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sábado, 15 de junio de 2019

Márquez & Moore. San Isidro'19. Cuarta de Fuente Ymbro, y punto final a la Feria



Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore 


Este año [2018] me han dejado sin dar cinco vueltas al ruedo
 en Madrid, que se dice pronto
Ricardo Gallardo

 Adiós a la Feria



José Ramón Márquez

Bueno pues burla, burlando, ya hemos llegado al final de la Feria de San Isidro 2019, que tantas cosas nos ha deparado. No nos vamos a poner melancólicos, pero todo el mundo puede darse cuenta de que es éste un triste final sin pena ni gloria, con una de Fuente Ymbro que a nadie importa, que si están, bien, y si no están, lo mismo.Y sobre todo porque ésta es la cuarta de Fuente Ymbro que nos zampamos en lo que va de temporada en Madrid entre corridas de toros y novilladas, como si no hubiese más ganaderías en el campo. Y digo yo que dado que el final estaba hecho a base de baratura, a ver qué más les daba haber puesto una de Cebada Gago o de Concha y Sierra o de Palha o de Tulio, y así nos habrían proporcionado una ilusión, aunque luego se hubiese ido al traste como ayer con los de Cuadri, porque en los toros lo que más vale es la ilusión con la que uno se baja la calle de Alcalá, que esa no hay quien nos la quite pase lo que pase.

Y sin embargo con este déjà vu de Fuente Ymbro es que te quitan la ilusión y las ganas y así pasa que uno se queda frito en casa, sin echar cuentas de la Feria, con la siestecilla del viernes, así que entre que te despiertas, te apañas y llegas a Las Ventas ya han pasado a mejor vida los dos primeros de la tarde, afortunadamente sin pena ni gloria por lo que me cuentan los que llevan ahí desde el inicio. O sea que hoy, como el día de Julián, por lo que a uno toca, la corrida ha sido de cuatro toros y gracias.

Por lo que se ha visto, la cosa ha sido más favorable a los toros que a los toreros, que la impresión que queda es que los cuatro pupilos de don Ricardo Gallardo que hemos tenido ocasión de contemplar han estado bastante más a favor de la obra de la viveza y la castita que los tres matadores que se enfrentaron a ellos. Decimos cuatro y en ello incluimos al sexto, Infractor, número 81, al que la rigidez de don Gonzalo de Villa Parro puso fuera de nuestras entendederas, con el asesoramiento del eminente profesor don Joaquín Pérez-Flecha, por un quítame allá esas pajas de debilidad, y es verdad que el toro no era un Sansón, pero también es verdad que a esas horas y con el recorrido en picado que llevaba la tarde daba lo mismo mantenerlo en el ruedo que sacar el trapo verde y franquear la salida al sexto bis, uno del excelentísimo señor conde de Mayalde, que como el más lerdo puede suponer, no era ni por el forro procedente de lo que dicen que dicho señor tiene de Contreras, sino más bien un reo de lesa juampedrez, de los de a diario.

Patrullero, Sacacuartos y Agitador, número 54, 104 y 146, fueron los de Ymbro, y  Joyero, número 38, el sexto, de Mayalde. Los tres Ymbro medio cumplen en la cosa de la vara de detener, siendo acaso el Sacacuartos el que lo hace con menos convicción, y tras un paso sin grandes objeciones por la cosa de las banderillas, se plantan ante las muletas de sus matadores para darles sus embestidas, de las cuales las más claras son las del quinto, Agitador, lo cual no quiere decir que los otros fuesen de lucha e ingrata pelea. El Mayalde sacó peores notas en la evaluación final y aunque pareció que en la primera vara estaba por la pelea en seguida se vio que eso era un espejismo; luego, cuando anduvo racaneando en la cosa de las banderillas, pensamos que lo mismo es que su problema estaba en la falta de fuerzas, y después, en la muleta, la verdad es que se portó como el vecino sosainas con el que no quieres coincidir en el ascensor, acaso contagiado de la murria del matador.

La terna está formada por tres toreros con dos tardes en la Feria, toreros de esos de la parte media del escalafón, de los que ya llevan la mitad del camino andado para ganarse el cariño de Madrid por su condición modesta, gracias a ese amparo que siempre suele proporcionar Madrid a los modestos, a condición de que nunca dejen de serlo. Así que ahí abajo tenemos a Morenito de Aranda, Jesús Martínez Barrios, de verde y oro; a Pepe Moral, de azul y oro; y a José Garrido, de tabaco y oro, a ver si con su arte son capaces de abrir una brecha en el pétreo corazón de la cátedra.

Cuando uno entra a la Andanada, mientras los benhures de la mula arrastran al segundo, Retama, número 61, ya se da cuenta por las caras y el ambientillo que la tarde no va ni mucho menos en plan triunfal. En cualquier caso, hay que preguntar a la parroquia, por si acaso:

-¿Qué?

-¡Ná!

Y ya están sonando los clarines para que se desvele el enigma de la casta de Patrullero, que nada más salir recibe las verónicas de Garrido y después su clase particular de toreo a lo vivo basada en las carreritas consustanciales a la época que nos ha tocado vivir, en la que todo ocurre tan de prisa; y así, deprisa se nos pasó el trasteo de Garrido al que le jalearon una serie a derechas, pero que en honor a la verdad hay que decir que en el conjunto de la pareja de baile lució más el toro que el torero, si queremos ser justos.

En su primero parece ser que Morenito se había ido frente a chiqueros a hacer esa larga de rodillas que ahora se estila, y en el segundo optó con buen criterio por un inicio más sosegado, de menos sobresalto, trazando lances de poca enjundia y una media verónica que fue lo mejor. La cosa muleteril se desarrolló sin llegar a entusiasmar, acaso por la tendencia de Morenito a ahogar la embestida del toro, o quizás por no llevar el muletazo hasta el final y soltar al toro antes de tiempo. De nuevo luce más el toro que el torero, que se justifica con unas trincherillas.

Y como no hay quinto malo, al decir del refranero, ahí estamos tan ilusionados a la espera de que nuestro castizo barquillero de toriles descorra el cerrojo negro y franquee la salida a Agitador, a ver si se cumple el refranero, este año que tan estrepitosamente ha fallado con lo del 40 de mayo. El toro iba seriamente armado y entró con franqueza al capote de Pepe Moral. Luego éste se fue a los medios, brindó, se puso la montera sobre los pies y citó a Agitador para darle un pase cambiado por la espalda como inicio de su tarea que fue declinando a menos, a despecho de las condiciones humilladoras de Agitador. Tampoco es que Pepe Moral hiciese un esfuerzo titánico por dar un golpe en la mesa, sino que dio la impresión de que se conformaba con lo que el destino le deparase, que en este caso concreto fue nada.

Y luego, tras el pequeño cisco relativo a la blandenguería del Ymbro, ahí está el Mayalde que se frena de salida, enterándose, y no es extraño porque el animal llevaba ya cumplida media mili en los corrales de Las Ventas que, además de hoy, ya nos lo anunciaron de segundo sobrero el pasado día 22 de mayo, corrida de Parladé, el 23 para la de Jandilla, el 24 para la de Juan Pedro Domecq y el 30 de mayo para la de Adolfo Martín. Por cierto, que para que se vea la riqueza de la tauromaquia y la multiplicidad de opiniones que en ella se pueden dar, Joyero era “castaño albardado” para el profesor veterinario don Carlos Fernández Zapata y en el día de hoy pasó a ser “castaño” en el peritaje de don Joaquín Pérez-Flecha, pero antes fue “castaño listón” para don Juan José Urquía, “castaño” para don Javier Morales, y de nuevo “castaño” en el primer peritaje de don Joaquín Pérez-Flecha, o sea que aplicando la Ley D’Hont al dictamen de la Veterinaria lo dejaremos en castaño.

También llama la atención el milagro de la dieta blanda de Chez Florito, que ha conseguido que el animal ni gane ni pierda un solo quilo de los 595 en todos estos días con tanta ida y venida, tanto corral, y tanto entrar y salir. Una vez demostrada de manera científica la condición corraleada del toro, ya no extraña tanto que se frenase y se lo pensase antes de pasar, que no sabría el animal si aquello era un capote, otra puerta, una cortina o un jersey de cuello vuelto amarrado a un palo. Joyero no es una cascada de fuerza, por supuesto, pero entra al penco de Óscar Bernal y empuja a su manera saliéndose suelto luego; no da muchas facilidades a los de plata y llega a la muleta, tras pasar por las manos sabias de Chacón, en mejores condiciones de las que saldrá de sus tratos con Garrido. A medida que el matador no se acaba de fiar, y eso que las condiciones de este son más colaboracionistas que los del hierro titular, parece que el animal se va aburriendo y cada vez va al cite con menos ganas, y lo mismo le pasa a Garrido.

Punto final a la Feria de San Isidro 2019. Nos quedan los remoquetes fuera de Feria: de la Cultureta y de la Prensa, que en lo tocante a la cosa taurina ya podían anunciarla como de la Propaganda, que se ajusta bastante más a la realidad.

Andrew Moore


Morenito de Aranda, de verde botella y oro
Pinchazo y estocada caída. Aviso (silencio)
Dos pinchazos y estocada rinconera (silencio)
Arandina al aire de su vuelo
Trincherilla liberalia
Poncina consuetudinaria

 Pepe Moral, de azul pavo y oro
Dos pinchazos y estocada atravesada (silencio)
Pinchazo, estocada y tres descabellos. Aviso (silencio)
Pegolete moralista
Natural moderno
José Garrido, de tabaco y oro
Estocada baja (silencio)
Cuatro pinchazos y tres descabellos. Dos avisos (silencio)

Natural juliano

Guernica con portón
Guernica con mono
Guernica con cola de tranvía
El Mestre de Chiva conceptúa
de "dura" la ganadería de Gallardo

viernes, 14 de junio de 2019

Márquez & Moore. San Isidro'19. Decepción grande de los Cuadri, que pegan a la afición un trompazo de mosquito en parabrisas



Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore

En 46 años no me he enterado de lo que es el toro
Fernando Cuadri

 Cuadri

Don Fernando Cuadri


José Ramón Márquez

.Decepción, y quien quiera ya puede dejar de leer, porque lo más notorio de la reseña ya está dicho. Y decepción de las gordas, que la de Cuadri de esta tarde entra en las quinielas, con muchas oportunidades de premio, como la peor corrida de la Feria que mañana acaba.

¡Cómo nos hubiese gustado que la corrida que echaron los de El Pilar hubiese llevado en el anca el hierro del bocado y en la espalda la divisa morada, amarilla y blanca! Ahora estaríamos tan contentos comentando la recuperación de lo de Cuadri, la casta que aflora, el interés que esa casta pone sobre el ruedo, pero el hecho es que los seis que se trajeron desde Huelva a despedirse de la afición de Madrid en nombre de don Fernando Cuadri, que al parecer cesa en sus ocupaciones como ganadero, si algo netamente no presentaron fue un solo gramo de casta o de bravura y a cambio nos pegaron un tostón del quince sólo aliviado por las eruditas conversaciones que se establecieron entre los aficionados como alternativa a la nada ganadera que se iba sucediendo ante nuestros ojos. Y si en la corrida de Cuadri, la corrida llamada específicamente “de Cuadri”, la toree quien la toree, falla precisamente lo de Cuadri, eso significa que nos hemos metido un trompazo sólo comparable al de los mosquitos que se dejan los sesos, o lo que tengan esos insectos, contra el parabrisas del auto. Y el trompazo es de más calado, porque los carroñeros que a toda costa se quieren ciscar en todo lo que no sea bondad, tontuna y “toreabilidad” aprovecharán el fiasco de Cuadri para cargar contra lo que se salga del monocultivo del toro lerdo, que justamente eso es lo que no se quiere, y tampoco se está pidiendo mucho, que nos basta con que al menos tres hubiesen sacado las intenciones, la fiereza, las dificultades de aquel complicadísimo Tejedor, número 23, de hace cuatro años, o por lo menos uno, un solo toro que hubiese defendido el honor de la divisa, un clavo ardiendo al que agarrarnos.

El año pasado no vino Cuadri a Madrid. La del año 17 fue corrida que se movió y que dio quebraderos de cabeza, que acudió a los caballos, que planteó dificultades a los banderilleros y a los matadores que se anunciaron con ella, una corrida que sin ser para formar una mascletá, dio el espectáculo que uno busca. Lo de hoy ha sido como ver una corrida de los Toros de Guisando, toros inmóviles de granito, toros de muchas arrobas y nula intención. En realidad el fuelle que traían desde Comeuñas tan sólo les dio para acometer en los saludos de capa y, a partir de ahí, la parada por respuesta. Y que nadie piense que la cosa de las varas fue la que acabó con los postreros discípulos de don Fernando, porque aunque es verdad que cobraron lo suyo, también lo es que su decisión de moverse lo menos posible fue, en general, incluso anterior a su paso por el negociado de los del castoreño que, por cierto, no hay ni un solo castoreño de los que vemos cada tarde que esté confeccionado con castor.

En cualquier caso, y como bien dice el aforismo: “no hay feria mala, lo que uno pierde otro lo gana”, y en la corrida de esta tarde, si hubo un neto ganador este fue Pajares, el contratista que se queda con las carnes del ganado, que hoy estamos hablando de un peso en vivo de 3.164 kilos, lo cual puede dar perfectamente unos 1.870 kilos de canales en caliente, así que bien agradecido que debe estar el industrial cárnico a Cuadri por haber criado esos grandullones, especialmente el sexto, Goyesco, número 39, que él solito se mercaba 642 kilos, 56 arrobas y media, de carne, huesos, mondongo, pezuñas, cuernos y pellejos.

Para matar la de Cuadri los de Plaza 1 contrataron, en un esfuerzo que les honra, a Julián López El Juli, José María Manzanares y Morante de la Puebla… ¡Nooooo!, que este día no podían porque tenían otras cosas que hacer los tres y entonces hubo que ajustar la cosa con Rafaelillo, López Chaves y Octavio Chacón, que tenían la agenda libre y que se vinieron a la Plaza vestidos de oro con grana, coral y canela, respectivamente. Así que aquí se presentaron los tres para, a las 7 y cuatro minutos, echar a andar en el desfile que encabezan don Álvaro López y don Francisco Javier González ataviados de Felipe II, jinetes en sus caballos tordos. Los pobres ni se imaginaban lo que les esperaba en los chiqueros donde Florito impera como amo del calabozo.

Ya tenemos en el ruedo al grandullón de Nadador, número 17, demostrando desde el inicio su escasez de fuerzas, acaso tundido por los 606 kilos que acarreaba, como si mi amigo el aficionado C. quisiera correr los maratones que se corre ahora tan ricamente, con el peso que tenía hace diez años. En este se da ya el patrón de toda la tarde, unos arreones vivos al capote en los que el toro se desfonda y luego la inmovilidad, inmovilidad de monje budista, de monje del Shao-lin. Remiso a entrar a la invitación de Agustín Collado, acaso intuyendo que ahí se cobraba, acechante en banderillas aunque sin maldad, llegó a la veterana muleta de Rafaelillo que apostó desde el primer momento por cortar los viajes del toro, por si alguna posibilidad había de llegar a algún acuerdo. El toro, visto el trato recibido, fue exacerbando su condición tarda y parada hasta que llegó el momento de la despedida, cuando a Rafaelillo le vino en gana.

Tras el reglamentario toque, don Gabriel Martín, ataviado de barquillero, abrió la puerta de la mazmorra y empezó a salir toro, como en unos dibujos animados, hasta que acabó de asomar por completo el toro llamado Alemán, número 34, largo, panzudo y de líneas más armónicas que su antecesor. Lo recibe de capa López Chaves, con el toro apretando hacia adentro, y luego se sale con él con mucha inteligencia hasta el tercio. Ahí finaliza la acometividad del burel. Después, para dejar bien sentados los principios, Francisco Javier González le pega con saña desde las alturas. En banderillas acude y se las deja poner sin echar cuentas y ya está ahí López Chaves con la franela a ver qué hace con un bicho tan cansino y tan parado, y lo que hace es ir sacando los muletazos a base de paciencia, como el que quiere vaciar la piscina con un cubito de playa. López Chaves presenta unos buenos modos y consigue algunos naturales estimables, de uno en uno, dada la condición parada del bicho, al que le cuesta arrancar, y su tendencia a irse aproximando a tablas, sin llegar nunca a dar sensación de peligro, con una mirada verdaderamente estúpida, el bicho no da ni medo. Todo lo ha puesto López Chaves.

Después de que los benhures de la mula vuelvan a hacer su enésimo ridículo saliendo de naja sin que el hondero haya conseguido encestar el gancho de la honda en el aro de baloncesto que han soldado en la volea, ya tenemos a Capitán, mítico nombre de toro en Madrid, número 29, otro que tal baila de salida, con Chacón haciendo su brega de dentro hacia afuera y arrebatándole el capote en el remate. Luego lo de las varas, que fue largo y tedioso y la gente se enfadó con Santiago Pérez, que montaba de lujo, movía el caballo y buscaba hacer las cosas bien, estorbado por el grupo de toreros que no paraban de moverse y de distraer al toro. Largo tercio y sin lucimiento. Va en banderillas como los otros, por ir, y se queda con los palos, doliéndose, sin que eche cuentas de que alguien le ha burlado y le ha clavado unos arpones, y ahí está Chacón a lo suyo, que es algo mejor que lo de Rafaelillo, pero que no es como para despertar el entusiasmo ni de los más partidarios. El toro es de condición parada, tampoco mete miedo y no parece tener ideas. La prueba es que cuando al matar Chacón se queda en la cara, al hacer muy mal la suerte, el animal le trompica pero ni se le ocurre lanzar un derrote aunque fuese testimonial, acaso porque no podía con su alma.

Crisantemo es el nombre y 51 el número del segundo de Rafaelillo que saca su viveza en los lances de recibo, se para al salir del caballo donde tampoco se le ha pegado con furor, demuestra sus condiciones flojonas y parece que se aviva un poco en banderillas, pero es un espejismo porque cuando Rafaelillo se va a él a hacerle un zarrapastroso inicio castigador, Crisantemo opta por retornar a su condición de florero para que el murciano vuelva a desplegar sus triquiñuelas, sus ratonerías, su toreo eléctrico y acelerado, sus carreras y vaya pasando el tiempo hasta que decida dar fin de él. Ya queda menos para el final de esta tortura cuando asoma Contratista, número 41, otro buey barrigudo que empuja al caballo de Óscar Bernal, que le cierra la salida como inventó el señor Atienza, y ahí tenemos al toro cabeceando y Bernal y su caballo en el papel de la Presa del Atazar. A la segunda vara le cuesta ir, y vamos a decir que cumple, siendo el único cuadri que medio ha dicho algo en varas. El toro se mueve algo más que los cuatro anteriores marmolillos y el que vendrá detrás. López Chaves vuelve a porfiar y a querer, porque al final casi lo principal era que embistiese el torero, prolongando los pases hasta el final y consiguiendo colocar al final del trasteo una serie de naturales, de uno en uno, de mucho cuajo y otra que ya no fue. A ver si repiten a López Chaves, que daba gusto verle andar por la Plaza y es el único que nos ha alegrado un poco la tarde.

Y por fin ahí ya tenemos al armario ropero de Goyesco, número 39, que en los lances de recibo le tira una tarascada al pecho a Chacón con el derecho que si le engancha le arranca el corazón de cuajo, como hacían los aztecas. Acaso impresionado por eso ahí llega Juan Melgar a practicar un sondaje geológico en la espalda del toro quien, visto lo visto, no está con muchas ganas de acudir a por el segundo sondeo. Parece que éste en banderillas medio inicia la carrerilla en pos de los peones, pero el hecho es que después de tantas cosas los 642 kilos hacen mella y Goyesco decide echar el freno, como sus hermanos, ante lo que Chacón no acaba de tener opciones como para dejar un mínimo detalle que poder poner aquí. Lo de Chacón es como para hacérselo mirar, que en cuatro corridas que le hemos visto en Madrid en lo que va de año, no ha dejado nada que reseñar.

Don Fernando Cuadri volverá a su pasión: la cría de los canarios de pluma y otros Cuadri tomarán el relevo al frente de la vacada. Les deseamos la mejor de las suertes. Parece que la van a necesitar.


Andrew Moore

¿Qué fue de los Cuadri?

Rafaelillo, de grana y oro
Pinchazo, estocada y descabello (silencio)
Estocada y tres descabellos (silencio)

Rafaelillo debió de entrar por el hueco dejado por Julián

 López Chaves, de coral y oro
Estocada atravesada y dos descabellos (aviso, saludos)
Estocada y dos descabellos (aviso, saludos)

ir sacando los muletazos a base de paciencia

como el que quiere vaciar la piscina con un cubito de playa

presenta unos buenos modos
 y consigue algunos naturales estimables, de uno en uno,
 dada la condición parada del bicho

a ver si repiten a López Chaves,
que daba gusto verle andar por la Plaza
 y es el único que nos ha alegrado
 un poco la tarde

Octavio Chacón, de canela y oro
Estocada (silencio)
Pnchazo, estocada baja y tres descabellos (silencio)

lo suyo, que es algo mejor que lo de Rafaelillo,
 pero que no es como para despertar el entusiasmo
 ni de los más partidarios

lo de Chacón es como para hacérselo mirar,
 que en cuatro corridas que le hemos visto en Madrid
 en lo que va de año, no ha dejado nada que reseñar

Guernica con mono

Guernica sin mono

Las cosas del "7"

miércoles, 12 de junio de 2019

Márquez & Moore. San Isidro'19. Tres cuatreños y tres cinqueños de Valdellán, los leones de León, con "Carasucia" como toro de la Feria



Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore

Santa Coloma gusta porque transmite emoción.
 He ido mucho a Las Ventas.
Fernándo Álvarez

 Yo soy toro en mi rodeo
y torazo en rodeo ajeno


José Ramón Márquez

Esto se acaba. Ya se ve el final de esta Feria en la que tantas cosas han pasado, a la que después de los Valdellán de hoy tan sólo le quedan dos corridas, la de Cuadri y el extravagante final de Fuente Ymbro en el día y hora en que tendrían que haber puesto a Miura, para acabar bien a lo grande.

Hoy correspondía el protagonismo de la tarde a los de Valdellán, que venían a tomar antigüedad a los madriles, aunque la ficha ésa del programa les otorga una antigüedad de 11 de agosto de 2000, pero hay que hacerle a Plaza 1 la pequeña objeción de que ese día 11 no hubo toros en Las Ventas, el 12 hubo el espectáculo del bombero torero con la lidia de dos becerros de ignota ganadería y el domingo 13 una de rejones con ganado de Arcadio Albarrán y Alcurrucén, o sea que lo mismo hubo el viernes un festejo fantasma a puerta cerrada, sin publicidad, del que sólo se enteró el que hace el programa de Las Ventas, aunque lo mismo tampoco lo hubo. Lo que te deja amoscado es que ahora, a la vista de estos “invent” del programa, a ver  quién se va a creer eso que ponen de que “este encaste conserva la cualidad de ir a más”, ese reiterativo mantra que llevan repitiendo desde hace años cada vez que se programa una corrida de la cosa juampedresca, que eso de comprobar que llevan años y años engañándonos sí que sería grave.

Valdellán se viene a Madrid avalada por el triunfo de uno de sus pupilos en los desafíos ganaderos del año pasado. Yo no lo vi, porque aun teniendo la entrada comprada opté por quedarme sesteando, y Dios castigó mi pereza poniendo en el ruedo de Las Ventas uno de los toros más sobresalientes de la temporada 2018, al decir de los que lo vieron. La presentación real de Valdellán en la Monumental a efectos de antigüedad en el día de hoy suscitó un explicable interés por parte de la afición y un patentísimo desinterés por parte del público en general, que prefirió irse a otros quehaceres mejor que tirar para Ventas. La verdad es que la entrada de hoy supera en pobreza a la del día de ayer, probablemente al no haber nada en el cartel que llamase un poco la atención de los legos. Y si el año pasado la cosa fue de perlas sobre el número 3 para los Valdellán ¿por qué cambiar? así que los propios Valdellán se prepararon su propio desafío ganadero trayendo tres que acaso serían de lo que venga de Pilar Población y otros tres que serían de lo del Hoyo de la Gitana, digo yo, porque no se parecían entre ellos ni en lo negro de los ojos y encima ni los juntaron, que en el apartado ya los tenían muy bien separados en distintos corrales: por un lado el que salió en primer lugar, Hechicero, el segundo, Bilbaino y el sexto, Montañés, números 22, 16 y 35, y por otro el tercero, Carasucia, el cuarto, Extremeño y el quinto, Matalhombro, números 14, 25 y 3. Los tres primeros de la lista, cuatreños, y los tres segundos cinqueños.

Los cinqueños son los que, sin lugar a dudas han defendido con dignidad el honor de la divisa, porque cuando salió el primero y vimos sus trazas, sus modos, su poco celo con el caballo y su manera de empujar con un pitón nos entró el frío en el cuerpo, y cuando apareció el segundo, también negro, tasadito de fuerzas y más feo que Picio, la cosa ya era de tembleque de la heladera que teníamos. Por fortuna ahí estaba Carasucia, que iluminó el ruedo desde el momento de su salida, con su armoniosa presencia, con la frescura de su embestida, y aunque gazapeaba algo y eso hizo que se fuese al caballo guateado de Francisco Navarrete sin que se verificase el cite de una manera canónica, lo cierto es que se echó al penco como un león y empujó con fuerza y fijeza y además levantando la cola, que era como la catenaria de un tranvía. La segunda entrada al arre también fue al paso, pero en esta ocasión se dejó pegar y se fue suelto. En ambos puyazos Francisco Navarrete trabajó con mesura midiendo bien el castigo, especialmente en la segunda vara en la que prácticamente no picó. Luego, en banderillas, el toro puso en apuros a Jesús Alonso a quien hizo salir de la Plaza tomando el olivo, por los pelos, sobre la puerta del 7. En la muleta es un poco tardo, pero una vez que se arranca embiste con un son lleno de viveza y se quiere comer la muleta, codicioso, yendo a más y dando la sensación de que no se puede dar nada por hecho. El toro es tan vivo que se distrae con el sonido de los clarines y mira en dirección a ellos cuando suenan. Es Carasucia un toro de muchísimo interés, sin lugar a dudas el toro de la Feria, pero no es toro de vuelta al ruedo como algunos pretendían, acaso fijándose más en su comportamiento respecto del último tercio y dejando de lado el primero, que es el capital en cuanto a la bravura. El toro se fue al desolladero acompañado por una fuerte, sincera y merecidísima ovación. El cuarto, otro cárdeno encastado, tenía muchas teclas que tocar, y pedía un torero de los que yo creo que ya no hay para darle la dosis de muleta que demandaba su correosa embestida, un toro para Ruiz Miguel o para Manili. El quinto, de impresionante presencia, perdió las manos y eso hizo acaso que no se le quisiera poner al caballo una tercera vez, que habría ido sin duda. La segunda vara la había tomado de largo sin gran codicia en la embestida; en banderillas se puso exquisito y no dio facilidades al peonaje de los rehiletes, aunque Chacón estuvo labrándole con pericia, y en la muleta sacó casta y las dificultades que deben sacar los toros para que lo que se les haga cobre importancia. Pasados estos tres llegó el sexto, Montañés, que es el que completaba la tríada mala, la de los cuatreños, al que pusieron de largo al caballo y acudió como el quiere calmar algo el hambre y no hay otro sitio donde acudir que a un puesto de lahmacun. Por lo menos nos dejó ver lo buen jinete que es Adrián Navarrete, y luego, en banderillas, la torería de Raúl Cervantes.

La terna que se apuntó, o que apuntaron, para echar la tarde con los Valdellán, estaba formada por Fernando Robleño, de sangre de toro y azabache; Iván Vicente, de grana, y Cristian Escribano, de azul turquesa.

Ya hemos comentado alguna vez el misterio de Fernando Robleño, lo del abismo entre lo de las faenas que lees que hace en Francia, de los triunfos que va cosechando en la Galia, y luego viene a Madrid y todo se le vuelve un no dar pie con bola. Como no le vi con el Valdellán del año 18 me abstengo de opinar, pues tengo por costumbre sólo hablar de lo que veo en la Plaza, pero creo que hay que ser muy robleñista para salir contento con la actuación del veterano torero en el dueto Valdellán-Robleño 2019. En el primero, de condición mansurrona, anduvo conteniendo la huidiza condición del animal, en una pura labor de oficio. En su segundo la cosa ya era distinta, porque el toro era un enigma a desentrañar, un enigma de casta, de intención, y ahí tenemos aún muy fresco el reciente aldabonazo de Román por no dejarse ganar la partida por el Ibán como para dar por bueno lo de hoy de Robleño, donde pone su aseado y contrastado oficio al servicio de un trasteo cuya finalidad no es tanto torear al toro, sino más bien al tendido. Y el resultado de la ecuación es que el toro se le va subiendo a las barbas al torero, después de comprobar que donde se precisaba firmeza y arrestos lo que asoma es descoloque, muchas carreras y trapazos. Cuando le clava el estoque soltando la muleta era impresionante ver al toro encelado con el trapo encarnado tirándole derrotes en el suelo sin atender a los capotes.

Iván Vicente sorteó en primer lugar a Bilbaíno, que no debía ser del mismo Bilbao, vistas sus trazas. Cuando está poniendo al caballo al toro, éste le quita el capote y con la tela cubriéndole la cabeza se abalanza hacia el peto y ahí se produce el milagro: el toro cegado entra al caballo perfectamente y el picador, Héctor Vicente, con sus dos ojos bien abiertos, cobra un marronazo. En la cosa de la muleta el toro era soso, incierto y gazapón, lo mismo que su matador. El cuarto ya era otra cosa, lo primero por su presencia, que Matalhombro era un tío, pero un tío exigente al que no le valían los preceptos neotaurinos de andar por las afueras y que el toro lo haga todo él solo, porque demandaba colocación y a cambio presentaba su mejor carta credencial: su capacidad de humillar. He ahí un toro para poner en circulación a un torero, para crearle un ambiente, un toro para arriesgarse y demostrar la ambición que debe demostrar un hombre que se viene a San Isidro sin apoderado.

Cristian Escribano tuvo la mala fortuna de que se cruzase Carasucia en su camino. Como se indicó antes, el toro es algo tardo en arrancarse, acaso porque el matador no acaba de buscar la posición cruzada que el animal demanda, pero una vez que el toro se pone en movimiento, no para. Y cada vez que su hermosa, vibrante, encastada embestida es malinterpretada por Escribano eso son paletadas de tierra que él mismo se va echando encima. Al toro hay que dominarle, cosa que no se le hace, y a cambio se produce una sucesión de telonazos aprovechando la inercia del animal, sin mandar en él, sin templar la velocidad del toro. Tres intentos toricidas rematan la faena de Escribano y el toro toma dirección primero hacia el tercio y después hacia los medios, donde dobla. Podemos decir que ha sido otro de esos toros con mala suerte. Cómo sería la cosa que el propietario de Garcigrande abandona su burladero de callejón al doblar el toro, acaso espantado ante tal demostración de casta y bravura, que a él le debe resultar insoportable de contemplar.  Con el sexto, toro bastante tontorrón, Escribano se toma sus precauciones, pero a esas alturas eso ya no era importante, porque la procesión debía ir por dentro.

Hoy, nuevamente, los benhures de la mula han vuelto a demostrar su intolerable impericia cuando han vuelto a echar a correr sin que el toro segundo estuviese enganchado, y eso que han puesto un aro de baloncesto soldado a la bolea. Pues ni por esas.

Fe de erratas: En un amable almuerzo con mi amigo el empresario  J.C., que tiene algún negocio con don Fidel San Román, éste me indica que el ganadero de El Ventorrillo ya no es propietario del campo de golf que se le achacaba en la reseña del día de ayer.

Andrew Moore

Patillas de Valdellán

¡El negro toro de España
libre al sol del redondel!
Que nada puede doblarlo,
que nadie puede matarlo,
porque toda España es él

Fernando Robleño, de sangre de toro y azabache
Estocada (palmas)
Estocada (saludos)

el misterio de Fernando Robleño, lo del abismo
 entre lo de las faenas que lees que hace en Francia,
 de los triunfos que va cosechando en la Galia,
 y luego viene a Madrid y todo se le vuelve un no dar pie con bola

donde se precisaba firmeza y arrestos lo que asoma
 es descoloque, muchas carreras y trapazos

hay que ser muy robleñista para salir contento
 con la actuación del veterano torero en el dueto
 Valdellán-Robleño 2019

Iván Vicente, de coral y oro
Estocada (silencio)
Estocada (silencio)

he ahí un toro para poner en circulación a un torero,
para crearle un ambiente, un toro para arriesgarse y demostrar
 la ambición que debe demostrar un hombre que se viene
 a San Isidro sin apoderado

Cristian Escribano, de azul turquesa y oro
Cuatro pinchazos y bajonazo (dos avisos, silencio)
 Estocada (silencio)

 Escribano tuvo la mala fortuna de que
 se cruzase Carasucia en su camino

 cómo sería la cosa que el propietario de Garcigrande
 abandona su burladero de callejón al doblar el toro,
 acaso espantado ante tal demostración de casta y bravura,
 que a él le debe resultar insoportable de contemplar

Bulle la sangre, la montera en tierra,
y, ante otros miedos, tu valor entierra
pesada espada donde, hiriendo, escombra

Manda el tigre en la montaña...

...manda en la llanura el toro

Tu grandeza se aploma con sencillez de monte

martes, 11 de junio de 2019

Márquez & Moore. San Isidro'19. Ventorrillos de Tifán, poco público y un aficionado que dice "¡Colóquese!" a Eugenio, que está sin apoderado



Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore

Este  encaste  conserva  la  cualidad  de  ir  a  más
Programa de mano de Las Ventas

[Parte Médico de Ritter. «Una cornada en la cara interna del tercio medio de la pierna derecha, con una trayectoria hacia arriba y hacia la cara externa de 20 centímetros, que lesiona la vena safena interna, produce destrozos en músculos gemelos y contusiona arteria y nervio tibiales posteriores. Herida superficial en pliegue inguinal derecho. Pronóstico grave. Trasladado a la Fraternidad».]


José Ramón Márquez

¿Cuál es la ganadería de la que nadie jamás echa cuentas y que nunca falla en los sanisidros? Los Ventorrillo. No conozco a nadie que haya hecho jamás una cita elogiosa de los Ventorrillo, nadie que demande esa ganadería, nadie que la coloque entre sus veinticinco ganaderías predilectas, nadie que se mueva a doce kilómetros de su lugar de residencia por una corrida de El Ventorrillo, pero ahí está inexorable la corrida de El Ventorrillo en San Isidro. Cada año. Los Ventorrillo, con su seña inequívoca, la letra efe, efe de Fidel, en homenaje a su propietario marcada a fuego en el anca, que el propietario se llama don Fidel, y aunque la ganadería figura a nombre de las famosas Edificaciones Tifán S.L. por vaya usted a saber qué causas, todo el mundo sabe que el emprendedor don Fidel es el administrador único de Tifán y que Tifán se dedica lo mismo a los toros que a los campos de golf, a las promociones inmobiliarias, a las obras públicas, a los hoteles y hasta a las estaciones de servicio donde se pone gasoil a los autos, que así si una cosa no va bien, siempre habrá otras con las que compensar, digo yo.

A bote pronto lo del Ventorrillo, si no es en la época de San Isidro, a lo que suena es al del Chato, al Ventorrillo del Chato ése que hay en Cádiz, en la carretera de Cortadura, según vas hacia San Fernando, donde te aprietas unas gambas o una urta o una raya en salsa de tomate, que eso sí que es un Ventorrillo como Dios manda y no este Ventorrillo de Tifán que a estas alturas ya ni se sabe lo que es, porque don Fidel se compró los ganados descendientes de los que don Paco Medina había comprado antes a juampedritis en el año de la Expo y los Juegos Olímpicos, hace más de cinco lustros, y eso fue hace ya catorce años, o sea que yo qué sé lo que habrá de juampedro, lo que habrá de don Paco y lo que habrá puesto de su cosecha don Fidel en ese mejunje ganadero. El caso es que esta tarde tocó salir a los ganados de su padre y los de su madre, porque los abisontados que salieron en primera y tercera posición nada tenían que ver en hechuras con el sexto, que tenía mayor peso sin aparentarlo y que presentaba un aspecto más similar al que dicen que es el origen de estos ganados, o el segundo que era como un cuerpo juampedresco al que le habían puesto una cabeza llena de cuernos que no le correspondía.

De los Ventorrillos de Tifán del año pasado no guardamos memoria alguna, y los Ventorrillo de este año, con tal que pasen unas horas, también se habrán desvanecido de nuestra memoria. Antes de que el olvido comience a hacer su trabajo inexorable dejaremos anotado que la corrida de hoy fue cinqueña, muy desigual, como se dijo más arriba, y seria. En general no dieron lo que se dice muchas facilidades, como tampoco destacaron particularmente por nada. Algo se maliciaría el respetable que hoy huyó de manera masiva de la Plaza de Toros, que presentaba un deplorable aspecto de público para tratarse de una corrida de Feria. Vemos cómo poco a poco se va disgregando el legado de Manolo Chopera (qDg), aquel abono pletórico que garantizaba prácticamente un lleno de los de “No hay Billetes” cada tarde, estuviese anunciado en el cartel quien estuviese.

Hoy el anuncio no era lo que se dice un reclamo para atraer a las masas hacia Las Ventas, pues junto al veterano Eugenio de Mora, de virtudes suficientemente conocidas, estaban Ritter y Francisco José Espada. Entre los tres sumaban doce corridas el año pasado, de las que la mitad pertenecían a Espada. Hoy, como ayer, dos toreros de azul, el de Mora y el de Fuenlabrada, y Ritter de espuma de mar y plata. Antes los mozos de espadas de los toreros se hablaban para saber cuál era el vestido que iba a llevar el matador y para evitar, dentro de lo posible, que saliesen dos toreros vestidos igual, y ahora que se dispone de correo electrónico, WhatsApp, teléfono móvil y mensajes SMS ilimitados, resulta que al romper el paseíllo ahí tenemos a dos hombres vestidos de igual manera, y ayer pasó también lo mismo, o sea que pasan de lo de los vestidos a mil por hora, y a estas cosas no les dan importancia. Y si los mozos de espadas no dan relevancia a lo de los vestidos de los matadores, los matadores hoy no estaban tampoco por dar relevancia a la cosa del estoque, porque hoy tuvimos ante nuestros ojos la tarde del mitin con el acero. Dos avisos en el primero de la tarde, uno en el segundo, dos avisos en el tercero, un aviso en el quinto y dos avisos en el sexto es la cosecha de la tarde, que hoy hicieron currar al cuarteto clarines como ninguna tarde en lo que va de feria y el único que se fue en dirección al desolladero sin saber cómo suena un aviso fue el tercero, Sufridor, número 32.

Por delante, y sin apoderado, iba Eugenio de Mora, que el otro día celebró el veintiún cumpleaños de su confirmación en Madrid, y que tuvo que hacerse cargo de tres toros: los dos de su lote y el segundo de Ritter, por cogida del colombiano. Y ahí se ve cómo son las cosas de la esquiva fortuna, que el toro que le sirvió para su triunfo fue el que hubiese tenido que matar Ritter. El primero de la tarde, alto, serio y badanudo, lo primero que hizo fue derrotar secamente en el burladero del 10 y luego en el del 9, pasó por la cosa equina sin pena ni gloria y se tragó, no sabemos cómo, unas gaoneras de Ritter. Mientras lo banderilleaban ahí estaba Eugenio de Mora junto al burladero con las manos echadas a la espalda, como un jubilado que espera al autobús en la marquesina. A José Luis Triviño, que estaba con la brega, le quitó limpiamente dos veces el capote de las manos, obligándole en una de ellas a trotar hacia la barrera a tomar el olivo. Luego, en esa misma tónica, le quitó la muleta al toledano por tres veces, que el bicho pegaba unos derrotes de mucha enjundia. Eugenio de Mora alargó mucho su trasteo, sin posibilidad de lucimiento y cuando le clavó el estoque ahí estaba la torpeza puntillera de Víctor Cañas preparada para emular un par de veces lo que se contiene en la Sagrada Escritura, Juan, 11.43, cuando Nuestro Señor gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!» y el muerto se levantó y salió del sepulcro, pues lo mismo que Nuestro Señor con Lázaro, Cañas con Tripulante, número 27. El segundo de Eugenio de Mora, herrado con el 13, era Guindón II y mejor podía haber sido Grandón, un buey descastado, de gran aptitud cárnica, que pasaba de los seiscientos kilos de vellón. Ritter, que había salvado los muebles en el quite de las gaoneras al primero, volvió con el cántaro de las chicuelinas a la fuente y allí se llevó el jarro de agua fría de la cornada que le sacó de la corrida y le puso en manos del equipo médico habitual. El boyancón tiraba unos derrotes al aire como para quitar las ganas y Eugenio, que no estaba para líos, le saca una serie al natural hecha a base de oficio, de prevención y poco compromiso como balance de su actuación. A causa de la cogida de Ritter se corrió turno y le tocó el quinto, Riachuelo, número 29, que se lidió en sexto lugar, y que fue el toro más claro de la tarde, mansurrón, escarbador y sin demostrar su peligro, el que más se parecía al remoto origen juampedresco de la vacada de Tifán. Con este toro, que brinda al público, Eugenio de Mora se toma su tiempo y va desgranando una faena bien compuesta, de menos a más, que comienza haciendo galopar al toro -con lo que eso gustaba en Madrid, y ahora casi nadie lo hace- y que tiene un buen final en una media serie de naturales y una excelente de derechazos. En el lapso que hay entre el toro galopando y la serie de derechazos Eugenio de Mora se toma su tiempo, dosifica las fuerzas del toro, presenta la muleta planchada, se pone más por afuera de lo debido y deja un pase de trinchera de puro mando, muy en Antoñete. Se tira en rectitud al toro y le deja una delantera que tarda en hacer doblar a Riachuelo, pero él, con tantos años a la espalda, aguanta bien hasta que el toro dobla sin arriesgarse a perder la casi segura oreja por marrar con el verduguillo.

El tipo del segundo de la tarde, Guindón I, número 35, no se parecía al primero absolutamente en nada. Ritter planteó un largo trasteo en el que puso de manifiesto su compostura, la finura de sus modos, pero no le fue posible culminar una obra coherente, más allá de mostrar su natural elegancia, pues su propuesta fue una serie de inicios en la que no se adivinaba plan alguno. Le pegó tres naturales de buen trazo de uno en uno y después, a base de sobar al toro consigue ligar un par de ellos. La verdad es que apetecía verle con el quinto, pero las chicuelinas se cruzaron en su camino.

Y el fuenlabreño Francisco José Espada que va muy acelerado en su primero al que le preparó un largo trasteo, que comenzó con unos pases del Celeste Imperio, pase en el que el toro va completamente a su aire, como premonición de que él no estaba ahí para mandar, que lo suyo era poner la muleta y moverla de manera acompasada por delante de la cara del toro sin usarla para dirigir la embestida o marcar la velocidad de la misma. Y en el sexto, Carroñero, número 21, corrido en quinto lugar, el torero va por su lado, el toro por el suyo y no acaba de haber lo que se dice una comunión entre ambos, quiere componer la figura pero tal como se pone de manera despatarrada, la cosa queda bastante poco estética. Este segundo tenía más intención que su primero y poco a poco se va dando cuenta de que él manda más que el torero. A partir de ese momento el animal se le sube a las barbas del matador haciéndole pasar fatigas que el torero no resuelve pues ni tira del toro, ni le manda ni le da un solo pase digno de tal nombre. Ante tal situación Espada improvisa pases por la espalda con el fin de impresionar a la parroquia y buscar unos cuantos,  generosos, aplausos.

Andrew Moore

Eugenio de Mora, de azul pavo y oro
Pinchazo y estocada (dos avisos, silencio)
Media estocada (silencio)
Estocada (dos avisos, oreja)

por delante, y sin apoderado, iba Eugenio de Mora,
 que el otro día celebró el veintiún cumpleaños
 de su confirmación en Madrid

tuvo que hacerse cargo de tres toros:
 los dos de su lote y el segundo de Ritter,
 por cogida del colombiano

y ahí se ve cómo son las cosas de la esquiva fortuna,
 que el toro que le sirvió para su triunfo fue
 el que hubiese tenido que matar Ritter

Al "¡colóquese!" del aficionado contestó Eugenio
 con una oreja del escaso, pero distinguido público

Sebastián Ritter, de azul espuma de mar y oro
Media y tres descabellos (aviso, saludos)
Herido en un quite, en el cuarto, pasa a la enfermería

Ritter planteó un largo trasteo en el que puso de manifiesto
 su compostura, la finura de sus modos

pero no le fue posible culminar una obra coherente,
 más allá de mostrar su natural elegancia

pues su propuesta fue una serie de inicios
 en la que no se adivinaba plan alguno

le pegó tres naturales de buen trazo de uno en uno y después,
 a base de sobar al toro consigue ligar un par de ellos

Francisco José Espada, de gris perla y plata
Media y cuatro descabellos (aviso, silencio)
Pinchazo, estocada y cuatro descabellos (aviso, silencio)

Muge el toro sansón, herido y solo
por los sinfines de la noche en ruinas