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domingo, 4 de junio de 2023

San Isidro'23. Toros de Bohórquez para Pablo Hermoso, Vicens y Guillermo Hermoso. Un antes y un después que se diluye. Campos & Moore

Lea Vicens

 PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas. Corrida de rejones. Sábado 3 de junio de 2023. Último festejo de la Feria de San Isidro. Se colgó el cartel de «No hay billetes».

Toros de Fermín Bohórquez. De sangre Murube, dicen que apropiada para el rejoneo. Todos muy desmochados. De escasa presencia y exiguas fuerzas. Nobles hasta el hartazgo, por ello, de pobre juego.

 
Rejoneadores: Pablo Hermoso de Mendoza, treinta y cuatro años de alternativa, chaquetilla azul marino. Lea Vicens, diez años de alternativa, chaquetilla gris con bordados. Guillermo Hermoso de Mendoza, tres años de alternativa, chaquetilla gris
.

Al filo de comenzar el siglo XXI, la crítica especializada en rejones —incluido Joaquín Vidal— llegó a afirmar que la revolución llevada a cabo en el toreo a caballo por Pablo Hermoso de Mendoza, suponía un antes y un después en el arte taurino del rejoneo. El momento de mayor perfección alcanzada por este torero a caballo, nacido en Estella (Navarra), fue en la mañana que cortó un rabo en la Maestranza de Sevilla. Ocurrió el 25 de abril de 1999, a un toro de Fermín Bohórquez. De aquella cita, muchos cronistas resaltaron —ya venían haciéndolo— que Hermoso de Mendoza empleaba el cuerpo de sus caballos en las faenas rejoneadoras —pecho y brazo, lomo y costado, cuartos traseros y grupa— a modo de muleta, y que toreaba, por lo tanto, como los toreros de a pie. Alcanzaba a dar verónicas, medias verónicas, naturales, pases cambiados, pases del desprecio y pases de pecho. Aparte de conseguir que la cola de sus caballos asemejaran el vuelo de la muleta en juegos de templado acople conduciendo a los astados por el ruedo.


Aquella transformación que Hermoso de Mendoza practicó en el arte ecuestre de los toros en aquellos años de cambio de siglo (1997-2002), hay que decir que la realizó, aparte de por su talento natural, porque manejó a una serie de caballos míticos. Habría que recordar, por ejemplo, a «Martincho», a «Gallo» o a «Chicuelo», pero, por encima de todos, a «Cagancho», negro, lusitano; un caballo que fue el artífice de que se hablara en el rejoneo, en el tercio central de banderillas, de toreo de muleta y de modos de toreo a pie. Hermoso de Mendoza cobró fama de saber domar con el carretón a sus caballos, para que mutaran en los cosos, delante de los toros, en verdaderos toreros. En la última línea evolutiva del toreo a caballo, el jinete navarro, ha sido, evidentemente, el continuador de Joao Moura, adquiriendo su dominio de la doma al servicio del espectáculo, y de Manuel Vidrié, un rejoneador sobrio, eficaz y contenido. A todo ello, Hermoso de Mendoza ha podido añadir el saber administrar una lidia rejoneadora en los tres tercios, equilibrada, con especial cuidado de introducir el valor del temple en sus monturas para que las acciones de esos caballos se vieran como un toreo similar al que se manifiesta en las corridas de toros de a pie, con el percal o con la franela.

 
Con aquellos resultados que el toreador de Estella alcanzó y materializó con sus monturas, le permitieron mantenerse a un alto nivel durante muchas temporadas. Con el paso del tiempo, esa revolución implantada, esa existencia de «un antes y un después» en el rejoneo que se le reconoció, se ha ido diluyendo poco a poco. Llegados al hoy, podemos ver a un Pablo Hermoso de Mendoza que sigue poniendo en escena el arte del rejoneo clásico; digamos que tranquilo y pausado, pero al que tal vez le falte aquella determinación y la rotundidad que son necesarias para llegar con más calor al espectador de la corrida de rejones —un público amable, que lo que quiere es divertirse y entretenerse—. Deberíamos pensar que si actualmente el sosegado clasicismo del rejoneador navarro no es valorado por el «respetable», es porque en el mundo del toreo a caballo ha quedado instalada, y puede que ya estuviera, la versión «populista» de un público que quiere ver de los caballos piruetas, giros, cabriolas y galopadas, y por parte de los toreadores sombrerazos; es decir, por un lado, tendríamos a la gente proclive a la «felicidad» con sus reclamaciones, y por otro, a los jinetes «corteses» y tendentes a los «caballazos».


Lo anterior nos lleva a admitir que el paso del tiempo es una realidad ineludible. Ésa sería la respuesta, la cuestión, a lo comentado. En el tránsito de la vida se suceden los cambios y llegan las renovaciones. Aquí, Hermoso de Mendoza nos hace un regalo de renovación al dejarnos como propuesta de joven rejoneador a su hijo Guillermo Hermoso de Mendoza. Por lo visto en el ruedo, ayer tarde, no nos parece mal del todo esta apuesta y esta donación al mundo del toreo a caballo, porque su hijo parece dotado de oficio y con el tiempo adquirirá o sabrá depurar sus cualidades artísticas. Tendremos a un buen torero a caballo como lo es su padre. Este rejuvenecimiento, por vía de «herencia», que acontece en el mundo del toreo ecuestre, y que nos da la impresión de que es bueno, puede que, si los toreros de a pie lo emplearan —ya que no dan paso a toreros jóvenes desde hace más de un lustro—, con ese sistema se podría renovar fácilmente el escalafón de las corridas mayoritarias —con tantísimos años de alternativa por parte de los toreros que ocupan los puestos de arriba— y así en poco tiempo ver en las plazas, en los ruedos, a los hijos de las figuras actuales, si es que fuera posible, ¡claro! Pensemos, por ejemplo, en un «El Juli II», o en un «Manzanares nieto», o en «Talavantín» o bien «El sucesor de El Fandi», etc. Es una idea que se nos ocurre, a la desesperada, como válida, y con todos nuestros respetos, ante el tapón lacrado que existe para que no se produzca una puesta al día o regeneración de los carteles de las corridas de las ferias de Dios y de las no ferias, porque esta es la situación.


Del festejo de ayer sábado, que cierra la Feria de San Isidro, Pablo Hermoso de Mendoza, en su primer toro, muy noble y distraído, tuvo una actuación sobria, clásica y contenida, que no pudo o no supo rematar convenientemente. Clavó en la cruz el rejón de castigo —pelín caído— y cuatro banderillas al estribo, tras el morrillo. En algún momento resolvió dar un muletazo con su caballo «Índico» en banderillas, al natural. Su toreo trajo aire de tiempos pasados. No supo cerrar su labor, pues mató muy mal, de rejón de muerte atravesado, contrario y trasero, más cinco descabellos a pie. En el segundo descabello el verduguillo saltó al callejón, sin consecuencias. Esperemos que no se ponga de moda este proceder pues días atrás también lo vimos y no es nada recomendable. En el cuarto toro de la tarde, ante un astado que parecía que tenía brío y después se paró, no clavó con la misma autenticidad ni el mismo acierto. Su arte «se diluyó». Mató de rejón trasero. En ninguno de sus toros abusó de aplicarle sucesivos castigos. Ninguno de sus caballos actuales nos recordó a aquellos legendarios que montó antaño.


Lea Vicens, mostró en sus actuaciones, ante toros obedientes y sin fuerza, buena doma, pero adoleció de saber clavar al estribo, pues lo hizo normalmente por delante, desde los brazos de los caballos y con lejanía al toro. También lo hizo desde las ancas de sus equinos. Procuró calentar al público asistente con llamadas de manos y brazos. En ello no usó sombrero o tocado. Mató a su primero de rejón muy trasero, caído y feo. Al quinto de la tarde lo mató de rejón eficaz que propició la petición de oreja por el respetable y la concesión de la misma por el presidente del festejo Don Eutimio, que parece que se apunta a todas.


Guillermo Hermoso de Mendoza, en su primer toro, noble y con poquito fuelle, clavó por detrás del estribo, en las ancas del caballo, aplicó llamadas al público, tardó mucho en las reuniones y pocos de sus castigos se mantuvieron en el toro pues se fueron al suelo. Mató de bajonazo feo y atravesado y otro contrario. Al sexto toro, dócil, le aplicó una tauromaquia más encastada, apretó el acelerador, reunió mejor y clavó con mayor acierto. Destacó en las banderillas cortas a dos manos donde se volcó sobre el «cornúpeta». Mató de media caída y consiguió una oreja muy solicitada. De sus caballos nos gustó «Berlín», con el que asumió más riesgos pero dejándose tocar por el toro. Con «Esencial» labró la labor más llamativa y seguida por los asistentes al festejo, que quisieron divertirse y lo consiguieron con su última actuación. Guillermo Hermoso de Mendoza, defendió, en el último toro, con coraje, la renovación por la que apuesta su padre, de la que él es el protagonista.




ANDREW MOORE

 







FIN

sábado, 3 de junio de 2023

San Isidro'23. Toros de El Torero para Uceda, Morante y Castella. Fin-de-fête de una Feria birriosa con la Plaza convertida en un copódromo. Márquez & Moore

 


Castella, sin mirarse, continúa su labor hasta la estocada. Cuando desfilan las cuadrillas, todo entereza, se va por su propio pie a que Padrós le atienda de una cornada en el muslo de 20 cm. y pronóstico grave

[Homenaje a Óscar Puente, ex alcalde de Pucela]


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


 Última corrida de la Feria 2023, a falta de la de rejoneo de mañana que nos contará Pepe Campos, con su proverbial buen juicio. Última corrida de una Feria birriosa y macilenta en la que apenas se ha visto nada de interés, con la Plaza convertida en copódromo, con el nivel de exigencia por los suelos, con el triunfalismo huero campando a sus anchas, reducida a casi nada la dureza del juicio que hace grande el triunfo de verdad. Feria flaca y sin alma con lunes de descanso, más corta que otras veces, con cientos de entradas de gañote, exacerbación del truco y jardín de logreros, de la que poca cosa se puede guardar para el recuerdo y apenas nada para contar a los nietos. Desde el 10 de mayo esta casi nada ha ocupado nuestras tardes: dieciséis corridas de toros, una mixta, tres novilladas y dos de rejones, es lo que ha dado de sí la Feria del 23, concebida con notables ausencias, tanto en nombres de toreros como de ganaderías preferidas en Madrid, y a cambio hemos tenido un outlet en lo taurino y un déjà-vu en la parte de los toreros, que han ido pasando por Las Ventas como opositores que cantan sus temas, de los que algunos llevan presentándose desde hace demasiados años a las convocatorias, sin resultados que les avalen.


Si nos centramos en la de hoy, en este fin-de-fête que han perpetrado los gestores de Plaza1 para darnos la despedida a los que no solemos ir al rejoneo, lo primero que habría que hacer es dar la enhorabuena al veedor de la Plaza, desearle que Santa Lucía le ampare en la cosa de la vista y, si no, que se acerque a la sede de la ONCE en la calle de Prim a ver si allí hay algo para él. Hay que tener un ojo muy revirado para seleccionar la corrida de Toros de El Torero que embarcaron para Madrid, con esos tiparracos, con ese cuarto medio asaltillado de cuerna, con el gigantón, el bastorro, el bracicorto, el culopollo. Eso, los cinco que pasaron el férreo baremo veterinario venteño, porque además resultó que hubo que remendar el ramillete con uno de estirpe bueyuna de José Vázquez, que vino por venir para que lo lidiasen en tercera posición.


Para la lidia y muerte de esas prendas se trajeron a José Ignacio Uceda Leal, veintisiete años de alternativa; José Antonio Morante Camacho «Morante de la Puebla», veintiséis años de alternativa y Sébastien Turzack Castella, «Sebastián Castella», veintitrés años de alternativa: setenta y seis años nos contemplan si sumamos los de las alternativas de cada uno de ellos. De estos, a poco que se chane de la cosa del toreo, ya se sabe que el que más excita la imaginación de la parroquia es Morante de la Puebla, que ha conseguido hacerse un huequecito en muchos corazones con sus extravagancias, con sus manías y con sus ocurrencias, e incluso a veces con su toreo. La verdad es que en Madrid su cosecha triunfal es harto menguada, pero eso no resta para que haya muchos que le esperen con ansia, que a fin de cuentas este hombre tiene una personalidad bastante definida, cosa que le separa de la mayor parte de los que se visten de oro para torear en los ruedos. Ignoramos si el vestido que llevaba era idéntico al que lució Gallito por San Pedro en la tarde de El Puerto de Santa María, toros de Tamarón, mano a mano con Sánchez Mejías, que no pudo torear y que fue sustituido por Varelito y Limeño, o si era como el de la tarde de Barcelona con toros de Albaserrada como único espada, en el año 17. A ver si algún experto en vestimenta gallística nos informa de esto, que es asunto crucial.

 

 Uceda Leal es un torero que ha tenido su cartel en Madrid y que siempre será recordado por su acierto y buenas mañas con el estoque y por haber sido uno de los tres que, bajo el aguacero inclemente, mataron la postrera y durísima corrida de Guardiola que se dio en Madrid. Sebastián Castella, en el año de su reaparición, después de dedicarse durante un tiempo al arte pictórico, traía el interés de la rúbrica que dejó en su anterior comparecencia en Las Ventas el pasado día 19 de mayo.


Morante vino a Las Ventas básicamente a desbaratar las ilusiones de sus seguidores, a hacer el paseíllo, a enseñar el botijo y a constatar que sus labores de terraplenado del ruedo, que tantos desvelos le costó, se mantenían en buen estado. Por lo demás, todo bien, gracias. A su primero lo tentó por los dos pitones y en seguida decidió poner final a su obra. En su segundo, al que recibió a la antigua con verónicas rematadas por alto, hizo más o menos lo que en el primero con la diferencia de que el toro se caía algo más. Mató de cualquier manera y con esto dio por rematada su obra. La parte positiva es lo breve que fue. Seguro que él se fue tan contento con la bronquita y las cuatro almohadillas que le tiraron, que eso va a favor de su obra.


Pensábamos que Uceda estaba ya retirado y la verdad es que fue una sorpresa verle anunciado en Madrid. Al parecer venía con el bagaje de una corrida toreada en lo que va de temporada y tres en la temporada anterior, que no es mucha cosa. El primero de su lote, Vigilante, número 46, debió parecerle un búfalo. Su labor, muy aseada, como decían antes los revistosos, no consigue cobrar vuelo entre las caídas del toro y la falta de ensamblamiento de la faena, en la que asoma algún natural sin que la mayoría, que han venido a ver a Morante, le echen cuentas. Un matador tan seguro como él siempre ha sido falla reiteradamente a espadas como para demostrar que, a medida que se van cumpliendo años, la suerte suprema se va haciendo mucho más difícil de consumar. Su segundo es el veleto. Intrigados por esta cuerna que nadie sabe de dónde sale este toro veleto entre lo de Juampedro, nos vamos al programa de mano que nos informa de que los de este encaste son «cornidelanteros o bien acodados» y rápidamente le enviamos un abrazo simbólico al veedor de Las Ventas, que puede llegar a perder el empleo más pronto que tarde. Con Salinero, número 9, Uceda anda más relajado que con el anterior y deja algunas pinceladas como un trincherazo y algún natural con empaque. Mata de estocada entera, recordando al que llamaban «Uceda Letal», y se lleva una oreja pedida con cariño y otorgada con ligereza por don Víctor Oliver Rodríguez que hoy presidía el Senado, entre Estévez y «Madriles».


Ya apuntó Sebastián Castella que éste del retorno no era el mismo que aquél que se fue. El otro día, el de la exagerada Puerta Grande, demostró un poso y una verticalidad que distan bastante de su anterior encimismo y envaramiento. Hoy, de nuevo, ha dejado la sensación de que el tiempo de reposo le ha permitido centrarse más y elaborar un estilo de mayor entidad. En su primero, Pinturero, número 21, de José Vázquez, echó mano de oficio para sacar muletazos al buey, sobre todo por la derecha. El animal sigue el engaño y Castella le templa y tira de él, haciéndole moverse. Las gentes se ponen tan contentas con ese movimiento, que muchos confunden con el toreo bueno y cuando tumba al toro de una estocada entera le piden la oreja que don Víctor tarda en conceder. En su segundo, Jopillo, número 10, tuvimos la suerte de ver dos puyazos, única suerte de varas estimable en toda la tarde, obra de Agustín Romero, por los que recibió sinceros aplausos. El toro es soso, mirón y de sentido y de resultas de eso se abalanza en un segundo sobre el matador, que sufre una espectacular cogida en la que el toro se lo pasa de pitón a pitón en el aire. Castella, sin mirarse, continúa su labor hasta que llega el momento de la estocada. Luego, cuando desfilan las cuadrillas, todo entereza, se va por su propio pie a donde Padrós a que le atiendan de una cornada en el muslo que resultó ser de 20 cm. y de pronóstico grave.



 

¿Veletos juanpedreros?


ANDREW MOORE


 


LO DE UCEDA




LO DE MORANTE




LO DE CASTELLA

 


 

FIN

viernes, 2 de junio de 2023

San Isidro'23. Alcurrucenes para Urdiales, Talavante y Luque. Ayer fue el toro, la casta, y hoy fue la mona, la raspa. Márquez & Moore

Esto es lo que hay


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Días de mucho, vísperas de nada. Tras la abundancia la escasez, y si ayer la tarde fue un festín de toros hoy el encierro se ha cargado la tarde, poco más o menos. Segunda corrida de Alcurrucén en esta menguada Feria de San Isidro cuyo fin es inminente y a ver quién nos explica cuál es la razón de que hayan tenido que traer doce toros de los Hermanos Lozano, especialmente tras el deplorable juego de la que se dio el 18 de mayo. Misterios venteños que a nadie conciernen salvo a esta plomiza Plaza1 de la que en diversos momentos de la tarde se han quejado, agriamente y a voces, algunos grupos de aficionados.


Ayer fue el toro, la casta, y hoy fue la mona, la raspa. La mansada que los señores Lozano, don Eduardo, don Manuel y don José Luis, han mandado a Madrid era más digna de un simpecado del Rocío que de la ex-Primera Plaza de Toros del Mundo y de la ex-Primera Feria Taurina del Mundo. Y por si no quieres caldo, toma dos tazas de lo mismo, de descaste, de mansedumbre, de falta de remate, de ridículo taurino. El primero se echó al suelo cuando le dio la gana, en actitud que podía ser perfectamente la de la mula del Portal de Belén, más que la del buey, y allí estuvo echando la siesta del carnero, con el peonaje tirando del rabo -cola en Sevilla- a ver si conseguían que el manso holgazán volviera a la cuadripedestación y a mostrar el mínimo de dignidad al menos estando de pie. Pésima presentación. Escalera al averno de tipos y de tamaños, desde el grandote basto al largo y fino, igualados todos en su patente despreocupación del asunto de las varas y los caballos. Y las gentes del tendido aguantando el chaparrón, que el que venía del cielo no era nada comparado con el que se estaba dando en el ruedo.


Para matar a esta julandronada se trajeron a Diego Urdiales, veinticuatro años de alternativa, Alejandro Talavante, diecisiete años de alternativa, y Daniel Luque, dieciséis años de alternativa y otros tantos de que su padre me invitara a un café. Cincuenta y siete años de alternativa entre los tres, para quién quiera preguntarse por qué no salen jóvenes valores y la tauromaquia se halla estancada en una gerontocracia que tapona la parte mollar del escalafón.


La tarde dio muy poquito de sí. De Urdiales sólo pudimos apreciar su impecable vestido de azul noche y oro y esos aires tan toreros que se gasta cuando anda por la Plaza. El peor lote le tocó a él, especialmente su segundo, un tal Flauta, número 96, pariente de Picio por parte de madre, al que todos le tomaron un recelo descomunal y al que se banderilleó y toreó con el manual de Prevención de Riesgos Laborales en la mano. El primero había sido el colorado que se tumbó, toro de vaivén en su descaste y su flojedad al que hubo que mandar al Paraíso tras el poco edificante espectáculo que dio. En sus dos tardes Urdiales ha pasado  por Madrid de puntillas.


La gran pregunta acerca de Alejandro Talavante o, como ahora se le llama “Talavante” a secas es: ¿por qué volvió? El hombre, como tantas veces se ha señalado aquí, adolece de una tauromaquia definida, necesita alguien que le inspire, un modelo en el que poderse mirar para componerse. Hemos visto al menos cuatro o cinco distintos Talavante, en función de quien estuviese a su lado. Ahora está junto a él Simón Casas, el ensimismado co-empresario de Las Ventas, y no parece que de la relación de ambos nazca algo que arme el muñeco de nuestro Talavante 2023. Su tarde ha consistido en una indefinición muy en su estilo, propia de las épocas en que anda sin referencia, un ir de acá para allá con el toro, que oficio sí hay, y un humo de paja sin nada que reseñar en su primero. En su segundo inicia la faena con una serie larguísima de rodillas muy vitoreada y, si vale la censura, a ver qué pinta un matador de toros con cerca de treinta y cinco años como si fuera un novillero que se presenta. La faena consta de altibajos a porrillo, algún muletazo suelto y, de nuevo, sobre todo, falta de plan. Final encimista y escasa petición tras media estocada tendida, aviso y un descabello. Hay un poco de petición, que ni los mulilleros consiguen con sus cucamonas que vaya a más y The End. Seguimos echando de menos a aquel Talavante que, junto al inigualable personaje que fue Antonio Corbacho, tanto nos deslumbró de novillero.


Y Luque, que triunfa constantemente en Francia y que no consigue dar un golpe de autoridad en Madrid, por más que anden tantas opiniones mercenarias de los revistosos del puchero poniéndole siempre por las nubes. Podemos decir que le tocó “el mejor lote”, dentro de las deleznables señas que se dieron más arriba sobre el encierro. Luque presenta la misma cara de siempre, el mismo toreo de poco compromiso más asentado en la ventaja y el viaje largo que tanto embelesa a los públicos contemporáneos, que en la verdad del cite y la tauromaquia más clásica. Con tantos años de oficio tiene una solvencia en su muleta muy estimable, y si la pusiera al servicio del bien hacer lo mismo se podía llegar a algo positivo, pero la fealdad de su colocación, lo desairado que queda cuando el toro se queda parado y no repite, enfría al público más que la lluvia que caía. Hubo otra petición de oreja de poca monta y de nuevo las tardanzas estudiadísimas de los mulilleros, tristes benhures de mula y propina, no fueron capaces de que aquello se elevase. En su segundo, el chiquitín Mimoso, número 62 que daba fin a la corrida, Luque se dedica a eso de “exprimir” al toro, que es como ver a una borrica dando vueltas a una noria. Algún jaleado adorno, un cambio de manos y, sobre todo, una excelente estocada que fue lo mejor de toda la tarde. Se pidió la oreja, que no se concedió, pero la estocada la valía. Ahora mismo no recuerdo otra en la Feria que haya sido mejor que esta de Luque, por lo lenta que la ha hecho, los tiempos marcados, la manera de tomar al toro en corto, dejando el estoque arriba, y su efecto fulminante que hace rodar a Mimoso sin puntilla.




ANDREW MOORE

 


 




LO DE URDIALES

 


LO DE TALAVANTE





LO DE LUQUE

 




FIN

jueves, 1 de junio de 2023

San Isidro'23. Toros de Santiago Domecq para Saldívar, Adrián y Lorenzo. Un derroche de toros (la corrida de la Feria) sin nadie que la atendiera. Márquez & Moore

 


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Un derroche, así sin más. Hoy hemos asistido en cuerpo y alma a un derroche. Hoy hemos visto cómo se iban al desolladero seis toros sin que haya habido enfrente nada de enjundia, nada relevante, sólo hemos sido testigos presenciales de ver cómo se iba derrochando la clase de seis toros sin que nadie estuviera a su altura. Como cuando aquel famoso niño que tiraba los billetes de banco de sus papás desde el balcón y disfrutaba viendo arremolinarse a los que paseaban por la acera, lo mismo pero en taurino, ha sido el balance de esta tibia tarde con la que se despedía mayo.

 
Santiago Domecq ha traído a Madrid la corrida de la Feria, seis toros de excelente presentación que han dado relevancia al cartel de azulejos que hay sobre la puerta de Alcalá 237, donde pone «PLAZA DE TOROS», seis toros con trapío, romana y presencia que nos han proporcionado una extraordinaria tarde de toros en la que quien no haya disfrutado es porque, sin dudarlo, es un tío sieso. Y mira tú que cuando ves escritas las letras que forman la palabra “Domecq” ya se encienden todas las alarmas del descaste, de la bobería y del muermo; pero estos de hoy nos han hecho tragarnos los prejuicios y quedarnos hasta el final a aplaudir al mayoral por la tarde que nos han dado los seis toros que se trajeron a Madrid desde Jerez de la Frontera.

 
Y nadie se crea que estos Domecq de don Santiago han sido de esos con cara de pazguato que a la primera te sacan la lengua y que embisten como los zombies de una película de George A. Romero, esa embestida de ir por ir; estos embestían con chispa, con flexibilidad, con ganas, sin envaramiento ni descanso, con fijeza y con casta como para llevarse por delante al matador cuando las cosas no se hacían a derechas, con alegría pero sin entrega porcina, más bien exigiendo a sus toreadores que les mostrasen sus papeles. El colmo de la tarde fue el quinto, Contento, negro zaino, número 14 en cuya insuperable embestida eclosionó violentamente en la Plaza el run-run de que estábamos asistiendo a una corrida sensacional. Tres de los seis fueron aplaudidos en el arrastre, dos ovacionados y uno recibió el premio de la vuelta al ruedo.

 
Nos queda la pena del maltrato a que fue sometida la corrida en varas. Nadie se esforzó lo más mínimo en lucir a los toros en el primer tercio, que se efectuó de la manera anodina y funcionarial de todas las tardes: nos hurtaron ver de verdad a los toros a base de taparles la salida, como siempre hacen con el que se emplea, y de ver si las distancias que los toros cantaron en la cosa de la muleta habrían sido idénticas al cite del picador y del cuadrúpedo de las faldillas, nos quedamos con las ganas de que se respetase al toro y que los del castoreño, que ya ni siquiera se hace de castor, se tuvieran un poco de respeto a sí mismos y a los oros que adornan sus chaquetillas.


El primero de la tarde, un tío que llenaba la Plaza, fue un colorado bragado meano y «girón» (sic), cosa que nos llevó a la evocación de los hermanos Girón (Curro, Efraín y César, aunque había otros dos) más que a la mancha en el ijar. Manosfinas su nombre, 91 su número. Cumple en las dos varas que le pone Romualdo Almodóvar, en las que empuja, recibiendo menos castigo en la segunda de ellas. El toro tiene un tranco espectacular y demanda la larga distancia con la muleta. Desde el inicio se ve la clase del animal en sus condiciones y su bella y encastada embestida. No es toro para cercanías, sino para poner mando, temple y firmeza frente a su casta y nada de eso halla. El toro es exigente y, como estamos al inicio de la tarde, a muchos no les acaba de llegar. No obstante, es aplaudido en el arrastre.


A continuación una pintura, un cárdeno claro que habría firmado el Duque de Veragua, de nombre Costurero, número 89, toro serio y cuajado que acude con ligereza al caballo de «Jabato», pero que se escupe del trato con la puya y el equino las dos veces que se encontraron. El toro tiene, como el anterior, una embestida vibrante, encastada y exigente. Es también toro que pide distancia y firmeza, colocación y mando, y que le quita la muleta al torero cuando pretende ahogarle en cercanías que el animal no desea. Aplausos  para el toro cuando lo sacan de la Plaza a rastras.


El tercero es un castaño que atiende por Nubarrón, número 13, toro de mucho cuajo y muy bien puesto de cuerna, que ataca al caballo de Francisco Javier Sánchez levantando la cara en la primera vara y que pelea lo justo para cumplir en su segundo encuentro. Recibe un extraordinario par de Curro Javier en el que el toro aprieta hacia la querencia con pies y el extraordinario peón le acepta el envite con conocimiento y enorme torería. El toro en la muleta, al igual que los anteriores, pide que se le comprenda, que se vea cuál es el terreno y la distancia que demanda, no que se le venga a meter en una caja en la que no cabe, de resultas de esta incomprensión va naciendo un desarreglo en la faena que acaba siendo hecha de pases dados de uno en uno, a despecho de la clase de Nubarrón, con las condiciones que cantó el toro en cuanto a la largura de su embestida. Otro que se va al desolladero acompañado por la ovación del respetable.


Después de la presentación excelente de los tres precedentes, el cuarto recibió ciertas censuras a su salida debido a que parecía de menor envergadura y eso que la bonoloto de la báscula de Las Ventas le había asignado 572 kilos. Aunque su nombre era Sensible, número 10, esa actitud hostil de cierta parte de la afición no le afectó en absoluto. Cuando raja el capote de su matador ya se ve que ahí tenemos otro toro al que conviene atender. Ante Daniel López y su jamelgo cumple en los dos puyazos, hecha la suerte como quien rellena un formulario De nuevo el de Santiago Domecq trae la movilidad por bandera, el viaje largo, con ciertas prevenciones del toro al principio y en seguida su demanda de un torero frente a él, de una muleta que le mande, de un hombre que pise el terreno donde se torea, que le temple y le pueda. El toro embiste con todo el cuerpo y exige mucho y lo que obtiene es una ovación cuando, rendido, sale hacia el desolladero.


Tras el nivel excelente que habían dejado los cuatro episodios precedentes, ahí está Contento, otro toro de gran seriedad con mucha plaza que, simplemente, cumple en las dos varas que le receta el doctor Alberto Sandoval y que se viene arriba en banderillas, llegando a la muleta con unas condiciones excelentes. El toro es algo distraído al inicio del trasteo, pero en seguida se calienta y pone de manifiesto que tiene una clase extraordinaria y una embestida que es un sueño, y además que acude al cite a la primera, que sorprende al matador arrancándose cuando éste quiere acortar las distancias, que no rehúye la pelea, que demanda torero y toreo y ahí vemos cómo se va pasando el tiempo sin que ni lo uno ni lo otro asome por parte alguna, porque ahí sólo hay toro, toro y toro y el que torea es el toro. Fortísima ovación a Contento al doblar bellamente, tragándose la muerte en el tercio, y vuelta al ruedo a un gran toro.


Para acabar la extraordinaria tarde de toros de Santiago Domecq, ahí tenemos al número 48, Peleador, negro mulato listón y chorreado, muy serio también y de descarada cuerna a quien ausculta con la puya Antonio Prieto en dos entradas en las que el animal acude en distancia y con prontitud al cite, empleándose en la pelea. Gran brega de Curro Javier, tanto al sacar al toro de las faldillas como en banderillas, con capotazos que son como bendiciones Urbi et Orbe dadas desde San Pedro, pura eficacia y pura torería. El toro demuestra primeramente su inclinación a galopar a distancia hacia la muleta, llevándose por delante al torero, y luego sigue atendiendo los cites del matador, que lo mismo se pasa de metraje en la faena porque el toro se empieza a venir hacia tablas en el 9. Palmas para el toro en arrastre.


Si no miente la Unión de Criadores, el mayoral de Santiago Domecq se llama don Rubén Orellana Gamaza, y entendemos que es él quien de esa manera apresurada y un poco tímida tan común en los mayorales, recoge la justísima ovación de la afición a tan interesantísima corrida de toros.


Los matadores Arturo Saldívar  -que nadie sabe por qué hizo el paseíllo desmonterado-, Fernando Adrián y Álvaro Lorenzo tuvieron la mala suerte de que les tocase esta corrida tan por encima de sus posibilidades. A Adrián le dieron la primera oreja los benhures de la mula y la segunda una petición mayoritaria de una para un toro de dos, como quizás no halle otro en su vida. Una serie de derechazos, unos naturales pintureros, y muchos pases por la espalda fueron el magro balance, en conjunto de faenas, de esta excelente tarde de toros.


Al término del festejo Álvaro Lorenzo pasó a la enfermería, herido en el muslo, de pronóstico reservado.

A mantazos de Saldívar, que hizo el paseíllo desmonterado


ANDREW MOORE






 


 

Los conseguidores de orejillas


FIN

miércoles, 31 de mayo de 2023

San Isidro'23. Novillos de Fuente Ymbro para Hernández, Burdiel y Lalo de María. Apoteosis del pico en homenaje a Fuentes y la consabida plaga de bernardas y manolas. Márquez & Moore

 

Un 10 a Lalo de María por el vestido tabaco y oro

 digno de un emperador persa para su debut en Madrid

 

 

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ

 

Minuto de silencio en memoria de José Fuentes, torero de larguísima trayectoria a quien se debe la famosísima anécdota del pico: aunque ya se había generalizado esa ventaja de citar con el pico de la muleta, fue a José Fuentes a quien más se mortificó con la censura de su cite cada vez que se producía. En la Feria del año 70 comenzó el tormento del torero a costa del abuso del pico desde el principio de la faena y éste, sin amilanarse, se fue a la barrera, pidió una puntilla al mozo de espadas y, a la vista del respetable, cortó el pico de la muleta. Recibió el aplauso del público, pero en seguida se dieron cuenta de que, aunque de menor tamaño, él seguía citando con la muleta de perfil, atravesada. Con buen humor declaraba el linarense en una entrevista hace no tantos años que él debería cobrar una patente por ese truco que todo el mundo usa y que en la época presente ya apenas nadie censura. Descanse en paz.


Tras la preceptiva jornada de descanso lunesino instaurada este año, que nos ha servido principalmente para seguir paladeando la torería y la enjundia de Fernando Robleño del domingo pasado, hoy vuelve a nuestros pechos el hierro de Fuente Ymbro, a quien tan injustamente maltrata la razón social Plaza1, dado que en lo que va de temporada sólo han programado, con ésta de hoy, tres corridas de la divisa verde y así no hay manera de alcanzar la cima de las ocho corridas que echaron en Las Ventas la temporada pasada. Vamos, que entre 2022 y lo que va del 23 llevamos 66 toros y novillos de Fuente Ymbro, que o bien los dan a precio de saldo o acaso que comprando una corrida de toros te regalan dos novilladas o yo que sé, pero que no hay recuerdo de que en Madrid se hayan lidiado de manera tan abusiva tal cantidad de reses de un mismo hierro, quizás para dar en las narices a los agoreros que predican eso de que «no hay toros en el campo», porque puede ser que todos los toros de Iberia los tenga don Ricardo Gallardo en sus predios de San José del Valle.


Para vérselas con el encierro de Ymbro se trajeron a Víctor Hernández, que anda sin apoderado por unos líos con Miguel Tendero que no hacen al caso, Álvaro Burdiel, que está en las manos de José Ortega Cano, y Lalo de María, de Nimes, nuevo en esta Plaza, a quien apodera José Antonio Campuzano. Ya nos hubiera gustado que se hubiesen dado la vuelta las tornas y haber visto a Campuzano, Ortega Cano y Tendero matando la novillada, para ponernos la miel en los labios en un imposible Regreso al Futuro.


La novillada ha tenido dos capítulos: el primero, compuesto por los tres novillos del inicio, nos lleva directamente a la introspección y la somnolencia que procede de la mansedumbre del ganado, de sus pocas ganas de hacer caso a las telas, de su aspecto canijo y cansino. El segundo capítulo es el de los tres de final que han exhibido otra disposición y otras hechuras, levantando el interés del público al traer a la Plaza movilidad, dificultades y problemas o problemillas.


Víctor Hernández, de azul marino, estuvo muchísimo tiempo con sus dos novillos. El primero era una mansedumbre que acudía a los cites como el que va a la obra a abrir una zanja a pico y en esa sosería se mantuvo la larga faena con Víctor poniendo ladrillos y ladrillos, sin que el aparejo cobrase forma. Como homenaje a Fuentes citó a base de bien con el pico y usó todo el repertorio del neotoreo que se cifra en los tres mandamientos: No te cruzarás/la suerte no cargarás/ la pata la esconderás. Eso unido al uso de la muleta como si fuese bayeta, a los pases dados de cualquier manera, sin solución de continuidad, y a replantear la faena desde el inicio en cada nueva tanda nos lleva a la evidencia de que Víctor no fue esta vez capaz de despertar pasiones. Estocada de aquella manera y aviso. Su segundo, Ibicenco, número 208, que en la corrida del día 21 ya salió otro Ibicenco, se queda crudo en varas y desarrolla unos modos airosos y juveniles que hacen al público ponerse de su parte. El toro, que tira a manso, tiene sus cosas, por ejemplo un geniecito o una embestida algo descompuesta que exigen mando, temple y un plan, cosas que Víctor Hernández no es capaz de poner. Así se va desarrollando la faena, a base de enganchones y porfías en la que se va percibiendo que gana el toro. Saca una serie con la derecha y ya nada más hasta que entre pinchazos y estocadas acaba can él, sin haberse enterado de la distancia que el novillo demandaba. Un aviso al torero y palmas al toro es el balance del pugilato.


Álvaro Burdiel venía con un vestido azul noche con unos floripondios que nos llevaron a pensar que podía ser diseño exclusivo de su apoderado. Con su primero, el de la parte sosa y canija del espectáculo, ahí anduvo el bueno de Álvaro tirando líneas, hizo su homenaje particular al pico de Fuentes y fue dejando pasar el rato mientras la cátedra que estaba a cubierto sesteaba y la que estaba a descubierto se protegía de las lluvias de mayo, sin echar cuentas los unos ni los otros al muchacho. Terminó con el novillo a base de descabellos y recibió el ya tradicional aviso. Su segundo, Gritador, número 103, tiene otro aire y más que torear. Lo recibe con la rodilla en tierra y cuando el toro se le viene encima resuelve bellamente con una trinchera de pura improvisación. A partir de ahí tenemos a Burdiel desarrollando su particular visión del neotoreo siglo XXI, en la que se aprecia que en la cabeza del muchacho hay estructura de faena y que compone una elegante figura, pero que sus modos son más o menos los de todos: la pata retrasada, el viaje de expulsión, de nuevo el pico de Fuentes. Lo mismo si hubiese venido a los toros el domingo y hubiese visto hacer el toreo se podía haber inspirado en un modelo basado en la verdad que le cuadra a sus maneras, pero parece que sobre su alma pesan más las palabras ofidias y en su mente anida una gran confusión.

 
Hay que darle un 10 a Lalo de María por el vestido tabaco y oro digno de un emperador persa que se hizo para su debut en Madrid, ¡vaya preciosidad de vestido, sin un gramo de espumillón blanco de ése que se estila ahora y vaya bordados! Parece que quien sea ha tenido prisas por traer a este nimeño a Las Ventas, en el que se percibe en sus maneras y en su tosquedad una patente falta de oficio, suplido a base de ganas y valor. Su deficiente uso del capote y su deslavazado manejo de la muleta nos llevan a pensar en qué intenciones albergaría quien le haya traído a Madrid con tan poco equipaje. Al entrar a matar a su segundo, se aprecia perfectamente en la foto del gran Andrew Moore, el novillo, Tamboril, número 96, le pone espeluznantemente el pitón en la cara junto a la nariz, y no ha pasado nada porque San Isidro protege a los toreros que vienen a su Feria.

 
Hay que decir que lo de las bernardinas y las manoletinas es una plaga equiparable a la de la langosta en los cultivos o el mildiu en la vid. Resulta que la gran herencia que legó José Tomás es ese pestilente final, que ahora lo hacen todos constantemente y hasta la saciedad. A nadie le ha dado por imitar la colocación del de Galapagar, su cite, su toreo al natural, su desgarro: de toda aquella maravillosa ola que duró tres intensos años sólo les ha dado por copiar las bernardas, las manolas con las que nos atufan día sí, día también. Otro de esos incordios nacionales.


Entre 2022 y lo que va del 23 llevamos

 66 toros y novillos de Fuente Ymbro


ANDREW MOORE







LO DE HERNÁNDEZ

 




LO DE BURDIEL

 




LO DE LALO

 





FIN