido la guerra sin cuartel. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo… A los militares que no se hayan sumado a nuestro Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el ejército, fusilarlos…". Por último, es obligado señalar que las siguientes palabras del propio Mola (en declaraciones a Radio Burgos el 31 de Julio de 1936) traslucían el decidido propósito de los golpistas de aniquilar permanentemente y para siempre a liberales, progresistas e izquierdistas: “Yo podría aprovechar nuestras circunstancias favorables para ofrecer una transacción a los enemigos, pero no quiero. Quiero derrotarlos para imponerles mi voluntad y para aniquilarlos.” “Ni pactos de Zanjón, ni abrazos de Vergara, ni pensar en otra cosa que no sea una victoria aplastante y definitiva”.Pero antes de abandonar a Mola, sería bueno reseñar los tres primeros artículos de su horrenda "Instrucción Reservada nº 1". Dicen así: "Primero: Serán pasados por las armas, en trámite de juicio sumarísimo, como miserables asesinos de nuestra Patria sagrada, cuantos se opongan al triunfo del expresado Movimiento salvador de España, fueron los que fueren los medios empleados en tan perverso fin; Segundo: los militares que se opongan al Movimiento de salvación serán pasados por las armas por los delitos de lesa Patria y alta traición a España; Tercero: se establece la obligatoriedad de los cargos y quienes nombrados no los acepten caerán en la sanción de los artículos anteriores". Finalmente, Mola no abandonó este siniestro talante en las siguientes Instrucciones Reservadas. Así de reiterativo y recalcitrante se mostraba en la I.R. número 5º: "Ha de advertirse a los tímidos y vacilantes que aquél que no esté con nosotros, está contra nosotros, y que como enemigo será tratado. Para los compañeros que no son compañeros, el movimiento triunfante será inexorable" (para más detalles, ver “El general Batet” de Hilari M. Raguer y “Historia de la Iglesia en España, 1931-1939: 1931-1939” de Gonzalo Redondo).
Los corresponsales de prensa extranjeros y los lectores franceses, ingleses y americanos tuvieron ocasión de tomarle la medida a esta saña asesina de los golpistas y de los franquistas leyendo las declaraciones del capitán Gonzalo de Aguilera Munro. Aguilera, nacido en Madrid en 1886 y fallecido en Salamanca en 1965, era un aristócrata, terrateniente y capitán del ejército sublevado en la Guerra Civil, durante la que desempeño la función de jefe de prensa de los generales Franco y Mola. Así se expresaba Aguilera ante un periodista norteamericano:
"Todos nuestros males vienen de las alcantarillas. Las masas de este país no son como sus americanos, ni como los ingleses. Son esclavos. No sirven para nada, salvo para hacer de esclavos. Pero nosotros, las personas decentes, cometimos el error de darles casas nuevas en las ciudades en donde teníamos nuestras fábricas. En esas ciudades construimos alcantarillas, y las hicimos llegar hasta los barrios obreros. No contentos con la obra de Dios, hemos interferido en su voluntad. El resultado es que el rebaño de esclavos crece sin cesar. Si no tuviéramos cloacas en Madrid, Barcelona y Bilbao, todos esos líderes rojos habrían muerto de niños, en vez de excitar al populacho y hacer que se vierta la sangre de los buenos españoles. Cuando acabe la Guerra destruiremos las alcantarillas. El control de natalidad perfecto para España es el que Dios nos quiso dar. Las cloacas son un lujo que debe reservarse a quienes las merecen, los dirigentes de España, no el rebaño de esclavos".
En una entrevista con el periodista inglés Peter Kemp, el capitán Aguilera llegó a decir: "El gran error que han cometido los franquistas al empezar la Guerra Civil Española ha sido no fusilar de entrada a todos los limpiabotas. Un individuo que se arrodilla en el café o en plena calle a limpiarte los zapatos está predestinado a ser comunista. Entonces ¿por qué no matarlo de una vez y librarse de esa amenaza?". El capitán Anguilera añadió que, el 18 de julio de 1936 «hizo poner en fila india a los jornaleros de sus tierras, escogió a seis y los fusiló delante de los demás» para sembrar el terror entre ellos.
Estremecen también las palabras de Aguilera al periodista norteamericano John Whitaker: "Tenemos que matar; matar y matar; ¿sabe usted? Son como animales, ¿sabe?, y no cabe esperar que se libren del virus del bolchevismo. Al fin y al cabo, ratas y piojos son los portadores de la peste. Ahora espero que comprenda usted qué es lo que entendemos por regeneración de España... Nuestro programa consiste... en exterminar un tercio de la población masculina de España. Con eso se limpiaría el país y nos desharíamos del proletariado. Además también es conveniente desde el punto de vista económico. No volverá a haber desempleo en España, ¿se da cuenta?".
En la misma línea se manifestaba el conjurado general Gonzalo Queipo de Llano (arriba, en l imagen) durante sus habituales soflamas tabernarias radiofónicas contra sus enemigos, lanzadas desde micrófonos sevillanos. El 23 de julio de 1936 llegó a proferir las siguientes barbaridades: "Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad. Al Arahal fue enviada una columna formada por elementos del Tercio y de Regulares, que han hecho allí una razzia espantosa". Y proseguía dos días después:"¿Qué haré? Pues imponer un durísimo castigo para callar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen a uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré… Nuestros valientes legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen…Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar…". Y el 18 de agosto, lo corrobora: “El ochenta por ciento de las familias de Santa Lucía está ya de luto”. Y con el objetivo de causar terror entre la tripulación de un buque leal a la República, en septiembre espeta: “He dado orden de fusilar a tres familiares de cada uno de los marineros”. En otra ocasión, Queipo tildó al golpe militar como de “depurador del pueblo español” y animó a eliminara “cualquiera que simpatizara con corrientes sociales avanzadas o simples movimientos de opinión democrática y liberal”.
En proferir obscenidades no le iba el general golpista Yagüe (en la imagen superior) a la zaga a Queipo. Veámoslo en estas declaraciones a un corresponsal estadounidense del "New Herald Tribune", hechas pocos días después de la matanza de republicanos en la plaza de toros de Badajoz: "Naturalmente que los hemos fusilado ¿Pensaban que me llevaría conmigo a 4.000 rojos mientras mi columna avanzaba luchando contrarreloj? ¿Debía dejarlos en libertad a mis espaldas permitiéndoles que hicieran nuevamente de Badajoz una ciudad roja?".
Con semejantes atrocidades verbales, mera constatación de lo que se venía practicando por millares en cunetas y tapias, los golpistas, todos los golpistas, venían a demostrar que independientemente de su adscripción política o grupal, todos ellos bebían de las mismas fuentes ideológicas. Esto puede comprobarse en las declaraciones de José Sáinz, Pepe Sainz (en la fotografía de más arriba), destacadísimo miembro del “polit buró” falangista, posteriormente caído en desgracia por su cercanía al díscolo Jefe de Falange Española, Manuel Hedilla. Decía así: “El primer problema moral es hacer justicia rápida y enérgica; las familias de los asesinados que son el pilar más sólido y moral que tiene la provincia y la causa, se desmoralizan si ven debilidad. La provincia tiene aproximadamente 20.000 asesinos que deben desaparecer urgentemente; esta gente ni ha trabajado ni trabajará, ni ha agradecido ni agradecerá; suponiendo que cada uno cueste solamente dos pesetas diarias, resultan por 40.000 pesetas diarias: ¡15 millones al año! Con eso arreglo yo la provincia económicamente”.
No es de extrañar pues, que similar verborrea funesta y disparatada saliera de los labios de otros responsables golpistas, fascistas y franquistas. Por ejemplo, en el caso del general sublevado Antonio Sagardi Ramos, que durante su invasión de la Cataluña republicana en abril de 1938 tenía por aterrorizante lema "Fusilaré a diez catalanes por cada hombre muerto de mi guardia". O el caso del Comandante (más tarde Teniente General del ejército español) Mujammed Ben Missian, el cual respondió a las protestas del periodista John T. Whitaker por la salvaje violación de dos jóvenes en Navalcarnero por 40 mercenarios moros diciéndole que no se enfureciera tanto, porque las iban a fusilar en menos de cuatro horas. Escuchadas las fanfarrias de este infernal y fúnebre coro, ya no es de asombro que sujetos como el general Millán Astray, jefe de La Legíón, profirieran el grito de “¡¡Muera la Inteligencia!!, ¡¡Viva la Muerte!!” en la Universidad salmantina frente al hasta ese momento entusiasta colaboracionista y desde entonces horrorizado arrepentido Miguel de Unamuno, autor del famoso pero ya inútil “Venceréis, pero no convenceréis” .
Por último, no podemos cerrar esta entrada sin dar cabida a las palabras de muerte del general Francisco Franco, afortunado heredero de los bienes emanados de las ¿accidentales? muertes de Sanjurjo y Mola, y de las vacilaciones e incapacidades de Yagüe, Queipo o Cabanellas. El general Franco, en su bando de guerra del 18 de julio, exigía “inexcusablemente que los castigos sean ejemplares” y que se impusieran “sin titubeos ni vacilaciones”. El 28 de julio de 1936, sólo diez días después del golpe de Estado, Franco aceptó ser entrevistado por el "Chicago Daily Tribune". Su corresponsal Jay Allen transcribió la conversación que mantuvo con el jefe de los sublevados de la siguiente manera:
"-Allen: ¿No hay posibilidad de tregua, ni de compromiso?
-Franco:No. No. Decididamente, no. Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a cualquier precio.
-Tendrá que matar a media España-, dije. Entonces, giró la cabeza, sonrió y mirándome firmemente dijo:
-He dicho que al precio que sea..."
Y Franco remacho sus declaraciones con esta frase anotada por Jay Allen: “Estoy dispuesto a exterminar, si fuera necesario, a toda esa media España que no me es afecta”.
Pero esta mesiánica ideología de muerte no se detenía en las palabras expresadas durante la guerra. ». En un discurso pronunciado en Jaén el 18 de marzo de 1940, casi un año después de finalizado el atentado terrorista más prolongado de la historia de España (¿podría llamarse así al conflicto provocado por la sublevación de los traidores armados?) Franco llegó a decir: “No es un capricho el sufrimiento de una nación en un punto de su historia; es el castigo espiritual, castigo que Dios impone a una vida torcida, a una historia no limpia». O como el propio Franco narró a Dionisio Ridruejo en 1942: “ ... a los rojos y a los enemigos encubiertos de España. La guerra de España no es una cosa artificial: es la coronación de un proceso histórico en la lucha de la patria contra la anti-Patria... El que piensa en mediación propugna por una España rota, materialista, dividida, sojuzgada y pobre ... una paz para hoy y otra guerra para mañana ... La España nacional ha vencido y no dejará arrebatarse ni desvirtuar su victoria, ni por nada ni por nadie”.
"No hay redención sin sangre, y bendita mil veces la sangre que nos ha traido nuestra redención". Palabras de muerte son éstas de 1946 de este general (ver un largo rosario de ellas en “Vengo a salvar a España” de Andrés Rueda), que gobernó nó solo por su propio talante durante 40 años, sino que lo hizo aupado y sostenido por una legión de clientes en la sombra –a modo y manera de las redes clientelares de los patricios romanos-- satisfechos de su propia holganza y de su ya inmutable prosperidad. El uno desde su tumba del Valle y los otros desde los plácidos retiros de sus fincas, empresas, bancos, sedes episcopales y otros predios, observan regocijados nuestros esfuerzos sin apoyo estatal por recuperar la memoria de los por ellos represaliados y se ríena mandibula batiente del fracaso de nuestra sociedad civil.