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sábado, 9 de junio de 2018

San Isidro'18. XV y Fin de Feria. Adolfos serios, cogida del Cid, faena de Moral y puesta en el sitio de Ángel Sánchez

El Cid

José Ramón Márquez


Parece que era ayer mismo cuando don Gabriel Martín, estrafalariamente ataviado como un barquillero del Retiro, franqueaba el portón por el que asomó Lagartillo, número 50, el novillo negro listón de Guadaira con el que se inició la Feria del Isidro 2018, y hace un rato acaba de ser arrastrado por el tiro de mulas de los Mosus de Cuadra, los benhures de la propineja, el cárdeno Carpintero, número 14, con el que se pone fin a la misma. Entre la juempedritis bodeguera de aquel novillo del 8 de mayo hasta la seriedad albaserrada del toro de Adolfo Martín del 8 de junio, se nos ha pasado la Feria, otra más.

Para la corrida de fin de Feria los Dombos idearon un interesante cartel protagonizado por los toros de Adolfo Martín y por los matadores El Cid, Pepe Moral y Ángel Sánchez, que venía a tomar la alternativa y la confirmación, siendo esta la primera vez que alguien recibe la alternativa con toros de Adolfo Martín, que ahí tienen un motivo de felicidad los que gustan de vivir momentos históricos, y un motivo de admiración los que quieran apreciar el macizo gesto del joven ex novillero.

Sin hablar de la decepción de Teruel del año pasado, las últimas corridas que Adolfo Martín trajo a Las Ventas nos tenían un poco desconcertados, por no decir amoscados, ya que sin acabar de dar el paso hacia lo verdaderamente comercial las trazas que presentaban eran más bien poco halagüeñas en cuanto al registro de casta y de inteligencia. Sin embargo hoy Adolfo se ha traído a Madrid un festín para el aficionado con seis toros de óptima presentación y de variado comportamiento que han devuelto a Las Ventas el sello de la imprevisibilidad del toro de lidia. Aunque parezca sacrilegio poner aquí el nombre del Cuvillo lo pondremos como contraejemplo de lo de hoy, dado que los revistosos del puchero estarán cantando como excelente la corrida que echó el propietario de El Grullo el pasado día 25, seis toritos todos iguales, clones el uno del otro en la cosa de la muleta, las mismas embestidas, la misma falta de ideas, la misma entrega preconcebida, y en cambio estos seis adolfos de hoy fueron cada uno distinto, cada uno con su particular personalidad, con agresividad y entrega, con la reserva que crea incertidumbre, con la acometida maciza y briosa a la muleta, con la promesa, fatalmente cumplida, de la cogida, los albaserradas de Adolfo Martín han traído una auténtica montaña rusa de emociones.

La parte peor de la tarde se la llevó Manuel Jesús El Cid, que fue a quien le tocó pagar el tributo de la sangre. El toro se llamaba Monerías, número 1; brinda al público El Cid y se va al toro, le pone la muleta frente al 6 y comienza a labrar la embestida del toro con la muleta en la derecha, entre las rayas, recogiéndole y sin dar la impresión de que acaba de fiarse de él, andando le da dos con la derecha en los que el toro le protesta y, perdiéndole unos pasos, le vuelve a citar dejándose ver; el toro acomete a la muleta y en el mismo embroque ve al torero y le suelta un derrote seco y certero con el derecho que le prende del muslo y le saca de la corrida poniéndole a disposición de la ciencia de Padrós. A partir de ahí la corrida se queda en un desigual mano a mano entre la experiencia de Pepe Moral y la bisoñez de Ángel Sánchez.

Antes de seguir tenemos que recordar una vez más el fantástico galimatías de toros y toreros que explica, con desparpajo y facilidad, el gran Manolo Morán a unas extranjeras en una inolvidable escena de la fantástica “Tarde de Toros”, filme de Ladislao Wajda de 1956, porque hoy pasaba algo así, que el tercero mataba el primero y al resultar cogido el primero, que mataba el segundo, al tercero le tocaba matar al segundo y también al tercero y luego el tercero se ocupaba del cuarto, el segundo mataba al quinto y, por fin, el tercero remataba la tarde matando al sexto. Fácil, aunque si eres de Wisconsin la cosa no lo es tanto.

Mientras la tarde rodaba por los senderos de la normalidad, es decir, en la lidia del primero, se esperaba con atención al joven Ángel Sánchez, que dejó su sello en una tarde de 2017 en la que yo no estuve en los toros. El toro de la alternativa y de la confirmación se llamaba Mentiroso, número 1, y con él estuvo Sánchez francamente bien mandando al tendido el mensaje de su buena colocación y, por momentos, del mando de su muleta. El toro tenía lo que se dice cuatro tandas y el torero se empeñó en demostrar que se puede citar adelantando la muleta y que echar la pata hacia adelante no es algo de ciencia ficción, tal y como se empeñan día a día en hacernos creer. Ángel Sánchez nos dejó un excelente sabor de boca en ese toro, por más que alargase su trasteo cuando ya el toro estaba muy parado, y cuando dobló el animal ya estábamos deseando que llegase el sexto para verle de nuevo. Luego le tocó, a causa del percance de El Cid, vérselas con el que debería haber sido el segundo del de Salteras, Horquillero, número 49, que sometió a Sánchez a una prueba impresionante, pues las condiciones del toro en la muleta, su agresiva violencia, su inteligencia, su sentido, su seriedad constituían un desconcertante reto para las habilidades de un hombre que acababa de tomar la alternativa hacía media hora larga. Era Horquillero un toro para Andrés Vázquez o para Ruiz Miguel, para muletas poderosísimas y dotes acreditadas para el dominio. Aunque el reto para el nuevo matador de toros era prácticamente insuperable por las condiciones del Adolfo, el muchacho no se arredró y trató de salir de aquel vendaval con la mayor dignidad posible. Yo creo que ese toro, cuyo sentido y agresividad recordará Ángel Sánchez muchas veces a lo largo de su vida, un toro de unas condiciones tales como jamás han visto los cuatro que están a la cabeza del escalafón, le sacó completamente de la corrida, descentrándole cumplidamente, y así llegó hecho unos zorros al sexto, Carpintero, número 14, donde no asomó ninguno de los méritos que demostró en su primero en el rato que duró el toro antes de quedarse reservón y espeso, como si aún llevase encima la losa de granito de Galapagar que le echó Horquillero en las costillas. Ahí, en el desarrollo de esta tarde, en los tres toros y las circunstancias que los hados le han deparado, en la particular bajada a los infiernos de Ángel Sánchez, está descrita de manera evidente la dureza del oficio que él, por propia voluntad, ha elegido. Ahora se trata de recomponer los propios fragmentos y seguir hacia adelante, sin renunciar a la ilusionante personalidad que ha dejado traslucir en su primero. Apetece volver a verle.

Y Pepe Moral, que hoy ha dado la perfecta medida de sí mismo, y el resultado no es, por desgracia, como para ponerse a echar las campanas al vuelo. Nos quitamos de en medio dos toros, porque por ir a lo negro -a lo cárdeno, hoy- la cosa se debe enfocar en el quinto toro de la tarde, un cinqueño que le había correspondido por sorteo, o sea que la cosa iba predestinada, y que se llamaba Chaparrito, número 1, y ese número 1 sí que estaba bien puesto porque Chaparrito es, en la última corrida del serial y sin lugar a dudas, el toro de la feria. Desde los primeros lances se vio que el adolfo se movía con clase en una embestida hermosamente vigorosa. Su paso por la cosa caballar no es que fuera una birria, pero tampoco fue como para una mascletá, al menos digamos en su favor que se arrancó de largo al segundo puyazo. En banderillas apuró lo suyo y, en el segundo de sus pares, hizo hilo con Juan Sierra, haciéndoselas pasar canutas, empujándole con la testuz,  sin que por ventura la cosa pasase a mayores. Con un run-run de expectación corriendo por los tendidos, se va Pepe Moral a por Chaparrito y se lo saca hacia el tercio con la derecha, flexionando la pierna en cinco pases y uno por alto en los que obliga poco al toro y en los que se aprecia perfectamente la condición fija del burel y la clase de su embestida. A partir de ahí Pepe Moral plantea su trasteo en tres series de poco compromiso, en las que hace moverse al toro con gran sabiduría, y un manejo óptimo de la muleta para llevar al toro largo y dejarlo muy bien colocado, pero se equivoca de plano Pepe Moral en plantear su trasteo dejando la pata escondida, porque pisar el terreno del toro y caer hacia adelante entre pase y pase es justamente lo que habría vuelto loca a la Plaza. Donde Moral tenía que haber liado un gallinero había aplausos, pues su oficio pasado por las manos del gran Manolo Cortés (qDg) es innegable, pero Moral estaba en condiciones de reventar Madrid, por las condiciones del toro y por el propio corte del torero, y no lo estaba haciendo. Gulas en lugar de angulas, para entendernos. Cuando se cambia la muleta de mano firma, al natural, la gran serie de la tarde y de la Feria, un primero por afuera para poner al toro en movimiento, cayendo hacia adelante para traerse al toro en el segundo y ceñirse a él perfectamente en el tercero y el cuarto y aguantar con inteligencia y oficio un parón en medio del quinto natural, que resuelve con gran espontaneidad, andando, y rematar la serie con uno por alto. Luego se descalza y vuelve a la derecha, para dar otra serie de poco fuste, y retorna a la izquierda donde vuelve a dar un espléndido natural, aunque en esta serie el toro no responde tan óptimamente como en la anterior. Donde tenía que haber habido un triunfo grande, hubo tan sólo una oreja de esas que se dan con la connivencia de los Mosus de Cuadra; donde Pepe Moral tenía que haber salido proyectado como un cohete hacia el Planeta de los Toros, hubo poca ambición y acomodamiento. Decíamos de Horquillero y Ángel Sánchez, pero Chaparrito es toro que pesará en la carrera de Pepe Moral. Resaltemos lo bien que ejecutó la suerte suprema en sus dos intentos, en corto y atacando en recto en ambos. Cobró un pinchazo en el primero señalado en buen sitio y una estocada desprendida en el segundo, que a los toros buenos hay que matarlos por arriba y haciéndoles bien la suerte.

En este postrero festejo de la Feria del Isidro 2018 no faltó la correspondiente Fiesta del Olivo, y que me perdonen los de Mora, protagonizada por Curro Robles e, innecesariamente, por Rafael Limón.



Viendo venir la tarde

Confirmando a Ángel Sánchez

Cogido por Monerías

Ecos de las marismas 

Anderson Murillo

Nuestra Puerta Grande

Adiós San Isidro

viernes, 8 de junio de 2018

San Isidro'18. XIV de Feria. Ni fiesta de Rehuelga ni desafío ganadero ni zambombazo de Cortés


Ἀγεωμέτρητος μηδείς εἰσίτω


José Ramón Márquez

Hay que ver lo contentos que nos íbamos hacia Las Ventas para retomar el pulso del toro, tras el innecesario paréntesis de la Beneficencia, canturreando con Pepe Pinto aquello de “…en el toro el cárdeno / y en el caballo el tordo…”, y quién nos iba a decir que al final de la tarde nos íbamos a llevar más alegrías gracias a los caballos que a los toros propiamente dichos. Para esta tarde de postrimerías de la Feria del Isidro 2018, de la que ya sólo resta un capítulo de Adolfo y un estrambote de Victorino para que doble en tablas, la inteligencia del think-tank Dombiano pergeñó un desafío ganadero, que es una fórmula moderna para traer toros de dos ganaderías, tres y tres, como una especie de competencia cuya finalidad se nos escapa. En realidad más bien parece que lo del desafío es un subterfugio para traer toros de ganaderías que, probablemente, no tienen una corrida completa para Madrid, y en esto me refiero de manera especial a la de Rehuelga, que tan sabrosa tarde de toros nos ofreció el año pasado.

Lo más normal, lo que pasaría en cualquier otro espectáculo, es que el público tuviera una mínima información de cómo se desarrollan los pormenores alrededor de su espectáculo favorito, tal y como pasa en el balompié, que se sabe todo acerca de cualquier circunstancia que se produzca, desde las tristezas o mohines de los jugadores y sus novias, las tremolinas del vestuario, las circunstancias todas que rodean el desarrollo de la competición o los dimes y diretes. En los toros no pasa nada de eso. En los toros todo se sabe de manera no oficial, porque uno tiene una amiga que es celadora en un hospital y se entera de que a Ureña lo han metido en una máquina que acelera la curación de sus vértebras, porque el primo de un compañero de trabajo es amigo de uno del equipo veterinario de la Plaza que le cuenta alguna interioridad del reconocimiento, o  porque el pollero del mercado es hermanastro de un banderillero. Parece inexplicable que nos tengamos que imaginar, en plena “sociedad de la información”, lo que ha tenido que pasar para que hoy hayan salido los seis toros del “desafío” y no tengamos una sola explicación por parte de Plaza1 sobre cuál es la razón por la que el desafío se hace sobre la base de dos de Rehuelga y cuatro de Pallarés, sobre cuántos toros se han visto, cuántos han sido rechazados y por qué razón lo han sido. Parece mentira que ahora que los consultores han encontrado una nueva mina con la que forrarse a base de la monserga de la Responsabilidad Social Corporativa o de la cantinela de la Transparencia, el planeta de los toros siga anclado en unos modos propios de la I Revolución Industrial.

Lo que también se ve es que, por exigente y argumentado que fuera el criterio que los eminentes doctores veterinarios les han aplicado a los toros, al final se ha conseguido una combinación perfecta, entre echados y acogidos, que no daba opción a que el poseedor de una entrada pudiese ejercitar su derecho a la devolución del importe de la misma, o sea que Domb y sus Dombos se habrán batido el cobre con el fin de que nadie pudiese ir a taquilla a recuperar la parte de su inversión en toros correspondiente al importe de una entrada, que Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.

La verdad es que ni miro esas cifras que dan y no sé si los espectadores éramos 12.789 u 11.378, que como no soy el empresario me dan lo mismo,  pero lo que sí sé es que la Plaza presentaba un día más una entrada de muy poco fuste y que en esta Feria la asistencia del público ha sido mucho más escasa que en la precedente, sin ir más lejos. Está claro que lo de permitir no comprar todas las entradas del abono es una buena triquiñuela con el fin de dar rotación al público en los tendidos y que no sean los mismos durante un mes los que vean juntos las corridas, cosa que este año han conseguido de manera perfecta.

Como se dijo antes, la corrida se tituló “Desafío Ganadero” y los desafiantes fueron las ganaderías de Pallarés y Rehuelga, ambas de idéntico origen Buendía, por más que en el programa oficial, las páginas 8 y 9 las rellenen a base de diagramas de flujo ganadero que lían más que aclaran la cosa, con lo facilita que es. El caso es que se trajeron a los cuatro pallareses desde la provincia de Sevilla, esa ciudad ya rendida a los pies del Curro de San Blas, y a los otros dos hermanos desde Benalup de Sidonia, que es el nombre actual de Casas Viejas, donde se lió la tremolina hace treinta años por unos furtivos que cazaron una liebre y la cosa se fue enredando y enredando hasta acabar con trece detenidos y con un asalto tumultuario al cuartel de la Guardia Civil de Medina Sidonia incluido.

Acaso para equilibrar algo el desafío ganadero, la fortuna o la biología dispusieron que el primero de los de Pallarés, Campanillero, número 38, dada su extremada blandenguería y la falta de una eficaz psicomotricidad, fuera condenado a perecer en la soledad húmeda de un oscuro chiquero, siendo sustituido por uno de José Luis Marca, que no era de marca sino de garrafón, un jabonero juampedrero y revirado como sólo ellos se reviran, y eso hace ya que hablar del desafío pierda por completo el sentido, porque una vez eliminado por la ciencia veterinaria un tercio de la propuesta original de dicho desafío y una vez introducido un elemento imprevisto en el transcurso de la corrida, mediante la exhibición de pañuelo verde por parte de don Justo Polo Ramos, la corrida se ha transformado en un mini-concurso de ganaderías, que es una fórmula que desde aquí ofrecemos desinteresadamente a la estimación de don Bernard Domb, para que se vea que también ponemos nuestro granito de arena para el progreso de la Fiesta.

Del encierro, o del mejunje, se esperaba más: principalmente una dosis más elevada de casta, que es lo que se suele dar por supuesto cuando se habla de Santa Coloma. En eso la decepción ha sido el denominador común de los cinco cárdenos, sin paliativos. Luego ha habido un par de toros, el cuarto, Turquesito, número 28, y el sexto, Dichoso, número 34, que han propiciado un tercio de varas de gran interés y que sirve para explicar la belleza de ese tercio cuando se ejecuta con gallardía, con ganas de hacer bien las cosas, con conocimiento de la monta y con torería. En cuanto a la disposición hacia la muleta, el toro de mejores condiciones ha sido el veleto Turquesito, de gran nobleza por el pitón zurdo y algo más complicado por el derecho.

Decía Paco Camino, gran especialista en Santa Coloma, que a estos toros hay que darles su distancia y su espacio, no agobiándoles con cercanías, y al decir esto se nos viene al recuerdo las emocionantes faenas de Domingo Valderrama a dos toros de Hernández Pla, basadas en la distancia y la colocación perfecta del diestro, siempre la muleta por delante, que es el perfecto contrapunto a lo que hoy día se hace, pues en nuestros días lo que más se ve es cómo se acompaña la embestida más que traer toreados a los toros. En ese registro tan poco exigente es precisamente en el que se ha situado Iván Vicente, diecisiete años de alternativa, cómo se pasa el tiempo, para no acabar de llegar a nada con sus dos oponentes, de los cuales el primero tenía menos fuerza que ese culín de gaseosa que se queda en la nevera, pero un potable pitón izquierdo y el segundo era el Turquesito del que se hablaba antes, que hasta para ser toro hay que tener suerte porque si Turquesito cae en otras manos que le hubiesen dado otro tratamiento a lo mejor estábamos hablando del mejor toro de la Feria.

A Javier Cortés le esperábamos con ansia después de su tarde en Madrid del día 2 de mayo. Las cosas se empezaron a torcer con su primero, el flan Dhul que don Justo expulsó de manera expeditiva. Se corrió turno y salió Avinado, número 20, pegajoso y falto de chispa al que hizo un emocionante principio de faena trayendo al toro de largo para dar una exagerada trinchera y luego tres derechazos y uno de pecho de mucha enjundia. Con la Plaza a la expectativa plantea la siguiente serie volviendo a hacer galopar al toro y ligando tres con la derecha de más a menos y un cambio de manos por detrás, pero al intentar rematar la serie con uno de pecho el toro le arrebata la muleta y, sea por lo que sea, el toro y el torero cambian y la faena ya no consigue tomar el vuelo que tuvo en su inicio, por más que Javier Cortés lo intenta. Acaso le faltó sosiego. Lo mató por arriba soltando la muleta. El jabonero quinto, de Marca blanca, grande y de tipo charolais, tenía peores intenciones que Caifás y acabó echándoselo a los lomos en un natural en que el torero estaba completamente destapado, dejándole como recuerdo un puntazo en el muslo.

Que Javier Jiménez tiene muchas papeletas para funcionar en el mundo de la tauromaquia es algo que se ve bastante evidente: tiene el oficio como para estar frente a los toros sin apreturas y un cierto desparpajo como para andar por esas Ferias, que hay que hacer muchos carteles. No puede decirse que hoy sortease el mejor lote, como tampoco se puede decir que ni el soso tercero ni el grandón sexto le quitasen el sueño.

Lo mejor de la tarde, sin duda alguna fueron los tercios de varas que protagonizaron Héctor Vicente en el cuarto y Agustín Romero en el sexto, donde proclamaron netamente la belleza de la suerte de varas bien ejecutada.

Después de unos días sin tan oprobiosa costumbre, hoy tuvo que ser Jesús Robledo “Tito” el que quebrase la racha tomando el olivo.

Aquí no entra nadie que no sepa geometría

E=mc2

Our elders

Third of rods

Ghost bull

Se cae a cachos

El Poeta Verdadero y un gacetillero

miércoles, 6 de junio de 2018

San Isidro'18. XXIII de Feria. La tarde desescolarizada*

6 Toros de Escolar
Caluroso I, Cuidadoso, Diputado, Pocapena, Curioso y Chupetero


José Ramón Márquez

A mí la corrida de José Escolar no me ha gustado. Lo digo así, al principio, para que el que quiera pueda dejar de leer ya, y así se ahorra el tostón. Claro que cuando digo “no me ha gustado” esto hay que tomarlo desde la relatividad del aprecio que se siente por esta ganadería, que no es lo mismo decir que no te ha gustado una de El Ventorrillo o de Torrehandilla, que es algo que te da lo mismo porque nada esperas, a decir que no te ha gustado la de Escolar, que en ésta la cosa duele un poco, principalmente porque cuando las huestes Dombianas hicieron públicos sus carteles para la Feria del Isidro 2018 fue una de las corridas señaladas como de mayor interés, especialmente por ser el año del retorno de los Albaserrada abulenses a Madrid tras tres años de ausencia, mitigada por su presencia en uno de los “desafíos ganaderos” del año pasado, donde se lidiaron tres toros de los cuales uno, Matajacos II, número 26, dejó el honor de la divisa por las nubes. Ése es el nivel que esperábamos  de los Escolar de hoy.

La corrida de Escolar no me ha gustado por tres causas que se explican a continuación. En primer lugar por su presentación, bastante pobre y vareada en conjunto, y aunque haya habido algún ejemplar como el sexto, Chupetero, número 10, con una bella lámina acorde a su estirpe, la corrida ha sido algo desaliñada en cuanto a su presencia, en lo físico o en las encornaduras. En segundo lugar por el comportamiento, que ha sido hasta cierto punto soso y bondadoso para lo que es esta vacada, con al menos cuatro toros que tenían su faena, y ése no es el registro que andamos buscando en los toros de Pichorrongo, que en estos ¿para qué negarlo? siempre gusta encontrar un comportamiento de mayor agresividad, como aquel que dice, de más mala leche. En tercer lugar porque la actuación de los tres espadas ha estado por debajo de las condiciones del ganado, sembrando el ruedo de muchas dudas y de pocas certidumbres y llevando la tarde hacia los terrenos del tedio, por más que haya habido cositas que se referirán en su momento oportuno.

También se debe decir que después de los dos días precedentes, de los Miura y los Saltillo, los toros de José Escolar tenían enfrente un reto de altísima enjundia si querían estar al nivel, y por eso se ha echado en falta de una manera más especial que los cárdenos de esta tarde tuviesen más ideas o más ferocidad, que hiciesen llegar al tendido una sensación mucho más grande de peligro o de incertidumbre, que tomaran el protagonismo en la corrida que muchos ya les habíamos otorgado desde que adquirimos las entradas, y que nos tuviesen pendientes de sus evoluciones en el ruedo sin levantar los ojos de la arena, tal y como nos pasó ayer o anteayer. La prueba de que esto no fue así es que, echando una mirada alrededor durante la lidia del quinto, había casi más gente mirando la pantalla del móvil que atendiendo a las evoluciones del toro y eso no se puede considerar, en modo alguno, un éxito para el ganadero. Nunca sabremos qué pasó en el sancta sanctorum de los corrales durante los reconocimientos, que es bien sabido que los arcanos que se ventilan en las mazmorras perfumadas de Zotal pertenecen sólo a los iniciados, pero el siempre bien informado aficionado R. trae la noticia de que se habían rechazado cuatro y que hubo que traer más toros desde Lanzahita, lo cual nos lleva de nuevo a desesperarnos por la absoluta falta de transparencia de unas actuaciones que no dejan de ser actos administrativos a las que habría que dar la publicidad oportuna.

En varas han cobrado lo suyo, como les corresponde por el mero hecho de pertenecer a “encaste minoritario”, aunque no creo que sus luchas sean de las que pasen a la Historia. El único que cumplió de verdad en su encuentro con los jacos afaldillados fue el sexto, que acudió por tres veces al cite con alegría, metiendo la cara y haciendo una pelea discreta, pero más que suficiente en relación a las de sus hermanos.

Para dar el finiquito a los pupilos de don José Escolar ajustaron la contratación de Rafaelillo, Fernando Robleño y Luis Bolívar, ampliamente conocidos de la afición madrileña tras los muchos años de alternativa de los tres.

Rafaelillo contó en su lote con las dos caras de la moneda, la incertidumbre de Caluroso I, número43, un toro a la defensiva, pegajoso y desagradable, de embestidas cortas al que toreó de manera muy movida, sin asiento de los pies en una faena que se diría plena de provisionalidad, como si no tuviese un fundamento ni una finalidad. Nadie hubiese censurado a Rafaelillo si hubiese optado por doblarse con el toro, por torearle de pitón a pitón, por romperle por bajo, andándole, pero él por momentos quiso montar una faenita que a todas luces se veía que era inviable. Mata mal. Su segundo llevaba el mismo nombre del toro que mató a Manuel Granero, que digo yo si acaso no hay otro nombre para un toro que el de Pocapena, número 27, pero bueno, allá penas, que este cuarto toro tenía unas condiciones distintas del primero, especialmente por el pitón izq1uierdo, que era el bueno, porque por el derecho el bicho no tenía un pase. Rafaelillo tira de oficio y pretende irse a las cercanías para conseguir su triunfo más en base al susto que a lo que es el toreo propiamente dicho, sin pisar el terreno del toro y pensando más en salir del muletazo que en cómo rematarlo, fue tratando de tirar sus líneas y hay que decir que su propuesta no llegó a encandilar al público. Se tiró a matar dos veces, perdiendo la muleta en la primera y dejando una estocada desprendida en la segunda. Ni con Miura ni con Escolar ha dejado Rafaelillo huella de su paso por Madrid. Ahora ya le toca volver a Francia, desde donde pronto nos llegarán noticias de sus éxitos.

Fernando Robleño es torero muy querido en Madrid y puede decirse que en Las Ventas juega en casa. Su primero fue Cuidadoso, número 30, que en banderillas había desarrollado sentido e hizo ganarse el jornal con el sudor de su frente a César del Puerto y Juan Cantora a los que no ahorró el susto de esperarlos y hacer dificultoso el desempeño de su oficio para dar lugar a que el Presidente, don José Magán Alonso, cambiase el tercio con solamente tres palitroques clavados en la cárdena piel del animal. Este toro es otro de los toros toreables, que no bobos, de los de esta tarde. El animal acudía al cite con sinceridad, humillando, y si se quedó corto yo más bien lo achaco a las artes de su matador, que a la falta de disposición del toro. Se cae Robleño en la cara del toro sin que éste haga por él y, una vez repuesto del susto, remata su labor con algunos naturales de buen sabor. La faena fue muy larga y antes de matar le sonó el primer aviso. Se encenagó con la espada. Su segundo, Curioso, número 42, fue la compensación a la claridad de su primero, pues fue un toro con complicaciones que no regalaba apenas nada, ni embestidas, ni fijeza, ni nobleza, sino arreones, imprevisibilidad y embrollo. Era éste un toro grande de esqueleto y pobre de cara, como si no le hubiesen montado bien las piezas, toro de presencia poco adecuada para Madrid con el que Robleño se justificó ante su parroquia y dejó indiferentes a los demás.

Y Luis Bolívar, que lo primero que hay que decir es lo bien vestido que venía de catafalco y oro, y lo segundo que con la edad y las canas se le va poniendo cara como de Obama. Bolívar sorteó el mejor lote de la tarde. Su primero se llamaba Diputado, número 25, y su nombre, como puede imaginarse, dio lugar a los más diversos chascarrillos, especialmente a la hora de su muerte. El tal Diputado debía serlo por el Grupo Mixto: Bolívar lo puso de largo y medio cumplió en varas, aunque se medio cayó a la salida; se quiso poner interesante en banderillas, aunque Fernando Sánchez le alegró con su peculiar manera de parear;  y llegó a la muleta con sosería, aunque Bolívar intentó darle fiesta al natural, que el izquierdo era el pitón más claro del toro. Lo mata bien. Y, por fin, el sexto, Chupetero, que es el toro de más interés, como se dijo más arriba. Lo picó Félix Majada, el mayoral de Victorino y Presidente de la Unión de Mayorales y Vaqueros del Campo Bravo, de manera harto peculiar y, si vale la expresión, heterodoxa. Y aunque por tres veces el toro le tuvo fuera de la montura y no se agarró bien en las dos primeras acometidas de Chupetero, las buenas gentes simpatizaron con sus modos y le despidieron con una exagerada ovación… o lo mismo no lo fue, porque los avatares del tercio de varas del bueno de Félix fueron, con toda seguridad,  lo más entretenido del festejo. Chupetero es el típico toro para ser valorado en Madrid, con un pitón izquierdo a disposición de quien quisiera meterse en ese jardín y con un derecho de menos quilates pero no imposible. El toro ni siquiera fue sensible a los fallos de Bolívar cuando se movió en el momento menos indicado o cuando le enganchó la muleta, simplemente el animal o no se enteraba o no desarrollaba un perceptible sentido. Se tiró Bolívar a matar de una extraña manera, como si fuese sin muleta pero con muleta y cobró una estocada que dio fin a la vida del toro y del festejo. En este toro Fernando Sánchez volvió a poner estupendamente las banderillas y Miguel Martín se lució en sus dos pares, especialmente en el primero de ellos, sacando los palos de abajo y reuniendo bellamente en la cara del toro.

Las otras dos buenas noticias de esta tarde son que ninguno de los peones tomó el olivo, y que los pupilos de don Pepe Escolar se fueron al otro mundo sin que nadie pudiese decir de qué color eran sus lenguas.
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* Homenaje a La sociedad desescolarizada (Deschooling Society), de Ivan Illich

Rafaelillo, Robleño y Bolívar

Las dos varas de medir de Félix Majada, la chispa cómica de la tarde

martes, 5 de junio de 2018

San Isidro'18. XXII de Feria. ¡Viva Saltillo!


 6 Toros de Saltillo
Asturdero, Vibillo, Galguito, Consejote II, Cazarrata, Saladora

José Ramón Márquez

Después de la larga travesía del desierto de la repetición, de ese tedioso día a día entre Núñez y Domecq, entre Domecq y Núñez, toma otra cucharada, Julito, que es por tu bien, llevamos dos días que parece mentira, porque si ayer fueron los Miura los que dejaron el sello de su personalidad, hoy han sido los Saltillo los que se han venido a Las Ventas con su saco de imprevisibilidad, de susto y de emoción para que los cuatro gatos que estábamos en la Plaza nos pegásemos un atracón de toro de lidia, ahítos como estamos de tanto toro de granja, toro de Starlux. A saber la pega que les pondrán a los Saltillo de Moreno Silva, que al parecer andan con que si los Miura del domingo eran chicos, que si son grandes porque son grandes y si son chicos porque son chicos, el caso es no dar tregua, y hoy de los de Saltillo el más chico estaba en 44 arrobas, pero el gachó tenía un trapío -lo que es el trapío de verdad, que es parecerse a su estirpe- que lo podían haber llevado de top-model a la Facultad de Veterinaria para explicar el toro de Saltillo sin dar más vueltas, en el improbable caso de que Galguito, número 60, se hubiese dejado, cosa harto improbable.

Para los que andan con el chunda-chunda de la Cultura, de la haute-culture, de las Industrias Culturales, la corrida de Saltillo era de lo menos apreciable, pues su incertidumbre, su peligro, su desconfianza innata, su manía de enterarse de todo lo que pasaba en la Plaza, era lo más alejado que concebirse pueda de esas bolitas redondeadas a base de pienso que suelen salir como toros en las Plazas  para que unos señorines publicitados como “grandes figuras” se líen a hacer mohínes, a pegar barbillazos al esternón, a hacer posturas estrafalarias y a ponerse chulos con unos animales que ya salieron vencidos desde el mismo momento en que fueron paridos. Si sería poco cultural la corrida de Saltillo que el segundo de la tarde se llamaba Vibillo (sic), número 57,  que a los Saltillo les da lo mismo una bilabial oclusiva que una labiodental fricativa, porque la gramática la marcan ellos con sus embestidas, sus parones, sus miradas y su seriedad, y a cualquiera que tenga arrestos para ir a ponerles los signos de puntuación o a corregirles la ortografía, ahí le están esperando.

Ni que decir tiene que hoy, lo mismo que ayer, nos devanábamos los sesos intentando entender cómo es que un torero de tanta importancia y poder como el Curro de San Blas, King of Seville, no se ha avenido con la empresa para vérselas con la de Saltillo y tapar las bocas a todos los que creen que eso del poderío es un invento de cuatro revistosos del puchero, y que si le sale un toro al que de verdad hay que poder, todo el mundo se daría cuenta de una manera perfecta de que ese King, como el del cuento, va en pelota picada, corito, como su madre le echó al mundo. También hoy, como ayer, nos dimos el alegrón de no tener que soportar ese aluvión de invenciones del Llapisera que día a día se nos colocan como toreo serio: es que no hubo ni un solo intento de dar un pase por la espalda, ni media bernardina, ni manoletina, ni el pase cambiado, ni las rocarreyeces, ni siquiera lo de las chicuelinas, que no estaba el horno para esos bollos que con tanto contento para las gentes se cuecen en los hornos de los toros bobos, sin sentido ni inteligencia y que sirven como suprema demostración de lo poquísimo que el astado se hace respetar. Hoy, para hacer alguna de aquellas bufonadas había, simplemente, que estar loco. Y como prueba de que la tarde era para estar con el ojo avizor y sin fiarse de nadie ahí está la manera en que Consejote II, número 31, cortó verticalmente el capote de Octavio Chacón como si en el pitón llevase un cúter, dividiendo de manera perfecta el capote en dos,  sin que nadie de los espectadores ni el propio torero se diesen cuenta de la precisión quirúrgica del toro hasta que el trabajo estuvo finalizado. Y más cosas, que la tarde fue un continuo de cosas por el ruedo, banderillas, más banderillas, una vara de picador, una muleta, más banderillas, otra muleta, las zapatillas de un peón, más banderillas, otro capote, una almohadilla lanzada para hacer un quite, un estoque, otro estoque, otro capote… aquello era un no parar de cosas por el piso de Plaza y un no parar de sustos, de toreros corriendo, huyendo a la desesperada, de peones al callejón de cabeza o entrando de manera apuradísima por la tronera del burladero, que la percepción del peligro era neta y de tonterías, las justas.

El fondo de lo que Saltillo ha traído a Madrid es, evidentemente, manso, y no vamos a reiterar la predilección que sentimos por los toros mansos si a esa condición adjuntan, además, las de casta o fiereza o inteligencia, juntas o por separado, que es la ecuación que sirve para poner a cavilar a los toreros, para demostrar que su oficio, revestido de oros, no es algo que esté al alcance de un oficinista que cada mañana pasa una tarjetita para fichar en su oficina, ni tampoco de un oficinista que en sus ratos libres se va a pegar cuatro mantazos a unas vacas al campo. La seriedad de los Saltillo estaba en su apariencia, en su mirada, en su comportamiento totalmente imprevisible: a eso es a lo que había que sobreponerse estando en el ruedo, que hoy nadie se habría cambiado por ninguno de los de oro ni por los de plata.

De la cosa equina más vale casi ni hablar, que la masacre que se practicó hoy sobre la musculatura de los toros alcanzó características de castigo bíblico. Hay que resaltar, no obstante, la generosidad de Octavio Chacón, que estuvo torerísimo toda la tarde, luciendo a su primero, Asturdero, número 4, al ponerle por tres veces de largo al caballo que montaba Santiago Pérez y la buena monta y ejecución de la suerte por parte de ese buen picador de toros que es Israel de Pedro.

Hasta aquí sólo hemos hablado de Octavio Chacón y ya es momento de decir que también estuvieron en Las Ventas Esaú Fernández y Sebastián Ritter.

Chacón estuvo hoy muy entero y muy torero. No se amilanó ni ante la presencia ni ante las condiciones de sus oponentes, se encargó de estar atento como director de lidia a los avatares de una tarde plena de avatares y dejó detalles que ya se ven muy poco como el de pasar por delante de la cabeza del penco de retorno a su posición, tras dejar preparado al toro para ir al caballo. Su primero, Asturdero, fue un gran toro, lo que se dice toro de lidia y no toro colaboracionista, al que Chacón bregó de manera impecable en su saludo de capa; el toro fue puesto por tres veces al caballo como antes se dijo y en el primero de los encuentros derribó con facilidad al aleluya mientras su cola, como electrizada, arreaba latigazos. Las otras dos veces se volvió a ir con alegría cuando el picador hizo las cosas medio bien y volvió a emplearse empujando con fijeza en las faldillas guateadas. Muy completo en el primer tercio. Luego, en banderillas, fue pésimamente bregado por Vicente Ruiz, que parecía querer deshacer la labor que con tanto cuidado había hecho su jefe de cuadrilla, se desplazó con soltura a por los peones. La faena de muleta la empezó Chacón doblándose toreramente por bajo  y su trasteo tuvo lugar principalmente por el pitón derecho, lo de principalmente es un decir, porque cuando cogió la muleta con la izquierda el toro le pegó dos coladas de las de dejarte mudo un mes, y tardó nada y menos en volver al otro pitón. El resultado de su labor fue bueno, con buena colocación, quedándose y llevando al toro, si bien con poco quebranto, y dejando toreramente sus cambios de mano y pases de trinchera para rubricar las series. Tras una estocada de buena ejecución que resultó trasera y del numerito del puntillero, Alberto Carrero, que no se fiaba de apuntillar al toro por delante y lo levantó un par de veces, el Presidente, don Caoba, le sacó el pañuelo azul al toro para que los benhures de la mula le dieran a Asturdero la vuelta al ruedo más cutre y chapucera que se ha visto en la historia de la Plaza, tras la que Octavio Chacón saludó una fuerte ovación seguida de una vuelta al ruedo de más valor que casi todas las orejas que se han cortado en lo que va de Feria. Su segundo era un toro de 14 años, según el programa oficial, pues Consejote II, número 31 había nacido en enero del 2004 según ellos. Acaso por tan provecta edad el animal no quería saber de nada de lo de la lidia en su conjunto: salió de naja de los del penco en las tres veces que le pusieron, fue peligroso para los de las banderillas y llegó a la muleta con más interés en el bulto del que estaba detrás que en el trapo encarnado. Muy orientado y difícil. Nos quedamos con ganas de volver a ver  a Chacón. Por pura justicia digamos que Vicente Ruiz le puso a ese toro un excelente tercer par pleno de torería y de riesgo y con muchas ganas de hacer las cosas bien.

Esaú Fernández dio dos lecciones de su manifiesta impotencia en sus dos oponentes, el segundo de los cuales portaba el mítico nombre de Cazarrata, número 9. Su labor, plena de desconfianza, se basó en los pases ayudados, de los cuales dio muchos. Su primero, Vibillo, portaba en su espaldar un auténtico pantano de sangre, de lo que se le pegó en varas, y en su segundo, acaso el toro más claro de la corrida para la cosa de la muleta siempre que se le llevase por el pitón izquierdo, volvió a su teoría de los ayudados. Bien es verdad que el animal ni humillaba ni se entregaba, pero, a su manera, se tragaba los pases. Con el estoque muy mal, especialmente en el segundo.

Sebastián Ritter dio su mejor cara en su primero, Galguito, número 60, otro que había regateado con viveza al caballo después de conocer la teoría del puyazo y había hecho sufrir a los de plata con los palos, que Rafael González le hizo un quite a Juan Manuel Arjona como para que le pague una buena mariscada. En la muleta el toro traía la firme promesa de la cogida, cosa que no arredró a Ritter, que aguantó a pulso un parón espeluznante, no como los de esos que se quedan en la oreja para asustar a ciertas damas y ciertos caballeros, sino lo que se dice un parón con todo el toro delante, en dos segundos agónicos. Su segundo sabía perfectamente que la tela no era lo importante sino el tío que la movía, y a buscar a ese tío dedicó sus empeños con minuciosidad, a eso y a observar a todo aquel que se movía por el callejón ignorantes de que estos toros no son como los de todos los días. Este sexto persiguió a Ritter por media plaza y cuando le tuvo en el suelo, en el 4, no le remató porque simplemente no le dio la gana. Antes se había fijado en Rafael González y le siguió por toda la Plaza, que estuviese donde estuviese le buscaba, completamente obcecado con él.

Dada la dureza de la corrida, hoy nos reservamos la relación de los que tomaron el olivo, que hay días en los que se debe practicar la indulgencia.

Los seis toros se fueron al desolladero sin que conociésemos si tenían lengua.


Los números

La herida en el rostro, un recuerdo de un Saltillo. San Sebastián 1942.
@BeatriceMarge

El programa

Esaú Fernández (que corrió hasta en el paseíllo), Sebastián Ritter y Octavio Chacón

Saltilleando en la Andanada del 9

Guernica saltillano

El saludo de Cazarrata, la Leyenda

Ni botellón ni pipas

Quid est veritas?
(Pilato a Jesús)
En las paredes, el ladrillo.
Y en los toros, la casta.

lunes, 4 de junio de 2018

San Isidro'18. XXI de Feria. ¡Viva Miura!

Grande Tarde de Toros con Miura
Esquivel a la espera
Berrugo, Laneto, Tiznaolla, Rompeplaza, Tahonero y Taponero

José Ramón Márquez

¡VIVA MIURA!, así, con mayúsculas, que es como nos salió de adentro el grito cuando vimos a Tiznaolla, número 85, atravesar el ruedo como el AVE por La Mancha, directo desde la mazmorra de Florito hasta el burladero del 6 donde arreó un formidable cabezazo que hizo tambalear los cimientos que mandó hacer Espeliú y destrozar el maderamen como si tal cosa, que muchos de los que hoy estaban en la Plaza seguramente no habían visto eso en su vida. Es lo que tiene Miura, que trae sus cosas, y se entiende perfectamente que para los que tienen que estar ahí abajo las cosas de Miura no sean gustosas, porque desde la localidad se percibe de manera neta que estar ahí abajo no es cosa agradable, y por eso se respeta una barbaridad a los que tienen los arrestos como para hacer el paseíllo y enfrentarse a ellos, y hay que entender las dudas, las reticencias y las prevenciones de los toreros, pero también hay que agradecer a los toros que traigan la seriedad a la Plaza, la seriedad de que nadie haga un pase por la espalda, ni siquiera el invertido circular, ni esas ráfagas de toreo bufo que tanto se prodigan cuando no se respeta al toro, ni esos capoteos con el capote a la espalda o esos bailes de salón con los que nos quieren vender latón como oro; y como muestra baste un botón: lo mismo que el día de los Dolores Aguirre, hubo hoy uno que pretendió hacer chicuelinas y, el Miura, antigüedad 1849, divisa verde y negra en Madrid, le avisó en la segunda y en la tercera le mandó el recado de que la pena por hacerle esa burla era la inminente cogida. Eso es seriedad y eso es imponer tu ley. Y aún a riesgo de ser pesados reiteramos una vez más el deseo que tenemos de que el Curro de San Blas, el Poderoso King of Seville, el que puede a todos los toros a los que no hay que poder, tenga los arrestos de venirse a Madrid con los de la A con asas a ver qué tal se da la tarde, a demostrar y explicar poderíos y a callar bocas.

Y es que Miura, que el año pasado nos dio un disgusto morrocotudo con la corrida que nos trajo al Foro (y con Dávila Miura, para más INRI), este año se ha sacado bien la espina, lo primero en las capas de los toros, todas distintas, y lo segundo en los comportamientos tan agresivos, tan cambiantes, tan de que nadie pueda fiarse ni estar “a gustito” con el ganado, con ese impresionante fondo de mansedumbre tan propio de esta vacada que, junto a la mentada agresividad, forman una tormenta perfecta de imprevisibilidad que hace que no se puedan retirar los ojos del ruedo, porque en cada momento existe la promesa de que pueda ocurrir algo, especialmente algo perjudicial para la salud de los lidiadores. He aquí a los “toros mansos” de Miura, de buen tamaño, largos como pide su origen de Cabrera, altos, de vientre recogido, con poco músculo, marcando bellamente los costillares y los ijares, sin grasa, astisucios, bien puestos de cuerna, de gruesa mazorca, con una mirada viva que acentúa su aspecto fiero, he aquí lo contrario de lo de todas las tardes, de esas bolas de sebo de mirada ida como de yonqui, de colaboración rayana en el servilismo. Y como prueba de esa mansedumbre, ahí tenemos al sexto de la tarde, Taponero, número 80, saltando al callejón, que a los otros, para que se vea lo tontos que son, ni eso se les ocurre. Compare quien quiera las impredecibles embestidas de esta tarde, los lances vivos y apurados, los trasteos agónicos que se han podido ver en los seis de Miura con esa colección de embestidas idiotas de los seis Cuvillo del otro día, todas iguales de tontas, todas iguales de inanes y mortecinas. Entre esos dos polos se halla la evolución de la ganadería, del XIX al XXI, del ganadero que es un señor y cría lo que debe, al ganadero que es un empleado de los deseos más inconfesables de los de la coleta.

En un ejercicio de libertad absolutamente incomprensible hubo serios aficionados, que acaso por pertenecer a la tendencia basculera o vaya usted a saber por qué, protestaron algunos toros de salida, y en la grada, como en el afamado tema musical, ahí había “a crowd of young boys, they're fooling around in the corner” dando palmas de tango, que se conoce que ellos querían ver salir al toro de José Cruz que estaba de sobrero, acaso para que en la tarde hubiese algo de la realidad que ellos han vivido en su corta vida de afición, que desde luego no es esta salvaje demostración de indómito comportamiento, esta demostración pública de carácter agreste que traían los pupilos de don Eduardo y don Antonio Miura, a los que, huelga decirlo, les arrearon en varas lo que no está escrito, que les cayeron las siete plagas en forma de puyazos y la sangre manaba generosa de los orificios sin que diese la impresión de que eso les había quebrantado. Al primero lo pusieron cuatro veces al caballo y al cuarto, tres; los demás se llevaron las dos de reglamento pero aplicadas con saña y, quitando algún leve desfallecimiento, los toros no se fueron al suelo y mantuvieron la altivez de su figura, cara arriba, actitud desafiante, hasta el mismo momento de ser pinchados alevosamente por los estoques y poniendo dificultades al descabello, no descubriendo la muerte.

Otra cosa estupenda es que, como no había manera de estar a gustito con los toros, los trasteos fueron de lo más concisos, sin idas y venidas y sin esos ridículos momentos de introspección con paseo que nos ofrecen tantos matadores, porque daba la impresión neta de que, sin paseos ni nada, los toros pensaban muchísimo en todos esos nuevos estímulos que conocían por vez primera, en esos trapos que se agitan, en esos señores que corren, en esas faldillas sobre las que hay un tío con un pincho, y ellos, a su manera, se rebelaban contra todas esas cosas arrebatando las capas de las manos del peonaje, las muletas de las de los matadores, haciendo correr y pasar miedo a los de las banderillas, que hubo uno -Manuel Pérez Valcárcel- que tomó el olivo a escasos cincuenta centímetros de distancia de la tronera del burladero del 9, pero también debe decirse que hubo otros como Raúl Martí o El Sirio que demostraron a las claras su pundonor y sus ganas de no dejarse ganar la partida por los Miura, o Juan Sierra, que hizo una eficaz y discretísima brega de la que apenas nadie se enteró. Decíamos antes lo de la concisión y como muestra baste señalar que a las nueve y un minuto se abalanzaba Román a clavar su estoque en Taponero, número 80, sexto de la tarde. Dos horas justas de festejo, y eso que se dieron avisos.

En cuanto a los toreros, por delante iba Rafaelillo que, tal y como le suele pasar en Madrid, no revalidó en Las Ventas sus constantes éxitos en Francia. Me lo explicó a la perfección Juan Palette:

-Es que aquí le llamáis culibajo y le decís que pajarea y en Francia le dicen “Monsieur”.

Seguramente ahí estribe la diferencia, porque en Madrid llevamos ya demasiado tiempo sin verle a un nivel aceptable. También es verdad que lo de rematar con estos toros todos los muletazos por alto, tomar todas las prevenciones y no acabar de afirmar de manera neta su voluntad de poder al toro no es algo que redunde, al final, en que el resultado de su trasteo resulte acorde a sus intereses, más bien el toro se va dando cuenta de la ausencia de mando, de la falta de firmeza de su matador, de la ausencia de poder y sometimiento y se va haciendo el amo del cotarro y desarrollando maldad a medida que va descubriendo los trucos que se pretenden hacer con él. Su primero casi le destroza al entrar a matar, quedándose en la cara le cazó con el pitón derecho, y además le lanzó un golpe seco en pleno abdomen con la pala del pitón a José Mora cuando acudía en su auxilio. Rafaelillo le dejó el estoque haciendo guardia y nadie se atrevía a sacarlo y luego le descabelló innumerables veces y, por un momento, nos trajo el triste recuerdo del niño Pepe Luis cuando se dejó vivo al Miura en Sevilla, que igual que éste no se dejaba descabellar.

Pepe Moral viene arropado por una fama que el hombre se la ha labrado como sea y hoy tuvo enfrente al Miura más a propósito para haber dado un toque de atención, Laneto, número 85, segundo de la tarde, que se tragaba los muletazos y ante el que el de Los Palacios no acabó de poner su toreo de manifiesto. Embarullado, en una sinfonía de cites por las afueras y de carreritas de vaivén, se le fue yendo el toro sin que aquello acabase de cobrar vuelo y dejó pasar su oportunidad de mandar un mensaje a la afición. Si pensó que los Miura le iban a dar una segunda oportunidad, iba fresco, porque su segundo sólo demandaba lidia, cosa que el sevillano no estaba por lo visto en condiciones de darle.

Y de tercero, Román, que sacó agallas y corazón y planteó el mejor trasteo de la tarde a su segundo, Taponero, al que toreó con vigor y sin amilanarse. Haciendo pasar al toro, tragando mucho, a veces con la muleta enganchada, y estando bien colocado la mayoría de las veces, Román planteó una faena de mucha autenticidad, como un tour-de-force entre ambos en la que brillaron las ganas del valenciano por que no se le fuese la tarde de vacío, que fue atentamente seguida incluso por esos ancianos que huyen a la primera de cambio para llegar al Metro sin apreturas. Firma Román con este Miura su primera faena de auténtico interés en Madrid, y es una lástima que la rematase de manera tan imperfecta con el estoque, porque ese borrón le quitó un triunfo que seguramente tenía.

Entretenidísima tarde la de hoy, solamente emborronada por la evidencia de que no hay hoy en día un solo torero que sea capaz de hacer la faena que precisan unos toros como estos Miura: ahí están Antonio Bienvenida, Ruiz Miguel, Manili, Dámaso Gómez, Rafael Ortega, Diego Puerta, Bernadó… estilos bien distintos ¿No hay ni uno que quiera seguir  su ejemplo?  ¿Es que acaso no hay vida lejos de la inmunda escuela del Juli?

Jean Palette

 Restaurando el desaguisado de Tiznaolla

 Tahonero
No hay quinto malo

 La croqueta

El descalzaperros

La puntualidad
Taponero doblando a las 9 en punto