Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
¿Existe Dios?
Los ateneístas madrileños votaron una vez la cuestión y ganaron los del “sí” por un voto, dejando a los del “no” con la duda del pucherazo, aunque también entre los pucheros, nos dice santa Teresa, sea posible dar con Dios.
En cambio, los ateos londinenses, espoleados por los últimos descubrimientos de Hawking, el tullido que le niega la mano a Dios, se rascan el bolsillo en plena crisis para costear una campaña publicitaria contra la existencia de Dios en los autobuses urbanos.
Ante la duda, el director general de la BBC, que se declara católico, ha prohibido en su empresa cualquier tipo de broma o ironía sobre el Islam. En la BBC te puedes burlar de los párrocos, pero no de los mulás. ¿Por qué? Por si acaso. Es la misma doctrina que mueve a nuestros cineastas a luchar contra “los fanatismos religiosos” haciendo “Camino” en vez de “Fátima”. Lo de “los fanatismos religiosos” es una frasecilla de la esposa de Muñoz Molina, el hombre que defiende el “footing” y el Quijote en Nueva York y que se ha granjeado fama de Millán Astray por ponerse del lado de Steiner en la controversia (ignorada por Steiner) de Steiner con Suso de Toro.
Sostiene De Toro que la lengua hebrea no tiene una tradición estrictamente literaria más alta que la gallega, y Muñoz Molina, alzándose como una torre de coraje, pone sobre la mesa el “Cantar de los Cantares”, “El libro de Job”, los “Salmos” de David y las “Lamentaciones” de Jeremías. ¿Que Muñoz Molina no es fiable porque un día atribuyó al Oso Yogui una jitanjáfora del beisbolista Yoghi Berra: “Es muy difícil hacer predicciones, sobre todo acerca del futuro”? Vale. Pero eso no lo sabe Suso de Toro, que, desde luego, tampoco sabe quién es el Gandhi gallego.
–Castelao, tú eres el Gandhi gallego –le dijo una vez Wenceslao Fernández Flórez.
Y Castelao soltó un discurso:
–Un día, en el lejano Finisterre bretón, pensaba en Galicia y en el dulce idioma de Galicia que, desde hacía algún tiempo, no me era dado oír. Y cantó un cuco. Y cantó como los cucos de mi tierra. Y ladró un perro. Y ladró como todos los demás perros. Y entonces cavilé: “Los pobres animales aún no pueden hablar otra cosa que una lengua universal.”
Mas Galicia hoy no brilla por sus ricos dioses, sino por sus pobres diablos, que ayudan al zorro a entrar en un gallinero y que, si les venden un alma, contestan: “Cuando tú me la vendes, algún negocio piensas hacer a mi cuenta. No me conviene.”