De gatos literarios, o cómo complicarse la vida con un inquilino nuevo.


Dartañán llegó a mí a mediados de mayo, una bolita naranja recién destetada al que elegí de una camada de tres hermanos y dos primos. La culpa fue de una compañera de trabajo, que me dijo que acababa de tener un montón de gatos y me enseñó fotos de los recién nacidos. Yo, blanda como nadie, le dije que sí, venga, vale, le voy a llevar a Sauron un amiguito para que no esté tan solo. Elegí un gato blanco con cara de pillo, pero cuando fui a buscarlo y vi el naranja... Fue amor a primera vista. El blanco se ha quedado con su madre y sus hermanos en la casa de campo y se ha convertido en un cazador de primera. Dartañán se vino conmigo y vive una vida de lujo como gato casero.

Lo cierto es que me daba un poco de miedo meter otro gato en casa. ¿Cómo lo iba a llevar Sauron? ¿Se iban a pelear por la comida? ¿Llegarían en algún momento a ser amigos? ¿Y si no se llevaban bien? Dartañán llegó a casa un viernes. Ese día, Sauron le bufó de tal manera que me asusté; se le desfiguró la cara, se convirtió en el gato del demonio, él, que es la viva imagen de la tranquilidad. Aparté al recién llegado de él y pasó la noche encerrado en la sala, con un Sauron que no quería saber nada del nuevo inquilino, ni siquiera mirarlo por la vitrina de la puerta. Pero al día siguiente empezó a asomarse para mirarle. Le abrí la puerta y entró a olerle. Dartañán buscaba una figura que le recordara a todas las gatas que le habían criado y a sus hermanos, e iba detrás de Sauron como loco. A Sauron le costó horas encariñarse con Dartañán. Para el sábado por la noche, le dio el primer lametón. El domingo por la tarde ya dormían juntos. Y a partir de ahí se han hecho inseparables.

El "educa-gatitos"
Lo que no significa que el puñetero gato nuevo no esté siendo un dolor, claro. El muy puñetero me tiene el sofá destrozado, y no hay manera de que se limite a la zona protegida por la manta del sofá. Ni el "educa-gatitos" funciona con él, aunque parece que ya le va cogiendo miedo y ya identifica el cacharro con "Dartañán, no" (que es su nombre completo; a veces varía con "no, Dartañán" o "Dartañán, para ya, coño"). El pobre Sauron ha estado tan estresado que ha pillado una conjuntivitis bastante severa (si porque la trajo el pequeño o porque el estrés le ha despertado un virus que él ya tenía, no han sabido decirme), y eso de tirarme en el sofá a leer con tranquilidad ha pasado a la historia, a menos que el pequeñajo esté dormido.

Eso sí, de la compañía que me hace el bicho no me quejo. Sauron ya es mayor, pasa de mí y prefiere dormir en su cuna, pero Dartañán me busca, se pasa el día pegado a mí, jugando en mis pies o en mi regazo, y no sabe dormir durante el día si no es en contacto con mi piel. Y yo, que soy más blanda que el chocolate  en verano, me deshago un poquito cada vez que maúlla y en su voz oigo "dónde estás y por qué no estás conmigo"... O quizás esté diciendo "tengo calor, dame agua", pero yo prefiero entender lo que me da la gana.